Son y están

«Emociona ver cómo hay vecinos que necesitan abiertos los centros culturales durante la pandemia»

Antonio Castro González. Director del Área de Cultura en el Ayuntamiento de La Rinconada. Es uno de los gestores culturales con trayectoria más dilatada y prestigiosa en Andalucía, artífice en La Rinconada de una notable red de equipamientos e iniciativas desde las que ahora se afronta el reto de incrementar la participación ciudadana en la cultura con o sin restricciones a la movilidad.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
30 nov 2020 / 18:22 h - Actualizado: 30 nov 2020 / 18:45 h.
"Son y están"
  • Antonio Castro, en el teatro municipal de La Rinconada, que mantienen abierto y con programación durante la segunda ola de la pandemia del coronavirus. / EL CORREO
    Antonio Castro, en el teatro municipal de La Rinconada, que mantienen abierto y con programación durante la segunda ola de la pandemia del coronavirus. / EL CORREO

“Me considero un obrero de la cultura. Con el paso del tiempo, gracias a lo que he aprendido de tanta gente, me he convertido en un obrero especializado que intenta trabajar de la mejor y más honesta forma posible. Afortunadamente tengo muchos amigos entre los directores de teatro, de compañías, de salas, y coreógrafos, autores, bailarines,...”. Antonio Castro González, galardonado en 2018 con el Premio Lorca al Mejor Programador, otorgado por la Asociación de Artes Escénicas de Andalucía, huye de los elogios y de la autocomplacencia, y se quita mérito cuando desde muchos ámbitos de la vida cultural andaluza se valora positivamente el nivel cuantitativo y cualitativo de la actividad en La Rinconada a lo largo de todo el año. Y el esfuerzo que están haciendo por mantenerla, considerándola servicio esencial, en esta dramática crisis del coronavirus.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en La Rinconada hace 57 años. Mi padre era avicultor, mi madre le ayudaba en el negocio familiar de cría y venta de aves, teníamos una granja. Estudié en lo que en época franquista se le llamaba Pabellón Escolar Cervantes, después hice el Bachillerato en el Instituto Miguel de Mañara, también en el pueblo.

¿Qué le encaminó a la gestión cultural?

Mi activismo político y social. Como tantos jóvenes que deseábamos cambiar la sociedad. Porque a comienzos de los años ochenta, hace 40 años, no había casi nada, por ejemplo en atención a la juventud y a la cultura. Y todo era posible porque todo estaba por hacer en aras de ese objetivo de transformación social. Con amigos empecé a organizar ciclos culturales en La Rinconada, y en 1987 me llamaron para trabajar en la Casa de la Juventud. Tras las elecciones municipales de 1991, me ofrecieron dedicarme a coordinar el Área de Cultura.

¿Sus primeros logros?

Iniciamos una actividad que seguimos manteniendo, la llamamos Factoría Creativa, es una serie de aulas para enseñar, la de rock (batería, guitarra eléctrica, bajo y teclado), la de flamenco (baile y guitarra), la de fotografía, la de teatro. Mientras no teníamos teatros, potenciamos aprovechar en verano el patio de dos colegios, el PUA en San José y el Guadalquivir en La Rinconada, poníamos 300 sillas, para ofrecer programaciones estables de conciertos, danza, teatro, flamenco,... Incluyendo la extensión del Festival de Itálica y de otros circuitos provinciales. En 1995 inauguramos el Centro Cultural Antonio Gala. Y en 2001 estrenamos el más grande, el Centro Cultural de la Villa.

¿Cómo ha logrado que habitantes de la capital y de otros municipios acudan a La Rinconada para disfrutar de su programación cultural?

El primer reto era conseguir que los habitantes de La Rinconada se vincularan a la oferta cultural en su municipio. Tanto los nacidos en el pueblo como quienes se han convertido en nuevos vecinos por el factor de 'ciudad dormitorio' cerca de la capital. Tener Sevilla tan cerca era para nosotros un gran problema, porque cualquiera se iba en su tiempo libre a la oferta cultural de Sevilla, o a sus centros comerciales, sin saber siquiera qué había en el pueblo. Y el segundo paso para invertir los flujos fue ofrecer tanto sedes permanentes como residencias temporales, en antiguas naves industriales, como las del que fue centro de fermentación de tabaco, a compañías como La Jácara, Teatro del Velador, La Tarasca, Búho Teatro, Factoría de Trapos, Aldebarán,... Ensayan y ultiman sus espectáculos, hacen un preestreno, ofrecen funciones en nuestros centros culturales a cambio de esa cesión de espacios. Poco a poco se consiguió que su círculo de artistas, amigos, familiares, se desplazara a La Rinconada para verlos actuar, eso favoreció que viniera mucha gente, y a partir de ahí fuimos captando público de Sevilla y de otros pueblos. Algunas de esas compañías siguen establecidas en nuestro pueblo, en una nave del Polígono Industrial El Cáñamo.

