«La toma de decisiones por cualquier ciudadano mejora muchísimo con el conocimiento de las matemáticas»

Dolores Romero Morales. Profesora de la Escuela de Negocios de Copenhague. Matemática e investigadora sevillana, que dirige un proyecto apoyado por la Unión Europea con el fin de mejorar la optimización y transparencia de los algoritmos que se utilizan en numerosos sectores empresariales, ha sido elegida por la Asociación de Sociedades Europeas de Investigación de Operaciones para presidir el comité que coordina el programa de su próximo congreso anual, que tendrá lugar en julio de 2022 en Finlandia.

Dolores Romero Morales colabora muy intensamente desde Copenhague con el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla. / EL CORREO

Dolores Romero Morales colabora muy intensamente desde Copenhague con el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla. / EL CORREO / Juan Luis Pavón

Juan Luis Pavón

La pandemia covid no ha confinado el desarrollo internacional de la trayectoria como investigadora matemática de Dolores Romero Morales. Sevillana, de 50 años de edad, desde 2014 forma parte de la plantilla de profesores e investigadores de la Escuela de Negocios de Copenhague. En 2020 fue elegida editora de la revista de la Sociedad Española de Estadística e Investigación Operativa. Y en 2021 la asociación de las sociedades europeas de esa especialidad, la European Operational Research Societies, cuyas siglas son EURO, la designó presidenta del comité que coordine y establezca la programación de su congreso anual para 2022, que tendrá lugar del 3 al 6 de julio en Espoo (Finlandia), en la sede de la Universidad Alvar Aalto. En la ciudad conocida por ser la cuna de la empresa Nokia.

Una de las iniciativas por las que está sobresaliendo Dolores Romero Morales es haber sido seleccionada en 2018 por la Unión Europea para apoyarla con 1.168.400 euros y llevar a cabo su proyecto de excelencia NeEDS, con el fin de desarrollar innovadores modelos de optimización matemática y algoritmos de alto rendimiento, para ayudar en la toma de decisiones en un entorno de procesamiento de datos, análisis de datos y comunicación de datos con interacción entre personas y computadoras. Está en marcha hasta finales de 2022, en el consorcio que dirige participan universidades y centros de investigación como el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla, la Universidad de Oxford, la de Lovaina (Bélgica), la de Santiago de Chile, la Duke Computer Science (EEUU) y la Copenhagen Business School, y empresas como Repsol, Informática El Corte Inglés, Geographica (de Sevilla), la británica Tesco, la belga Ageas, los institutos nacionales de estadística de Holanda y Dinamarca, y el Banco Estado de Chile.

¿Cuáles son sus coordenadas personales?

Nací en Sevilla, en el barrio de San Lorenzo. Mis padres, al mes de nacer yo, se mudaron a Castilleja de la Cuesta, ahí viví toda mi infancia y adolescencia. Mi padre ha trabajado como mecánico en Syrsa Renault y mi madre es ama de casa. Soy hija única. Estudié en el Colegio Juan XXIII y después en el primer instituto público que abrieron en Castilleja, para después cursar la carrera de Matemáticas en la Universidad de Sevilla. Estoy casada, mi esposo es holandés, lo conocí cuando me fui a Rotterdam para investigar y hacer mi tesis doctoral. Él es especialista en administración de empresas y estrategia, también trabaja en escuelas de negocios. Tenemos dos hijos, un niño y una niña.

¿Dónde consiguió su primer trabajo?

En Jerez, como profesora en la Escuela de Empresariales, en el campus que tiene allí la Universidad de Cádiz. Iba y venía por las mañanas desde Castilleja a Jerez. Por las tardes, me dedicaba a mis proyectos de investigación. Lo combinaba con mucha ilusión.

¿Qué le llevó a dar el salto fuera de España?

