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Las gasolineras dejan de ser territorio sin ley

Pese a la imagen de desprotección que se generalizó con asesinatos como el del Padre Coraje, la implantación de medidas de seguridad han facilitado el descenso drástico de los sucesos en estos escenarios

13 ene 2017 / 16:41 h - Actualizado: 15 ene 2017 / 08:31 h.
"Sucesos","Gasolineras","Un negocio en transición"
  • A la derecha, Manuel Chaves, empleado de la pequeña gasolinera de la Carretera de Su Eminencia. A la izquierda, Encarni Valverde, de la estación de servicio donde abandonaron un cadáver en 2015. / Fotos: Juanma Moro
    A la derecha, Manuel Chaves, empleado de la pequeña gasolinera de la Carretera de Su Eminencia. A la izquierda, Encarni Valverde, de la estación de servicio donde abandonaron un cadáver en 2015. / Fotos: Juanma Moro
  • Cámara de vigilancia en el exterior de una gasolinera.
    Cámara de vigilancia en el exterior de una gasolinera.
  • Las gasolineras dejan de ser territorio sin ley
  • Surtidores de combustible para automóviles.
    Surtidores de combustible para automóviles.
  • Las gasolineras dejan de ser territorio sin ley

La cultura popular mantiene el cliché de que uno de los trabajos más peligrosos que existe es el de las gasolineras. Casos como el tremebundo del Padre Coraje (su hijo Juan Holgado fue asesinado de forma salvaje, a cuchilladas, cuando trabajaba por la noche en una gasolinera de Jerez de la Frontera, en el lejano 1995). Ríos de tinta y una miniserie de culto en la TV contribuyeron a asentar una imagen que, 22 años después, el sector califica de desfasada.

De hecho, solo aparecen en la hemeroteca dos sucesos importantes en Sevilla y su provincia (no pequeños robos y hurtos) relacionados con gasolineras de la provincia en los últimos dos años. Uno ocurrido en noviembre de 2015, cuando tres hombres dejaron a un cuarto malherido en una gasolinera frente al polígono Calonge –quien fallecería en el mismo establecimiento, lo que afectó a los ánimos de la empleada que allí estaba, recuerda hace unos días la trabajadora Encarni Valverde–.

El otro suceso pasó en El Viso del Alcor. Los ladrones impactaron un camión contra la caseta de ladrillo de la oficina de los surtidores de Ballenoil en el polígono Poliviso de madrugada, cuando no había allí ningún trabajador. Se llevaron la caja fuerte, de 300 kilos en diciembre de 2016. Desde la estación de servicio se negaron a hacer más comentarios.

La gasolinera del Calonge además solo se vio implicada en el delito de forma circunstancial. Porque estaba camino del hospital. El asesinato se había producido en una finca de Carmona, cuando el guarda de una finca de ese municipio descerrajó dos tiros con una escopeta de calibre 12 (de efectos devastadores a corta distancia) a menos de cinco metros a la víctima cuando ésta atacaba al dueño de la finca. Otros tres acompañantes intentaron llevar a la víctima a un centro sanitario, pero solo llegaron a esta gasolinera de la Ronda Norte de Sevilla.

Pese al susto del abandono del cadáver, Encarni y sus compañeros no se sienten inseguros. La estación de servicio presume de no haber sufrido un solo atraco desde 2012 –otra de la misma compañía en una carretera de La Rinconada sí los ha sufrido–. La trabajadora lo achaca a que están abiertos las 24 horas y en los cambios de turno siempre hay dos trabajadores (los atracos suelen ocurrir ahora cuando las gasolineras están vacías) y de hecho solo ha tenido miedo cuando en otra gasolinera abría el establecimiento a las seis de la mañana y lo cerraba a las 22.00 horas, con todo el dinero, en medio de la nada y la noche.

«Pero aquí está todo cerrado cuando cae la noche y la policía se presenta nada más los avisamos. Fuera de lo del cádaver aquí solo se quedó a intentar dormir un señor entre los surtidores».