¿Tiene arraigo y sentido de pertenencia el vecindario que vive en La Rinconada y trabaja en el área metropolitana?

Lo que me comenta la mayoría es que consideran un acierto haber elegido comprar una vivienda en este pueblo y hacer desde él su proyecto vital de familia con hijos. Piense que somos 38.000 habitantes, y en cualquier barrio de Sevilla con esa cantidad de personas no tienen tres centros de salud, tres bibliotecas, buenos institutos de educación secundaria, instalaciones deportivas, servicios sociales,... Todo ello favorece que se integren.

En muchos municipios de la provincia de Sevilla se han rehabilitado antiguos edificios o se han construido de nueva planta para su uso como teatros, centros culturales, etc., pero a lo largo del año tienen muy poca actividad.

Nosotros hacemos cada año más de 250 actividades, y en esa cifra no incluyo las formativas. Más del 50% son programadas desde el Área de Cultura y el resto son promovidas por entidades del pueblo que nos solicitan el uso de los espacios. Hemos creado una marca, Centros Culturales de La Rinconada, para englobar al de la Villa, al Antonio Gala y a la Hacienda Santa Cruz.

¿Cuántos equipamientos son hoy en día la base del servicio cultural?

Tres bibliotecas, el archivo, el museo, los tres centros culturales, con el teatro principal, y la coordinación de actividades. Para todo ello tengo un equipo de 14 personas. Y garantizo que trabajamos muchísimo. Tenemos un ambiente de trabajo bastante favorable, y un apoyo fundamental, el de Raquel Vega, primera teniente de alcalde y delegada de Cultura, que tiene muy claro cómo la cultura es un bien esencial que cuidar y potenciar.

¿Qué pudieron hacer, cuando en marzo se decretó el confinamiento, para mantener actividad cultural?

Trasladamos toda la actividad a las redes sociales. Organizamos concursos para estimular la participación, participó muchísima gente y fue aún mayor la repercusión. Eran 'Mi casa es puro teatro' (concurso de teatro), 'Mi ventana indiscreta' (de fotografía), 'Canciones para curar el alma' (de música), 'Mi día en movimiento' (de danza). Del concurso musical dimos la oportunidad a los mejores para actuar en verano, en nuestro ciclo La Hacienda Encantada. Con un aforo de 100 butacas, el público los llenó, eran gratis a cambio de donar alimentos, y recogimos mil kilos. Y a cada grupo le pagamos caché. Esos conciertos fueron retransmitidos en directo por internet en 'streaming' y después se han emitido en directo.

¿En esos concursos la mayoría de los participantes optó por evocar la excepcionalidad del momento?

Sí, y montaremos una exposición fotográfica. Además, con el museo se está elaborando un 'archivo covid' que será un fondo histórico del que, con el paso de los años, elaborar estudios, más exposiciones, etc. Hay material muy interesante en todo lo que recibimos de imágenes, sonidos, grabaciones, cortos,...

Durante este otoño ¿han podido normalizar la actividad cultural presencial?

Sí, obviamente con el límite horario de las 6 de la tarde tanto para exposiciones como para las aulas formativas, etc. Los centros culturales no pueden estar cerrados. Tienen que estar vivos, y seguir estimulando la creación. En eso la delegada Raquel Vega también está totalmente comprometida: mantener la cultura como actividad esencial es también apoyar a los trabajadores de la cultura, ya sean actores, músicos, bailarinas, iluminadores, maquilladoras, sastras,... En el teatro hemos programado 44 funciones, incluyendo el concierto de Los Secretos el 6 de diciembre, y espectáculos que proceden del festival Circada, del circuito Cipaem de la Diputación, de la Red Andaluza de Teatros Públicos. O, por otro lado, encuentros con escritores como Javier Sierra, que ya ha estado, y Carmen Posadas, que interviene el 11 de diciembre. Y terminaremos la programación con el Festival de Teatro para Niños y Niñas, que es del 13 al 17 de diciembre.

