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Los estudiantes toman la ciudad

Vivir, comer y divertirse, sin olvidar estudiar. Así es la vida de los alumnos de las distintas facultades que se reparten a lo largo de toda Sevilla

13 feb 2017 / 09:18 h - Actualizado: 13 feb 2017 / 10:18 h.
"Educación","Universidad de Sevilla","Universidad Pablo de Olavide","La Sevilla universitaria"
  • Anuncios de pisos en Cartuja. / J.L. Montero
    Anuncios de pisos en Cartuja. / J.L. Montero
  • Estudiantes de la UPO rodean las máquinas de bebidas y comidas en un descanso.
    Estudiantes de la UPO rodean las máquinas de bebidas y comidas en un descanso.
  • El entorno de la Alfalfa y Pescadería, lugar de encuentro. / El Correo
    El entorno de la Alfalfa y Pescadería, lugar de encuentro. / El Correo
  • Veladores en Reina Mercedes. / M. Gómez
    Veladores en Reina Mercedes. / M. Gómez

¿Cuál es el mejor campus de Sevilla? ¿Cuál es más barato? ¿El más animado? ¿El mejor para estudiar y descansar? Cada estudiante tendrá su opinión, aunque haciendo un recorrido por los distintos puntos y hablando con estudiantes sevillanos, de otros puntos de la provincia, de Andalucía, España y Europa, lo cierto es que hay opiniones para todos los gustos.

Parece claro que la gran mayoría opta por el piso compartido –y que los vecinos de El Plantinar no se quejan por gusto, pues viven allí no solo alumnos del campus de Ramón y Cajal, muy cercano, sino también, por ejemplo, de la Pablo de Olavide (UPO)–, por su buena ubicación y sus precios acordes con la vida estudiantil.

En cuanto al mejor campus por su biblioteca y sus zonas de descanso, se lleva la palma Reina Mercedes. Hasta allí se trasladan a estudiar y a convivir estudiantes de otras zonas de la ciudad, por algo será.

En cuanto a animación, bares y establecimientos a su alrededor, Ramón y Cajal y Reina Mercedes están a años luz de la Cartuja y la Pablo de Olavide, claro que por esa misma razón es más barata la vida del estudiante del segundo centro universitario de Sevilla. Con una pega: el precio del billete del Metro, para el que los alumnos reclaman una tarifa especial de estudiantes –como también reclaman una parada de Sevici en el campus, porque «no hay donde dejarlas y si te traes la tuya te la pueden robar, ya han robado varias», denuncian–.

Y a la hora de divertirse, la mayoría opta por el centro, aunque no todos. Cada vez son más los que se quedan por Ramón y Cajal, y dependiendo de si su pareja está aquí o en sus localidades de origen, huyen los fines de semana a casa.

¿Dónde viven?

Los pisos compartidos ganan ampliamente la partida

En Sevilla hay numerosas residencias de estudiantes y no menos colegios mayores donde los que vienen desde fuera pueden alojarse, pero son los menos y si lo hacen suele ser el primer año de Universidad, antes de hacerse con un buen número de amigos con los que convivir, y de paso ahorrar. Es el caso de Adolfo Cruz, de Algeciras, estudiante de Económicas que durante los primeros años de carrera estuvo en la residencia Ramón Carande: «Era bastante permisiva, como un piso, pero con biblioteca, sin horarios», explica. Pero este curso convive con otros dos chicos en un piso de El Plantinar porque «está al lado y es más barato». Uno de sus compañeros de piso, también de Algeciras, es Jesús González, quien desde el primer momento optó por el piso: «Conocía a gente y además como entré más tarde, por la edad, busqué un piso». Su tercer compañero es de Mérida.

La erasmus italiana Simona Nistico, con solo dos días en Sevilla, busca piso para vivir hasta finales de junio, y aunque estudia un posgrado de Filolofía en el Rectorado, se acercó hasta la Facultad de Económicas en Ramón y Cajal a la caza del anuncio que le lleve a una vivienda, a ser posible con estudiantes españolas, para aprender bien el idioma, mientras vive en un bed&breakfast cerca de Santa Justa.

