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Guardias civiles, el reto de pasar del «proteccionismo» a la normalización

El Instituto Armado ha ido adaptando instalaciones, uniformes y pruebas

07 mar 2017 / 22:52 h - Actualizado: 07 mar 2017 / 23:16 h.
"Día de la Mujer"
  • Las guardias civiles Valme Brito (izq.) y Sonia Corcho (dcha.), durante la entrevista en la sede de la Comandancia de Sevilla en Montequinto. / Jesús Barrera
    Las guardias civiles Valme Brito (izq.) y Sonia Corcho (dcha.), durante la entrevista en la sede de la Comandancia de Sevilla en Montequinto. / Jesús Barrera

Sonia Corcho (44 años) lleva 24 años en la Guardia Civil —actualmente en el servicio de inspección de armas de Sevilla–, donde entró en la sexta promoción en la que las mujeres se incorporaron al Instituto Armado. En su promoción, en la Academia de Baeza «éramos 400 mujeres de un total de 5.400» recuerda. Ha conocido cuarteles en los que tenía que cambiarse en una oficina porque los baños y vestuarios eran unisex. La ventaja, bromea, es que conforme las instalaciones se han ido adecuando «nuestras dependencias siempre eran las más nuevas». Aunque su padre era guardia civil y ella siempre había expresado su deseo de seguir sus pasos, cuando la posibilidad de entrar en la Benemérita para una mujer fue real «no lo vio bien, decía que si él trabajara con una compañía estaría más pendiente de que no le pasara nada».

Ese «proteccionismo» es lo que encontraron las primeras guardias civiles por encima de rechazo o actitudes machistas, relata. Algo que reconoce que hoy ha cambiado conforme ha ido aumentando el número de mujeres agentes progresivamente «se han ido acostumbrando y una vez que te conocen y demuestras que eres una más». También destaca que era una actitud más común entre los veteranos pues los jóvenes «habían estudiado ya contigo, habíamos sido compañeros en la academia».

Aunque la mujer lleva formando parte de la Guardia Civil 28 años, en su primer destino en un pueblo pequeño de Cáceres, Valdefuentes, a donde llegó en 1994, era la primera mujer guardia civil en ese destino y la única entre cinco compañeros. «Todo era una novedad, la gente mayor me trataba con muchísimo cariño, como una hija, y la gente joven era más lejana porque vivíamos en el cuartel, no interactuábamos», explica. Lo curioso, y que ocho años después, cuando llegó a la frontera de Melilla en 2002, volvió a ser la única mujer en el servicio de control de la misma y una de las primeras. Y aún en 2005, el primer destino de su compañera Valme Brito (38 años), que ingresó en la Guardia Civil doce años después de que lo hiciera Corcho, también en su primer destino en La Puebla del Río (Sevilla), se convirtió en la primera agente de la Guardia Civil que los vecinos de la localidad veían patrullar. «Todas las mujeres del pueblo me decían: Qué alegría me da que estemos ya allí», relata. Sólo siete de cada cien cabos y guardias son mujeres, lo que hace que todavía hoy haya puestos por los que no han pasado mujeres, sobre todo en pueblos pequeños, y agentes que nunca han tenido compañeras. La presencia de mujeres es muy dispar en función de los servicios.

En el caso de Valme, también de familia de guardias civiles y militares, no chocó tanto su decisión de ingresar primero en el Ejército y luego en la Benemérita. En su promoción en la Academia de Baeza eran unas 200 entre 2.700. Brito ya ha encontrado menos proteccionismo que Corcho y coincide con ella en las buenas relaciones con los compañeros hombres con los que ha estudiado y trabajado en sus diversos destinos (actualmente está en los servicios administrativos de la Comandancia central de Montequinto).

Ambas han vivido cómo la institución ha ido adaptándose a su presencia en cuestiones como las instalaciones o los uniformes. Corcho recuerda que cuando empezó sólo estaba adaptado el uniforme llamado «de diario, de casaca verde y falda» mientras que el resto eran los uniformes masculinos de tallas más pequeñas que «aún así eran grandes». Cuando Brito ingresó en la Academia supuestamente ya estaban los uniformes adaptados pero «aún siendo tallas pequeñas, eran enormes». También las pruebas físicas de acceso han sufrido cambios. En 1997 se igualaron para hombres y mujeres pero dos años después volvieron a modificarlas porque en ese tiempo apenas lograron entrar 50 mujeres en cada promoción.