Son y están

«En la sociedad española no estamos sabiendo abrir puertas a los jóvenes mejor formados»

Leopoldo García Franquelo. Catedrático de Ingeniería Electrónica de la Universidad de Sevilla. Es el número uno de dicha universidad por nivel de influencia de sus investigaciones en la comunidad científica mundial, es una eminencia en los convertidores de potencia para conectar la energía a la red eléctrica, y el Gobierno de China y su Universidad de Harbin han puesto a su disposición todos los medios técnicos y humanos y todo el apoyo que le ha faltado en España pese a su excepcional curriculum.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
22 sep 2019 / 13:20 h - Actualizado: 22 sep 2019 / 13:32 h.
"Son y están"
  • Leopoldo García Franquelo, en el laboratorio de su departamento de Ingeniería Electrónica, en la Cartuja. Fotos: Jesús Barrera.
    Leopoldo García Franquelo, en el laboratorio de su departamento de Ingeniería Electrónica, en la Cartuja. Fotos: Jesús Barrera.

“Siempre me ha gustado aprender para hacer cosas prácticas, yo soy muy de destornillador”. Así se define, desde la sencillez de su talante, Leopoldo García Franquelo. El profesor e investigador de la Universidad de Sevilla con mejor posición en las clasificaciones mundiales de impacto científico. Tiene 205 publicaciones en revistas internacionales de alto nivel y, a finales de 2018, se contabilizaban 12.372 veces que ha sido citado por otros investigadores, y 64 patentes que reconocen haber incorporado sus contribuciones al conocimiento. Multitud de empresas industriales en todo el mundo utilizan sus algoritmos de modulación para convertidores de potencia, los aparatos donde ha enfocado buena parte de su trayectoria, en un sector estratégico como el de los sistemas de distribución de la energía y gestión de la red.

A sus 65 años, es el tercero consecutivo en el que ha estado seis meses trabajando en China y los otros seis en Sevilla, lo que comporta un enorme sobreesfuerzo a nivel personal y familiar, por su esposa y por su hija, arquitecta. Leopoldo García Franquelo, que tiene en su haber multitud de galardones, recibió el pasado 17 de septiembre el Premio a la Proyección Internacional de Sevilla, concedido por la Asociación Iniciativa Sevilla Abierta.

¿Cuáles son sus orígenes?

Nací en Málaga. Mi padre era militar. Vivo en Sevilla desde 1963, tenía entonces 9 años. Primero estuvimos residiendo en Pineda y después nos mudamos a Heliópolis, que sigue siendo hoy en día mi barrio. Estudié en el Colegio Claret, y en el último curso decidí que quería hacer la carrera de Ingeniería Industrial, la veía más práctica que meterme en la de Matemáticas, que me atraía también mucho. Acerté.

¿Profesores que en la carrera acrecentaran especialmente su potencial?

Muchos. Valeriano Ruiz, Antonio Quijada, Miguel Bermejo... Con José Luis Calvo tuvo una estrecha relación, daba Electrónica, y ya en tercero de carrera empecé a trabajar con él en ese campo, y conseguí una beca de formación de personal investigador. A partir de ahí, seguí todos los pasos para desarrollar mi trayectoria dentro de la universidad como profesor, y desde 1986 soy catedrático.

Resuma la enorme evolución de la ingeniería electrónica en 40 años.

Hoy en día se trabaja con precisión medida en millonésimas de segundos. Cuando un equipo inyecta energía en la red eléctrica, podemos visualizar o medir en tiempo real, con un retraso de dos microsegundos, lo que sucede en la red y lo que hacemos en la red eléctrica. Tenemos mucha más flexibilidad para poder hacer algoritmos más complejos que funcionen mucho mejor para controlar los convertidores de potencia.

¿Cuándo publicó su primer artículo de investigación en una revista internacional importante?

En 1984. Me costó un trabajo enorme. Me parecía algo inalcanzable. Y sin saber inglés. Tuvimos que buscar a una persona para que lo tradujera. Por entonces, no podía ni imaginar que, muchos años después, me elegirían para ser el editor de la revista 'Industrial Electronics', de las de más impacto en el campo de la ingeniería eléctrica y electrónica, y decidir qué artículos se publican. Al año publica unos 1.100 artículos, que son el 22% de los que se reciben. Durante tres años asumí la labor de editor, recibiendo una enorme cantidad de trabajos para seleccionarlos.

¿Cómo empezó a participar en proyectos internacionales?