¿Cómo les está influyendo el cúmulo de decisiones sobre cambios de horarios, de aforos, de distancia interpersonal, de protocolos de salud pública bajo techo y al aire libre, de apertura o cierre de la movilidad,...?

Es agotador. Obliga a un continuo sobreesfuerzo de improvisar para reorganizarlo todo. Un palizón diario desde principios de octubre. Viendo más que nunca los boletines oficiales del Estado y de la Junta de Andalucía para saber qué se puede hacer y qué no.

Cuando han reabierto la biblioteca, el museo, los centros culturales, ¿perciben más que nunca cómo son una vacuna para las personas que acuden con más asiduidad, y cuán importante es la vivencia cultural?

Sin duda. Por ejemplo, tras concluir la función teatral de 'El asesino de la regañá', cuyo aforo posible se vendió entero, hubo asistentes que subieron a las redes sociales fotos que se habían hecho en el patio de butacas y transmitían su emoción. Decían que volver a un teatro era bueno para mantener el equilibrio mental en este periodo. Otro ejemplo: durante el confinamiento, mantuvimos el servicio de préstamo domiciliario de libros desde las bibliotecas. Coordinados con Protección Civil, ellos iban a los hogares y les dejaban el libro, que estaba tratado con todos los protocolos 'covid' y metido en dos bolsas. Cuando nos lo devolvían, el libro quedaba 15 días en cuarentena. Pese a todo ello, hubo una notable demanda de libros por parte de muchos socios de las bibliotecas. Existe la necesidad de leer, de escuchar música, de ver cine...

¿La difusión de actividades a través de internet y de redes sociales está incrementando el número de personas que descubren y se interesan por temas culturales?

Sí, y tendremos que buscar el equilibrio para una hibridación entre la experiencia digital y la presencial, para que la primera encamine a la segunda. Porque la vivencia cultural en directo es incomparable a seguirlo en una pantalla pequeña de un móvil o de un ordenador, donde no percibes la respiración de una actriz ni el gesto sudoroso de un bailaor. Y porque hasta ahora todo en internet es gratis, pero en un centro cultural hay que pagar la entrada. Y es necesario recaudar para afrontar los gastos y que cobren los profesionales de la cultura. Sin duda, hay que aprovechar los canales digitales para sensibilizar a la ciudadanía, eso ha llegado para quedarse. Por ejemplo, estar en vivo en el acto literario de Javier Sierra solo era posible por aforo para 35 personas. La grabación en video de ese acto la están viendo centenares, por ejemplo tomándose en casa un café en la mesa camilla. Para muchas actividades queremos editar videos cortos, a modo de cápsulas didácticas. Porque mostrar una obra de teatro completa por 'streaming' es complicado, o un concierto de hora y media. Pero sí es asequible publicar un video de menos de 10 minutos, que incluya alguna explicación sobre el proceso creativo o interpretativo.

La afluencia de vecinos a actividades cuyo horario en este periodo es a mediodía o a primera hora de la tarde, ¿les va a hacer recapacitar a ustedes, y a otros gestores culturales, sobre si la inercia de programarlas tradicionalmente en España en horario nocturno es una de las causas por las que muchas personas no acuden, porque es incompatible con sus pautas de vida cotidiana?

Es verdad que hay una inercia bohemia de identificar el plan de acudir a un teatro o un cine con ir después a cenar y a tomar una copa. Cuando esa misma dinámica se puede llevar a cabo un sábado o un domingo a las doce de la mañana, y después puedes pasear y almorzar en la calle. Y tampoco nos ha ido mal con los espectáculos que comenzaban a las cuatro y media de la tarde. De todo lo que está pasando (actividad en las redes sociales, consumo cultural en directo a través de internet, nuevos horarios,...) tenemos que extraer lecciones para seguir actualizando y mejorando nuestra función al servicio de la sociedad. Por ejemplo, aprovechar la fuerza que tiene la cultura para transmitir valores éticos: igualdad, diversidad, tolerancia, pacifismo, ecología,... Si conseguimos que miles de personas más incardinen esos valores gracias a que se vinculan a nuestra programación a través de los medios digitales, pues eso que ganamos todos. Porque estamos en una época donde mucha gente tiene más incertidumbres que certezas, más confusión que claridad de ideas.