Hemos narrado, en las últimas semanas, los sucesos inexplicables que tienen lugar en el viejo Hospital de las Cinco Llagas o de La Sangre. Sucesos que se siguen produciendo, y entre los que destaca la negativa del grupo de seguridad a efectuar sus rondas solos por determinadas estancias y pasillos del edificio.
Uno de esos testigos y afectados nos comentaba: «Sencillamente no es seguro psicológicamente. Mira, en el edificio suceden cosas demasiado extrañas, se aparece una monja cuya realidad es innegable, las puertas se cierran y se abren, se oyen cosas raras y de vez en cuando viene un olor a desinfectante sanitario que es muy fuerte, cualquier compañero te puede comentar esto mismo, no ganamos nada mintiendo sobre esto».
Otros compañeros manifestaban: «Hay zonas en las que cuando te toca debes de ir preparado para todo. Pero para todo, absolutamente para todo. No es raro hacer una ronda y sentir cómo las puertas se cierran tras de ti o cómo te atraviesa una sensación de frío tremendo o fuertes olores. Otros compañeros han tenido experiencias con la monja. Es todo muy fuerte». Se van acumulando testimonios que contrastan todas las informaciones, y son las propias limpiadoras del edificio las que nos comentan: «Normalmente vamos en grupo, nos da miedo ir solas, trabajamos de noche y ya hemos tenido suficientes sustos aquí como para seguir yendo solas. Aquí hemos vivido de todo, desde ver a la monja hasta sentir quejidos y lamentos en las estancias que antiguamente eran las habitaciones de los enfermos. Desde luego, aquí no sólo está el fantasma de la monja, aquí debe de haber mucho más. Solamente por lo que se oye, debieron de morir muchos aquí». Otras compañeras se manifiestan de la misma forma: «Yo he oído en varias ocasiones los gritos de los enfermos que antaño estuvieron aquí y una sensación interior muy incómoda. Ante eso sólo puedo coger mis cosas y buscar la compañía de alguien, es aterrador. Necesitamos sentirnos acompañadas pero no por un fantasma».
Carmen Cruz caminaba en las proximidades del edificio este pasado invierno de 2002 cuando le llamó la atención algo: «Caminaba en dirección a la Resolana por Don Fadrique cuando, en una de las ventanas, vi perfectamente a una monja que miraba a través de la ventana. Estaba muy pálida y tenía la mirada perdida en la calle, lo extraño es que allí ya no hay monjas».
Los relatos sobre el fantasma del magno edificio se amontonan, pero no faltan las voces que atribuyen a todo una leyenda urbana creada por un albañil contemporáneo y encargado de la primera obra, el cual cuenta que todo se produjo cuando, al ver una mancha de humedad en una pared comentó jocosamente a sus compañeros: «Parece una monja». Sin duda contrasta con el testimonio de uno de los vigilantes de la obra, quien pidió el traslado, ya que en uno de los patios, el patio 3 qué está junto a la iglesia, sentía –en plena y solitaria noche– cómo había una gran algarabía de voces infantiles, de niños jugando y riéndose. El vigilante no sabía qué pensar, así que arrojó una piedra hacia la iglesia y le respondió el ruido del choque de otra piedra, se agachó y cogiendo dos guijarros comenzó a entrechocarlos y su sorpresa se tornó en miedo cuando «algo» respondía con otros golpes a su llamada... Tras el incidente, en días posteriores, acudieron al lugar algunos expertos en parapsicología venidos de fuera de Sevilla quienes calificaron el fenómeno como «provocado por espíritus burlones».
El último acto de nuestro fantasma se produjo cuando un miembro de seguridad, a las tres y media de la mañana, se puso en contacto con la central de vigilancia para pedir el relevo inmediato de su puesto. Víctima de un ataque de nervios sólo pedía su sustitución. Hacía la ronda por el patio 3 cuando, ante sus ojos, pasó con firmeza el espectro de nuestro fantasma. La reacción humana es imprevisible, y en esta ocasión el miedo afloró olvidando cualquier obligación laboral. Al llegar al lugar otros miembros de la seguridad ya no había nada, sólo un compañero sumido en un tremendo estado de nervios tras ser testigo del caminar espectral de nuestra protagonista.
Off de record, los parlamentarios andaluces hablan del fantasma en el Parlamento: «muy pocos de nosotros creo yo que no han oído hablar del fantasma, lo han sentido o incluso lo han visto, el fantasma es tan real como las formaciones que se despellejan en este hemiciclo».
