“El mejor premio que he tenido es cuando he conocido a personas que se sienten muy felices por habitar viviendas sociales que hemos ideado. Han querido conocerme para felicitarme, para contarme que ahí han formado una familia, y que es el mejor lugar en el que podían estar. Eso es fantástico, es el mejor premio. Porque nosotros no hacemos arquitectura para conseguir premios de arquitectura”. Lo confiesa Gabriel Verd en su estudio, ubicado en el sevillano barrio de Nervión. Galardonado en numerosas ocasiones dentro y fuera de España por su talento al hacer arquitectura de calidad y con eficiencia bioclimática en colegios como el de La Barrosa, en Chiclana; y en viviendas sociales como las de Umbrete y Mairena del Aljarafe. El último premio recibido hasta ahora es el más prestigioso: el que le entregaron en 2018 en Venecia, en la Conferencia Internacional sobre Arquitectura y Sostenibilidad Medioambiental, de manos de un jurado integrado por arquitectos de renombre y presidido por el japonés Toyo Ito, Premio Pritzker (considerado el Nobel de la Arquitectura).

Además de los numerosos edificios que ha creado para ciudades y pueblos andaluces, también los ha proyectado para ciudades de Italia, Alemania, Polonia, China y Chile.

Veo que gran parte de la pared de su oficina es un puzzle de imágenes superpuestas sobre el corcho, hay dibujos hechos por sus hijas, bocetos de proyectos, fotos de edificios, recuerdos personales,... ¿Es una manera de crear un imaginario arquitectónico con los pies en el suelo y sin elevarse a una torre de marfil?

Mi estudio es un taller. Huyo del modelo usual de oficina, quiero que nuestra actividad siga siendo artesanal. Aunque demos respuesta a través de las nuevas tecnologías a las necesidades de los clientes, no quiero perder el horizonte de trabajar con las manos, hacer maquetas, dibujar, reflexionar, aprender de lo que hemos hecho para seguir innovando. Incluso de los proyectos que no se han llevado a cabo. También hemos avanzado mucho gracias a esforzarnos en pensarlos y hacerlos.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en Granada en 1975. En el Hospital Militar, que actualmente es la Escuela de Arquitectura, ahí nacimos los tres hermanos, y pasé mi infancia hasta los ocho años de edad, cuando mis padres, sevillanos, retornaron a su ciudad natal tras tener destinos en varios lugares de España. Mi padre es médico militar, especialista en hematología. Mi madre se ha dedicado a la enseñanza, con su especialidad en física electrónica. En mi familia nadie se ha dedicado a la arquitectura. Ni la de mi esposa, que es profesora y psicóloga. Mi primer colegio fue el de los Maristas de Granada, y en Sevilla proseguí en los Maristas. Vivíamos en un bloque de pisos militares en la calle Marqués de Paradas, y mi infancia era un ir y venir cruzando el Puente de Triana, que es el barrio donde ahora resido.

¿Qué le inspiró para ser arquitecto?

Desde niño me ha encantado dibujar, construir, hacer maquetas, trabajar con las manos, pensar haciendo algo con las manos. Mis padres y abuelos me regalaban recortables, y juegos de construcción. Cuando ya me había hecho todos los recortables que había en la Papelería Ferrer, en la calle Sierpes, me ponía a inventar edificios. En el colegio se me daban bien el dibujo y las matemáticas, mi única opción para hacer una carrera universitaria era la de Arquitectura. Me apasiona.

¿Cuál fue su primer trabajo?

Al terminar la carrera, en 2001 me llamaron para trabajar en el estudio de Guillermo Vázquez Consuegra, al cual estoy muy agradecido. Ha sido mi maestro como arquitecto. Todo lo que aprendí con él equivale a hacer otra carrera. Cómo gestionaba los proyectos, cómo los enfocaba, la pasión que le ponía a la arquitectura... Es una de las personas, sea cual sea su profesión, que he conocido con más apasionamiento por su trabajo, y eso se contagiaba.

¿Cómo empezó a ejercer de modo independiente?

Con otros compañeros que empezamos con él, nos dedicábamos por las noches y los fines de semana a idear nuestros propios proyectos. ¡Lo que es la edad! Poder estar trabajando a tope por las mañanas, por las tardes, por las noches, los fines de semana... Y ganamos el primer concurso al que nos presentamos: el teatro de Vícar (Almería). Y nos presentamos a más, y a partir del año 2003 empecé a trabajar únicamente como estudio propio. Con la dificultad que supone dedicarte a intentar ganar concursos, compitiendo sin ser alguien con familiares trabajando en el sector.