El recorrido de la francesa Pauline Bessoles fue parecido. Esta alumna de Derecho de la UPO llegó el pasado septiembre a Sevilla: «Estuve cinco días en un hotel y busqué por internet». Hoy comparte piso con otras cinco chicas, «todas erasmus, tres francesas y tres alemanas». Junto a ella en el campus, la sevillana Paloma Campos, que vive con sus padres en el cercano Montequinto y estudia Recursos Humanos y Relaciones Laborales.

También en la UPO estudia INEF José María Suárez, un joven de Paradas que vive «en El Plantinar, porque está cerca del Metro de San Bernardo, del Cercanías, de Nervión...», lo mismo que deben pensar los centenares de estudiantes que escogen esta barriada para vivir.

También viven con sus padres cerca de Reina Mercedes Teresa Camacho y Belén Ruiz, ambas estudiantes en la zona de Viapol, pero que «me gusta más este campus. La biblioteca es más tranquila, hay menos gente. Además es mejor para descansar», por las zonas verdes que rodean a las facultades, explica Camacho. Estudiantes de primer año, aseguran que muchos de sus compañeros viven su año de estreno en la universidad hispalense en residencias.

Un poco más allá, bajo la misma galería llena de bares, tiendas y copisterías, el onubense Carlos Castaño, estudiante de Ingeniería Informática, y el pacense Israel Alarcón, de Química, cuentan su vida en un piso de estudiantes en Bami. «Es más barato y tienes más libertad», explican, y así lo hacen desde el primer año.

Y en el campus de Cartuja, tres alumnos de Teleco de fuera de Sevilla ofrecen una visión global sobre cómo viven los estudiantes universitarios. Rafael Díaz, de Puerto Real, vive en la residencia Cartuja 1, en la calle Feria, muy bien situada. «No es muy estricta, a partir de las diez de la noche está cerrada pero llamas y te abren», explica.

Sus otros dos compañeros viven en pisos compartidos. Son Juan Jiménez, de Las Cabezas de San Juan, que está «en un piso de Los Remedios con compañeros de clase del instituto. Es un punto intermedio porque el resto está en Reina Mercedes». Mientras que el tercero, Luis Álvarez, de Hinojosa del Duque (Córdoba), vive en una vivienda de estudiantes en la zona de la Macarena, «cerca de Feria».

¿Dónde comen?

Menús desde cuatro euros, snacks y comida casera

Hay grandes diferencias entre las ofertas gastronómicas según el campus donde estudien. Por parejas, en Ramón y Cajal y Reina Mercedes se puede encontrar de todo, dentro y fuera de las propias facultades, mientras que en Cartuja y, sobre todo, en la Pablo de Olavide, la oferta está limitada a lo que ofrecen las cafeterías de las facultades y las máquinas de snacks, eso sí, muy surtidas y con precios bastante bajos. Aunque al vivir buena parte de ellos en pisos, la comida casera –con recetas buscadas en redes sociales, si hace falta– y los tupper de mamá, son otra gran opción.

Jesús González y Adolfo Cruz, pese a contar con una amplia cantidad de bares frente a la facultad de Económicas, afirman que «casi siempre hacemos la comida en el piso, y si comemos fuera solemos hacerlo en la facultad, pero es algo excepcional».

En el caso de los estudiantes de la UPO, el menú de estudiantes en las dos cafeterías universitarias cuesta cuatro euros, «y muy completo, con bebida, primer plato, segundo y postre», cuenta Paloma Campos, quien poco después de la cuatro de la tarde se toma un café en una de las zonas de esparcimiento del campus junto a Pauline Bessoles. «El café es de la máquina, pero está bueno y es barato, a 50 céntimos». Además de café tienen zumos, cola, snacks, sandwiches... y en la cafetería Plaza América, la más grande de la UPO, no solo hay menú a cuatro euros, sino perritos con patatas y cola por 2,60, ofertas de cervezas, y un amplio horario de tostadas: de 7.45 a 12.30 y de 16.00 a 20.00 horas. En la terracita de la cafetería estaba con un grupo de amigos –todos sevillanos– José María Suárez. El grupo prefiere comer allí que ir a casa, el precio y el tiempo perdido en el desplazamiento convierte esta opción en la más ventajosa, porque ir y venir cuatro veces en Metro cuesta prácticamente igual que el menú.

