Son y están

«Los grandes problemas no se resuelven al imperar un buenismo simpático que solo hace lo fácil»

Manuel Cid Pérez. Profesor jubilado. Artífice de numerosas iniciativas educativas y culturales, fue director del Área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla de 1996 a 2000 y a sus 68 años no cesa de idear proyectos y actividades, hasta el punto de haber elaborado un exhaustivo libro sobre las políticas culturales municipales en el primer mandato democrático, de 1979 a 1983, documentando cómo se sentaron las bases de la promoción cultural, de la creación de festivales, de la conservación patrimonial y de la revitalización de las fiestas primaverales.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
30 ene 2022 / 10:06 h - Actualizado: 30 ene 2022 / 10:08 h.
"Son y están"
  • Manuel Cid Pérez, durante la presentación de su exhaustivo libro ‘Las Políticas Culturales del Ayuntamiento de Sevilla 1979-1983: El Gobierno de la Concordia’. / EL CORREO
    Manuel Cid Pérez, durante la presentación de su exhaustivo libro ‘Las Políticas Culturales del Ayuntamiento de Sevilla 1979-1983: El Gobierno de la Concordia’. / EL CORREO

En lugar de optar por hablar de sus logros, Manuel Cid Pérez ha preferido dedicar mucho tiempo a documentar cómo se afrontó, en general de modo meritorio, el reto de conformar las políticas culturales en Sevilla desde el primer Ayuntamiento gestionado en el marco de la Constitución de 1978, cuando estaba casi todo por hacer y cuando apenas había recursos económicos en las arcas municipales. La Corporación en la que fue elegido alcalde Luis Uruñuela, cuando el andalucismo tenía en sus siglas (PSA) la s de socialista, y en la que se conformó un gobierno local tripartito con PSOE y Partido Comunista. Con Unión de Centro Democrático y Alianza Popular en la oposición, y con un nivel de concordia entre todos, sin excluir las naturales discrepancias, que hoy en día se envidia en comparación con la inquina que se estila en la polarización actual de la política española. Donde incluso se critica y se inventa vetar desde una coalición de gobierno a un partido cuando está en la oposición y acepta votar lo que le propones, como sucede con Ciudadanos en las negociaciones sobre la legislación laboral.

El libro 'Las Políticas Culturales del Ayuntamiento de Sevilla 1979-1983: El Gobierno de la Concordia', ya es una referencia para historiadores y analistas por la gran cantidad de pormenores que aporta sobre un periodo en el que se impulsó la catalogación y recuperación del patrimonio monumental y artístico de la ciudad, se crearon festivales como la Bienal de Flamenco, se hizo más viable el porvenir de la actividad teatral, se abrieron puertas a la participación de colectivos sociales y vecinales, se insufló más aperturismo social a la Feria de Sevilla y se apuntaló la viabilidad económica del Consejo de Hermandades y Cofradías para coordinar la gestión de la Semana Santa procesional vivida en las calles. En la concurrida presentación del libro elaborado por Manuel Cid Pérez, realizada en Platea Odeón Imperdible, dentro de la antigua Estación de Plaza de Armas, se exhibieron gran número de fotografías, carteles, audios y videos de actividades y protagonistas de aquel periodo de creación cultural y de gestión cultural. Ahora toca, a través de esta entrevista, situar al otro lado del espejo a su autor, que tiene mucho legado en su haber.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en La Línea de la Concepción. Mis abuelos y mis padres eran de otro municipio gaditano, Alcalá de los Gazules. Mi padre trabajaba en Gibraltar y mi madre en casa del cura del hospital municipal. Soy el menor de tres hermanos, entre ellos y yo hay mucha diferencia de edad, no estaría previsto que llegara un tercer hijo. Estudié en los Salesianos de La Línea, y con 18 años llegué a Sevilla para hacer la carrera de Filosofía y Letras. Había sacado muy buenas notas en latín, en griego, había estudiado francés en el Bachilerato, y mi vocación eran ese tipo de estudios clásicos, aunque en la España de 1970 todos te decían que eso te morías de hambre. Pero yo hice Filología Francesa, he comido, y no he parado de hacer cosas.

¿Su primera experiencia como enseñante?

En 1976, me fui de lector de español a un instituto en Saint-Germain-en-Laye, pueblo precioso cerca de París. Estuve un curso entero dando clases como asistente de español. Para que la familia de mi mujer aceptara que se viniera conmigo, tuvimos que pasar antes por la vicaría. Y seguimos felizmente casados, con dos hijos. Ella es historiadora del arte y está jubilada, ha trabajado muchos años como administrativa en el Ayuntamiento y después en el Metro. Vivimos en Triana, donde estamos muy a gusto.

