Invertir en paisaje

03 jun 2017 / 19:10 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 08:44 h.
"En el jardín"
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El éxito en la jardinería no es necesariamente una cuestión de riqueza. Es una cuestión de amor, gusto y conocimiento.

Vita Sackville-West

En un país donde el ladrillo nos ha devorado y donde el respeto por el espacio público se ha perdido, merece la pena –al menos eso pienso yo– decir en alto que sinceramente necesitamos darle más valor a la profesión del paisajista. Y, siendo consciente de que es la mía, sé por ello que todavía hoy en día este palabro paisajista necesita de muchas explicaciones, pues al menos yo no soy ni jardinera ni arquitecta –aunque sí ingeniera agrónomo, coletilla que siempre meto, pues así parece que mi interlocutor por fin puede respirar hondo–. Por eso hoy, he decidido hablar de paisajismo con mayúsculas, no de jardines, sino del espacio que nos rodea y que no tiene techo, sino cielo. Ese pegamento que une nuestras casas, nuestros lugares de trabajo, los parques, los centros urbanos... donde nos reunimos, charlamos, jugamos y pasamos algunos de los mejores momentos de nuestra vida y de ahí la importancia que tiene el paisaje en hacer que eso ocurra. De ahí que hoy haga una Oda al Paisajista.

El paisaje es una parte esencial del éxito de un lugar. Crea el escenario perfecto y está para el disfrute de todos.

Un espacio hermoso y duradero ofrece una mejor calidad de vida a quienes lo habitan. Le da un sentido al lugar. Genera más valor. Y lo que es más importante ayuda a crear un sentimiento de orgullo y de pertenencia. Uno pensaría que es sólo una cuestión de prestar atención a los detalles materiales, pero no. Sin duda, tener en cuenta cómo ese espacio va a ser utilizado y cómo se va a crear para conferirle una estructura que no sólo perdure en el tiempo sino que también pueda mantenerse de manera satisfactoria y económica es fundamental. Pero desgraciadamente no siempre es una consideración inicial.

Hace varios años trabajé en el Proyecto de los Parques de las Olimpiadas de Londres 2012. Eran paisajistas los que lideraban el proyecto. La razón: integrar los edificios en el paisaje fomentando este como el valor intrínseco del proyecto. Era el paisaje lo que primaba, el lugar en sí, el resto eran parcelas para estadios, residencias y servicios que debían adaptarse a este y fluir con él.

El proyecto lo dirigió un estudio de paisajismo. Bueno dos, uno americano y uno inglés que trabajaron conjuntamente. El director del proyecto era un paisajista. En el equipo inicial había paisajistas y urbanistas –casi todos con estudios de paisajismo– y a medida que se avanzaba se integraron ecólogos, ingenieros y arquitectos para urdir los detalles, cálculos y estructuras.

Supongo que soy afortunada, porque no ha sido el único proyecto liderado por un paisajista en su totalidad en el que he trabajado. Este otro era mucho más pequeño, una residencia particular, donde la casa de una planta sólo vivía para el jardín y cuyos sótanos y subsótanos miraban al paisaje con enormes ventanales y galerías que se llenaban de luz al estar orientadas al sur. Una casa para un jardín.

Por lo general, cuando uno comienza un proyecto el paisajista es el último en llegar. Lo puedo entender cuando se trata de una urbanización, en parcelas establecidas, todo reglado con anterioridad y casas construidas. Pero siempre está ese proyecto que se construye en un lugar totalmente nuevo, desnudo, en el que cuando uno llega se encuentra con que tiene que hacer un jardín en un risco, porque la casa tenía que estar pegada a la línea del mar. ¿Nadie pensó en la inversión que implica poner muros de contención y rellenar de tierra? Es agotador empezar un proyecto a sabiendas de que tu trabajo es poner parches. Pues resulta, que al parecer todo se arregla con un poco de verde...

Pues bien, invertir en paisajismo de buena calidad y con cabeza es altamente rentable porque los clientes están dispuestos a pagar más por ello. Además, es una de las partes de relativamente menor coste dentro de un desarrollo urbano pero consigue pagar los dividendos al añadir valor a las ventas, aumentando los porcentajes de éstas ya que la percepción de los clientes es mucho más positiva. Y, todos lo sabemos, los desarrollos urbanos más populares son aquellos más verdes, con más hojas y árboles de porte, con calles, plazas, parques y zonas abiertas bien diseñadas.

Por otro lado, una buena planificación paisajística ayuda a hacer el mejor uso posible del terreno, identificando los lugares más sostenibles a la hora de desarrollar los núcleos de viviendas. Los estudios de paisajismo y de impacto ambiental ayudan a identificar los mejores sitios para ubicar nuevos desarrollos urbanos, permitiendo a los promotores presentar estos a las autoridades para demostrar su sostenibilidad medioambiental y la ubicación más apropiada para el entorno y el paisaje. Entender el paisaje, desde su geología y topografía hasta la vegetación existente, ayuda a encontrar la mejor ubicación posible para las parcelas a desarrollar, maximizando el espacio dentro de los límites medioambientales.

Luego hay que unir el paisaje a todo lo demás, y es aquí donde aparece lo que se llama la infraestructura verde, que bien planificada y bien diseñada es capaz de crear espacios que ofrecen un uso más eficiente de la tierra y sus recursos. Esta infraestructura se refiere a la red existente entre elementos naturales tales como parques o zonas verdes, los árboles de las calles o las vías fluviales que se encuentran dentro y entre las aldeas, pueblos y ciudades. Es una infraestructura similar a otras, pero que a diferencia de las infraestructuras de aguas grises tradicionales, pueden ser diseñadas y planificadas para ofrecer múltiples beneficios simultáneamente. La infraestructura verde es capaz de poner sobre el terreno drenajes naturales –ayudando en la gestión del agua–, limpiar el aire y reducir el calentamiento urbano, al mismo tiempo que ayuda a crear espacios de esparcimiento. Dada su flexibilidad y adaptabilidad representa normalmente un uso mucho más eficiente del terreno y una mejor relación calidad-precio que los sistemas de infraestructura más tradicionales que necesitan de una tecnología mucho más cara y que son más difíciles de mantener.

Y, luego está la sostenibilidad. El paisajismo es una manera muy rentable para cumplir con los reglamentos y normas que nos guían hacia un desarrollo más sostenible. El espacio público, aquel que se encuentra entre los edificios y nuestras casas es el pegamento que hace que un lugar funcione. Una red bien diseñada –de la mano de un plan de mantenimiento a largo plazo– de calles, espacios públicos e instalaciones comunitarias, por ejemplo, crea lugares de gran éxito entre sus habitantes y hace a una comunidad mucho más sana.

La realidad es que invertir en paisajismo tiene mucho sentido económico –la evidencia es clara–. Cuando el paisaje se sitúa en el corazón de todo nuevo desarrollo urbano un abanico de beneficios económicos se presenta tanto para promotores como empresas locales y comunidades.

La profesión de paisajista, de arquitecto paisajista, está en una posición única para crear magníficos lugares donde las personas se sientan inspiradas para vivir, trabajar y visitar.

Marta Puig de la Bellacasa es ingeniera agrónoma y paisajista. Ha trabajado en España y en el Reino Unido. Diseña jardines y proyectos de paisajismo, colabora con estudios de arquitectura y escribe asiduamente en su Blog Domingo en el Jardín