Si es usted de una generación con una pizca de solera seguramente recordará cómo su colegio le llevó en excursión organizada a la Casa de Pilatos. «Era una época en la que se prefería llevar a los niños a ver arte antes que acompañarlos a una granja-escuela», lamenta Matilde Fernández, una de las responsables de la gestión del palacio, perteneciente a la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. Si por azares del destino nunca ha regresado aquí o, si incluso nunca ha traspasado su umbral, le confesaremos que seguro, seguro, no es cómo lo recuerda.

«Nuestro hermano mayor es el Real Alcázar», asegura su secretaria, Susana Bernal. «Ese es el espejo en el que nos miramos», confiesa. No obstante, y con más modestia, la Casa de Pilatos ha entrado recientemente a formar parte de Sevilla Walking Route, en la que comparte protagonismo con Las Dueñas, Salinas y Los Venerables. «La unión hace la fuerza y nosotros queremos demostrar que existimos, hay un sector del turismo que no nos llega porque desconoce el producto que ofrecemos», cuentan en Pilatos.

Comenzado a construir en 1483 sobre unos solares confiscados a la Inquisición, el palacio, de estilo principalmente renacentista, constituye todo un viaje en la historia que viviremos mientras atravesamos sus estancias. Al contrario que Dueñas y Salinas, aquí el visitante sí que tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido. Aunque hay algunas estancias privadas para el Duque de Segorbe, Pilatos es hoy además de un escaparate arquitectónico y patrimonial, un espacio abierto a eventos. «...Y es una pena que muchos sevillanos no conozcan la intensa relación que tiene este sitio con la Semana Santa», dice su secretaria. Por ejemplo, el Cristo de la Fundación de la Hermandad de los Negritos presidirá en Pilatos la eucaristía previa al viacrucis de la Pía Unión el próximo 2 de marzo con motivo del 625 aniversario fundacional de la corporación.

Considerado como el mejor edificio nobiliario andaluz y residencia permanente de los duques de Medinaceli, el inmueble ha sido testigo de célebres rodajes, el último de ellos el de la serie La peste, de Alberto Rodríguez. Y, en el pasado, cuatro superproducciones de Hollywood como Lawrence de Arabia, 1492: la conquista del paraíso, El reino de los cielos y Noche y día. «Es un espacio único, la visita guiada dura casi una hora y media pero conocer detalladamente todo lo que podemos ver aquí podría ocuparnos varias horas», reconoce una experta en guiar la mirada por su interior, Matilde Fernández.

Podría decirse que Pilatos es una casa que vemos, parcialmente, mirando al cielo. Al techo, para ser más exactos. Porque en sus artesonados, con un poco de pericia e información, podemos ir descubriendo todos los escudos heráldicos de las familias que han ido dejando distintas huellas en la casa, merced a las innumerables intervenciones arquitectónicas que se han hecho. Fadrique Enríquez (primer Marqués de Tarifa) es, entre todos, el nombre que más hemos de retener cuando conocemos el relato de esta casa. Fue un noble que en 1518 realizó un viaje de peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, en el que atravesó toda Italia, y en el que quedó profundamente impresionado del arte renacentista. A su regreso trasladó esas maneras renacentistas que había observado a la Casa de Pilatos, combinando el estilo renacentista italiano con el mudéjar sevillano, en las ampliaciones que realiza del palacio, ocupando varios solares anexos al mismo. Posteriormente, Per Afán de Ribera, sobrino y heredero de Don Fadrique, gran coleccionista de arte, se hizo con un enorme patrimonio artístico durante su estancia como virrey de Nápoles que fue a parar a estas salas. Con el paso de los años... y los siglos, fueron llegando hasta aquí obras originales de Francisco de Goya, Giuseppe Recco, Francisco Pacheco, Lucas Jordán... «La sensación de los visitantes es la de entrar en un museo, hay que tener en cuenta que este lugar lleva 30 años abierto al público», dice Bernal.

Sin embargo, un vistazo a la concurrencia permite constatar que esta es casi al cien por cien extranjera. «Los ciudadanos no conocen bien este lugar, todos lo ubican y han oído hablar de él, pero muchísimos menos son los que han venido», lamentan desde la institución. Ello a pesar de que la Fundación que lo rige lleva años cumpliendo escrupulosamente con la entrada gratuita (en este caso, los lunes de 15.00 a 19.00 horas) para los ciudadanos de la Unión Europea. «Es algo que nos supone una pérdida de dinero muy importante y que, no obstante, hacemos. Algo que no pueden decir otros grandes monumentos que son públicos y que, sin embargo, carecen de esta política», dice Susana Bernal, quien recalca que la Casa de Pilatos, además de ser un inmueble privado, nunca ha recibido una sola subvención. «Ninguna administración pública, sea del signo que sea, nos ha echado nunca cuenta; el dinero que se paga por entrar aquí permite costear el mantenimiento del palacio, asegurar los puestos de trabajo y ayudar a la financiación del sostenimiento de las otras propiedades de la Fundación Medinaceli: el Palacio de Oca (Pontevedra), el Hospital de San Juan Bautista (Toledo), la Sacra Capilla del Salvador (Úbeda) y otros doce palacios, castillos y fortalezas repartidos por todo el país.

Declarado Monumento Nacional desde 1931, este palacio es una singular síntesis de la tradición gótica y mudéjar de fines de la Edad Media conjugada con las innovaciones del Renacimiento, cuya introducción en Sevilla se debió a la privilegiada relación que con Italia mantuvieron los Enríquez de Ribera desde el I Marqués de Tarifa, hasta el III Duque Alcalá. Su relato, a fuerza de largo y lleno de nombres propios, no es sencillo. Pero tanto la audioguía con la que se realiza la visita como los guías privados del recinto desgranan cada uno de los pormenores de una fortaleza de miles y miles de metros cuadrados en el corazón de Sevilla que, seguro, hace mucho, demasiado tiempo, que no visita.