Fui a una escuela europea de verano que duraba 15 días. Se dedicaba a aplicar la investigación de operaciones al medio ambiente. Por ejemplo, calcular dónde no poner cerca de ciudades determinadas actividades que no son buenas para el medio ambiente. Vieron mi presentación profesores de la Escuela de Negocios de Rotterdam (Holanda), les gustó y me entrevistaron para plantearme hacer allí el doctorado y estar cuatro años. Las condiciones económicas y de disponibilidad de tiempo eran mejores. Y me fui a Rotterdam, donde estuve desde septiembre de 1996 a octubre del 2000, allí hice la tesis y la defendí.

Tras ese periodo de cuatro años vinculados a su investigación para la tesis, ¿el dilema fue regresar a España o continuar en Holanda?

Fue una decisión difícil. Opté por una plaza de profesor asistente en Maastricht, me presenté al proceso de selección, sabían de mis cualidades porque conocían a los investigadores con los que yo había trabajado en Rotterdam. Me eligieron y eso me dio más horizonte de estabilidad, siempre me ha importado mi seguridad económica. Allí estuvimos tres años muy buenos. Hasta que el año 2003 mi marido y yo decidimos que queríamos conocer otro país, y logré entrar en la Escuela de Negocios de la Universidad de Oxford. Donde estuve trabajando 11 años, hice la escala entera, desde profesor asistente hasta catedrática. Y mi marido trabajaba en otras universidades.

Imagino que sus padres sentirían el orgullo de decir que su hija es profesora en la mítica Oxford.

Sí. El apoyo que siempre me han dado es muy grande. Para ellos es duro tenerme tan lejos, y les fortalece sentirse orgullosos de su hija, siendo humilde nuestro origen. Tanto a ellos, como a amigos que también se dedican a la investigación, les tuve que explicar que no era un paso atrás dejar Oxford para situarme en la Escuela de Negocios de Copenhague. Mi marido tenía una oportunidad bastante atractiva de trabajar con un grupo excelente, y yo también he tenido oportunidades fantásticas. Por ejemplo, la financiación que me concedió la Unión Europea a mi proyecto. La organización de mi escuela me apoya mucho. Yo tengo la suerte de disfrutar mucho en todas partes con mi trabajo. Me considero como un taxista autónomo que va a una universidad, pone su ordenador, y trabaja con personas de muchos países. No pertenezco a un solo lugar.

¿De qué imparte habitualmente clases en la capital danesa?

De optimización, que es lo mío, incluyendo métodos cuantitativos, toma de decisiones en situaciones de incertidumbre, simulaciones. Trabajamos mucho con ordenador. Como doy clases tanto en los máster MBA como en el MBA para ejecutivos, lo mismo tengo como alumnos a un abogado que a un médico o un ingeniero. Por eso es importante que visualicen todo lo que están haciendo a través de simulaciones y ejercicios prácticos. Porque el mundo le está diciendo a esas personas: no hay que ser un matemático, pero entender lo que hacen esos modelos matemáticos te da mucha ventaja en tu capacidad profesional. Y a mí los alumnos también me mejoran, amplía mi oportunidad de interactuar con personas que trabajan en empresas. También imparto un curso de investigación de operaciones, y otro de machine learning, para alumnos de cuarto o quinto año.

¿Es muy variada la procedencia del alumnado?

Mucho. En el MBA Executive de Oxford había más porcentaje de americanos, y podía tener en clase a la vez a veinteañeros que trabajan para empresas financieras en Nueva York o Londres, o al director de un hospital con 60 años de edad. En Copenhague son casi todos europeos, Dinamarca dentro de la Unión Europea da muchas facilidades para captar estudiantes, y no solo tienes alumnos escandinavos, también hay españoles, italianos, griegos,...

¿Qué línea de investigación le empezó a dar reputación?

Cómo modelar para las cadenas de suministro los datos no estáticos vinculados a los picos de demanda, para que esas cadenas se adapten más fácilmente a esos incrementos. Tanto para empresas como la cervecera holandesa Heineken, que se interesó mucho, pero también para compañías del sector sanitario donde la gestión de los suministros es crucial.

Existe confusión sobre qué es big data, qué es machine learning, qué es inteligencia artificial, y otros conceptos. ¿En qué se diferencian?