En esos primeros proyectos, ¿qué planteaba como aportación genuinamente suya?

Evidentemente, la referencia era la obra de Vázquez Consuegra. Potente, magistral, inalcanzable. No hay nada mejor que tener un horizonte en el que mirar para poder dirigir tu trabajo. Y puede parecer pretencioso que con 26 años ganes tu primer concurso, y tu primera obra, y sea algo tan complejo como hacer un teatro. Pero en su estudio trabajábamos en proyectos de tal complejidad que se nos quitaba al miedo a meternos en otros que no fueran de esa escala. También nos sirvieron de inspiración sus ejemplos de vivienda social en los años 80, para profundizar en ese tema y ganamos un concurso nacional en el que éramos muchísimos los aspirantes.

¿Está al día de las nuevas necesidades de quienes habiten las viviendas sociales?

En las promociones de vivienda pública nos falta el conocimiento sobre qué tipo de personas serán los usuarios. Hay que basarse en idearlas cumpliendo la estricta normativa que se estipula en las bases. Pero falta la interlocución a tres bandas entre quien la encarga, quien la hace y quien la habita. Nuestro trabajo acaba cuando firmamos el certificado de finalización de la obra. Y aunque estudiamos mucho sobre ese tema, y tenemos una perspectiva abundante sobre lo que se hace dentro y fuera de España, he de admitir que, años después, cuando he visitado algunas de esas viviendas, te das cuenta de que te has equivocado en su concepción. No tengo problema en decirlo. Porque quienes la habitan no la han elegido, es la que les ha tocado en sorteo. Y la cambian por completo. No me enfado por esas transformaciones. Es su casa. Es que no se les ha tenido en cuenta.

¿De qué modo tienen en cuenta al potencial comprador las promotoras inmobiliarias que les encargan viviendas?

Tienen clarísimas las demandas de los diversos sectores sociales, sus departamentos comerciales hacen muchos estudios de mercado, y nos facilitan esa información. Es más fácil acertar. Desde que ha cambiado el ciclo económico hace cuatro años, las promotoras nos están haciendo encargos. Valoran de nosotros que estamos acostumbrados a darle vueltas a la cabeza para intentar aportarle a cada proyecto incluso algo que no te piden, en aras a intentar ganarlo porque nuestra supervivencia depende de eso. Y que hemos sido muy imaginativos para aportar soluciones y calidad a concursos públicos donde se manejan pocos recursos. Por ello, saben que nuestro ADN como estudio de arquitectura es ofrecer un plus, y que podemos aportarles esa calidad extra cuando se disponen de más recursos para otro tipo de viviendas.

¿Cómo le miraban cuando hablaba de sostenibilidad y ese concepto aún no estaba de moda?

Tenía que explicarlo con cuidado para que no lo confundieran con edificios llenos de maquinarias que parecen un Frankenstein. Nosotros pensamos en sostenibilidad desde el inicio del diseño de cualquier proyecto. Y no solo incorporando tecnología a las edificaciones, sino el saber de la arquitectura tradicional, que incorpora recursos pasivos: saber por dónde sale el sol y por dónde se pone, a qué altura está en determinadas épocas del año, o cuáles son los vientos dominantes en una zona. Factores básicos que cierta arquitectura ha negado porque induce a solucionarlo todo dándole a un botón del aire acondicionado. Y ya sabemos lo que suponen los recursos energéticos en el mundo de hoy.

Cuando ha visitado los colegios que ha ideado, ¿se están aprovechando sus aportaciones, por las que ha sido muy galardonado?

Hay de todo. Depende de lo implicado que estén con el edificio quienes lo utilizan. A mí me hace mucha ilusión pensar en cómo hacer los mejores colegios posibles. Pienso en mi madre como profesora. Y en mis hijas, que están ahora en edad escolar. Me gusta proyectar edificios y espacios que no sean un mero contenedor de niños. Y que también los profesores sientan que su jornada laboral la desarrollan en el sitio más a gusto. Pero, a la vuelta de los años, he sentido mucha frustración al ver la falta de mantenimiento y el abandono que sufren muchos colegios.

¿Por qué?

