La festividad de los Santos Ángeles Custodios en Sevilla es una celebración que se lleva a cabo especialmente en las comunidades religiosas, donde se ofician misas en su honor. Históricamente los jesuitas, franciscanos y carmelitas han propagado su devoción, aunque son los capuchinos los que popularizan la imagen. La mayoría de las iglesias y los conventos sevillanos conservan pinturas y esculturas del Ángel Custodio que simbolizan la protección divina, aunque el monumento más representativo es el templo de los carmelitas descalzos del Santo Ángel, en la calle Rioja. A nivel popular también pervive la devoción a esta criatura puramente espiritual que está al servicio de Dios y nos acompaña y asiste desde nuestro nacimiento hasta la muerte.
Ángel de la Guarda en el Convento de Santa Rosalía.
El numeral 336 del Catecismo de la Iglesia católica señala que, desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia de los ángeles y de su intercesión «Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida» (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
Para el cristianismo está considerado un ser espiritual, una criatura de gran pureza, cuyos deberes son asistir y servir a Dios y velar por los humanos contra los peligros y las tentaciones. Es un mensajero que el Señor nos envía para asistirnos y cuidarnos, a modo de compañero de viaje en la tierra, contra los peligros del alma y el cuerpo, liberándonos de toda tentación de obrar mal para facilitarnos el camino de la salvación. La Iglesia rechaza la costumbre de dar a los ángeles custodios nombres particulares, excepto a los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, que aparecen citados en las Santas Escrituras.
Ángel de la Guarda en la Catedral de Sevilla, de Murillo.
La Iglesia del Santo Ángel, ubicada en la calle Rioja, 25, es la más representativa en Sevilla y está regentada por los carmelitas descalzos. La fundación de este templo tiene sus orígenes en el Convento de la Misericordia del Carmen y Santo Ángel de la Guarda de los Carmelitas Descalzos de 1587, gracias a la iniciativa de San Juan de la Cruz. En la fachada de la iglesia, dintel de la entrada, figura una inscripción en piedra en la que da la bienvenida a sus devotos y visitantes: «Angelus suis Dues mandavid te ut custiante in omnibus vics tuis» (Dios mandó a sus ángeles para que te custodiasen en todo momento). En el centro aparece una hornacina con una escultura pétrea del Santo Ángel de la Guarda, ya que la iglesia del colegio de los carmelitas fue dedicada a su devoción. Además en esta portada se encuentra una vidriera que da luz al coro, con la figuración del Santo Ángel y en la zona superior un óculo con el escudo del Carmelo. La autoría de la portada se atribuye al arquitecto sevillano Pedro Sánchez Falconete en 1640.
En el interior, justo a la izquierda de la puerta de entrada, podemos ver una pequeña figura del Santo Ángel de la Guarda, situada en una urna de cristal, -donde los devotos suelen colocan pequeñas fotos de sus seres queridos-, figurando la siguiente oración: «Ángel Santo de mi guarda, compañero de mi vida. Tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te hayas a mi lado, y cuentas todos mis pasos».
En la zona del presbiterio, próxima al retablo mayor, hay una escultura de bulto redondo a tamaño natural, de finales del siglo XVIII, que representa al Santo Ángel de la Guarda o Custodio que da nombre a la iglesia. Su autor es Blas Molner. Esta iglesia fue puesta bajo la protección del Santo Ángel de la Guarda en el siglo XVI.
Ángel de la Guarda en la Iglesia del Santo Ángel, de Blas Morner.
No hay que olvidar que Santa Teresa de Jesús, fundadora de las carmelitas descalzas, tuvo experiencias sobrenaturales con los ángeles. Así lo recoge en una de sus obras: «Vi a un ángel hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla: aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor la viese así. No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrazan. Deben ser los que llaman serafines, que los nombres no me los dicen; más bien veo que en el Cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros, y de otros a otros, que no lo sabría decir. Vi en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y me llegaba a las entrañas: al sacar, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios».