Cuando le doy clases a mis alumnos, cojo una pizarra y la lleno de vocabulario. Y les digo: no tenemos siempre que cambiar de nombre. A lo que se llamaba antes la minería de datos, ahora preferimos llamarla ciencia de datos. Y le comento a mis alumnos: “Tengo muchos problemas de datos que no tienen por qué ser grandes. A lo mejor, tienen otra complejidad”. Estamos invadidos por el nominalismo. Yo pondría esos y otros nombres dentro de una misma bolsa, la de tomar decisiones automáticas con muchos datos. Dependiendo de la persona con la que hablas, cada uno intenta defender su área. A lo mejor, uno de ciencias de la computación te va a decir que esos modelos son de machine learning. Y un estadístico te dice que esos modelos son de estadística. No lo estamos inventando todo ahora. Las matemáticas que hay detrás de algunos modelos nuevos de 'machine learning' llevan varias décadas desarrolladas. El gran cambio es que tenemos mejores ordenadores y tenemos mucha más capacidad y rapidez de computación y análisis, e inmensa capacidad de almacenamiento en la 'nube'.

¿Cuántas personas trabajan con usted en Copenhague?

Tengo dos estudiantes de doctorado de modo presencial, y otros dos en remoto, y un posdoctorado. Numerosos coautores de mis trabajos de investigación están en diversos países. Tengo mucho apoyo de mi Escuela de Negocios, y estamos intentando aplicar nuestros modelos a otras áreas, como la de salud digital.

¿Cuál es el punto de partida del proyecto europeo que dirige?

Fomentar la transparencia de los algoritmos, que no sean cajas negras difícil de comprender, y a la vez favorecer la protección de datos. Tenemos que pensar modelos para mejorar la productividad de la empresa y también para la protección del individuo. Es un campo enorme de investigación. Para ello, me presenté a una de las líneas del programa europeo de excelencia Marie Curie, que fomenta la creación de redes de colaboración entre universidades y empresas, que incluyen intercambios de varios meses para agilizar la transferencia de conocimiento. Por ejemplo, yo hice una estancia en Madrid en la sede central de Informática El Corte Inglés, igual que estuve en el Instituto Holandés de Estadística.

Dígame un ejemplo práctico de transparencia.

Los bancos utilizan modelos matemáticos para decidir si a una persona le dan o no un préstamo. Si no están bien planteados y la decisión es injusta, queda consolidada en el futuro como un dato cierto. Y el modelo lo utilizará una y otra vez en el futuro como un dato inobjetable. Y eso se va extendiendo con el tiempo. Por eso es importante detectar sesgos en los datos para que los algoritmos no amplifiquen esos sesgos. Para ello, tenemos que dar explicaciones contrafácticas. Por ejemplo: si me habéis rechazado para un préstamo, qué informaciones son necesarias para que en el futuro eso se corrija y se conceda el préstamo. Es un tema de gran trascendencia, ayudar a mejorar las decisiones, por eso el proyecto es multidisciplinar, e intervienen empresas como Repsol, que es de energía, o Tesco, que es de supermercados, o bancos como el estatal de Chile.

Cada vez nos condiciona más la huella digital de nuestra vida, sea veraz o incierta.

Sí. Tengo colegas en Copenhague que estudian los modelos que se utilizan en los departamentos de recursos humanos. Y esos modelos cada vez son más digitales, intentan tomar decisiones con métricas sobre la huella digital de una persona. Seamos conscientes de que un algoritmo es una máquina muy poderosa. En manos de alguien que no la utilice bien, puede ser muy peligrosa. Como la dinamita, hay que dejarla en manos de quien haga un buen uso de ella. Por eso cada vez hay más investigaciones sobre la ética en inteligencia artificial, para ayudar desde las matemáticas a corregir la discriminación. En la edición 2020 del congreso internacional de investigación sobre operaciones, celebrado desde Atenas, hemos tenido sesiones sobre ética.

¿Cómo la han elegido para presidir el comité del Congreso Europeo de Investigación Operativa 2022?

