Gregorio Cabeza fue el ‘Hombre Providencia’ para las familias sin hogar

Estuvo al frente de la Secretaría de Viviendas y Refugios, que nunca existió oficialmente en Sevilla

17 jun 2017 / 06:07 h - Actualizado: 17 jun 2017 / 06:07 h.
"Hemeroteca El Correo"
  • La prensa recogió múltiples testimonios de la situación angustiosa sufrida por muchos sevillanos. / El Correo
    La prensa recogió múltiples testimonios de la situación angustiosa sufrida por muchos sevillanos. / El Correo
  • Gregorio Cabeza fue el ‘Hombre Providencia’ para las familias sin hogar
  • Gregorio Cabeza fue el ‘Hombre Providencia’ para las familias sin hogar
  • Arriba, Gregorio Cabeza Rodríguez (Carmona, Sevilla, 3 de noviembre de 1920-Sevilla, 17 de diciembre de 2012). Abajo, el cardenal arzobispo, José María Bueno Monreal, que llamó a Gregorio Cabeza el ‘Hombre Providencia’.
    Arriba, Gregorio Cabeza Rodríguez (Carmona, Sevilla, 3 de noviembre de 1920-Sevilla, 17 de diciembre de 2012). Abajo, el cardenal arzobispo, José María Bueno Monreal, que llamó a Gregorio Cabeza el ‘Hombre Providencia’.
  • Una de las dependencias asistenciales de La Corchuela, donde se formaba integralmente a las personas. / El Correo
    Una de las dependencias asistenciales de La Corchuela, donde se formaba integralmente a las personas. / El Correo
  • Gregorio Cabeza fue el ‘Hombre Providencia’ para las familias sin hogar

Gregorio Cabeza Rodríguez, el Hombre Providencia de los sevillanos sin hogar. El cardenal arzobispo José María Bueno Monreal estimó a Gregorio Cabeza por su entrega al frente de la Secretaría de Viviendas y Refugios y apoyó públicamente su labor, incluso poniendo a su personal disposición los templos diocesanos para acoger a damnificados. Cuando Sevilla había logrado vencer un problema social que fue endémico durante todo el siglo XX, provocado por la ruina del antiguo caserío de corrales de vecinos, la falta de viviendas sociales y la vergüenza del «cinturón de la miseria» formado por decenas de suburbios de chabolas, el Ayuntamiento, acosado «por las tremendas presiones de las fuerzas político-sindicales de izquierda y la falta de firmeza del centro-derecha», derribó los mil alojamientos de La Corchuela y todas sus instalaciones complementarias. Y vuelta a empezar...

En 1961, Gregorio Cabeza Rodríguez, 41 años, funcionario del Gobierno Civil, fue comisionado por Pedro Gual Villalbí, ministro sin cartera y delegado para Sevilla, para organizar los refugios de damnificados por la riada provocada por el arroyo Tamarguillo. Nunca pudo pensar Gregorio Cabeza en noviembre de 1961 que, con aquel nombramiento de urgencia, daba comienzo una etapa de diecisiete años, hasta junio de 1978, al frente de la Secretaría de Viviendas y Refugios, en la que sería protagonista y testigo de la época más trascendente de la vida local durante el siglo XX, en sus aspectos urbanos, residenciales y demográficos.

Una Secretaría de Viviendas y Refugios que, además, nunca existió oficialmente, porque nunca fue creada por acuerdo municipal ni incluida en los presupuestos de la ciudad. Tanto es así que, para evitar problemas futuros, Gregorio Cabeza pidió y obtuvo de Antonio González y González Nicolás, que designara un interventor de oficio, para garantizar la transparencia contable de los refugios, que sólo contaban con el dinero aportado por los propios refugiados y los donativos. El Ayuntamiento de Sevilla nunca concedió una subvención, aunque sí ayudó de otras maneras en casos concretos. El funcionario designado fue Francisco Romero Ramos, persona de confianza del interventor del Ayuntamiento.

