Lo habíamos visto en varios cuadros históricos. Quizá los más representativos fueran los de Miguel de Esquivel (1620) y Murillo (1666). En ambos, por ejemplo, las Santas Justa y Rufina sostienen una Giralda. Una Giralda roja. Rojísima. Ahora entendemos que aquel retrato no era fruto de ensoñación alguna. Las recién concluidas obras de restauración en su cara oeste han acreditado la existencia de este color que estaba cubierto por la suciedad y el mortero acumulado a lo largo de los años.

«Sabemos que la Giralda ya era roja en el año 1568. Fue así durante la época almohade y renacentista del monumento. Pero ha acumulado tal capa de suciedad y de morteros que no se podían apreciar los restos cromáticos», según ha explicado el arquitecto responsable de los trabajos en la torre alminar, Eduardo Martínez Moya, quien ha coordinado un equipo en el que han intervenido alrededor de 100 personas. «Aunque había documentación de grabados, dibujos y algunas pinturas que lo atestiguaban, no había confirmación de que ese color fuera real y, tras esta restauración, se ha corroborado», aseguró. ¿Sería posible que la volviéramos a ver de color rojo? «Eso es un debate muy diferente. Aventuramos que sería difícil por el impacto que algo así tendría a nivel social», consideró el delegado de Administración y Patrimonio del Cabildo Catedral de Sevilla, Francisco Ortiz. «En época más reciente, durante los siglos XVIII y XIX hubo restos de color rojo en las paredes que las distintas intervenciones fueron eliminando por considerar que daban más una impresión de manchas que de color», abundó el arquitecto.

Durante las obras, además, se han restaurado elementos de la estructura almohade, encontrándose restos de madera que sirvieron para construir la Giralda en la época almohade y se han logrado recuperar restos de policromías. La restauración ha comprometido a espacios «absolutamente degradados» como la Terraza de las Azucenas, donde eran notorias «malas intervenciones hechas en el pasado», en consideración de Martínez Moya. «En términos generales diríamos que hemos hecho una labor de intervención arqueológica destinada a preservarlo todo», explicó. Y cuando no ha sido posible, caso de la columna central de arranque de la sebla doble, se ha ido a buscar su sustituta en la cantera de Alconera, en Zafra, «para obtener la más parecida». La columna, por cierto, fue subida a mano por los operarios hasta el piso 17. Esto es un ejemplo de que la intervención en la Giralda ha sido «muy artesanal y manual» y, además, se ha hecho una parte de la limpieza de las paredes en seco y a mano, aunque la de los capitales se hizo con láser, y se han tallado en algunos ladrillos las formas originales de la decoración.

Por otra parte, también se ha reforzado la estructura de las campanas, que se encontraban en estado de degradación, cambiándose las rejas de protección de personas y perfeccionando la red de seguridad de la Giralda contra el rayo. Las obras de consolidación, limpieza, reintegración y protección de la cara oeste de la torre han confirmado que «los daños eran mayores de los que se veían con teleobjetivo y cuando se ha visto de cerca se ha comprobado la necesidad de la intervención», según Eduardo Martínez.

De este trabajo se han extraído numerosas muestras de materiales que servirán para la investigación, quedando documentadas todas las patologías y custodiándose todos los elementos retirados. En los siglos de historia de la construcción nunca se había sometido a la Giralda a una actuación de estas características –la última parecida data de 1982–, aunque en ésta se ha intervenido «desde siempre», ya desde el siglo XII, con acciones de mayor o menor envergadura. Desde el siglo XVI la intervención ha sido «continuada», con obras tan importantes como las acometidas en el siglo XVII con motivo de las afecciones de la torre mayor por el terremoto de Lisboa de 1755 o las restauraciones del XIX del arquitecto Adolfo Fernández Casanova.

ARRANCAN LAS OBRAS EN LA CARA SUR

Será el próximo lunes cuando el mismo equipo de técnicos, arquitectos y operarios comiencen a intervenir sobre la segunda de las cuatro caras de la Giralda, tras la Oeste, le toca el turno a la Sur. El coste que se calcula será similar al ya abonado por la ejecución en la cara Oeste, alrededor de medio millón de euros que sufraga íntegramente el Cabildo Catedral de Sevilla sin ayudas externas.

«El ritmo dependerá de nuestras posibilidades, básicamente el dinero sale de la venta de entradas para acceder al monumento», expresó el delegado de Patrimonio, Francisco Ortiz. La intención es poder continuar posteriormente con los trabajos en la cara Este para finalizar en la Norte. «Esto además permite que la visión de la Giralda no se vea afectada globalmente; algo que el Cabildo no quería permitir es que el principal monumento de la ciudad presentara una imagen llena de andamios en plena Semana Santa», según contó el arquitecto Eduardo Martínez.

La intervención por fases ha tenido una dificultad añadida; la de la construcción de un andamio de alrededor de 95 metros de altura que soportara las embestidas del viento. «Era un gran impedimento técnico optar por este sistema debido a la posibilidad de vuelco», consideró. En este sentido, el responsable de las obras recordó como el Big Ben de Londres se encuentra actualmente –y durante cuatro años– lleno de andamios por todas sus caras.

La intervención en la Giralda está suponiendo para las personas implicadas –entre las que está un comité de expertos– «sorpresas continuas». «Es imposible quedarse con una sola», según el arquitecto. Entre ellas, por ejemplo, la recuperación de decoraciones vegetales ocultas bajo mortero en zonas como las flores de los paños de sebka, que han sido descubiertas gracias a un minucioso trabajo con bisturís. Así, también han aparecido elementos con escritura árabe, maderas que, al aplicarle el carbono 14, se ha determinado que formaron parte del andamio de su construcción hace casi mil años u otras zonas de color dorado. «A día de hoy con la tecnología de la que disponemos actualmente es imposible llevar más lejos esta intervención. Así por ejemplo en algunas poquísimas zonas donde quitar la suciedad comprometía a la piedra la hemos dejado sin tocar con la esperanza de que en el futuro la tecnología permita nuevas actuaciones», dijo. Con todo, Martínez Moya valoró en 100 años la durabilidad de la actual restauración. «Esta operación es para siempre, al menos durará perfectamente un siglo con el mantenimiento adecuado», añadió.

En su día, la Giralda fue la torre más alta del mundo con sus 97,5 m de altura, 104,1 m incluyendo al Giraldillo, siendo durante siglos la torre más alta de España, que marcará el techo de la ciudad hasta 2010 (cuando se construye un edificio de oficinas más elevado); no obstante, sigue siendo el icono mundial por excelencia de Sevilla, además de ser una de las imágenes más famosas de la ciudad y de toda Andalucía.