¿Cómo le impactó en plena transición española a la democracia vivir durante un año en Francia?

Todo nos impresionó en la vida cotidiana. En España, aún no se había dado el salto socioeconómico. Descubrimos a muchos emigrantes españoles y latinoamericanos que nos acogieron divinamente. Y entendimos que un país democrático tiene reglas, no consiste en hacer lo que te dé la gana, la libertad también incluye respetar a los demás. Me impactó ver en París la contundencia de la respuesta policial a una manifestación en la que se quemaba mobiliario urbano. Vi que era enorme la libertad de expresión, pero quien perjudica el bien común lo paga caro y tiene que atenerse a las consecuencias de sus actos.

¿Regresó como un afrancesado acérrimo?

Totalmente. Además, hice en la Universidad de la Sorbona un curso de fonética aplicada que me sirvió para el trabajo que conseguí al regresar a España en 1977. Estuve en el Colegio Universitario de Cádiz, el precedente de la Facultad de Filosofía y Letras. Tuve de compañeros a Juan Manuel Suárez Japón, Ramón María Serrera Contreras, entre otros. Me habían ofrecido la plaza de profesor ayudante en fonética y en comentarios de textos medievales. Y trabajé mucho con los alumnos dando vida a la 'Chanson de Roland' como si fuera una película.

¿Cuál fue su primer empleo en Sevilla?

Tras dos años de trabajo en Cádiz, estuve otros dos en el Politécnico de Córdoba. Conseguí el traslado y mi primer destino fue en la Escuela Politécnica de Sevilla. Después trabajé en el Instituto de Educación Secundaria Beatriz de Suabia, en el barrio de Nervión, donde llegué a ser director, y me atreví a presionar a las autoridades de la Consejería de Educación, encabezadas por Antonio Pascual como consejero, para que resolvieran pronto la ampliación del instituto, pues había una gran demanda social de escolarización. Después, cuando se iba a diseñar el nuevo edificio, convencí al claustro para que también planteáramos que fuera utilizado con una nueva línea de Grado Superior de Formación Profesional en las materias de imagen, sonido, medios audiovisuales, producción de espectáculos. Hice varios viajes a Madrid, y con el equipo directivo del Instituto de Radiotelevisión estudié cómo debían ser los platós y los equipamientos. Redactamos el proyecto y los arquitectos designados por la Junta de Andalucía aceptaron que los techos fueran muy altos. Mi sorpresa fue que, cuando estaban iniciándose las obras, el delegado provincial de Educación me comunicó que esa formación audiovisual de imagen y sonido no se iba a asignar a ese instituto sino a otro que se estaba construyendo en Tomares, al que después se decidió ponerle el nombre de IES Néstor Almendros [el primer español galardonado con el Oscar como director de fotografía]. Y si yo quería, podían trasladarme como director al nuevo centro. Dicho y hecho.

¿Era entonces consciente de cómo ese instituto iba a convertirse en cantera de muchos profesionales del cine, la televisión y la producción audiovisual?

Mi satisfacción es haber contribuido a que esa idea que puse en marcha saliera adelante, y conozco a gran cantidad de personas que encontraron trabajo gracias a la formación allí impartida. Y no fue fácil, porque antes de inaugurarlo desde la Consejería de Educación quisieron reducir la formación solo a fotografía, cuando el proyecto estaba planteado y aprobado como los tres o cuatro primeros que se hacían en España con dimensión audiovisual. Tuve que forzar bajo cuerda que en el Parlamento andaluz se interpelara sobre ello al consejero, Antonio Pascual, para que reaccionaran. Los comienzos fueron apasionantes. Tomares no era ni de lejos lo que es ahora. Las matriculaciones del primer curso del instituto por inaugurar las hicimos desde una pequeña habitación en el juzgado de paz dentro del Ayuntamiento. Como director estuve solo el primero año. Me quitaron porque volví a pelearme con la cúpula de la Consejería. Regresé a mi antiguo instituto, años después volví con mi plaza fija de profesor a Tomares hasta que en mayo de 1996 acepté irme al Ayuntamiento de Sevilla como director del Área de Cultura, a las órdenes de Pepe Hurtado como concejal, y después continué cuando asumieron esa responsabilidad Paola Vivancos y Juan Ortega, también del Partido Andalucista. Estuve cuatro años y es la etapa de la que estoy más satisfecho.

¿Qué tuvo de especial?