La dedicación de Gregorio Cabeza a las funciones de emergencias encomendadas en 1961 por el ministro Gual Villalbí, nada más ser nombrado por el Gobierno delegado especial para Sevilla, fue total. Tiempo después, la Secretaría de Viviendas y Refugios dependería directamente de la Alcaldía de Sevilla. Pero diecisiete años de labor no fueron fáciles en una ciudad con cincuenta y tres suburbios y veinticinco refugios, en condiciones infrahumanas la mayoría, por donde tuvieron que pasar más de ciento cincuenta mil personas. Y donde la ruina del caserío, los desahucios, los hundimientos, jalonaron los años sesenta y primeros setenta.

Cartas de gratitud

Miles de personas no olvidaron nunca los servicios prestados por la Secretaría de Viviendas y Refugios, y muchos de ellos dejaron testimonios de su gratitud en cartas que se conservan en el archivo de Gregorio Cabeza. El camino fue de rosas y de espinas. Gregorio Cabeza fue duramente contestado cuando, en enero de 1970, afirmó públicamente su rechazo a la especulación de solares. Entonces dijo a la agencia Cifra y fue publicado por todos los periódicos nacionales, que «el problema de los numerosos solares abandonados, o en espera de una más alta cotización, que hay en Sevilla, lo considero como una sangría a la comunidad en beneficio de unos pocos; es más, entiendo que es algo inmoral, que incluso debía de castigarse con prisión si fuera necesario porque sin duda entra en el terreno delictivo».

Siempre contó Gregorio Cabeza con el apoyo del cardenal arzobispo José María Bueno Monreal, cuya confianza en su labor llegó hasta el extremo de autorizarle para que utilizara todos los templos de la diócesis y dependencias del Arzobispado para acoger a los refugiados que lo necesitasen. Personas que, al principio, fueron críticas con La Corchuela, modificaron su criterio cuando conocieron los servicios positivos que prestaba a la sociedad y las funciones regeneradoras de parte de los alojados. Y de críticos se convirtieron en colaboradores eficaces.

Hubo quienes criticaron algunas incidencias ocurridas en La Corchuela, inevitables en un colectivo de unas cuatro mil personas y cuyos orígenes sociales eran tan variados como complejos. Es verdad que había unas diferencias culturales muy acusadas entre algunos grupos de alojados en el refugio, pues junto a familias procedentes de edificios en ruina y de clases media y obrera cualificada, había otras sin formación cuyo último hogar había sido una chabola o un puente.

Un día, Gregorio Cabeza recibió una estampa con Cristo Crucificado, firmada por el sacerdote redentorista Ángel Carrillo, que decía: «Como este Xto. está usted crucificado por los pobres sin hogar. Que Jesús le bendiga».

Cuando llegó la hora de la despedida y el regreso a su puesto de jefe de Administración en el Gobierno Civil, en junio de 1978, Gregorio Cabeza recibió muchas cartas de gratitud. Una de ellas, firmada por el doctor arquitecto Rafael Arévalo Camacho, decía entre otras cosas: «Recuerdo los tiempos en que Sevilla llegó a verse flanqueada por sus cuatro costados e invadida en pleno corazón por aquellos tristísimos refugios que constituyeron el termómetro de la frialdad de nuestra sociedad frente a los problemas de cuantos carecían de un techo bajo el que cobijarse. De todos esos marginados te convertiste en paladín y defensor, como un quijote de este siglo nuestro, tan propenso a la amnesia y a cerrar los ojos ante las desgracias ajenas. Y cierto que, batiéndote en singular batalla, conseguiste que tu nombre fuera respetado y tu noble gestión reconocida y alabada, aunque no faltaran brotes de acibarada censura de quienes se dedicaron por oficio o malsanos intereses al ejercicio despiadado de una destructiva crítica».

