La Avenida Luis de Morales, cuenta por sexto año consecutivo con el Mercado Navideño que alumbra toda la parte frontal del Centro Comercial de Nervión. Una iniciativa por parte del Ayuntamiento de Sevilla en la que todos los puestos sufren las consecuencias del Covid-19.
Un gran número de casetas de madera llevan ya 6 años formando parte de algunos de los regalos más originales que nos llegan a las manos, sobre todo, para aquellos que juegan al famoso “amigo invisible”. Arte, ingenio y buen precio son las características que mejor definirían a cada uno de los vendedores ambulantes que allí se encuentran.
Sin embargo, y muy a su pesar, aunque para nada inesperado por los tiempos que corren, muchos de ellos aseguran que este año está siendo devastador. El motivo es evidente, pero la pena es mayor.
Hablando con Gustavo Bermúdez y su mujer, comerciantes ambulantes que se recorren España entera con sus complementos de acero y plata, son los primeros en corroborar que las ventas han caído en más de un 50% respecto a años anteriores. Además, aseguran que no solo la pandemia ha sido el motivo de esta gran caída. El mal tiempo y el cierre obligatorio a las 18.00 de la tarde, también han contribuido al desastre. Gustavo, en su humilde opinión cuenta que “quien tiene que salir a comprar un colgante, va a salir. En más o menos tiempo, lo hará. El problema está en que el recorte de horario favorece la masificación de las personas.” Por su parte, su mujer señala que ese límite horario coincide con la salida del trabajo de muchas personas que, en su contra, ya no pueden pasar por el lugar.
Aun así, aseguran que los fines de semana son los días más beneficiarios y que ahora, con la prolongación del horario de cierre, tienen una mayor tregua para las ventas.
Yolanda, vendedora de tazas personalizadas y procedente de Alicante, cree en los sevillanos, aunque entiende la situación. “El sevillano gasta, el sevillano compra, pero este año es inevitable que se corten”
Y es que, sin ninguna duda, los regalos navideños de este año pasarán factura tanto a quien los espera, como a quién los otorga. Una consecuencia ajena a ambas partes a las que hay que adaptarse obligatoriamente.