Su jefe, Alfonso Rodríguez, explica las medidas de seguridad: cámaras de vigilancia y una oficina blindada en la que por la noche queda protegido y encerrado el empleado, con alarmas a la policía y, por si fuera poco, el paso «frecuente» de guardias civiles que se detienen a repostar (y de paso ayudar con un café a seguir la patrulla).

Ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil dicen tener catalogados los delitos cometidos en gasolineras. La imagen de tranquilidad la completa el presidente de la Asociación de Empresarios de Estaciones de Servicio de Sevilla, Roberto Sáenz: «el delito más frecuente, y es mi impresión porque no llevamos registro de ello, ocurre cuando hay quien llena el depósito y se va sin pagar. Luego están los pequeños hurtos en las tiendas de las gasolineras. No es como hace años, en los que eran frecuentes los atracos». A Sáenz le preocupan las «gasolineras desatendidas» porque en las que tienen personal se da cuenta a la policía de cada comprador de gasolina que no reposta. «Es que se puede utilizar para fines ilícitos, como fabricar explosivos», pero en la conversación insiste en que los riesgos para la seguridad de empleados o consumidores son «anecdóticos» desde que se generalizaron la vigilancia con cámaras de seguridad y los cristales blindados capaces de soportar un alunizaje (uso del coche en marcha como ariete para reventar puertas cerradas o escaparates).

El resto de patronales provinciales de España mantiene una visión similar de la seguridad en sus establecimientos.

La sensación en otras gasolineras es parecida. La Rana Verde está en la esquina entre la Carretera de Su Eminencia y la avenida de La Paz, frente a los bloques de peor fama de Sevilla.

Sin embargo, el empleado Manuel Muñoz presenta aquello casi como si fuera un fortín para aguantar las largas noches con las Tres Mil a un tiro de piedra, la soledad del empleado de gasolinera y toda la recaudación.

«Hace dos años sufrimos un atraco, pero fue una cosa light que se resolvió sin problemas. Aquí el peligro está más en el hurto, y es peligro para las cosas, no para nosotros», apostilla.

No lejos de allí, en la recta que lleva por la Carretera de Su Eminencia al Cerro del Águila está la minúscula gasolinera donde trabaja Manuel Chaves –así dice llamarse–, rotulada como Gasolinera Su Eminencia, aunque el mono que lleva Manuel reza Gasolinera Isbiliya. Lleva dos años sirviendo combustible sin más protección que una garita minúscula. Uno imagina que el tractor del atraco de El Viso se podría llevar la garita entera con el empleado dentro sin problemas.

Pero tampoco ha sufrido atracos aquí. Manuel sí sufrió uno hace ocho años, en una gasolinera de Los Remedios, y es plenamente consciente de que está «en la calle, expuesto, pero si piensas en eso te tienes que ir de este trabajo. Hay compañeros que están con el tema (señala a su cabeza) y tienen que dejar el puesto».

La experiencia del atraco la recuerda perfectamente. Le abordaron tres jóvenes con espadas y con cascos puestos. Y siempre está la duda: ¿Vienen solo a por el dinero y si accedo a dárselo me dejarán en paz o esta vez es «el loco que viene a pinchar (dar una puñalada)».

Eso sí, un compañero suyo sí sufrió un atraco en esta estación de servicio hace cosa de un año. Pero no le sucedió nada. Los ladrones escaparon con el botín y él solo se quedó con las piernas temblando un rato, hasta que el trasiego de clientes le hizo que el mal trago se fuera desvaneciendo.

A pesar de lo débil que parece la gasolinera de Manuel, los cristales de la garita están blindados y hay cámaras de seguridad. Lo que realmente parece molesto es aguantar ahí las ocho horas de un turno de trabajo sin servicios a la vista o con el compresor del aire acondicionado averiado desde hace meses, como aprovecha el empleado para quejarse.