En Reina Mercedes, Teresa Camacho y Belén Ruiz, ambas sevillanas, prefieren comer en casa, y es también la opción preferida de Carlos Castaño e Israel Alarcón, ellos cocinan y, por lo que dicen, se les da bastante bien. «Busco recetas en Facebook», afirma Alarcón.

Y en el caso de los tres estudiantes de Teleco de la Cartuja, Rafael Díaz va cada día a comer a su residencia, «porque el menú de la cafetería de aquí y la de Comunicación, que cuesta cinco euros, es escaso». No están muy de acuerdo los dos compañeros que suelen comer en alguna de ellas o en el quiosco cercano, Luis Álvarez y Juan Jiménez. Lo cierto es que, en la gran cafetería de la Escuela de Ingenieros, el ambiente era cálido en una tarde de lluvia. En la misma hay platos combinados desde 5,30 a 6 euros, baguetes desde 1,50 euros, hamburguesas XXL a 3,60 euros y tapas desde 1,30. A este precio nadie se queda sin comer.

¿Dónde se divierten?

Alfalfa, Alameda, Plaza de Armas y el entorno de Viapol

A los vecinos de las zonas por la que se divierten los estudiantes no hace falta que se les diga adónde van, pero a lo largo de sus años de estudio en Sevilla los foráneos van poco a poco cambiando sus lugares de ocio por otros más cómodos y más cercanos al lugar donde estudian y viven.

«El primer año era la Alfalfa a tope –cuenta el algecireño Adolfo Cruz–, cuando cerraban, a la Alameda y el completo hasta Torneo. Pero aquí hay muchos bares también para salir, ya conozco a la gente y nos quedamos por esta zona» de Ramón y Cajal y Viapol. Ya cada vez se quedan más en Sevilla los fines de semana, cuenta su paisano y compañero Jesús González: «Conforme pasan los cursos vamos cada vez menos a casa, solo en puentes, fiestas y celebraciones familiares. Además, con el precio del autobús...».

La recién aterrizada Simona Nistico afirma que «quiero primero encontrar piso y después ya veré cómo salir», y explica que «hay organizaciones para erasmus donde te dicen qué hacer y por dónde salir», y por las quejas de los vecinos de Alfalfa Degradada, parece que buena parte se encaminan hacia allí.

En el caso de Paloma Campos, vecina de Montequinto, alterna la zona de Ramón y Cajal con el centro, mientras que Pauline Bessoles prefiere «Alfalfa y Alameda, con las compañeras de piso y con una amiga sevillana que conocí en Francia». En el mismo campus de la UPO, José María Suárez bromea con sus amigos: «Me gustaría salir más», pero cuando lo hace opta por «cerca de la Plaza de Armas y en la zona del Chile».

Teresa y Belén, como buenas sevillanas, tienen zonas para salir en temporada invernal y en verano: «Depende de la época. Ahora está de moda Casino y con el calor Alfonso y Bilindo –unos clásicos–. Y también, para ir de tranquilo a tomar el solecito por la tarde para beber una cerveza el Lipa, junto a la parada de metro de Blas Infante». Llama la atención que dos jóvenes de 18 años vayan buscando lugares tranquilos.

Carlos e Israel, cuando no vuelven a casa, «salimos sobre todo por la Alameda, la Alfalfa, el Salvador y discotecas varias. Y cuando llega el buen tiempo, más cerca del río». Pero no suelen hacerlo cada fin de semana. Entre exámenes y novias... «La novia de Isra está aquí pero la mía está en Huelva y los fines de semana me voy», explica Carlos Castaño.