Y proseguía: «Mucho habrás sufrido –lo sé– ante la escasez de tus recursos para atender la demanda de una población desguarecida; y ante la falta de comprensión de quienes, en lugar de ayudarte, se dedicaron a ladrar mientras cabalgabas pesándote en las alforjas la desgracia –vivida por ti y sentida– de cuantos acudían a tu puerta, en enjambre, en solicitud de ayuda. A todos tendiste la mano, y ganaste ciertamente –frente a todos– la batalla, siendo el pionero de esa transfiguración que nuestra ciudad ha venido consiguiendo, y de la que eres su principal artífice, desde el modesto despacho –inundado de datos, fichas y estadísticas– donde durante tan largos años erigiste tu cuartel general. Vaya al amigo y al hombre de corazón abierto y sin medidas, este particular homenaje de quien sabe valorar lo ingente de tu hazaña, digna de figurar con letras de oro en la Historia inédita de nuestra ciudad».

La «Batalla de Sevilla por la Vivienda», entre 1961 y 1978, tuvo en las autoridades locales, provinciales y nacionales, protagonistas fundamentales que se volcaron con la ciudad y resolvieron con eficacia innumerables problemas administrativos y financieros. Nunca hubiera podido desarrollar la Secretaría de Viviendas y Refugios, como gestora de la adjudicación de pisos por riguroso turno de prioridades, su espléndida e histórica labor, sin la existencia de decenas de miles de nuevas viviendas sociales y subvencionadas por el Estado, que cambiaron el plano de la ciudad. Pero durante diecisiete larguísimos años, Sevilla fue ciudad de suburbios y refugios.

Es verdad que media Sevilla no se enteró de que existía La Corchuela como símbolo de la «Ciudad de los Refugios», y otra gran parte, que sí lo sabía, fue insensible. Pero hubo unos pocos que hicieron mucho por los necesitados. En la memoria de muchas madres que tuvieron a sus hijos en la guardería infantil de La Corchuela, queda el recuerdo agradecido para María Cristina de Salamanca y Caro, duquesa del Infantado. Y todavía en 1996, mostraban su ruina vergonzante los tres bloques de veinticuatro viviendas que costearon las antiguas alumnas del Valle, presididas por Ignacia Lasso de la Vega y animadas por la inolvidable Carmen Núñez, para acoger a familias con problemas especiales.

La compra de la finca La Corchuela, con una extensión aproximada de setecientas setenta hectáreas y localizada en el término municipal de Dos Hermanas, fue aprobada por la Comisión Permanente del Ayuntamiento de Sevilla en la sesión celebrada el día 29 de septiembre de 1966, y ratificada por el pleno corporativo del día 28 de diciembre del mismo año. El precio de compra fue de poco más de sesenta y cuatro millones de pesetas. Desde entonces y hasta marzo de 1969, cuando se aprueba la construcción de un refugio para alojar a familias sin techo, el Ayuntamiento no hizo uso de la finca, destinada, en principio, a la expansión urbana de la capital.

Al mejor postor

Desde agosto de 1977, cuando se erradicó el refugio, hasta marzo de 1983, mes en que el Ayuntamiento vendió La Corchuela al mejor postor, la finca fue motivo de polémicas por varios motivos. Por una parte, el Ayuntamiento de Dos Hermanas reclamaba sus derechos prioritarios sobre los terrenos, y por otra, no había acuerdos sobre su futuro uso, que cambiaban periódicamente sin criterios razonables.

Por fin, el día 3 de marzo de 1983, el Ayuntamiento de Sevilla acordó la venta de La Corchuela por unos trescientos millones de pesetas, reservándose ochenta hectáreas para el futuro Parque Forestal, situado a doce kilómetros de la capital. El comprador de la finca La Corchuela fue Aniceto Fernández Ordaz. Así quedaba cerrado un historial de casi diecisiete años.