Otro de los lugares emblemáticos donde acudir es la Catedral de Sevilla, entrando por la Puerta de San Miguel, accedemos a la Capilla del Ángel de la Guarda presidida por una sobresaliente pintura de esta advocación realizada por Murillo hacia 1665-1666. Es un óleo sobre lienzo (170x113 cm.) en el que se representa al Santo Ángel Custodio conduciendo a un niño de la mano; ambos están de pie, ocupando la totalidad del lienzo. El ángel viste túnica amarilla y dirige su mirada hacia la figura del pequeño que lleva de la mano. El niño representa el alma que está comenzando el camino de la vida, en la que va a necesitar la protección angelical para llegar al cielo. Según los expertos, esta conocida obra pudo basarse en una estampa del italiano Simone Cantarini, discípulo de Guido Reni. El cuadro de Murillo procede originariamente de la iglesia del Convento de los Capuchinos de Sevilla, pero los religiosos la regalaron al Cabildo de la Catedral en agradecimiento por haberla custodiado antes de trasladarla a Gibraltar para evitar ser expoliada por las tropas francesas napoleónicas.
En el muro izquierdo de la Capilla de los Dolores de la Catedral también podemos contemplar la pintura «El Ángel de la Guarda», del artista italiano Matías Pretti y fechada hacia 1660.
Si continuamos el recorrido para ver al Ángel de la Guarda el centro es el mejor sitio. Con respecto a las iglesias, hay imágenes en San Pedro, San Luis de los Franceses, San Juan de la Palma o Los Filipenses. En cuanto a los conventos, la mayoría están en zona de clausura, excepto en la sala expositiva de Santa Paula donde se muestra una bella pintura del siglo XVII del artista José Risueño.
Algunos estudiosos se remontan al Antiguo Testamento como origen de la tradición sobre los ángeles custodios. La doctrina del magisterio de la Iglesia ratificará esta tradición que se va concretando en textos bíblicos y obras literarias que sirvieron de base para su devoción y representación artística del modelo iconográfico.
En el libro del Génesis (Gen. 3:24) se dice: « ... y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén un querubín con espada de fuego, para guardar el camino del árbol de la vida». Mateo (Mt.18,10) dice en su Evangelio: «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.».
El dominico Santiago de la Vorágine en la Leyenda Dorada concreta la obligación de venerar a los ángeles por ser nuestros custodios: «Por muchas razones estamos obligados a recordar y venerar a estos espíritus angélicos que son nuestros guardianes, nuestros servidores, nuestros hermanos y conciudadanos. A su cargo corre la misión de llevar nuestras almas al cielo y de presentar ame Dios nuestras oraciones. Estos nobilísimos soldados del rey eterno, dedicanse también a consolar a los afligidos. Tenemos el deber de honrar a los ángeles primeramente porque son nuestros guardianes«.
La escenificación del ángel custodio se concretará con posterioridad en advocación como protector de lugares, ciudades, naciones o reinos a través de grabados, relieves, pinturas y esculturas. La difusión de las estampas devocionales también popularizarán las representaciones del Ángel de la Guarda.
A partir de mediados del siglo XV su devoción se incrementa en el mundo católico como reacción a los protestantes y gracias al impulso ofrecido por la Compañía de Jesús. El jesuita Francesco Albertini da Catanzaro aclara en su Tratado del Ángel Custodio (1612) que «el Ángel de la Guarda no abandona al cristiano después de su muerte; permanece cerca de él, esperando la hora en la que podrá llevar su alma purificada al cielo, vela también por sus cenizas y las junta piadosamente en espera del gran día de la resurrección».
La solemnidad de la fiesta del Ángel de la Guarda fue impulsada por Francois d'Estaing, obispo de Rodez, quien obtuvo la confirmación del Papa Clemente VII, para poder celebrar la misa propia de los ángeles guardianes, que se ofició por primera vez el 3 de junio de 1526. Posteriormente, en 1608, se fijó en toda la Iglesia la fecha de su fiesta el 2 de octubre.
Será a partir del Concilio de Trento cuando vaya tomando fuerza su devoción y su reflejo en el arte. Desde el siglo XVI se levantan iglesias, capillas, altares y se fundan cofradías bajo su patronazgo para darle culto. Para su representación plástica se toma como modelo a San Rafael que aparecía descrito en el Libro de Tobías, auxiliando al joven Tobías. No obstante, la iconografía del Ángel de la Guarda será fácilmente distinguible porque no llevará los atributos típicos del citado arcángel (el pez, el cayado y Tobías se convierte en la figura de un niño cualquiera que, simbolizando el alma cristiana, es protegido con ternura por el ángel, a quien dirige su rostro y mirada atenta).