Son y están

«Importa más alojar a millones de turistas que a 700 personas en la calle sin hogar»

Carmen Tamayo Leo. Trabajadora social, actriz y creadora del grupo teatral ‘Mujereando’. En su labor para remediar en Sevilla el calvario de las personas que malviven en la calle y sin hogar está logrando recuperar física, emocional y socialmente a mujeres víctimas de todo tipo de violencias y al borde del suicidio que ahora actúan felices con ella por toda España como actrices que impactan con su drama y que conciencian con su verdad.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
23 feb 2020 / 09:46 h - Actualizado: 23 feb 2020 / 09:50 h.
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  • Carmen Tamayo, en el barrio de la Macarena, donde reside. / JESÚS BARRERA
    Carmen Tamayo, en el barrio de la Macarena, donde reside. / JESÚS BARRERA

“Se merecen ya tener un piso y convertirlo en su hogar. Las seis quieren vivir juntas. Están regalando tanto a la sociedad, están haciendo un trabajo tan necesario, digno y generoso que, a estas alturas de sus vidas, se merecen un hogar”. Carmen Tamayo, nacida hace 40 años, por edad podría ser hija de alguna de las mujeres que, gracias a ella, están experimentando una notable mejoría tras décadas de sufrimiento y marginación. Y a la vez las llama 'mis niñas' por el amparo que les confiere mucho más allá de su faceta profesional. 'Mujereando' es una compañía de teatro muy especial. Es una exitosa experiencia complementaria de intervención social para recuperar a mujeres sin techo. Si aún no las ha visto en un escenario, acceda a través de este enlace para ver el video que en dos minutos y medio condensa el documental 'Mujereando, el quejío de una diosa', que Carmen Tamayo ha realizado con ellas.

¿Cuáles son sus orígenes?

Nací en Prado del Rey, en la Sierra de Cádiz. Provengo de una familia humilde. Mi padre era agricultor ecológico por convicción. Mi madre ha trabajado en el campo, de cocinera,... Somos tres hermanos. Viví en el pueblo toda mi infancia y adolescencia, allí estudié hasta COU. Desde niña me marcó mucho la música, Prado del Rey ha sido cuna de músicos y desde los cuatro años de edad estuve en una escuela de música donde ha hecho una gran labor José Toro Doblas. Yo estudiaba partituras antes incluso de aprender a leer. Y años después aprendí a tocar el clarinete y el laúd. Todo eso me llevó a estar muy relacionada con la vida cultural, y a actuar en funciones teatrales.

¿Y su vertiente social?

Me fui a Huelva a estudiar Trabajo Social. Yo quería hacer en Sevilla los estudios de Arte Dramático, pero mi familia me insistió en que estudiara una carrera 'seria'. En Huelva lo compaginé con formar parte del aula de teatro de la Universidad, y así pude participar en algunas representaciones. Mi vida dio un giro cuando estaba acabando la última asignatura de Trabajo Social, y hacía prácticas en el Centro Provincial de Drogodependencia. Me comentaron mis compañeros del grupo de teatro que iba a estar en Huelva, dando una conferencia, la directora en Madrid de una prestigiosa escuela de arte dramático: Cristina Rota. Fui, y tanto me impactó conocerla, y su metodología, que días después viajé a Madrid para presentarme a las pruebas de admisión. Y me seleccionaron.

¿En qué trabajó en Madrid para compaginarlo con sus estudios teatrales?

Completé los cuatro años de carrera, de 2003 a 2007, haciendo de todo para subsistir: camarera, teleoperadora, captando socios para una ONG, promocionando productos lácteos en un Hipercor los fines de semana,... Tenía que currar mucho, costearme piso y comida en Madrid, y pagar una escuela privada, entonces la cuota era de 350 euros al mes. La asistencia a clase era obligatoria, yo siempre llegaba corriendo, y un hindú que tenía una frutería cerca de la escuela, en el barrio de Lavapiés, siempre me regalaba una banana para reponer fuerzas porque me veía apresurada. Mi ilusión era enorme y podía con todo. Fue un crecimiento personal muy importante, Cristina Rota imparte el método Stanislavsky, que tiene mucho de psicoanálisis.