Soy persona de parir ideas. Y si tienes capacidad económica para materializarlas, adelante. Cuando llegué, pregunté: “¿Dónde está el programa que tengo que ejecutar? Porque yo soy un gestor”. Me dijeron que no había nada planificado. Y les respondí: “No hay problema, me pongo a ello”. Empecé a diseñar y crear líneas de trabajo y proyectos en los que involucramos a muchas empresas y profesionales del sector cultural en Sevilla. Como el ciclo de Personajes Históricos en el Alcázar, o como el Festival Territorios. Y lo mejor fue la implicación con entusiasmo de todo el personal del Área de Cultura. Cuando me incorporé al cargo, me habían advertido: “Cuidado, que aquí toda la gente es del PSOE”. Y dije: “A mí eso me trae sin cuidado. Si colaboran en todo lo que voy a proponer, por mí como si son de la Liga Comunista Revolucionaria”. Todos trabajaron con intensidad y con motivación. Había un capital humano sensacional. Suyo fue el mérito, porque yo era el jefe y el martillo pilón, pero los resultados de la gestión son obra de equipo, y 20 años después mantengo la amistad con todos.

El principal cometido de quienes tienen responsabilidades en un organismo público es mejorar su funcionamiento interno. ¿Qué logró en esa etapa municipal?

Organicé la relación de puestos de trabajo del Área de Cultura, con su estructura de personal y dotada de presupuesto. Es la que hoy sigue vigente. Se informatizó su gestión administrativa, cuando llegué descubrí que aún se hacían muchas cosas a mano, se apuntaban en libretas. Se invirtió en ordenadores y en software de gestión. Abrimos la línea de subvenciones a proyectos culturales. Así empezó el Festival Mes de Danza.

Tanto profesionales de la cultura como dirigentes políticos de todo tipo de partidos me han comentado muchas veces que es kafkiano y un freno para la actividad en Sevilla vinculada al Ayuntamiento el modelo de control presupuestario desde los interventores municipales. ¿Es así o no?

Totalmente de acuerdo con ese planteamiento. El área municipal que más les rechinaba a los interventores era la de Cultura. Porque si, por ejemplo, desde el Teatro Lope de Vega se contrata la actuación de un cantante, o de un grupo musical, o de una compañía teatral, para pagarles tenía que utilizarse la fórmula del libramiento a justificar, pero administrativamente no puedes funcionar de continuo a base de libramientos. Con los interventores, desde el respeto a su labor, tuve muchas discusiones. Pongo un ejemplo: veinte de las butacas del Lope de Vega estaban deterioradas, y propuse arreglarlas. Y los interventores me dijeron que en el presupuesto municipal no había una partida para arreglar sillas, que si quería resolverlo usara la partida de inversiones y las comprara nuevas. Les insistí en que el resto estaban gastadas pero podían aguantar más años, y que nuestra obligación es mirar por ahorrar gastos, que es el dinero del contribuyente. Apelé a que buscáramos alguna alternativa en la normativa para resolver un problema sencillo. No hubo manera: tenía que utilizar la asignación para inversiones reflejada en el capítulo tal, artículo tal, epígrafe tal. Y renovamos entero todo el patio de butacas. Al teatro le vino bien, pero esos procedimientos no están bien cuando has de atender tantos asuntos que surgen en una ciudad y has de priorizar.

¿Qué le enseñaron los interventores para adecuarse a las normas en la gestión de ingresos y gastos?

Algo muy importante: que el dinero consignado en los presupuestos anuales y aprobado en el Pleno municipal no está disponible desde el 1 de enero. Así me lo explicaron: “Manolo, el presupuesto de ingresos presupone que se van a ingresar equis millones desde las partidas especificadas. Y el presupuesto de gastos presupone una relación de pagos en lo que se ha previsto. Pero esos gastos han de realizarse según entren los ingresos. Hay salida de dinero conforme haya recaudación por otro lado. Y si en el presupuesto pone que tendrás 20 millones para invertir y gastar, será real a lo largo del año conforme entre dinero de los impuestos, de las multas, de las transferencias del Estado central y de la Junta de Andalucía. Cuando el dinero llegue a la caja de la Hacienda local, entonces se te irá transfiriendo. Antes no lo tienes”.

¿Ese retraso cronificado cómo perjudica a la gestión de un área municipal?