Se van deteriorando no por el uso sino por falta de mantenimiento. Algunas veces nos han dicho: “No hay dinero ni para pintura”. En uno de los colegios, nunca se ha usado el sistema de calefacción porque no había dinero para meterle el combustible, y no se le ha hecho mantenimiento a las calderas. Es frustrante. Son equipamiento público.

¿Qué están ahora proyectando?

De lo que podamos contar, el que más ilusión nos hace es una iglesia para el barrio sevillano de Bellavista. Y un colegio en Estepona (Málaga) para Mayfair Academy, incorporando las nuevas tendencias pedagógicas para diseñar todos los espacios. Se sale de todos los cánones usuales. También vamos a hacer residencias para estudiantes universitarios, y el promotor busca que sean algo más que lo habitual. Tenemos también otros proyectos educativos para Barcelona y la costa levantina. Y, sobre todo, estamos desarrollando promociones inmobiliarias, con la obligación de que todas sean distintas.

¿Teme que se incurra en otra burbuja inmobiliaria?

Tanto las promotoras como los estudios de arquitectura estamos siendo más cautelosos.

En España hay ciudades donde se están vendiendo muchísimas viviendas (Madrid, Valencia, Málaga...), pero en otras no se está construyendo nada. Las promotoras están planteándose objetivos a corto plazo, poco a poco. Saben que el ciclo bueno de la economía no va a durar tanto como el malo. Y por eso, desde el punto de vista de los estudios de arquitectura, somos más prudentes a la hora de realizar determinados proyectos y asumir determinados riesgos.

¿Qué tipo de vivienda quieren las personas que hoy en día pueden comprarla? ¿Demandan innovaciones en eficiencia energética, en sostenibilidad medioambiental?

Por los datos que nos suministran las promotoras, el comportamiento habitual del posible cliente es: “Yo tengo este dinero, qué me ofrecen ustedes”. Lo que prima es valorar el precio, el número de dormitorios, cómo son las zonas comunes, qué colegio hay cerca, la distancia al trabajo,... La gente es más sensible a los temas medioambientales y a las noticias sobre los dispositivos tecnológicos para gestionar la vivienda, pero otra cosa es que quiera pagar para disponer de una con la mejor calificación energética y con sistemas de inteligencia artificial. En todo eso la demanda social avanza despacio.

Ponga ejemplos.

Sí hay una evolución notable en la implantación de placas solares. Y en valorar que la vivienda tenga aire acondicionado, así es más eficiente que si lo instalan ellos después. Antes solo preguntaban por la fachada, ahora también por temas como el confort acústico: no escuchar al vecino de arriba, tener un suelo que aísla perfectamente, etcétera.

Como ciudadano de Sevilla, ¿qué propondría para regenerar barrios, para solucionar espacios urbanos que no están bien resueltos?

Como usuario, me preocupan mucho las intervenciones urbanas que han proyectado espacios duros en avenidas y plazas, y no han tenido en cuenta lo que es el sol en Sevilla durante siete meses al año. Las consecuencias las van a padecer ciudadanos de diversas edades durante una o dos generaciones. Cuando podrían ser oportunidades para convocar desde el Ayuntamiento consultas, debates y concursos, para aportar ideas y llevar a cabo mejoras. Hay muchas personas valiosas en Sevilla a las que no se consulta, y no hablo solo de arquitectos, que pueden aportar mucho y no se les saca todo el partido que se debe. Y también incorporar a personas valiosas de fuera de la ciudad.

¿Cómo cambiar esa dinámica?

En Sevilla se plantean los debates a posteriori. Hagamos un planteamiento cabal de la ciudad, estableciendo necesidades y prioridades, y consultemos antes para plantear bien los proyectos.

Al escucharle, pienso en la Plaza de la Encarnación.

Las 'Setas' han conseguido ser un referente en la ciudad, y hay gente que va a verlas. Eso lo ha logrado. Pero mirar el proyecto desde ese punto de vista es muy frívolo. Como mercado, es malo. Si han intentado reproducir un mercado, el resultado es malo. Hay ejemplos cercanos, como el mercado de la calle Feria, que son una maravilla. Para mí, lo más interesante del proyecto es que ha posibilitado ver las ruinas romanas. Pero hay que pensar en el coste que han tenido las 'Setas' para la ciudad y el alto coste que va a suponer para Sevilla el mantenimiento de las 'Setas' como toldo a gran altura. Cuando se hace una infraestructura, hay que pensar a largo plazo. Por eso, cuando en la balanza se ponen todos los pros y contras de las 'Setas', ves que cojea.