¿Cuándo llegó a Sevilla?

En 2008, la empresa con la que trabajaba para recaudar fondos en favor de ONG's me ofreció llevar el área de Sevilla, Cádiz y Huelva. Así estuve cinco años, lo dejé cuando la crisis frenó que muchas empresas invirtieran en proyectos sociales. Y en 2013 me contrataron primero para trabajar como monitora en un albergue municipal, y después a través de la Fundación RAIS como trabajadora social para personas sin hogar desde un centro de día, se llamaba El Rincón del Encuentro, frente al Hospital Macarena, justo debajo de ese albergue. Y la primera mujer sin hogar que conocí me sobrecogió.

Descríbalo.

Española, mayor de 45 años, se había quedado en la calle, había perdido la tutela de sus hijos, era una mujer maltratada, y en la calle habían abusado de ella. De la situación tan estresante y extrema en la que se encontraba, estaba teniendo grandísimos episodios de ansiedad y problemas de salud mental. Entendí que si para cualquier persona verse en la calle es de las vivencias más duras que te pueden pasar, porque significa que no tienes una red de apoyo para amortiguar cuando la vida te golpea, para las mujeres es todavía muchísimo peor. Vulnerabilidad máxima: Mujeres y en la calle.

¿De qué manera afrontó el reto de aportar soluciones a tamaños problemas?

Me di cuenta que el despacho servía de catarsis a las personas sin hogar. Era su momento de hablar y llorar, para ponerse una coraza y salir de nuevo a la calle para poder continuar. Y yo al principio no entendía cómo podían vivir el día a día con esos dolores tan fuertes y esos dramas tan grandes. Sufren violencia, están en un entorno de agresividad, de sálvese quien pueda. Sufren la indiferencia institucional y social, tanta gente que pasa a su lado y no quiere mirar. Y comprobé que en el sinhogarismo no se estaba abordando el mayor grado de vulnerabilidad que padecen las mujeres. Son menos que los hombres, y por eso en los albergues se les reservan menos plazas. Como el teatro es mi pasión, y una gran herramienta para el desarrollo personal, decidí crear una iniciativa específica para mujeres.

¿Cómo?

Que el teatro fuera el espacio donde ellas se sintieran libres, y protegidas, para poder expresar todo aquello que les producía tanto dolor, tanta rabia contenida. Se lo comunicaba cuando estaban en el centro de día, me esforcé en motivarlas. A la primera convocatoria fueron seis. Y diez a la segunda. Y siguió aumentando, ellas lo comentaban entre sí.

¿Cuál fue el primer logro de esas sesiones?

Eliminar la rivalidad que había entre ellas. Muchas mujeres, cuando las entrevistaba en solitario, coincidían en decir: “Las mujeres somos malas con las mujeres”. Estaban imbuidas de una cultura patriarcal muy fuerte. Y el otro reto inicial, a la vez, fue trabajar para que recuperaran la autoestima. Piense que las 47 mujeres que ya han pasado por 'Mujereando' a lo largo de estos siete años, todas han sido víctimas de violencia de género. Muchas no han denunciado por miedo a más represalias. Al estar en la calle, se sienten indefensas. Y también hay agresores que han conocido en la calle, tienen que frecuentar los mismos recursos y por eso se callan.

¿Qué ejercitaba con ellas en grupo?

Nos sentábamos todas en círculo, y empezaban a hablar. Al principio, los encuentros eran pura catarsis, aflorar su dolor, llorar,... Les ponía música para que empezaran a mover sus cuerpos, y sacarlas de ese estado de emoción para llevármelas a otra dinámica. Y entendí que tenían tanto que contar al mundo, que no hacía falta montar una obra con textos de dramaturgos. Se lo dije: “Si queréis que un día hagamos teatro, decidme qué queréis contar. Vosotras tenéis por contar a la sociedad algo muy importante, y nadie lo puede contar como no seáis vosotras”.