La demora en las transferencias no es responsabilidad de los interventores, ellos están en su obligación posterior de auditar y mirar con lupa cómo se gasta, pues asumen la responsabilidad de dar fe pública sobre todo eso. El problema para quien gestiona es que la demora encarece el precio de los proveedores municipales. Porque quien hace un trabajo en febrero y no lo cobra hasta noviembre, de entrada te pide un precio superior. Los empresarios y autónomos, por ejemplo los de la cultura, no pueden sobrevivir si todas las facturas se les pagaran con tanto retraso. Mientras no se consiga en España que las administraciones públicas tengan el 1 de enero habilitados los fondos para su funcionamiento correcto, esto es una pescadilla que se muerde la cola. De momento, me parece imposible que se solucione.

¿Cómo fue su etapa en la Consejería de Turismo?

Menos satisfactoria porque sufrí a muchos 'lobos' del sector turístico, sobre todo de Málaga, que se creían con derecho a todo, como si no existiera el resto de Andalucía para el desarrollo turístico. Estuve año y medio, cuando me llamó Pepe Hurtado al ser nombrado consejero de Turismo, y fui director general de Fomento y Promoción Turística, empezamos en diciembre del año 2000 y renuncié cuando a él lo quitaron del gobierno autonómico, y solicité reincorporarme a la enseñanza, mis últimos ocho años antes de jubilarme con 60 de edad tuve como destino la dirección del IES Triana. En mi etapa en Turismo no me dio tiempo a consolidar una iniciativa en la que fuimos pioneros en España, para captar al turismo chino, cada vez con más millones de personas que tienen notable poder adquisitivo. Empezamos a plantear potentes acciones promocionales en Beijing, Shanghai y Guangzhou.

¿Qué novedades aportó al IES Triana?

Crear Radio Triana como experiencia educativa en la que participaran profesores y alumnos, y en relación a todas las materias y asignaturas, adquiriendo múltiples capacidades: documentarte; redactar; hablar en español, francés e inglés; locutar; relacionarte socialmente; gestionar la administración y la contabilidad de la emisora, etc. Es una gran fuente de aprendizajes, y además de modo divertido. Es un modelo al que se le puede sacar mucho más partido, si se hace comunidad y si muchas personas se comprometen a dedicarle tiempo, se le daría el vuelco que necesita el sistema educativo. Por otro lado, se pusieron en marcha clases de chino como materia optativa para estudiantes de Secundaria, y también como optativa un aula de flamenco para alumnos de Secundaria.

¿Qué otros recursos sugiere para potenciar el saber hacer?

Montar una radio no es el único. Hoy en día, hay que aplicar también la gamificación con robótica y con impresión 3D para todas las asignaturas. Porque eso no es solo herramienta para las clases de tecnología. Para ello, hay que formar a todo el profesorado, y evolucionar hacia un modelo de enseñanza en el que se interactúa mucho más con el alumnado. Y eso no está generalizando. Seguimos con un embudo.

A su juicio, ¿se está bajando el nivel de exigencia al alumnado en el sistema educativo español? ¿Acaso se fomenta que la enseñanza es un derecho que no comporta obligaciones?

Por desgracia, en España, pocos años después del inicio de la democracia, se olvidó equilibrar derechos y deberes. Hasta confundir libertad con libertinaje y ocultar que la positiva exigencia de derechos ha de ir correlacionada con los deberes que son consustanciales a esos derechos. Y que todos tenemos derechos y deberes. En cuanto al sistema educativo, siempre he tenido claro que todas las personas, sin excepción, tienen aprovechamiento social desde sus conocimientos y su saber hacer. Y los profesores han de ver ese saber hacer de cada individuo y potenciarlo, y motivarlo, para que avance en su propio camino. El modelo no puede ser: “este niño es tonto, este niño no sabe, este niño tiene un 3, un 2 o un 1”. El debate no puede estar centrado en si se pasa a otro curso o se repite, tenga o no tenga materias aprobadas, sino en cómo plantear la función docente para acelerar las competencias de los chicos y chicas que necesitan más apoyo. Porque si no se hace algo especial con ellos, se estrellarán socialmente en el futuro.

¿Y el origen de este problema no está en la sociedad mucho más que en las aulas?

Cierto. En este país, hemos llegado a una deriva en la que vale todo lo que sea fácil, todo lo que sea simple y todo lo que tenga imagen. Es un buenismo simpático que no resuelve los problemas. En cambio, entrar a amasar el pan, entramos poco. No queremos ensuciarnos las manos. Y es precisamente ahí donde hay que entrar y emplearse a fondo.

¿Tanto ha cambiado el respaldo de las familias a los educadores?

Tanto se ha debilitado la autoridad moral y de conocimientos de los maestros, que eran una figura de referencia y también secundada por los padres cuando expulsaban del aula a un hijo, que he visto en televisión a una popular actriz decir, y además en tono jocoso, que cuando era pequeña un maestro la regañó, ella se lo dijo a su madre, y ésta le rajó una rueda del coche al maestro. Un disparate mayúsculo que debería avergonzarla.

