La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

Se celebra la festividad de San Pío de Pietrelcina, el santo de los estigmas

23 sep 2022 / 08:42 h - Actualizado: 23 sep 2022 / 08:45 h.
  • La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

El Convento de los Capuchinos de Sevilla celebra hoy la festividad del conocido popularmente como Padre Pío (Pietrelcina, 25 mayo 1887-San Giovanni Rotondo, 23 septiembre 1968). Durante la misa de la tarde, que se celebra a las 20:00 horas, se expondrán en la iglesia de los frailes capuchinos las reliquias del santo italiano para su veneración. Se trata de las telas que llevaba alrededor del costado y que tapaban las heridas sangrantes de los estigmas. El 20 de septiembre de 1918 recibió el don de la estigmatización y durante 50 años las llagas en manos, pies y costado quedaron abiertas y sangrantes, pero nunca se infectaron. Los estigmas y otros carismas extraordinarios (sanaciones, visiones, clarividencia, bilocaciones, don de lenguas, profecías... ) le dieron una fama mundial, pero le acarrearon también problemas. Hizo numerosos milagros en vida y continúa haciéndolos después de transcurridos 54 años de su fallecimiento.

La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

Los padres capuchinos de Sevilla celebran el 23 de septiembre su fiesta litúrgica, como memoria obligatoria, junto toda la Iglesia. Al haber sido hermano capuchino, el convento sevillano dispone de algunas reliquias de San Pío de Pietrelcina. En opinión de Fray Antonio Vázquez Ruiz, guardián OFM del convento de los Hermanos Menores Capuchinos de Sevilla, junto con la capilla de San José, el Padre Pío “vivió el Evangelio con fidelidad hasta asemejarse a Cristo crucificado”. En efecto, la misión del santo italiano fue el sufrimiento por el pecado de los hombres, su deseo era el de redimir y salvar almas; de convertirse en víctima, de ofrecerse en sacrificio para hacer recaer sobre él los padecimientos de los demás, obtener para ellos abundantes gracias y redimirlos del pecado.

La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

Es un santo muy querido no sólo en Italia, sino también en España. Fue un sacerdote sencillo, que daba mucha importancia a la confesión y el rezo del Rosario (decía que “es la síntesis de nuestra fe, el sostén de nuestra esperanza, la explosión de nuestra caridad”). Están documentadas por testigos curaciones milagrosas por intersección del santo, como es el caso de una niña totalmente ciega a la que devolvió la visión. Llamó la atención durante su vida terrenal por tener todas las gracias sobrenaturales, una concentración de carismas única en la historia de la Iglesia. Una de sus frases más conocidas es: “Il Signore sa ciò di cui abbiamo bisogno” (”El Señor sabe lo que necesitas”).

La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

Su nombre de pila era Francisco Forgione de Nunzio, a la edad de 5 años prometió “fidelidad” a San Francisco de Asís y comenzaron los primeros fenómenos místicos: éxtasis, ataques del demonio, visiones del Señor, de la Virgen María, de San Francisco, del Ángel Custodio..., que no comunicó a nadie hasta el año 1915, porque “creía que eran cosas ordinarias que sucedían a todas las almas”. El 22 de enero de 1903 vistió el hábito capuchinos en Morcone y recibió su nuevo nombre: Fray Pío de Pietrelcina.

Casi toda su vida la pasó en el Convento de San Giovanni Rotondo (Italia), llevando a cabo una intensa labor sacerdotal, centrada en el altar y en el confesonario, que impulsó a muchos miles de hombres y mujeres de todo el mundo hacia la santidad. También ayudó a las personas que acudían a diario a verlo a recobrar la fe o a encontrar a Dios, y enriqueció además a la Iglesia con obras tan importantes y beneficiosas como la “Casa Alivio del Sufrimientos” (un hospital para personas sin recursos económicos) y los “Grupos de Oración”.

No obstante, sufrió mucho por graves calumnias y envidias de la propia jerarquía eclesiástica, que ponía en duda sus milagros y estigmas. Así, en los años 1922 y 1923, las primeras disposiciones del Santo Oficio, que además de declarar que no constaba la sobrenaturalidad de los hechos, impuso serias restricciones al ministerio pastoral del Padre Pío. Estas limitaciones fueron absolutas desde el 11 de junio de 1931 hasta el 16 de julio de 1933, de forma que no se le permitía ni salir del convento ni recibir visitas ni mantener correspondencia con el exterior. Sólo podía celebrar la Santa Misa en privado, en la capilla interior del convento. Como afirmó Juan Pablo II en la homilía de su beatificación, “por una permisión especial de Dios”, tuvo que sufrir de nuevo, en los años 1960-1964, sacrílegos espionajes y dolorosas incomprensiones, calumnias y limitaciones en el ejercicio de su ministerio sacerdotal.

La iglesia del Convento de los Capuchinos expone las reliquias del Padre Pío

El santo capuchino murió, casi de forma inesperada, a las 2,30 del día 23 de septiembre de 1968; en su cuerpo había desaparecido todo rastro o cicatriz de las llagas. Sus restos descansan en el nuevo santuario construido en San Giovanni Rotondo, donde miles de personas acuden cada año a devocionar su cuerpo incorrupto.

El padre Antonio nos comenta que en el Convento de Capuchinos de Sevilla es el beato malagueño Fray Leopoldo de Alpandeire el que tiene más popularidad en Andalucía, y cuya festividad se celebra el 9 de febrero, además de la devoción a la Divina Pastora. “No obstante, también queremos dar a conocer más al Padre Pío”.

Para uno de los mayores expertos de este santo en España, el escritor Laureano Benítez Grande-Caballero, la figura extraordinaria de San Pío de Pietrelcina “es la respuesta divina a unos tiempos difíciles, oscuros, pudiendo decirse que la concentración de virtudes y dones sobrenaturales en su persona, es un hecho con el que la divina Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una época marcada por el laicismo y el materialismo”.

En las cartas que escribía el Padre Pío a sus hijos espirituales, se quejaba del avance de las fuerzas del mal en el mundo, situación causada por una fe tibia y por la inconsciencia de no querer ver el peligro de una humanidad cada vez más oscurecida por la ignorancia y las tinieblas. Uno de los hermanos capuchinos preguntó al Padre Pío: “Por qué llora usted”. Él respondió: “¿Cómo no voy a llorar, viendo a la humanidad condenándose a toda costa?”.

La increíble manera de celebrar la santa Misa es uno de sus mayores milagros. Testigos directos que acudían a verlo señalan que cada día, en invierno o verano, impartía con gran devoción la misa a las 5 de la mañana. Desde la una de la madrugada la gente se agolpaba a las puertas de la iglesia, rezando y cantando en espera de que las abrieran. El santo se preparaba durante 3 horas para celebrar la Santa Misa en el altar principal y estaba claro que las heridas le dolían, debido al largo tiempo que permanecía de pie. Entraba en éxtasis y se le podía ver y oír llorar. La gente comprobaba cómo le sangraban las heridas de sus llagas. De regreso a la sacristía entre la multitud se ponía los guantes de lana que cubrían sus santas heridas y, acto seguido, caminaba hacia el claustro y hacía su acción de gracias.

Por último, referimos una de sus oraciones para pedir una sanación: “Padre Pío, acudimos a ti como intercesor de los desvalidos y enfermos; tú que en vida tuviste la suerte de contar con el beneplácito de Señor y de portar sus estigmas, haz que, por tu poderosa intercesión, esta persona (se dice el nombre concreto) que está enferma sane. Nosotros daremos grandemente gracias a Dios, si quisieras escucharnos. Amén”