¿Se atrevieron pronto a mostrarse en público?

Sí. En 2013 hicimos una 'performance' por las calles de Sevilla, con motivo de la semana en pro de las personas sin hogar. Muchas se quejaban de que los hombres cuidan mucho a las vírgenes (a la Macarena, a la del Rocío...) pero no a las mujeres que les han parido, a las que les han querido. Y dijimos: “Vamos a salir en procesión, como las vírgenes”. Iban con sillas en la mano, todas en silencio, muy serias, vestidas de negro. Cuando yo tocaba las palmas, se sentaban. Como la gente se acercaba para preguntar quiénes éramos o qué hacíamos, y no decíamos nada, empezó a seguirnos. Y cuando llegamos a las Setas, estaba todo preparado para hacer una 'performance' que se llamaba ‘¿Por qué?’. Era un grito desesperado que terminaba diciendo ‘No más violencia’.

¿Y además de eso usted atendía sus demás necesidades?

Claro, es una intervención totalmente integral. Yo era su técnica de referencia. Se les gestionaba todo. Acompañamiento, gestionarle cualquier tipo de prestación, recursos de alojamiento, o de salud, o de empleo... Y además, usar el teatro como herramienta terapéutica para sanar y para visibilizar su problemática.

¿De cuántas mujeres tiene constancia que hayan remontado su situación?

A día de hoy 28 de las 47 tienen vidas normalizadas, con sus empleos, sus hogares,... Algunas han conseguido crear una familia, se han casado, tienen niños... He sido invitada a sus bodas. Con casi todas sigo teniendo contacto.

¿Desde qué entidad trabaja ahora?

Como trabajadora social desde la asociación Solidarios para el Desarrollo. Responsable del programa de personas sin hogar, con una metodología que me encanta: utilizar la cultura como motor de transformación social. La Fundación RAIS cesó su actividad en 2017 en el centro de día, y en el mismo lugar se estableció Solidarios para el Desarrollo, por lo que he podido continuar atendiendo a personas que ya conocía. Y, además, de modo altruista, estoy manteniendo la experiencia teatral con seis mujeres que me pidieron que no las dejase. Lo hacemos con el amparo de Cuenta3 Comunidad Creativa, asociación cultural de la que formo parte y nos dejan su local en Sevilla para ensayar dos o tres veces por semana.

¿Las biografías de esas seis mujeres tienen varios factores comunes?

Las seis son andaluzas. Pero no disponen de familiares que las ayuden, porque han fallecido o porque ellas han huido de las violencias que sufrían. Sus curriculums son poco competitivos para conseguir trabajo. Padecen discapacidades. Charo, de las palizas que le daba su marido, fue operada siete veces. Y todas habían intentado suicidarse. Cuando te lo cuentan, son testimonios escalofriantes. Por ejemplo, África, el día que la conocí estaba delante de un ordenador escribiendo por una red social a sus hijas para despedirse de ellas porque se iba a suicidar. Activé el dispositivo de emergencia social, y la atendí para reducir su estado de máxima ansiedad. Se le habilitó una plaza en el albergue municipal, empezó a recibir tratamiento psiquiátrico. Y ella dice que es el teatro lo que le ha salvado la vida.

¿Y disponen ya de alojamiento estable?

África aún duerme junto al río, cerca del Puente de la Barqueta, cada día monta y desmonta su tienda de campaña. Ha estado muchas veces en el albergue, pero nadie puede alojarse en él de modo indefinido, ¡y es tan difícil la inserción en la sociedad!. Tamara está en el albergue municipal. Rosa duerme en el Centro Miguel de Mañara que gestionan las Hermanas de la Caridad. Charo está en un piso de inserción de la Asociación Realidades y, a sus 64 años, acaban de notificarle desde la Junta de Andalucía que le han concedido una plaza en una residencia por su situación de exclusión social, y además permanecerá en Sevilla, por lo que no perderá el arraigo con las demás. Emilia está en un piso compartiendo habitación con una mujer. Aún no es su hogar pero su vida ha cambiado para bien al 100%.