Un parlamentario de una conocida formación andaluza nos habla de otra monja de la Caridad, apodada como Sor Ametralladora, que desempeñaba sus funciones en el Hospital allá por la década de los 40: «Dicen los antiguos del lugar que destacaba por su inflexibilidad y mala uva. Trataba a los pacientes mal y parecía estar siempre a disgusto con todo. La historia de Sor Ametralladora finaliza cuando esta muere, si bien es cierto que por esos años los fenómenos extraños ya se venían sucediendo en el antiguo hospital teniendo como foco de actividad la zona de quirófanos». A esta monja también se refería Alfredo Pérez cuando comentaba: «Ingresé en 1941 en el hospital de la Sangre, Sor Ametralladora me perseguía todos los domingos para que fuera a misa. Enfrente de mi cama estaba un hombre al que consumía un cáncer de rodilla, un zapatero de la calle Enladrillada que murió rabiando. Cada mañana la monja se le acercaba y le decía: te tienes que confesar porque te vas a morir». La monja era sobradamente conocida por todos los residentes en el hospital, si bien es cierto que «allí pasaban cosas raras un día sí y otro no. Cuando no se escuchaban ruidos raros se oían llantos de un bebé inexistente y cuando no, se escuchaban alaridos y quejidos en zonas imposibles. Aparte, había compañeros que habían visto al fantasma de la monja y Sor Ametralladora aún vivía. La aparición de la monja llenaba de terror no sólo a los pacientes sino también a los médicos, soldados o las monjitas del Hospital», era lo que nos manifestaba Curro Rodríguez, un encantador octogenario de lucidez mental fuera de toda duda y con un recuerdo muy vivo de lo vivido en aquellos años entre los muros del hoy Parlamento Andaluz.
¿Quién es el fantasma del Hospital de las Cinco Llagas o Parlamento Andaluz?
La mayoría de los testigos que han podido ver o ser partícipes de los fenómenos paranormales del Parlamento Andaluz hablan de un fantasma, una mujer vestida con hábitos de monja pasados de moda, antiguos. ¿Hasta qué punto es esto real? Investigando profundamente la historia del edificio, y merced a una ingente cantidad de información recopilada durante meses y de la que disponemos sobre éste tema, podemos decir que el edificio desde la finalización de su construcción fue gestionado por las monjas de la orden de la Caridad. El Hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre fue entregado y habitado por las monjas desde al año 1540. Allá por el siglo XVIII, sobre los años 1734 y 1738, se tiene constancia histórica de la existencia de una monja de la orden de la caridad llamada canónicamente Sor Úrsula que destacaba por su inflexibilidad y especial dureza con los pacientes. La monja falleció víctima de una enfermedad contraída en el propio hospital a mediados de ese mismo siglo, y su muerte no fue, precisamente, motivo de pena para los enfermos. Tras la muerte de esta hermana de la Caridad se comenzó a manifestar el fantasma de una monja en el hospital y la crónica espectral del edificio comienza a hacer su particular memoria histórica. La vestimenta o hábito de las hermanas de la Caridad en el siglo XVIII se ajusta como un guante a lo manifestado por los testigos que han visto al espectro en época contemporánea y el óbito de la monja es algo constatado.
Los lugares preferidos por este espectro para vagar y manifestarse son los que en siglos pasados eran las estancias de los enfermos, siendo lugares particularmente proclives a su manifestación la antigua sacristía para las monjas, la escalera del coro, los largos pasillos de las estancias superiores, el denominado como patio 3, la sala de enfermos, la sala de despachos antiguamente habitada por Manuel Fernández o Jesús Mancha y las cuantiosas ventanas con vistas a Don Fadrique.
Plácido Fernández Viagas solía hablar del fantasma a las visitas del edificio y no es extraño oír a los miembros de los equipos de seguridad hacer comentarios con extrema seriedad sobre sus experiencias en el edificio.
Restos humanos
En 1984 se iniciaron las obras de rehabilitación del edificio, que se prologaron hasta comienzos de 1992, año en el que se inauguró. Una zona del hospital era utilizada como almacén y, a medida que se realizaban los trabajos de acondicionamiento y nueva cimentación, iban surgiendo nuevas sorpresas que daba el terrero. Su valor desde el punto de vista arqueológico era muy importante, pero en aquellos años esto no se tuvo en cuenta y se destruyeron varias fosas comunes o carneros donde se descubrieron multitud de restos humanos apiñados a varios metros de profundidad. Las palas excavadoras los retiraron y según cuentan «se llevaron todos a un osario». También se descubrieron restos de orfebrería romana y vasijas, todos ellos junto a la calle Don Fadrique, por donde pasaba un brazo del río, y estos lugares eran un importante centro en la fabricación de estos útiles domésticos. Todo fue destruido.
En la rehabilitación actual se incluyó un plan arqueológico que ha hecho que se estudie todo: en el primer patio que da a la citada calle se hallaron ocho cadáveres (siete mujeres y un niño) del siglo XVII. El estudio anatomopatológico fue muy interesante y demuestra que se trataba de enfermos que acudieron al hospital, así como restos de los alfares romanos y hornos.
Sor Úrsula lleva habitando el hospital casi tres siglos, no ha olvidado su trabajo ni sus obligaciones y actualmente no es demasiado complicado que cuando más calma hay en el edificio se puedan oír pisadas y cierres de puertas provocada por la hacendosa monja, preocupada por su ya espectral ocupación. Quejidos, lamentos y sonidos de llaves son acompañantes habituales de los miembros de seguridad que entre respeto y temor continúan haciendo su labor en un edificio del Parlamento andaluz que tiene una larga historia y su propio fantasma.