A Rafael, Luis y Juan aún les quedan tres exámenes, «porque empezamos una semana más tarde», de ahí que la biblioteca de Ingenieros esté a rebosar, pero cuando salen, como el resto de estudiantes universitarios de Sevilla se reparten entre Ramón y Cajal, Plaza de Armas, Alameda y Alfalfa.

En definitiva, los lugares de ocio reúnen en poco territorio a todos, da igual de donde vengan o donde estudien.

Los estudiantes copan los negocios

Desde el desayuno a la cena, más en época de exámenes

En Ramón y Cajal y Reina Mercedes, el impacto sobre bares y establecimientos de la zona de la población estudiantil está entre el 80 por ciento de la clientela y el 99 por ciento. Uno de los espacios privilegiados lo tiene la cafetería Marbella, especialmente desde que se ubicaron allí las facultades de Derecho y Ciencias de la Educación. Cuando se abrió hace 20 años, en la zona sólo estaba Económicas y Empresariales pero en esta esquina privilegiada, hoy acuden estudiantes de las tres –el 80 por ciento de la clientela, cuenta Carina tras la barra–, además de los que llegan de los juzgados de Viapol y algunos vecinos, los menos. La cacereña Ana Masa, estudiante de Económicas, es una de esas clientas fijas: «Vengo cada día», afirma, mientras se acerca a la barra por un par de cafés con leche para tomar en la terraza cubierta con un grupo de amigas. Por supuesto, el local tiene wifi gratis, y una amplia carta cuya demanda depende del origen de los clientes: «Los extranjeros prefieren hamburguesas, son fieles a lo suyo, aunque también comen solomillo al whisky, pero los serranitos los toman los de aquí».

Pocos metros más allá, tras el bar Asturias –el más veterano de la zona–, en un local de Kebab y pizzas, su encargado, Kamel, afirma que son estudiantes el 98 por ciento de sus clientes. «Comen y beben mucho, sobre todo cerveza».

Y en Café Nueva Época también superan el 90 por ciento, asegura Adrián, mientras sirve tras la barra a varios tunos. «Montaditos, baguetes, tes, cafés, copas por la noche», ofrecen de todo, incluso cuatro clases de vino de manzanilla: «A algunos también les gusta, como el vino blanco», explica, y no hace falta que tengan un precio especial para estudiantes, «tenemos los precios bajos de por sí», 1,50 el montadito y 3 euros la baguete, se puede leer en alguna de sus múltiples pizarras.

Y no solo hay bares. En pocos metros se cuentan hasta cuatro academias de inglés para obtener el First, un par de copisterías y un estanco.

También hay un estanco en Reina Mercedes. Mientras atiende a varios vecinos, Sebastián afirma que el 70 por ciento de sus clientes son estudiantes del campus. «Compran sobre todo bonobús y tabaco. Se ha quitado mucha gente de fumar pero otra mucha vuelve o empieza» en época de estudio. También vende caramelos, chicles...

Entre los negocios que se encuentran bajo los clásicos soportales de esta avenida está un 100 montaditos. Allí Soraya cuenta que casi todos sus clientes son estudiantes: «Es horroroso, un montón, a todas horas del día, todos los días», y piden «muchos montaditos, patatas, jarras de cerveza, refrescos, por la mañana, a mediodía, para la cena». Esta vorágine hace que el personal sea «de tres a cinco personas, depende del día».

Un poco más adelante, en La Parra, Mila vende «bocadillos, sandwiches, serranitos y muchos dulces, y bastantes bebidas energéticas, sobre todo en época de exámenes, y litros de cerveza». Esta castellana lleva en este local seis años y asegura que son estudiantes el 99 por ciento de la clientela. Pese a que el negocio va bastante bien, reconoce que «otros se traen tuppers porque la economía está regular y la matrícula es cara». Desde luego, sus precios son bastante económicos, así le contaba Mila a un pequeño: «Un donut relleno de Nutella 0,90 céntimos, con batido, zumo o agua, todo un euro».