¿De qué manera?

Lo resumo en una anécdota que me contó. El primer día que empezó a residir en ese piso, después de comer se sentó en el sofá a ver una película en el televisor y se quedó dormida. Cuando se despertó, se sintió muy feliz. Hacía años que no vivía eso. Porque en la calle no duermen bien, están siempre en alerta.

Con la continuidad de 'Mujereando', ¿cómo han mejorado?

Están empoderadas como mujer. Han mejorado físicamente muchísimo. Se han reconciliado consigo mismas. Y se protegen las unas a las otras. Sigo notando cómo el teatro les beneficia, les permite soltar lastre. No olvidemos que algunas han sido víctimas de violencia por sus propios padres, violadas en el seno familiar.

¿Cuántos montajes teatrales ha preparado con ellas?

En todo este tiempo hemos creado cuatro obras: ‘¿Por qué?’, ‘Invisibles’, ‘Etiquetas’ y ‘El quejío de una diosa’. Ya hemos actuado en muchos sitios. En Sevilla, en el Teatro TNT, en el del Centro Virgen de los Reyes, en La Imperdible, en el Rectorado de la Universidad, en el Monasterio de la Cartuja... El 24 de febrero a las 20:30 vamos a actuar en la Sala El Cachorro, con 'Invisibles'. Y el 13 de marzo representaremos 'El quejío de una diosa' en Viento Sur Teatro. Y cada vez nos llaman más desde toda España, hemos actuado dos veces en Córdoba, dos en Málaga, una vez en Bilbao, San Sebastián, Madrid, Huelva, Cádiz, Úbeda, Leganés,... El 5 de marzo lo haremos en Ubrique, el 18 de abril en Barcelona.

¿Combina textos literarios con el conocimiento de su problemática?

Todos los textos están elaborados a partir de sus testimonios. Son sus voces, sus realidades, sus dramas.

Además de que les paguen los gastos de viajes y alojamientos, ¿consigue que perciban algún caché por actuar en público?

Para cada actuación intento, en la medida de lo que se pueda, que ellas cobren cada una 100 euros por su actuación. Para dignificar su trabajo como actrices, y porque están haciendo un gran trabajo, de una generosidad absoluta, porque es la desnudez del alma... Y poniéndole voz a todo el sufrimiento de las mujeres sin hogar, y para ellas es vital ese dinero. Me gustaría conseguir un hogar donde pudieran vivir las seis juntas. Así lo quieren ellas. Y estamos ahorrando, ya tenemos 5.000 euros, hay gente que nos está donando dinero para ese proyecto.

¿Por ejemplo?

El programa 'Ficción sonora', de Radio 3, recibió un premio de 3.000 euros por visibilizar la dignidad de las mujeres que sufren violencia de género, a través de 'Mujereando'. Y han donado el dinero a ellas. Porque el año pasado hicimos 'El quejío de una diosa' para ese programa. Fue una experiencia sensacional para ellas, grabarlo en los estudios de Prado del Rey, alojadas en un buen hotel en Madrid. Y también lo representamos en directo con público en el centro cultural Matadero. Por otro lado, una compañía de teatro nos ha donado 500 euros, una asociación que apoya a las personas sin hogar ha aportado otros 500,...

¿Cómo han logrado hacer de 'Mujereando' una película documental de 87 minutos?

Gracias a los compañeros de la asociación Cuenta3. Conocí a Nuria Dorado y Manu León en una película donde yo participaba como actriz, ella estaba en la producción y él en la fotografía. Les comenté el deseo de que se escuchara lo más lejos y fuerte posible la voz de estas mujeres, y se animaron a intentar realizar un documental lo más profesional posible. Conseguimos apoyo de Junta de Andalucía, de Diputación de Cádiz (por ser yo gaditana) y de Canal Sur, que ha comprado los derechos de emisión. Y para completar el presupuesto hicimos una campaña de micromecenazgo ('crowfunding').