¿Cómo resolver en términos generales el deterioro de la autoridad de los docentes?

Hacer lo que se prometió y no se llevó a cabo: reformar la legislación para darle a los docentes el rango de autoridad pública. Porque hoy en día se les exige sin tener respaldo jurídico alguno, y es lógico que así muchos profesores no se atrevan, porque al final serían los derrotados. Ejercer la autoridad es penalizado. Ya me lo advirtió un jurista cuando yo estaba de director en el IES Triana.

¿Qué sucedió?

Todo el alumnado sabía que el teléfono móvil no se podía utilizar dentro del instituto. No podían encenderlo ni en clase ni en el patio ni en los recreos. Si lo llevaban, tenía que estar apagado siempre. Y quien lo incumpliera y usara el móvil, que ya era una fuente de conflictos manejado para hacer fotos y videos a otros alumnos, ese móvil quedaba requisado y lo devolvía al día siguiente. Y si eso ocurría en viernes, no lo recuperaban hasta el lunes siguiente. Todos sabían cuál era la norma, porque yo estaba con los alumnos, para lo bueno y para lo malo, desde que llegaban al instituto, y los saludaba al entrar, y los despedía cuando regresaban a casa a mediodía. Nunca he sido un director de los que están casi todo el tiempo metidos en un despacho. Y en uno de esos casos vino a verme rápidamente la madre, rogándome que le diera el móvil de su hijo, y confesándome que él tenía un problema de adicción al móvil. Y le dije que no, que se lo daría al día siguiente, porque las reglas están para que las cumplan todos. Cuando tiempo después se lo comenté a un amigo jurista, me dijo: “Te has escapado de milagro, porque si esa mujer va al juzgado y te pone una denuncia, seguro que te hubieran puesto una sentencia condenatoria por apropiarte indebidamente del móvil de su hijo”.

¿Qué iniciativas está ahora proyectando?

Muchas. Tengo en marcha montar la exposición 'La Sevilla de Manolo Sanvicente'. Un gran fotógrafo, que trabajó en ABC de Sevilla desde 1977 hasta el 2004, y que legó al Archivo Histórico de Comisiones Obreras de Andalucía todo su archivo gráfico personal. Su mirada sobre Sevilla es preciosa, ahí está cómo era, cómo iba siendo y cómo es la ciudad y su gente. Además, estoy trabajando en realizar una ópera flamenca, a partir de un texto de José Luis Ortiz Nuevo que no salió adelante. Estoy sentando las bases del argumento, enraizado con la mitología griega, y que sustente la escenografía, la coreografía, etc. Y completarlo con amigos que son del ámbito flamenco. También quiero elaborar un inventario de recursos en Triana para plantear en Sevilla cómo articular una estrategia de barrio cultural y creativo. En Sevilla está por hacer, se puede seguir el ejemplo de cómo lo organizan en ciudades francesas y en Quebec (Canadá). Y después extrapolar ese modelo a otros barrios sevillanos. Los recursos son instalaciones, productos, procesos y perfiles sociales. Sevilla es una ciudad con mucha creatividad, pero no está trabajado articular un armazón de equipamientos y saberes. Hay magníficas infraestructuras pero no se implica a la población para producir, ni se conoce qué saben saber los habitantes de cada zona ni en qué podrían involucrarse.

¿Qué le gustaría aprender a hacer?

Tocar bien el saxo. Siempre lo he deseado, y cuando me jubilé, mi familia me sorprendió regalándome un estupendo saxo tenor. Me encanta el reto, aunque resulta difícil meterle todo el aire necesario para sacarle sonidos y manejando tantas teclas. Pero yo soy perseverante. Por eso he logrado hacer tantas cosas.

¿Cómo se enseña a ser perseverante? Porque nuestra sociedad destaca más por la reacción impulsiva, por la improvisación momentánea, pero los objetivos más importantes solo pueden materializarse mediante la constancia.

Es una cualidad muy personal. Ser capaz de volver a intentarlo si te ha ido mal, seguir hacia adelante aunque te caigas. Algo me ha ayudado la educación salesiana que tuve de niño durante ocho años. Mis amigos curas salesianos saben que yo no parto peras con nadie y hay cosas que me enseñaron y no me gustaron, fueron negativas. Pero hay que ser justos y honestos: me enseñaron disciplina, trabajo, respeto, hábitos que han marcado para bien mi vida.