Fui propuesta por el comité que integra a las sociedades de investigación operativa que existen en Europa. Y estoy coordinando todo el conjunto de trabajos e investigaciones que se presenten en el congreso. Es un orgullo para mí. En la evolución de este tipo de congresos hacia un formato híbrido, vamos a tener unas 2.500 ponencias grabadas en video. En Atenas 2021 hubo 300 expertos de modo presencial y más de 2.000 lo hicieron a través de video por no viajar a causa de la pandemia covid. Y todo estaba disponible durante dos meses. Es un recurso impresionante, que facilita la comunicación. Detrás de eso hay mucho trabajo, todos hemos que tenido que aprender a adaptarnos, igual que para diseñar el de 2022.

La pandemia ha incrementado la importancia de la incertidumbre como factor. ¿También está influyendo desde el punto de vista temático sobre la influencia de la incertidumbre?

Refuerza tendencias para investigar sobre la desigualdad, sobre la sostenibilidad, sobre las cadenas de suministro. En general, percibo que hay muchas personas que no son capaces de asimilar la velocidad de la incertidumbre como patrón de vida. Y creo que hay focos políticos de polarización ideológica que intentan hurgar en el miedo de muchos sectores de población que no están acostumbrados a una vida de incertidumbres, sino a una vida de: “Esto es así, sea así o no. Estas son mis coordenadas. Yo, con esto funciono”. Ya sean personas de clase alta o de clase humilde, ya sea gente con dinero o sin dinero, ya sea gente con trabajo o sin trabajo seguro... “Este es mi mundo. Y en función de eso, yo me organizo mi vida y mi mentalidad”. Sin embargo, hoy en día, cada vez más hay oportunidades o cambios que tienen que ver con la incertidumbre. Y hay muchas personas que se resisten a asimilar eso, son contrarios al riesgo. Y eso provoca mucha radicalidad, porque es una reacción inconsciente de miedo.

¿Qué retos tiene en mente para los próximos años?

Seguir ayudando a la comunidad de expertos en investigación de operaciones, y seguir creciendo como grupo, es una de mis ambiciones. Intento que el tema de la transparencia, que me importa mucho, no solo consista en publicar artículos en revistas científicas sino también que se hable de ello en los medios de comunicación, que llegue a la ciudadanía. Y que además toda la ciudadanía sea consciente de que su toma de decisiones mejora muchísimo cuando tiene mejor conocimiento de las matemáticas.

¿Mantiene muchas vías de cooperación con investigadores y entidades de Sevilla?

Es muy grande mi colaboración con el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla, el IMUS. Con profesores como Emilio Carrizosa, que es uno de los coautores de muchos de mis trabajos de investigación, y Rafael Blanquero. He supervisado a tres de las doctorandas del IMUS, ahora una trabaja en Escocia, una en Madrid y una en Francia. En la actualidad, estoy supervisando a otras dos. Todas son chicas. No es casualidad. Cada vez hay más mujeres que destacan en la investigación matemática.

¿Hasta qué punto puede ser importante para Sevilla ser sede en 2024 del Congreso Europeo de Matemáticas?

Es un congreso de enorme importancia y siempre aporta un impacto muy favorable en la ciudad donde se organiza. La internacionalización del IMUS ya es muy notable, ha acogido a académicos de alto nivel y se han satisfechos por el nivel de su actividad, pero la realización del congreso multiplicará esa dimensión porque se abrirán muchas más vías de colaboración, y eso será muy beneficioso para muchos jóvenes en sus inicios como investigadores.

Con su perspectiva internacional, ¿cómo ve la evolución de Sevilla?

Es muy positiva. Si me centro en la dimensión académica, se ha avanzado mucho en financiación para la investigación y en formación de doctorandos. Y la Universidad de Sevilla está destacando por lo bien que divulga las matemáticas a la sociedad, y espero que siga más y más en esa línea. Falta sacarle más partido a esos esfuerzos, porque muchos no pueden volver a Sevilla para trabajar y aplicar sus conocimientos y proyectos, tras sus años de investigación en el extranjero. Falta esa inversión complementaria que permita ser más competitivos.

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