El punto de inflexión fue la entrada de España en la Unión Europea. Desde 1986 nos incorporamos a los proyectos europeos, que eran, en aquella época, bastante complicados. Incluso eran complicadas las conexiones aéreas con Bruselas. Y nos tuvimos que despabilar para aprender bien inglés, nuestro nivel era bastante bajo, y en reuniones técnicos con partners de universidades y empresas de diferentes países, o dominas el inglés o te meten goles.

¿Algún ejemplo de proyecto con especial éxito en colaboración con empresas?

Desde el Grupo Activador de Microelectrónica en España participamos en más de 15 proyectos con empresas. Por ejemplo, con MacPuarsa, se hizo un circuito para el control de sus ascensores, que en aquel momento fue puntero. Al hacerlo con un chip cerrado, los competidores no lo podían copiar. Otro proyecto notable fue el que hicimos con Landis+Gyr para telelectura en los contadores de la luz.

Otro hito en su carrera.

Ser elegido presidente de la IEEE Industrial Electronics Society, que tiene más de 7.000 miembros. A eso ayudó el congreso que organizamos en Sevilla en 2002, vinieron expertos de más de 50 países, dio mucha visibilidad a lo que hacemos desde la Escuela Superior de Ingeniería Industrial. Tras él me nombraron vicepresidente, me estuve ocupando de organizar los siguientes congresos y conferencias durante el periodo 2004-2007 (y son unos 100 al año), y me nombraron presidente para el periodo 2008-2011. Es algo que aporta mucho prestigio.

Si su grupo de investigación es el que alcanza más impacto científico a nivel mundial de todo el campus de la Universidad de Sevilla, ¿por qué no se invierte más en él para fortalecerlo?

No lo sé. Viendo lo que recibes aquí y lo que puedes hacer fuera..., tampoco te complicas la vida. Siempre que te cierran una puerta, buscas otra. Hubo un momento en que se podía achacar a la crisis económica. Ahora, no lo sé. Pero ya tenemos establecido un camino que es como una autopista. Trabajando en equipo con grupos de Polonia, Alemania, Chile, India, China... En Sevilla somos pocos, cinco dedicados sobre todo a la investigación y otros dos implicados más en la docencia.

¿Cuántas horas duerme de promedio diario?

Cinco horas. Ahora me estoy dedicando más a dirigir tesis, a escribir y coordinar artículos para revistas científicas de alto impacto, y en proyectos me centro en dos o tres. Ya no tengo la presión de hacer tantos, a lo largo de 40 años he intervenido en unos 100 proyectos de investigación con fines industriales.

¿Qué utilidades tienen los proyectos en los que ahora está implicado?

Uno es para sistemas de almacenamiento de energía. Apoyado por el programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea, participan universidades y empresas de varios países (Alemania, Polonia, Estonia...). Acabamos de patentar una mejora para el mantenimiento y extender la vida de los semiconductores y de los convertidores. Participada la patente entre la Universidad de Sevilla, la de Kiel (Alemania), la de Nottingham (Gran Bretaña), la de Ningbo (China).

¿Cómo puede entender la ciudadanía que la labor de investigadores como usted están mejorando su vida cotidiana?

Con la evolución de los convertidores de potencia también se está mejorando que haya menos apagones y la red eléctrica sea más estable. La capacidad de reacción es de milésimas de segundo.

¿En qué le complementan los colegas de otros países?

En el departamento del Harbin Institute of Technology, en China, con el que estamos ahora implicados, tienen muy buenos fundamentos en los modelos de control de estos sistemas. Con ellos estamos haciendo nuevos algoritmos y buscando mejorar todas las corrientes, las tensiones, las formas de ondas, que sean lo más perfectas posibles, y que tengan las mínimas pérdidas. Con lo que cuesta la electricidad, es mucho tener pérdidas de un uno por ciento. Y no solo es resolver el problema del coste, sino el de evacuar el calor de esa potencia energética. Otra línea de colaboración es con la Universidad de Bangalore (India), a través del profesor K. Gopakumar. Estuvo con nosotros en Sevilla durante tres meses y seguimos desarrollando líneas de mejora de la modulación, la topología, la conectividad de los convertidores de potencia.

¿Cuándo se planteó aceptar ofertas para salir de España?

