Son y están

«Los derechos no se mantienen por sí solos, hay que defenderlos»

Marina Jiménez Morgado. Presidenta de la Federación de Madres y Padres de Alumnos de Sevilla. Está revitalizando la participación tanto reivindicativa como colaborativa de las familias en la mejora de la educación pública, desde una inusual independencia respecto de los partidos políticos que han gobernado o gobiernan Andalucía.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
01 dic 2019 / 14:44 h - Actualizado: 01 dic 2019 / 14:46 h.
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  • Marina Jiménez, bióloga, madre de dos niños, preside la federación sevillana de ampas. / JESÚS BARRERA
    Marina Jiménez, bióloga, madre de dos niños, preside la federación sevillana de ampas. / JESÚS BARRERA

El miércoles 4 de diciembre se va a debatir en el Parlamento de Andalucía sobre una proposición de ley cuya génesis emana de la movilización más amplia y llamativa que ha tenido lugar en el ámbito educativo de Sevilla durante los últimos años. Pues la ley para la mejora de las condiciones térmicas y ambientales de los centros educativos andaluces mediante técnicas bioclimáticas y uso de energías renovables fue impulsada hace año y medio por la Plataforma Escuelas de Calor, que aúna a casi 200 asociaciones de madres y padres de alumnos de Sevilla y provincia, y que desde 2017 ha puesto en evidencia las pésimas condiciones de multitud de aularios de colegios e institutos, donde en los primeros y últimos meses del curso hay horas en las que los niños y niñas están recibiendo clase a más de 35 grados a la sombra.

Marina Jiménez, que preside el AMPA Vicente Benítez, del Colegio Prácticas, en la calle Beatriz de Suabia, de Sevilla, fue una de las personas que impulsó esa plataforma y dejó su coordinación para protagonizar con otros compañeros de la misma otro hito en el panorama educativo sevillano: presentarse y ganar las elecciones para gestionar Fampa, la federación provincial de las ampas sevillanas, cuya junta directiva era mucho más complaciente con el poder político que con las miles de familias protestando por la temperatura que sufren alumnos y profesores, que nada tiene que ver con la que se trabaja en los organismos públicos.

Nacida en Sevilla hace 42 años, Marina Jiménez es bióloga y trabaja como técnico de laboratorio en la Facultad de Biología de la Universidad de Sevilla. Su marido es profesor en dicha facultad, se conocieron cuando hacían la carrera. Tienen dos hijos, niño y niña de 10 y 6 años de edad, respectivamente. Viven en Ciudad Jardín, que es el barrio donde ella siempre ha residido. Estudió en el Colegio Alfonso X el Sabio (ya no existe, es el lugar donde ahora está el campus de EUSA) y en el IES Ciudad Jardín.

¿Su preocupación por la enseñanza le viene de cuna?

Sí, mi padre y mi tío han sido maestros, y he conocido ampliamente, por múltiples vivencias de ellos, lo complicado que es el trabajo de los docentes. He visto cómo muchos años después hombres y mujeres de 50 años paran a mi padre por la calle cuando se lo encuentran y le dan las gracias por la labor educativa tan buena que hizo con ellos. Y cómo ha ido perdiendo peso el rol de los maestros y maestras, cómo los cambios normativos y los cambios sociales han restado autoridad moral a su figura.

¿Cuándo comenzó su implicación en una asociación de madres y padres de alumnos?

En el curso 2012-2013, cuando mi hijo Daniel entró con 3 años en el Colegio Prácticas, tanto Javier, mi marido, como yo teníamos claro que queríamos implicarnos no solo en la educación de nuestros hijos en el hogar sino también en el colegio. Porque no consiste en dejarlo cada día en la puerta, sino participar y poner en marcha proyectos. Y además habían hecho un llamamiento porque pocas familias se estaban vinculando. Nos metimos de cabeza tanto en el AMPA como en el Consejo Escolar. Como ciudadanos, hay que ser conscientes de que los derechos no se mantienen por sí solos, hay que defenderlos. Y que no todo funciona a la perfección, puedes hacer algo por mejorarlo.

¿Qué le le llamó inicialmente más la atención?

