Las bibliotecas levantan cabeza tras la crisis

Más de cien mil socios. Medio millón largo de visitas a los 14 centros de la ciudad a lo largo del último año dan una idea de la recuperación de una red que, según el Ayuntamiento, estaba literalmente «abandonada»

02 mar 2017 / 08:10 h - Actualizado: 02 mar 2017 / 17:03 h.
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  • Un usuario consulta uno de los cerca de 200.000 libros repartidos entre las diversas bibliotecas públicas municipales de Sevilla. / El Correo
    Un usuario consulta uno de los cerca de 200.000 libros repartidos entre las diversas bibliotecas públicas municipales de Sevilla. / El Correo

Además de una sonrisa permanente que le daba expresión de teleñeco y una colección de revistas porno escondidas en el techo de la cabina del ascensor de su casa –la cultura, como él la llamaba entre vítores y loores–, el joven Jesús C. tenía a comienzos de los ochenta dos aficiones que lo hacían muy visible por las calles de Sevilla: la primera era que todos los domingos por la mañana, daba igual el tiempo que hiciera, cruzaba desde Triana con una larga caña de pescar al hombro y un cestillo de mimbre, camino del Muelle de la Sal, donde pescaba el mismo número de peces que de novias. La segunda, que todas las tardes de vacaciones, mientras el asfalto gemía y se achicharraba el silencio en las calles, él salía, a las horas más disparatadas de la siesta, caminando como si tal cosa hacia la biblioteca pública de la calle Alfonso XII, que en gloria esté (el rey y la biblioteca), y allí, tras hacer gala de sus propiedades ignífugas durante la caminata, se metía al fresquito a leer libros sobre la República, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, sus pasiones documentales. Jesús conocía todos los entresijos del duelo entre Rommel y Montgomery sobre las arenas africanas, toda la verdad sobre los sucesos de Casas Viejas y el porqué de que los italianos no tomaran Madrid cuando lo tenían más a huevo. Jesús gozaba, sobre todo, de una peculiaridad fascinante: su conversación.

Hoy, 35 años después, los dos hijos de este sonriente paisano tienen frente a su casa una de las catorce bibliotecas municipales de Sevilla, de las que son socios aunque con desigual afición. Casi todo lo que leen lo bajan de internet, y eso les imprime cierta pereza procedimental. La cultura –la de las revistas porno escondidas no, la otra, aunque la primera también– ha dejado de costar sudores y caminatas, ha dejado de ser la recompensa a un esfuerzo, y se la encuentra uno por su casa, en las estanterías o en el ordenador, o a la vuelta de la esquina. Para leer ya no hay que ir a la calle Alfonso XII a la biblioteca pública; ahora, el Ayuntamiento las tiene en Los Carteros, Parque Alcosa, Torreblanca, Triana, San Julián, Feria, El Cerro, Torreblanca, Torneo, Bellavista, Torneo... Pero con todo, ambos jóvenes se prodigan por allí en busca de novedades, bibliografía de consulta y rarezas. Se ve que no es algo excepcional, ya que las bibliotecas municipales sevillanas prestaron el año pasado 256.241 libros. Eso viene a ser, en términos estadísticos, un libro por cada tres personas. Más elocuente se antoja la cantidad de socios inscritos: 102.121. Uno de cada siete sevillanos tiene carnet de la biblioteca.

Si estas dos cantidades pueden considerarse halagüeñas, desde luego que no habrá sido gracias a la crisis. Repasando las novedades de las bibliotecas hispalenses para el presente ejercicio, el director del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS), Paco Cerrejón, comenta que si los datos son propicios es porque a estas instituciones se les ha metido una botella de oxígeno de las gordas: «Era un desastre», afirma. Durante la crisis –el equipo de gobierno socialista prefiere la expresión con Zoido–, su estado era preocupante. «Hubo un año en que hubo cero euros para libros», recuerda Cerrejón. «Lo que hicimos fue doblar el presupuesto para actividades y multiplicar por cinco –de 12.000 a 60.000– el de adquisición de libros, porque las bibliotecas estaban abandonadas literalmente. Así que lo primero que estamos haciendo es recuperar el camino perdido, y en Sevilla la biblioteca es una herramienta básica. No entendemos esa ignorancia ante un derecho tan democrático como el derecho a la lectura, a acceder a los libros. El esfuerzo, a día de hoy, es para recuperar el tiempo perdido, andar el camino que tenía que haberse andado y considerar las bibliotecas como un pilar básico de la estructura cultural de la ciudad, como ocurre en cualquier ciudad contemporánea europea».