En 2015, cuando coincidieron recortes a la investigación desde todas las instituciones españolas, recortes a las universidades, y también sufrimos la crisis de Abengoa, empresa que financiaba algunos proyectos. Tenía ofertas para irme a universidades de Canadá o Estados Unidos, pero obligaban a estar dos años seguidos salvo las vacaciones, y eso era demasiado tiempo seguido lejos de la familia. La oferta del Instituto Tecnológico de Harbin me permitía organizarme para estar seis meses en China y los otros seis en Sevilla. Lo hablé en el Rectorado, entendieron que era una oportunidad de abrir colaboraciones con China e incrementar la producción científica para mejorar la posición de la Universidad de Sevilla en el 'ranking' mundial, y me facilitaron poder compaginarlo. El balance está siendo muy positivo.

Concrételo.

Tanto yo como el profesor José Ignacio León Galván, mi mano derecha, hemos sido incluidos en la lista de autores altamente citados a nivel mundial por las investigaciones publicadas. Y eso ha dado más puntos a la Universidad de Sevilla para subir puestos en la última edición del 'ranking' de excelencia, porque no tenía a ningún investigador dentro de esa clasificación.

¿Había estado antes en Harbin?

No. Antes de llegar a un acuerdo, viajé en 2015 durante una semana para visitar la universidad y conocer de veras todos los detalles del ofrecimiento. Comprobé que ponían a mi disposición unos medios sensacionales para investigar, muy superiores a los que existen en Sevilla. La de Harbin es una de las 9 universidades que están en el nivel máximo de excelencia dentro del sistema universitario chino, en Ingeniería tiene el segundo puesto. Y me fui en 2016. El acuerdo, como estipula el gobierno chino, durante los tres primeros años obliga a estar seis meses. Así ha sido, y desde 2020 ya existe flexibilidad en mi relación contractual con la Universidad de Harbin para estar solo dos o tres meses. Están ampliando aún más el laboratorio, hasta disponer de 800 metros cuadrados en total, y perfectamente equipado, hay sitio para tener a 30 doctorandos e investigadores.

¿Cómo es su vida en esa ciudad, situada muy cerca de Rusia y Corea del Norte?

Casi todo el tiempo estoy dentro del campus. En Harbin hace un frío siberiano en invierno, pero afortunadamente yo voy de abril a septiembre, cuando la temperatura es suave. Allí amanece en verano a las tres de la madrugada, con lo cual me despierto muy temprano, sobre las seis de la mañana, y lo primero que hago es conectarme a internet a ver el correo electrónico, y empiezo a trabajar, en contacto con toda la gente de cualquier lugar del mundo con la que tengo colaboraciones. Más tarde, me voy al laboratorio, donde también está mi despacho, y empiezo a tener reuniones con el equipo. Todo el tiempo hablamos en inglés, también en mis cursos a los cuatro estudiantes de doctorado que trabajan conmigo, más los dos que están ahora en Sevilla para hacer el doble doctorado. Almuerzo con ellos, y con otros profesores, sobre todos rusos, en el autoservicio que hay en el campus, tiene muy buena comida, con 50 opciones para elegir. Es una gastronomía de calidad, no tiene nada que ver con el formato de típico restaurante chino que se monta en España. La cena la suelo tomar en mi apartamento, que está en el campus, a 800 metros del laboratorio.

¿A qué hora se comunica con su familia en Sevilla?

Sobre todo por la noche, porque cuando ceno en Harbin es la hora de almorzar en España, y mientras mi esposa almuerza y yo ceno videohablamos a través de WeChat, que es lo que funciona bien en China para comunicarse por internet. Ahora lo uso en sentido contrario desde Sevilla, mediante WeChat estoy en contacto diario con mi equipo en el laboratorio de Harbin.

China es un país sin democracia, que reprime al ciudadano que disiente del gobierno.

Allí no se nota. Nadie me hace comentarios en ese sentido. Tampoco sé lo que sucede fuera del campus. Cuando voy por las calles de la ciudad, el ambiente es de tranquilidad y seguridad. No hay delincuencia.

¿Cree que China logrará imponerse a Estados Unidos como primera potencia mundial?

Es difícil de pronosticar, pero la verdad es que tienen todas las cartas a su favor. En un tema estratégico como el desarrollo de la tecnología 5G en las telecomunicaciones, no solo tienen la tecnología más avanzada, sino también las materias primas. Porque el galio es el material necesario para los circuitos de alta velocidad que incorporar a los teléfonos y a los repetidores, y en suelo chino está el 96% de las reservas de galio que se han descubierto en el planeta. Por lo tanto, difícil es plantearles desde EEUU un pulso comercial, porque habrá que comprarles el galio, mientras no se logre otra tecnología y otro material para el 5G.

