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Crónicas dominicales

El Ramadán y la muñequita de La Giralda

18 abr 2021 / 09:45 h - Actualizado: 18 abr 2021 / 08:32 h.
"Crónicas dominicales"
  • Santiago Matamoros en el interior de la catedral de Santiago de Compostela. Sin flores y con flores.
    Santiago Matamoros en el interior de la catedral de Santiago de Compostela. Sin flores y con flores.

Llevamos ya unos días de Ramadán y la verdad es que este año nos hemos podido enterar todos de este rito islámico. Los medios más progres le han dedicado bastantes minutos y lo comprendo, es por aquello de la islamofobia, para que se nos quite de una vez totalmente de la cabeza tal “enfermedad” porque igual que todos los vascos no eran terroristas, todos los islámicos no son yihadistas. Es que no nos queremos enterar de que nos quieren de verdad y nosotros también debemos quererlos a ellos.

La muñequita de La Giralda

Está bien que salgan por los medios de comunicación seguidores del islam contándonos en qué consiste el Ramadán porque, además de aumentar la hermandad entre los seres humanos, se contribuye a la integración de estas personas en la cultura occidental aunque eso ya es más complicado porque en la cultura occidental no nos hemos introducido ni siquiera todos los occidentales... Cualquiera le quita su libro sagrado de autoayuda, el que les da sentido a sus vidas, a algunos, qué digo a algunos, a muchos, y menos a los muchos del islam.

He tenido experiencias con la cultura islámica sin salir de Sevilla -saliendo, por supuesto-, con exalumnos islámicos. Recuerdo a uno que cuando íbamos a tomar algo a un bar y se pedía una tapa, resulta que la frugal colación venía acompañada de pequeños trocitos de jamón york. ¡Ea!, ya la teníamos liada. Pero la persona en cuestión resolvía la encrucijada: tomaba su tenedor y su cuchillo y separaba uno a uno con toda la paciencia del mundo cada trocito de jamón del resto del yantar. Listo, todo tiene solución menos la muerte, de momento.

En otra ocasión iba mostrándole lo más conocido de Sevilla a otro señor islámico con el que me une confianza y al pasar al pie de la Giralda vio esa virgencita que está metida en una hornacina, vano o lobulado y se ve desde la calle perfectamente. Mi acompañante contempló la Giralda y me dijo algo así como “la habéis estropeado metiéndole ahí esa muñequita”. No le di importancia, le dije que cada religión poseía sus símbolos, no se trataba de reanudar allí la reconquista en nombre de don Pelayo entre otras cosas porque la reconquista está hecha y muy bien hecha, aunque vivan ahora en España unos dos millones de islámicos y bastantes millones más en Europa, en algunos de cuyos lugares -en Francia, por ejemplo, según me contaba hace poco una profesora francesa- la cultura musulmana ha tomado posesión de su casa, incluso por encima de los nativos. “De fuera vendrán que de tu casa te echarán”, afirma el dicho.

Por cierto, también en la Giralda, muy cerca del suelo, hay una placa de mármol, de cuando se inauguró en el siglo XVI la parte superior cristiana, que ahora aparece totalmente negra e ilegible. Pero cuando podía leerse, José Gestoso nos desveló su contenido. Entre varios detalles más, indicaba que la torre ostentaba “como remate, la estatua giratoria colosal de la fe para mostrar con orgullo a los tiempos venideros la victoria contra los enemigos de la iglesia romana”. Menos mal que no se lee porque si se leyera habría que quitarla por islamófoba, de manera similar a como han rodeado de flores a los moros que Santiago Matamoros está aplastando con su caballo para que no se vea el “genocidio”.

La Europa musulmana

El islam es la segunda religión más grande de Europa y en las próximas décadas crecerá aún más. En la Unión Europea, la población musulmana representa en estos momentos un 5% de la población, aproximadamente. En 2050, los musulmanes podrían convertirse en el 11,2% de la población (en 2010 eran alrededor del 4%). Mientras, los cristianos bajarán del 74,23% actual al 61,81% a mediados de siglo. Son estimaciones del Instituto Pew Research Center. Esta institución basa sus cálculos en factores como la menor edad media actual de los practicantes del islam, su mayor ratio de fertilidad y la inmigración.

En España, en 25 años, pasarán de ser el 3,3% al 7,53% del censo. Sin embargo, a pesar de ese rápido crecimiento, España ocupa el puesto 14 de 28 de los países de la UE con mayor población musulmana. Los países de la UE con mayor porcentaje son Chipre y Bulgaria, fronterizos con Turquía; seguidos de Francia, Bélgica y Alemania. Dentro de 25 años, los dos primeros se mantienen, pero les seguirán Suecia, Bélgica y Reino Unido. En Italia, esta dinámica llevará a los musulmanes a representar el 9,5% de la población en 2050. En Suecia, llegarán a ser del 12,4%.