¿Cuándo se emitirá?

Lo hemos terminado el pasado mes de enero y ahora estamos concurriendo para que sea presentado en festivales, lo estamos intentando con certámenes en España, Suiza, Italia, Estados Unidos,... Más adelante llegarían las fases de exhibirlo en cine y en televisión. En su argumento incluye documentar el proceso creativo, de dónde sale lo que no se ve cuando actuamos en una sala teatral. Y tuve como referencia el proyecto europeo de teatro comunitario que se realizó en Sevilla gracias a Atalaya-TNT. En el documental combinamos los testimonios de ellas mediante entrevistas, con pequeños fragmentos de las obras de teatro que hacemos. Como son creadas desde sus vidas, le dan una gran fuerza poética.

¿Aún no han encontrado en Sevilla a alguien que les ceda un piso?

Aún no. Y con que quisiera cobrar un alquiler social sería suficiente. Con las actuaciones podríamos pagar el mantenimiento de luz y agua. Y con el Banco de Alimentos seguro que tendrían provisiones. La clave es conseguir un alquiler asumible a largo plazo. Porque no puedo meter a esas seis mujeres en un piso sin que ese proyecto de vida tenga una continuidad, porque sería contraproducente.

¿Cuántas personas viven en Sevilla sin techo?

En el último conteo se calculó que hay más de 500, aunque los profesionales pensamos que la cifra real es superior y rondará las 700 personas en Sevilla. Una cantidad totalmente abordable para una ciudad como Sevilla para acabar con el problema. Habría que cambiar de modelo y empezar a hacer las cosas de otra manera.

Haga una propuesta.

Soy una convencida del modelo de intervención denominado Housing First, que se aplica en otros países. Resolver que tengan un hogar es lo primero, y después se trabaja todo lo demás. Ahora mismo, en nuestra tierra el modelo de intervención es arcaico, está obsoleto. Se hacen muchos esfuerzos pero los resultados positivos son muy pocos. Es el llamado 'método de la escalera': solo en el último peldaño del proceso se sitúa el objetivo de que dispongan de un hogar. Pero los procesos no son una línea recta y casi siempre la casa está imposible de conseguir. Como sociedad hay que ser consciente de que no lo estamos haciendo bien.

Explique detalles de ese modelo alternativo.

Se disponen de viviendas distribuidas por toda la ciudad, no solo en los barrios desfavorecidos. Todas las mujeres tienen asignada a una persona como técnico de referencia con quien han de verse obligatoriamente una vez cada semana, y se evalúa de modo continuo si se van alcanzando los objetivos sobre los que se trabaja para su recuperación y su inserción social.

¿Cuál es su opinión sobre la evolución de la sociedad sevillana?

Como mi gran preocupación es la falta de hogares, presto especial atención a cómo Sevilla se está dedicando demasiado al turismo. Y los habitantes de la ciudad no pueden ser menos importantes que los turistas. Quienes vivimos en Sevilla hemos de prevalecer, pero, en cambio, el fuerte encarecimiento del precio de la vivienda en el centro de la ciudad, y yo lo veo desde el barrio de la Macarena, donde resido, está forzando a muchos habitantes a tener que mudarse al extrarradio, y su lugar es ocupado por la transformación de las viviendas para que se alojen turistas. Insisto: el turismo no puede ser lo más importante, por encima del vecindario. Importa más alojar a millones de turistas al cabo del año que a 700 personas marginadas que malviven en la calle sin hogar.

¿Y su valoración de la vida cultural?

Me sorprendió muy positivamente cuando llegué a Sevilla desde Madrid. La vida cultural sevillana es muy amplia, es un ambiente asequible y cercano, y puedes convivir fácilmente con las vanguardias y con lo clásico.