Los jóvenes alertan del peligro de la noche sevillana

El problema de la inseguridad en las zonas de marcha juveniles ha tomado matices muy peligrosos ante la desidia municipal y la escasez de efectivos policiales.

Ezequiel García ezegarcia85 /
15 feb 2022 / 04:14 h - Actualizado: 15 feb 2022 / 10:43 h.
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Atrás quedaron los felices años 80. Una ciudad abierta al mundo, con sus problemas, claro está, pero con ganas de disfrutar de la libertad que daba una joven democracia y la brisa leve que llegaba desde Madrid con la movida. Eran tiempos de rock andaluz, de Triana y Raimundo Amador, de Kiko Veneno y vinilos en Sevilla Récords. Era la noche sevillana en su máximo esplendor, con sus pros y sus contras, pero llena de vida, de pluralidad, de tolerancia, de alegría.

Cuarenta años después, el nivel de degradación en Sevilla ha llegado a tal punto que, las noches del fin de semana, se han convertido en una suerte de juego de supervivencia por no ser atracado, golpeado o increpado por grupos de delincuentes que, con la excusa de hacer el mal, provocan situaciones que ni la propia Policía Local de Sevilla y, por ende, sus gobernantes, controlar.

El Correo de Andalucía se ha hecho eco de opiniones diversas, entre las que destacan la de los más jóvenes que acuden a las zonas del mal llamado botellón por la ciudad. Testimonios que, respetando la privacidad de los mismos, ponen los vellos de punta al que escribe y que lanza una voz de auxilio para la noche sevillana sin que, fruto de la desidia y las guerras internas, se vislumbre una solución a corto plazo.

La Caza del Pijo

Marcelo (nombre ficticio para ocultar su identidad real) tiene casi 16 años. Cursa 4º de la ESO. Una edad muy común para iniciarse en las visitas a zonas de marcha, incluido el botellón. Le gusta vestir bien con pantalón chino, camisa y jersey. No le gustan las etiquetas y no se siente un cayetano o un pijo. “Mis valores y mi personalidad van más allá de una etiqueta que viene impuesta por los políticos para dividirnos”, afirma con una madurez asombrosa. Marcelo tiene miedo a salir, pero tras una pandemia dura, necesita socializar: “Estamos ya cansados de estar entre cuatro paredes, pero la cosa se ha puesto muy chunga por las noches”.

Marcelo cuenta cómo la situación ha ido degradándose semana tras semana de forma preocupante: “Antes podías ir por el centro de Sevilla andando con total tranquilidad, sin que nadie te intimidara. Ahora, como vayamos un grupo de chavales parecidos en nuestra forma de vestir, comienzan a increparnos y a decirnos ‘pijos de mierda’ o ‘Cayetanos os vamos a rajar’. Sinceramente, la situación es insoportable”.

Esta presunta caza del pijo ya ha sido portada de varias tertulias, pero se ha quedado en agua de borrajas cuando de políticos hablamos. La situación del ocio y tiempo libre para adolescentes en Sevilla es nula. La opción más barata es hacer botellón, y, al contrario de lo que ocurriera en los 90, el ambiente no es, ni de recibo, familiar. Además, desde hace casi 20 años esta práctica está prohibida en Sevilla. Marcelo recuerda que “Lipa es un peligro extremo actualmente, pues es territorio sin ley. En mi caso, me da pánico pisarlo. Así que mi pandilla, visto lo visto, hemos decidido quedar los fines de semana en terrazas o azoteas de nuestras viviendas. No nos queda otra”.

Pegar hasta (casi) matar

José regenta un bar de copas y ha presenciado peleas a las puertas de su local durante decenas de años. A veces, por el exceso de alcohol, otras por increpar. En muchas otras, por provocar. No ha tenido que presenciar situaciones excesivamente graves, pero el patrón, según nos cuenta, comienza a cambiar. “No hace mucho tuvimos un grave problema en nuestra entrada y decidimos hablar con los implicados. Uno de ellos reconoció su culpa y nos pidió disculpas. El otro lo dejó bastante claro: “yo no voy a parar hasta verlo muerto”. Cuando escuchamos esto, mi compañera y yo nos quedamos de hielo y vimos una cantidad de ira acumulada que no es normal. Y he hablado con compañeros del sector y coinciden en que ven que la violencia es cada vez más extrema”. Las declaraciones te dejan con la sangre helada y la piel de gallina. Y con una desazón enorme.