Los recortes en Educación habían sido contundentes. Y los maestros y maestras están saturados de obligaciones burocráticas, lo que causa muchas veces que se dejan de hacer actividades que para mí en la infancia eran de lo más normal, y que no tengan tiempo ni para escucharte aunque quieras ayudarles.

¿En el sistema educativo hay multitud de reivindicaciones formuladas desde ámbitos que operan como compartimentos estancos: sindicatos, profesores de una determinada asignatura, inspectores, ampas, autoridades autonómicas versus las nacionales, patronales del sector de la enseñanza, etc.? ¿Hasta qué punto las partes cosen o descosen el todo?

Quizá el movimiento Marea Verde es el primero que aúna bien a colectivos como familias, interinos, sindicatos, etc. Es muy importante consolidar el concepto de comunidad educativa. En el Colegio Andalucía hicimos un taller sobre comunidades de aprendizaje, y los directores y jefes de estudio que habían puesto en marcha esa iniciativa admitían que hay docentes a los que da reparo relacionarse con las familias porque sienten que les van a juzgar y que acuden a criticarles. Lo mejor para los docentes es sentir el apoyo de las familias y lo mejor para las familias es que los docentes participen y respalden sus reivindicaciones. Muchas veces nos dicen: “Sois las familias las que tenéis que hacer presión, porque sí os hacen caso”. Les respondo: “Sí, pero con vosotros al lado, no haciendo presión cada cual por separado”.

¿Cómo surgió la plataforma Escuelas de Calor?

En la primavera de 2017. En encuentros con otras ampas, y en el grupo de WhatsApp compartido, surgía cada vez más la queja por la falta de climatización. Vimos que no tenía sentido hacer cada uno la guerra por su lado, ni intentando resolverlo las propias familias comprando ventiladores o equipos de aire acondicionado. No podemos seguir con la costumbre de resolverle la papeleta a la Administración pagando de nuestro bolsillo el equipamiento y la intendencia. Había que centrarse en exigir las mismas condiciones climáticas que tiene cualquier otro edificio público, y abogar por la edificación sostenible, por la conciencia ambiental. Y poner de manifiesto que hay colegios de reciente construcción que parecen hechos para el clima de Finlandia y no para el de Sevilla.

¿Buscaron aprender de expertos en la materia?

Sí, en Sevilla hay muchas personas con gran fundamento y experiencia práctica en estos temas, como el grupo de Hábitat Sostenible en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Hispalense. Y descubrimos que ya existían muchos precedentes en los que la Administración había pasado de aplicar avances bioclimáticos en los edificios de colegios e institutos.

¿Es fácil convencer con argumentos medioambientales a otros padres y madres?

Les decíamos: ¿cada vez que tu hijo o hija cambie de clase o de curso vas a estar pagando un aparato de aire acondicionado? A este paso, cuando los llevemos a un centro de salud, también tendremos que aportar las gasas, las tiritas, el hilo para que le cojan los puntos... A todos nos preocupa que nuestros hijos estén varios meses de primavera y otoño a 35 grados en las aulas. Pero en muchos casos ni con esos aparatos se soluciona. Hay plantas altas de algunos colegios que carecen de aislamiento, y ni poniendo las máquinas a tope de frigorías bajará la temperatura de modo significativo.

¿El carácter imaginativo y divertido de sus movilizaciones de protesta fue clave para que se erigiera en un movimiento sin precedentes por la cantidad de ampas vinculadas y por su gran repercusión en la opinión pública?

Sí, y se lo debemos, entre otros, a compañeros como Raúl López, del AMPA en el Colegio Valdés Leal, de Sevilla, por la creatividad y frescura de las campañas que se propagaban a través de redes sociales. Constatamos que estábamos reivindicando algo que era evidente pero que nadie había puesto colectivamente de manifiesto. Y teniendo implicados también a abuelos, tíos, primos. Y una tarde de junio sentamos juntos dentro de un aula, pasando el mismo calor que los niños, a representantes de todos los grupos parlamentarios andaluces.

¿Hubo intentos de instrumentalizarles de modo partidista, y de sumarse personas cuyo objetivo es delatar lo que están haciendo o estropear su aureola de colectivo independiente?

