Crónicas dominicales

La interrelación poder-ciudadanos: vigilancia, indolencia y resistencia (2)

06 jun 2021 / 04:44 h - Actualizado: 05 jun 2021 / 14:48 h.
"Crónicas dominicales"
  • La interrelación poder-ciudadanos: vigilancia, indolencia y resistencia (2)

Internet es una necesidad ya, incluso una adicción patológica cada vez más extendida. Alrededor de 43 millones de españoles se conectan diariamente a Internet y emplean casi seis horas al día para esta actividad, mientras 29 millones de españoles utilizan cada día las redes sociales. Según el informe 'Digital en 2020', publicado por la plataforma de gestión de redes sociales Hootsuite y la agencia creativa especializada en social media We Are Social, el 94 por ciento de los españoles ven vídeos online, el 57 por ciento escucha música en 'streaming', y el 56 por ciento prefiere escuchar la radio.

La cifra de usuarios de Internet también ha subido a nivel mundial. Al menos 4.538 millones de personas en todo el mundo utilizan Internet, concretamente, en 2020, 298 millones más que en 2019. Además, pasan una media de 6 horas y 43 minutos conectados, lo que equivale a más de 100 días al año. En España, 29 millones de personas utilizan redes sociales y permanecen conectadas a estas plataformas una media de 1 hora y 51 minutos al día, según han indicado las compañías en un comunicado al que ha tenido acceso Europa Press. Asimismo, los españoles cuentan con una media de ocho perfiles en redes sociales, siendo las más utilizadas YouTube, WhatsApp, Facebook, Instagram y Twitter. A nivel global, la cifra de usuarios de redes sociales ha aumentado un 9,2 por ciento respecto al año anterior y son 3.805 millones de personas -un 49 por ciento de la población mundial-. Además, el 99 por ciento de ellas accede a sus perfiles a través de sus 'smartphones'. La red social más utilizada en el mundo en 2020 fue Facebook, con 1.449 millones de usuarios activos al mes.

Revolución y neoesclavismo

En Internet está todo, la semilla de una revolución y la de un neoesclavismo que se logra mediante la ilusión de libertad sembrada en la ciudadanía, es imprescindible que el ciudadano se crea libre para que pueda ser controlado mejor. Lo cierto es que Internet y el mundo celular móvil han sido utilizados en diversas revueltas, pero la paradoja es que hombres y mujeres del planeta Tierra aspiran a derribar el Poder o a cuestionarlo y criticarlo con las mismas armas que el Poder les ha facilitado, los mensajes que puedan intercambiarse también los está decodificando el Poder. Por tanto, como sostenía Maquiavelo, no desarmes a tus gobernados, al revés, dales armas para que se sientan similares a ti, pero no pierdas el control del “enchufe” de las ciber-herramientas-armas que les permites poseer.

Según Maquiavelo, el hombre se mueve por la necesidad de subsistir y por la de tener poder, de tal manera que antes olvida a un padre que se le ha muerto que a un patrimonio que le ha sido extirpado por el Poder/Príncipe. La necesidad de conservarse provoca que el sujeto se sienta a gusto dentro de la masa, algo que beneficia al poder, por supuesto: “pocos comprenden lo que eres realmente; y este corto número no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo de sus ilusiones, la majestad del Estado que le protege”, afirma el autor florentino.

Para mantener al pueblo debidamente leal, el Príncipe/Poder debe ejercer un requisito imprescindible. Amén de parecer bondadoso, “la obligación [del poder] es, además, ocupar con fiestas y espectáculos a sus pueblos”. En el siglo XXI las fiestas populares de toda la vida se completan o son incluso superadas por las fiestas digitales en red.

La época actual consolidará la presencia del ciber, el gran factor que está definiendo y definirá al siglo XXI. Si el XX fue el siglo de las guerras mundiales, el XXI es y será testigo de un gran reto, de una gran guerra interior de los seres humanos que también se proyecta al exterior: los efectos negativos y perversos del ciber, de la máquina, de la Inteligencia Artificial (IA) que lo mismo puede aplicarse a grandes causas filantrópicas –como permitir ver a los ciegos, oír a los sordos y caminar a quienes no pueden hacerlo- que a nuevas guerras con origen en el espacio o por supuesto en el propio planeta, a lo cual hay que sumar las guerras digitales, consistentes en desarmar al enemigo sencillamente “ocupando” sus sistemas informáticos de defensa, por ejemplo, pasando por las guerras políticas que alteran y alterarán la voluntad popular en unas elecciones, haciéndole creer a los votantes que lo que ellos creían acertadamente que era de color blanco, es negro.

Todo cambio inquieta

Es lógico que muchos se alarmen ante la panorámica que sólo se acaba de esbozar por mi parte. Todo cambio inquieta, y más si es uno como el que estamos observando. Los cambios de las revoluciones tecnológicas asustan por la velocidad con que se producen, en sólo la mitad de una vida humana llegan transformaciones inimaginables en el siglo XVI o XVII e incluso en el XIX. ¿Cómo defenderse contra esta dinámica que puede afectar a las conquistas humanas consideradas más nobles?