¿Qué aconseja para forjar relaciones académicas y de investigación con universidades chinas?

Es fundamental tener previamente una relación personal a través de colaboraciones, de verte en congresos, etc. Ahora está José Ignacio León intensificando los contactos con otras dos universidades chinas para ampliar nuestros acuerdos de cooperación. Y acompañé al equipo del vicerrectorado de internacionalización de la Universidad de Sevilla para reuniones con personas de referencia que yo conocía en universidades muy buenas que les recomendé. En general, los chinos son al principio personas muy reservadas. Por eso digo que si no hay un conocimiento previo, no funcionan las conversaciones ni las negociaciones. Pero, en cambio, cuando ya te conocen de años atrás, son personas mucho más acogedoras, te abren las puertas y te tratan mejor que en cualquier otro país. Hay que aprender a saber cómo entrarles. En mi caso, solo tengo palabras de agradecimiento. Todo es amabilidad, ayuda, apoyo.

¿Irá a más la llegada de estudiantes chinos a la Universidad de Sevilla?

Sí, además de los dos que están conmigo, probablemente el próximo año vengan dos más que también son de mi grupo en Harbin, en estancias de seis meses, un año o dos años, depende de ellos. El Gobierno chino paga los gastos. Son acuerdos muy interesantes para la Universidad de Sevilla.

¿Qué diferencia ve entre los estudiantes chinos y los españoles?

La motivación. Los chinos, desde niños, están motivados para estudiar mucho, trabajar con seriedad, y aspirar a obtener la mejor nota posible con el fin de estudiar en una universidad muy buena, no importa que esté a 4.000 kilómetros de su familia, para su mentalidad la distancia no es una barrera. Saben que si logran muy buena nota en el examen equivalente a la selectividad española, y al que se presentan unos nueve millones de estudiantes, entran en una universidad de las excelentes y eso les va a garantizar trabajo. Porque las empresas chinas están deseando contratar a los estudiantes de las universidades de más nivel. Y están establecidos los sueldos según si tienen el grado, el máster o el doctorado. Es decir, la formación se valora. Y eso también motiva.

También hay jóvenes españoles con motivación y cultura del esfuerzo.

Sí, pero en España se tienen menos en cuenta los 'rankings' de excelencia para decidir dónde hacer una carrera. Muchos estudiantes no consideran una ventaja ir a la mejor para la especialidad que quiere hacer, prefieren estar cómodos junto a sus padres, antes que desplazarse a otra ciudad. Y en España las empresas no valoran el doctorado. Y si no se contrata a los doctorados, que son personas muy formadas y capaces de hacer una investigación, las empresas avanzan menos y el país avanza menos porque se basa menos en la investigación. Es un problema de todo el país. Como sociedad, no estamos sabiendo abrir puertas a los jóvenes. Por eso muchos se sienten quemados demasiado pronto y no quieren dedicarse a la investigación, o se van a otros países para tomar ese rumbo.

¿Cuánto cobran los licenciados chinos y cuál es su poder adquisitivo?

Mucho mayor al de los jóvenes españoles. En una universidad buena, como la que yo estoy en Harbin, quienes acaban la carrera se colocan con un sueldo de 1.250 euros al mes. Que en China es mucho dinero. Por dar una referencia: es posible comer perfectamente en un restaurante por solo un euro, toda una comida de tres platos. Quienes hacen un máster, ganan 2.500 euros al mes. Si haces el doctorado en una de las mejores universidades, les ofrecen ganar 6.000 euros al mes. Y, por ejemplo, los dos alumnos míos que están ahora en Sevilla para completar un doble doctorado, pueden ganar en China 10.000 euros al mes cuando regresen. Están muy motivados.

¿Las universidades españolas, públicas o privadas, compiten para la captación de alumnos con una sobreabundancia de oferta de títulos?

Pero hay criterios objetivos para orientarse. Dentro de España, sabemos perfectamente quién es quién en cada facultad. Hay gente que vende humo. Si te lo crees, allá tú. Si la universidad más cercana a tu casa es una recién creada que no tiene aún prestigio, pues debes saber dónde te metes. Pero no hay que culpar a los estudiantes. Hace falta que toda la sociedad cambie y empuje unida hacia la dirección correcta.