Sí, de eso tuvimos muchos. Hubo un momento en que empezamos a ver que nos querían utilizar desde la Consejería de Educación y desde algunos partidos políticos. En ambos frentes lo evitamos. Y también les hicimos ver a jefes de servicio de la Delegación Provincial de Educación que cuando se nos convocaba a una reunión, tenían que facilitarnos antes la relación de temas a tratar y la documentación sobre los planes que querían presentarnos. Para escuchar un monólogo sin haber podido prepararnos para la reunión, para eso no íbamos. Eso fue un punto de inflexión porque en la Administración autonómica se dieron cuenta de que no estábamos metidos en un redil.

¿Cuál es el principal logro alcanzado por Escuelas de Calor?

Haber logrado que se tramite en el Parlamento andaluz el proyecto de ley de bioclimatización de los centros educativos públicos. Más los centros concertados de educación especial en sitios especialmente desfavorecidos. Pocos colectivos han conseguido algo así. Hay que destacar la labor de Teresa Pablo, del AMPA en el IES Pablo Neruda, de Castilleja de la Cuesta. Por desgracia, la ley no llegó a aprobarse, se quedó a un pleno de ser debatida y votada, porque Susana Díaz adelantó las elecciones y quedó disuelto el Parlamento.

¿Cómo se ha retomado, y con la primera alternancia en el gobierno autonómico?

Con mucha decepción por nuestra parte. Antes sufrimos al PSOE, ahora PP y Ciudadanos le están metiendo enmiendas en la segunda tramitación que representan el 'donde dije digo, digo Diego'. Se alargan muchísimo los plazos para materializar la climatización, se hace depender de la consecución de fondos europeos, se convierte en un proceso menos participativo de toda la comunidad educativa. El miércoles 4 de diciembre se va a consumar en el Pleno del Parlamento andaluz la tramitación de una ley a la que, con tantos recortes, han dejado inválida. Y el Gobierno andaluz no ha consignado ni un euro para bioclimatización de los centros educativos públicos en 2020. Pero no nos vamos a conformar. Y también por eso, el 15 de diciembre, participaremos en Sevilla en la manifestación por la defensa de la calidad en la enseñanza pública, finalizará en Plaza Nueva.

¿Presentarse para gestionar la federación de ampas de Sevilla y provincia fue consecuencia natural de la ebullición de Escuelas de Calor?

Lo hicimos porque quienes encabezaban su junta directiva nos pusieron trabas, nos dieron largas y sacaron comunicados en los que derivaban al Gobierno central las responsabilidades sobre las políticas de energías renovables, cuando el tema de las condiciones de los edificios escolares es competencia autonómica. Si habíamos criticado tanto cómo se gestionaba la Fampa, pues nos liamos la manta a la cabeza para conformar la candidatura y presentarnos cuando descubrimos que de modo sorpresivo a finales de 2018 se había adelantado la convocatoria de renovación de la junta directiva. Aunque hubo maniobras raras, como las llamadas telefónicas que recibieron muchas ampas siendo informadas únicamente de la existencia de la candidatura continuista, al final ganamos las elecciones el pasado 18 de diciembre.

¿Cuáles son las peticiones más usuales que elevan las ampas a su federación?

La mayoría son las vacantes no cubiertas de profesores, la falta de personal para los alumnos con necesidades especiales, y las carencias o deficiencias en infraestructuras y equipamientos, muchos son de titularidad municipal, y se van quedando obsoletos. Ha de saberse que en algunos colegios no solo llevan los padres el papel higénico y los folios, sino que además hay pizarras digitales en las llamadas Aulas TIC porque las han comprado las ampas o porque las han regalado las editoriales. El archivador con todas las quejas enviadas por escrito a la Fampa durante el pasado curso escolar pesa tres kilos. Se lo dijimos al delegado provincial de Educación: tenemos tres kilos de reclamaciones.

¿Y qué pesa más en su ánimo?

La desatención al alumnado con necesidades especiales. Hay que luchar por hacer real la promesa de la educación inclusiva. Y cuando dejas a esos niños y niñas un mes sin profesores preparados, sus procesos de integración se retrasan mucho más que un mes. Es una broma decir que existe educación inclusiva cuando no se les da lo más básico: profesionales que trabajen con ellos. El martes 3 de diciembre están convocadas las Ampas en la sede del Defensor del Pueblo Andaluz para presentar todas las reclamaciones sobre cada caso de vulneración de derechos que están sufriendo esos alumnos.