Como se sabe, la historia del islam en Europa es antigua ya que, en el pasado, los musulmanes conquistaron y ocuparon España, Portugal, parte de Francia, Sicilia y los Balcanes. En Italia, después de que la conquista de Sicilia permaneció bajo el dominio musulmán entre 827 y 1091, la presencia islámica fue casi inexistente hasta la década de 1960, cuando comenzaron a llegar los primeros estudiantes de Siria, Jordania y Palestina. En la década siguiente, los primeros emigrantes islámicos también llegaron de las costas del norte de África.

¿Consecuencias?

¿Qué consecuencias conllevará este hecho para la cultura europea? Lo ignoro, pero podemos estudiar el ejemplo de EEUU aunque, por otra parte, digamos que parte del islamismo está evolucionando hacia una occidentalización, al tiempo que algunos habitantes de Occidente pueden sentirse atraídos por el islam, una religión que es una forma de vida incluso a nivel macro-histórico. ¿Por qué? Porque el islam contiene un orden más o menos pétreo que puede llamar la atención de determinadas personas en estos tiempos convulsos.

Sin embargo, he recogido hechos de indudable trascendencia. Por ejemplo, en Irak y en Afganistán, en 2004, empezaron a hacer furor los “culebrones” en TV y en el caso de Afganistán la presencia de mujeres presentando informativos a cara descubierta supuso toda una revolución mental. En 2009, la prensa lanzaba titulares como estos: “Lencería nada fina en Riad”. Y se concretaba aún más el hecho con estas palabras: “Son damas acomodadas de la sociedad saudí que exigen tiendas de lencería no atendidas por varones, mientras en Irak el gobierno niega la ayuda a casi un millón de viudas. El machismo, escondido tras una visión de Sharía, se resiste a morir en el mundo árabe”.

Los jóvenes de las primaveras árabes buscaban una mayor dosis de libertad y menos adoctrinamiento moral, el mundo ahora es pequeño con Internet y sus redes sociales, ni en Occidente ni en Oriente se pueden detener las ansias de la juventud por seguir la seducción que ofrecen las programaciones de las plataformas digitales que unen sus mensajes a toda la espontaneidad de las redes. Habrá resistencias de todo tipo y en todas las culturas, pero el mundo va hacia el mercado total y tanto el islam como otras religiones deberán adaptarse a una nueva cultura que nos trae todo tipo de interrogantes. Ni en Occidente sabemos bien adónde nos dirigimos, en un contexto así puede que sean atractivas culturas que no han pasado ni por el Humanismo Renacentista ni por la Ilustración, algo de obligado cumplimiento si se desea realmente progresar. Ambas etapas nos llevaron a las revoluciones industriales y tecnológicas que a su vez permiten que hoy, en menos de un año, tengamos vacunas contra una pandemia mundial.

Nuestra responsabilidad

El aumento en Europa de la población musulmana -con su Ramadán- es en gran medida responsabilidad nuestra. ¿En qué situación caótica ha dejado nuestra codicia a Irak, Afganistán, Libia o Siria? De ahí y de otros países procede la inmigración. ¿Por qué no hemos denunciado constantemente la violación de los derechos humanos en Marruecos desde hace décadas en lugar de tener todo el día en la boca a Venezuela? Estamos retirando nuestras tropas de Afganistán, más de cien militares españoles han muerto allí. ¿Para qué? Ahora volverán los talibanes.

Habrá que organizar bien la nueva situación y admitir en nuestro suelo a una cultura que a veces se coloca -la colocamos nosotros- por encima de la nuestra. Quiero decir -y lo repetiré las veces que haga falta- que está muy bien respetar a otras culturas, pero para eso no hace falta renunciar a la propia, sino que exista un respeto mutuo, sólo un ingenuo inconsciente persigue la reconciliación y la armonía con el otro entregándose al otro y renunciando a aquello con lo que se ha educado.

Hay cristianos que se han molestado con la permisividad del Ramadán frente a lo que consideran agravio comparativo con la Semana Santa y su prohibición. No, el Ramadán son rezos y conductas -no comer, por ejemplo, como el católico evita la carne en determinados momentos- que se pueden controlar en tiempos de pandemia y si no fuera así y no se actuara con toda firmeza, en igualdad de solidez a como se actúa con la Semana Santa, sencillamente se estaría haciendo el canelo que ya bastante guante blanco tenemos cuando los templos cristianos no te piden el carné de tu fe para entrar en ellos mientras que las mezquitas lo hacen, sobre todo en los países donde el islam gobierna. Se puede ser tolerante pero no débil.