¿Los estados deberían tomar cartas en el asunto del control social por parte de los multimedia? A primera vista sí, no obstante, ¿cómo proceder para que el ciudadano conserve su derecho a expresarse y a recibir información libremente y para que las empresas multinacionales –con su enorme poder- puedan ejercer su trabajo y se plieguen a los deseos de los Estados? Por otra parte, el Estado es un instrumento en manos de los dueños de los multimedia. Hay ya precedentes en los que se solicitó algo similar, aunque el contexto histórico era otro. Fue en el debate que se dio en la UNESCO y otras instituciones desde los años 80 hasta 1991 aproximadamente, en la época del Informe MacBride. En el momento en que los países en desarrollo exigieron la intervención del Estado para regular el dominio del Norte sobre el Sur en materia también de flujos de información, fueron acusados de bolchevismo, toda aquella movilización se vino abajo y el neoliberalismo siguió su curso hasta llegar adonde ya sabemos.

El Estado debe seguir las evoluciones de Internet, pero intervenir en sus contenidos puede ser como ponerle puertas al campo, ya se ha llegado demasiado lejos y además las empresas tecnológicas por un lado colaboran con el Poder, pero por otro ejercen censuras contra determinados mensajes considerados incitadores al odio, por ejemplo, algo que en mi opinión es de dudosa legalidad y efectividad. “La vigilancia y el control de los ciudadanos sobre la Red son urgentes”, sostienen autores como María Pilar Tello. Desde luego es un deseo plausible, pero, ¿qué ciudadanos?, ¿qué tipo de vigilancias?, ¿sobre qué postulados ideológicos, morales, éticos? Julian Assange pasó en poco tiempo de héroe a villano a pesar del enorme bien público que realizó Wikileaks. Bastó que diversas corporaciones mediáticas se pusieran de acuerdo con el poder político, militar y cinematográfico para sembrar en los ciudadanos otra opinión o algo peor: para que ya los jóvenes no sepan quién es.

María del Pilar Tello destaca la sensibilidad que exmandatarios de la ONU han demostrado en relación al problema que nos ocupa y cita por ejemplo a Kofi Annan, Premio Nobel de la Paz en 2001. La inquietud de la ONU prosigue. António Guterres, secretario general de la ONU, ha manifestado:

A pesar de los enormes beneficios, se abusa de las nuevas tecnologías para cometer delitos, incitar al odio, falsificar información, oprimir y explotar a las personas e invadir la privacidad. “No estamos preparados para el profundo impacto de la Cuarta Revolución Industrial en el mercado laboral y la estructura misma de la sociedad”, señaló el titular de la ONU, que indicó que, de aquí al año 2030, decenas de millones de empleos desaparecerán debido a los cambios tecnológicos. (...) se deben crear nuevas redes de protección social y repensar el concepto mismo de trabajo, teniendo en cuenta, a lo largo de la vida, un nuevo equilibrio entre el trabajo, el ocio y otras actividades. Además, es necesario establecer el orden en el espacio sin ley en que se ha convertido el ciberespacio, donde “los terroristas, los supremacistas blancos y todos los que siembran el odio explotan Internet y las redes sociales” y donde la cibercriminalidad cuesta 6.000 millones de dólares al año. (...). “La ONU es una plataforma a medida para esto. Permite que gobiernos, empresas, sociedad civil y otros se unan para desarrollar nuevos estándares y protocolos, definir líneas rojas y establecer reglas flexibles”.

Por su parte, el periodista Gustavo Captevila, ha llamado la atención sobre la pujanza que han adquirido en poco tiempo las corporaciones tecnológicas en lo que se refriere por ejemplo a su valor en bolsa y al control sobre el ciudadano:

Las plataformas digitales ofrecen muchas oportunidades pero controlan los datos de los consumidores, lo que les confiere poder de mercado. Esa situación ha suscitado inquietud en relación con la competencia y la protección del consumidor, reflexionó Kituyi. El caso de la economía digital refuerza la necesidad de cooperación entre las autoridades encargadas de la competencia de todos los países y la Unctad facilita la cooperación entre los organismos de defensa de la competencia, insistió.

Mukhisa Kituyi es el secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad). Los debates se suceden en todo el mundo, en especial en la Unión Europea. Las fuentes documentales son cada vez más numerosas, así como los sitios en red, por no alargarme citaré sólo un texto de 2016, conciso, pero con claras referencias al tiempo en que escribo este texto: Big Data. Hacia la inteligencia artificial, del profesor David Vivancos, del que puede lograrse información en este sitio: http://vivancos.com/. En su análisis, Vivancos constata como uno de los datos más significativos:

Nunca antes el ser humano había generado tanta información como en la actualidad. La explosión de los teléfonos inteligentes, cuya penetración en España supera el 80%, y la aparición del Internet de las Cosas contribuyen a multiplicar la cantidad de datos, el «petróleo del siglo XXI».

Se ha calculado que en 2020 habría, según cálculos de Gartner, más de 20.000 millones de dispositivos conectados en el mundo. El problema -por exceso de bienestar digital- está ahí y quien desee intentar superarlo debe primero conocerlo a fondo. Un gran reto para todos al que poquísimas personas se enfrentarán.