¿Cómo compagina la presidencia de la Fampa con sus obligaciones profesionales y familiares?

Funcionamos de modo muy colaborativo, el nuestro no es un estilo presidencialista. Somos muy ágiles interactuando a través de WhatsApp y de correo electrónico, así tenemos organizados varios grupos de trabajo. Una vez al mes, la junta directiva se reúne presencialmente. Intentamos orientar mucho y dar formación a todas las ampas para que tengan el conocimiento de cómo ser resolutivas por sí mismas, y cómo crear lazos con los equipos directivos y con los profesores. Algunas son desde hace años un ejemplo a seguir. Como el AMPA del Colegio Ana Josefa Mateos, de El Cuervo, que han sido capaces de involucrar a buena parte del pueblo para defender la mejora de sus colegios públicos. O el AMPA del Colegio Fernando Feliú, de Gerena, que han articulado la Plataforma Gerena por un Cole Nuevo, ante las graves deficiencias del actual.

¿Qué opina de las decisiones tomadas hasta ahora por el nuevo consejero de Educación, Javier Imbroda?

Aunque presume de que se va a apoyar más que nunca a la educación pública, me temo que va a ser todo lo contrario. Antes sufrimos la devaluación de la educación pública con el PSOE, y ahora el PP y Ciudadanos van a seguir devaluándola. Y nos preocupa que Imbroda está dialogando poco tanto con los colectivos de profesores como con las plataformas de ampas. A nosotros nos ha llamado colonizadores de las escuelas. Tiene que abandonar esa postura y escuchar más. Si hablara con los directores de los centros, le dirán que las familias son el menor de sus problemas.

¿Le ha gustado el nuevo reparto de número de horas semanales de clase para las diversas materias?

A mi juicio, han perdido demasiadas horas las materias sociales, naturales, científicas y artísticas.

Por ejemplo, hay niños y niñas que tienen unas capacidades plásticas que les hacen ver de otra manera la Lengua y las Matemáticas. Y sigue sin importar el analfabetismo científico. Cualquier persona se llevaría las manos a la cabeza si los alumnos no supieran quién escribió el 'Quijote', pero mucha gente considera que no pasa nada si no saben los mayores hitos de la ciencia.

¿La Educación sigue siendo utilizada para la confrontación política?

Sí, y lo que necesitamos es que funcione bien y que se estabilice con un gran consenso social. En lugar de estar continuamente enfrascados en polémicas, en recortes y en incumplimientos, me encantaría que el sistema educativo no estuviera sometido a mil y una incidencias, y pudiéramos dedicar reuniones en los consejos escolares a reflexionar y debatir los aspectos esenciales de la educación para plantear cómo mejorarlos, en lugar de estar únicamente dedicados a resolver el día a día, el anexo de no sé qué, el presupuesto de no sé cuánto, tal o cual actividad extraescolar,... Los libros de texto y el curriculum que impartir son necesarios para apoyarse, pero no pueden ser el hilo central de la educación. Las comunidades educativas tenemos que debatir sobre adónde vamos como sociedad.

¿Cómo convence a alguien para que no se quede en la participación de postureo y se involucre en la de arremangarse?

Demostrando con los hechos que es posible ser activo, y que yo no nací sabiendo, los que estamos en esto lo hemos aprendido, y tú también puedes hacerlo. Es complicado captar personas que quieran formar parte de la junta directiva de un ampa. Conseguir cada año dos o tres nuevas ya es un logro. En muchos ámbitos de la participación ciudadana, y eso se ve en Sevilla en las juntas de distrito, apenas hay personas entre los 30 y los 50 años, parece una etapa de la vida en la que a mucha gente no le da tiempo, y casi todos son jubilados.

¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de Sevilla?

Sevilla me encanta pero vivo con ella un tira y afloja personal. Hay poco civismo para implicarse en el cuidado del entorno. En eso sobran quejas y falta implicación. Tiene que mejorar mucho como ciudad para la infancia. Y, como usuaria de los carriles bici, porque hago en bicicleta el ida y vuelta entre mi hogar y la facultad, noto el deterioro de los carriles bici por la dejadez en su mantenimiento. También considero que el desarrollo económico está demasiado volcado hacia el turismo, así se pierden oportunidades.