Una juventud irrespetuosa con la Policía

Un miembro de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado que ha estado dentro de las patrullas que vigilan la movida sevillana de jueves a domingo es tajante: “Los niños se ven escudados en sus padres y no nos respetan. Saben que, si les detenemos, la familia no le va a castigar. Ha habido un cambio de tendencia. Creen más al menor que a los agentes. Muchos de ellos, a la hora de recibir una denuncia por el hecho de hacer botellón o autoconsumo de drogas, se excusan a sus padres y madres diciendo que la policía le tiene ganas o que la culpa es de los amigos”, indica este mando policial.

De hecho, indica que, por norma general, es muy difícil que las amenazas que se producen entre jóvenes lleguen a la Policía, ya que el joven “no nos llama; a nosotros nos llega la agresión, una vez consumada”. Además, ha notado que ha aumentado el número de robos de dispositivos vía amenaza en estas zonas de concentraciones. Sobre el aumento del botellón, indica que es una consecuencia de la inseguridad que se vive en los macrobotellones en zonas como de Los Remedios: “Van huyendo de las masificaciones de los grandes botellones y de ahí que haya más esparcimiento. Las peleas han hecho esparcir este fenómeno”, asevera.

Falta de efectivos policiales

Fuentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado afirman a este medio que otro de los grandes problemas con los que los agentes de la autoridad se encuentran, ya no sólo los fines de semana, sino cualquier día, es la escasez de policías. Es un problema que no se ha resuelto desde época de Alfredo Sánchez Monteseirín. Otro agente afirma que “no se creaban plazas de funcionarios por culpa de la crisis, ahora comienzan a crearse, pero casi una quinta parte de policías a los niveles previos a la crisis. Se va mermando una plantilla ante una sociedad que necesita más vigilancia para dar respuesta a los nuevos retos”, afirma.

De hecho, nos indican que los turnos de noche “se están cubriendo con horas extra, pues con los turnos no se puede cubrir la demanda. No hay visibilidad de policías. No entendemos esa dejadez de los políticos sevillanos en las zonas de turismo”.

De hecho, según nos indican estas fuentes policiales, “sólo hay un vehículo para controles de alcoholemia, uno para toda Sevilla. Esa furgoneta está haciendo controles en un lugar, no en dos. Si hay un accidente, desmontas el dispositivo”. A eso, añade, se une que llevan más de dos años sin renovar el vestuario, porque las empresas no cumplían los requisitos”, afirman.

Así pues, en lugar de crear nuevas plazas, “pretenden que trabajemos los fines de semana descansando más entre semana; cambiándonos el turno”, critican, señalando al delegado de Gobernación del Ayuntamiento de Sevilla, Juan Carlos Cabrera. “Es cierto que los nuevos agentes se destinan a los distritos, pero poco para el resto de unidades, que están bajo mínimos. Para la noche, nada. En torno al 70% de las noches están cubiertas por productividades, un tipo de paga extra. Y ahora tememos la Semana Santa. Primera prueba de fuego con menos efectivos que antes de la pandemia”, concluye.

Una juventud abandonada

A este panorama desolador, se une, por último, el papel de las familias y la sociedad con los jóvenes. Antonio Reina Chamorro, educador social, pedagogo y experto en violencia filioparental nos lo cuenta: “El primer problema es que la sociedad está girando hacia niveles de agresividad muy altos. A esto, hay que sumar que los adultos, en su inmensa mayoría, no estamos acompañando a la juventud; no estamos apostando por ellos. Las familias tienen muy poca autoridad moral con sus hijos. Están muy solos, ya que no hay un adulto, aunque sea acompañándolos de lejos. Y un joven necesita de ese apoyo”, apostilla.

El educador social, que ha desarrollado gran parte de su labor como educador social entre jóvenes del Polígono Sur y en diversos centros educativos, concluye que necesitamos “no sólo establecer límites, normas, sino también consecuencias, sin olvidarnos de bañar todos estos elementos con amor, con cariño y con cercanía”, concluye.