Es cierto que los años más críticos del hundimiento económico nacional, las bibliotecas de Sevilla no recibieron muchos mimos: el gobierno popular del hoy ministro Juan Ignacio Zoido entendió que había otras prioridades. Desaparecieron de ese modo los cuentacuentos, las lecturas, todas esas actividades para niños y mayores que hasta entonces, durante la era Monteseirín, habían hecho de estos lugares asociados a los centros cívicos verdaderos puntos neurálgicos de la actividad cultural en su vertiente más popular, más pegada a la gente. Se editaban entonces vistosos programas con todo lo que se podía hacer cada mes en El Esqueleto, en Luis Cernuda, en Julia Uceda, en Las Columnas... Todo eso desapareció como arrasado por el cataclismo económico.

De momento, la idea es afianzar lo conseguido e ir poco a poco a más. «El año pasado en actividades culturales estuvo bien, llenamos bastante la agenda cultural, y creemos que el camino no es el crecimiento sino reforzar lo que hay», dice el director del ICAS. «Seguimos en la política de aumento de inversiones en las adquisiciones de libros, sobre todo viendo el desastre de que hubo años de cero euros para compra de libros. El año pasado ya multiplicamos por cinco y este año subimos un porcentaje no tan importante, pero mantenemos el alza. Diez o veinte mil euros más». Además, «tan abandonadas estaban las bibliotecas» que el Ayuntamiento tiene previsto destinar entre 60.000 y 80.000 euros a la rehabilitación y mejora de los edificios que las albergan.

Además de lo dicho, los números del Ayuntamiento en materia de apoyo al libro y la lectura son los siguientes: «La Casa de los Poetas y la partida de actividades de la Red de Bibliotecas doblaron en 2016 la cantidad de 2015, llegando a los 230.000 euros», dice Cerrejón. «Se creó también en 2016 una orden de subvenciones de apoyo a las bibliotecas y librerías dotada con 100.000 euros. Se mantuvieron con ligeras subidas las subvenciones nominativas a la Feria del Libro, a la Feria del Libro Antiguo y a la Academia de las Buenas Letras, 75.000, 18.000 y 15.000 euros, respectivamente». En total, el Ayuntamiento invirtió en esa misión 442.652 euros.

Además de las catorce bibliotecas municipales –no se habla aquí de otras, como la provincial, las universitarias y demás, que serían capítulo aparte–, en Sevilla hay un bibliobús actualmente fuera de servicio. Junto con las cifras antes señaladas, los datos estadísticos de la red municipal de bibliotecas de Sevilla entre enero y diciembre de 2016 hablan de un total de 1.251 puntos de lectura y 195.444 ejemplares disponibles (libros y demás). El número de préstamos a domicilio ascendió a 172.225 y las descargas de libros electrónicos sumaron 84.016. En cuanto a las actividades de promoción de la lectura (paseos literarios, cursos, recitales, juegos infantiles, talleres temáticos y otras diversas), a lo largo del año pasado fueron 349, y en sus distintas sesiones participaron 21.320 ciudadanos.

Tres de estas actividades resultan especialmente ilustrativas de la filosofía que impregna las bibliotecas de Sevilla: la atención a la infancia, la participación de los ciudadanos y la interacción con los usuarios con ayuda de las nuevas tecnologías. Como ejemplo de lo primero destaca la exposición El cómic como medio, que comenzó a mediados de febrero en la de Bellavista (Luis Cernuda), ahora está en Los Carteros y recorrerá luego las demás a lo largo del año, hasta diciembre, confiando en los tebeos como género en sí mismo y como tradicional puerta de entrada de los chavales al mundo de los libros.

En el aspecto de la participación, destaca el consultorio literario Escritor de cabecera, que se puso en marcha en otoño pasado, consistente en apuntarse a breves sesiones de trabajo con escritores locales para presentarles escritos, resolver dudas y aprender de sus habilidades y técnicas. Se trata no solo de animar el cotarro lector en una ciudad que no se caracteriza precisamente por su amor por los libros (el concejal de Cultura, Antonio Muñoz, no tuvo reparos en afirmar durante la presentación de esta actividad que «Sevilla es una de las ciudades europeas con una tasa de no lectores más elevadas» y que el empeño municipal está en cambiar eso); también se busca estimular a los paisanos a que tomen la iniciativa literaria.

En cuanto a las nuevas tecnologías al servicio del fomento de la lectura y de la interacción entre bibliotecas y usuarios, a finales de octubre se inició el proyecto online La familia lee; una idea alojada en la web www.bibliotecas.sevilla.org encaminada a ayudar a los padres y ofrecerles pautas, recomendarles libros, crear un foro de encuentros con las familias para comentar experiencias y resolver dudas...

Las bibliotecas no consisten solo en libros. Nada que ver, obviamente, con lo que sucedía hace 35 años bajo los achicharrantes calores de la calle Alfonso XII, adonde iba el heroico paisano que abre estas líneas a pescar una insolación como las de los rubicundos soldados del mariscal Erwin Rommel en El Alamein. En Sevilla, solo durante el año pasado, 5.779 personas se apuntaron como socios de la red de bibliotecas. No todo está perdido en esta larga y hermosa guerra.