Los padres buscan su encaje en la escuela

La Federación de ampas Nueva Escuela explica que se ven obligados a ejercer un papel «que en muchos casos» no les corresponde y reclaman más diálogo en la comunidad educativa como la mejor receta

28 sep 2017 / 14:26 h - Actualizado: 28 sep 2017 / 21:51 h.
"Educación","El reto de aprender a educar"
  • El papel de las asociaciones de padres en los centros educativos a los que acuden sus hijos se ha transformado en los últimos años del mismo modo que se ha transformado la sociedad. / Jesús Barrera
    El papel de las asociaciones de padres en los centros educativos a los que acuden sus hijos se ha transformado en los últimos años del mismo modo que se ha transformado la sociedad. / Jesús Barrera
  • La escuela puede ser una gran ayuda o un problema para niños con necesidades especiales.
    La escuela puede ser una gran ayuda o un problema para niños con necesidades especiales.

Se impone como una evidencia que el papel de los padres y madres en el ámbito escolar se ha transformado en los últimos años. Y que esa transformación continúa. Lo resume la Federación Provincial de Sevilla de Asociaciones de Madres y Padres del Alumnado, Fampa Nueva Escuela, entidad que nació en 1978 y de la que forman parte más de 600 ampas de la provincia de Sevilla. «Las asociaciones han tenido que empezar a ejercer un papel gestor y reivindicativo más activo, que en muchos casos no les corresponde», destaca, y resalta otro problema añadido. El hecho de que, «además han visto cómo la LOMCE ha eliminado su participación en la toma de decisiones y la voz que tenían en los Consejos Escolares y que éstos han acatado esa ley al pie de la letra, comprobando entonces que sólo puedes opinar y que no puedes plantear nada en firme».

Los cambios no se han producido sólo en las escuelas, sino que se han acompañado de cambios sociales diversos. «Han surgido nuevos valores que sustituyen a los de la familia tradicional y a su vez ha variado tanto en su composición como en su tipología».

Estos cambios han influido ampliamente en las funciones de la escuela y de la familia. Además, unidos «a que la escolarización de los niño/as se ha adelantado, ha generado que muchas familias deleguen sus responsabilidades educativas en la escuela, olvidando en muchos casos, el papel de la familia como primer agente de socialización, debido a que en ella adquieren sus primeros aprendizajes, establecen sus primeros vínculos emocionales e incorporan las pautas y hábitos del grupo social al que pertenecen».

«Si cierras los ojos –valora la Fampa–, antes existía una línea que delimitaba el espacio de los docentes y el de las familias, unas familias que acataban lo que el docente decía aunque no lo entendieran. Ahora vemos cómo se ha ido produciendo un acercamiento, donde los progenitores fueron poco a poco entrando más en la escuela e, inmediatamente, surge el desconcierto de pensar que ‘si entran y opinan, lo van a cambiar todo’ y claro, eso costaba mucho, y aún cuesta». ¿Ejemplos? Los no pocos colegios que disponen de aires acondicionados en sus comedores, o de pizarras electrónicas, porque las ha comprado el ampa. Ni que decir tiene que su función, en teoría, es otra.

La Fampa recuerda lo evidente, que las asociaciones de madres y padres las forman voluntarios, «que deben compaginar esta labor tan infravalorada, con una muy complicada conciliación familiar y laboral, con un mayor o menor número de asociados, que hoy en día no se dedican única y exclusivamente a realizar actividades para ellos/as, sino que se preocupan, informan, asesoran o ejercen de mediadores de todas las familias, dotan a los centros con sus propios recursos y defienden los derechos que tienen todos los niños/as a una educación inclusiva, igualitaria y equitativa». En consecuencia, asumen como retos lograr «que las familias tomen conciencia de la importancia que tiene su participación y propiciar las condciones que la facilite» y otro no menor, y probablemente más difícil: que dejen a las ampas «ser parte real de la comunidad educativa luchando por conseguir la colaboración y participación de la familia en la vida del centro y del aula, con el fin de conseguir la democratización de la escuela, y por consiguiente la calidad de la educación».

Porque ese equilibrio entre la labor de los profesionales de la educación y los padres y madres implicados es uno de los objetivos más importantes para las ampas, pero también parece en ocasiones uno de los más complicados. «El cambio de dinámica en las funciones que están adoptando hoy en día las ampas se debería entender en la gran mayoría de los casos (siempre hay excepciones) como un apoyo integral a los centros escolares donde nuestros hijos/as estudian y de manera equivocada se está entendiendo como una confrontación familias-docentes», lamenta la Fampa, que continúa: «Hacemos la siguiente pregunta: ¿Quién no quiere que las ampas tengamos información o participemos activamente en los centros? Sinceramente, algo falla y no siempre es la familia».

Demandan los padres que no sólo se acuda a ellos en busca de una solución a un problema concreto. «El problema surge cuando tú tienes una idea como maestra y quieres que el padre participe, o al revés, cuando los padres aportan una idea y esperan que el maestro la adopte tal cual. Para ello, la comunicación, la empatía y la convivencia entre ambas partes son esenciales». Ése es el camino por el que las ampas quieren transitar, siempre de la mano del resto de la comunidad educativa.

El drama cotidiano de las necesidades especiales

La obligación de la administración educativa de atender de manera adecuada al alumnado que tenga necesidades educativas especiales –NEE en el lenguaje habitual del ámbito escolar– es uno de los aspectos que más ha sufrido los últimos cursos, entiende la federación de madres y padres. Y ahí la Fampa no tiene un pase: «Ya el curso pasado vimos atónitos cómo el Gobierno siguió empeñado no sólo en seguir recortando en educación, sino además en hacerlo con un sector tan sensible de la población como son los alumno/as con necesidades educativas especiales. Un año más seguimos viendo cómo esa política de recorte que sigue sumada a la descoordinación y planificación a la hora de dotar de recursos materiales y humanos los centros educativos donde estos alumno/as deben asistir a clase, está vulnerando los derechos de estos niños y niñas que requieren toda la ayuda y la máxima atención».

De hecho, «casi el 50 por ciento de las reclamaciones que recibimos en Fampa son de las ampas desesperadas por conseguir un recurso humano para sus niños/as. En la mayoría de los casos, lo que se pide es tenerlo a tiempo completo, dado que ahora además se está compartiendo el mismo recurso con otros centros de la zona».

Como es lógico, en la federación no consideran otra opción que la escolarización con todos los medios necesarios para quienes necesitan un apoyo especial. «Sinceramente, creemos que es más importante que estos niños y niñas puedan escolarizarse con todos los recursos necesarios que le garanticen una inclusión real en su centro escolar y que mantengan cubiertas su necesidades, que el derroche continuo que se hace con el dinero público desde que está este gobierno... creemos que seguir recortando en educación, mermar estas ayudas o dignarse a decirnos desde las administraciones a las ampas o sus familias que no hay recursos para todos/as, es un claro ejemplo de que las políticas educativas están retrocediendo en lugar de ir avanzando y que por supuesto, se tienen unas prioridades muy distintas a las que tenemos las familias».

La presidenta de la Fampa, María Jesús Alonso, resalta que «sólo pararme a pensar en el pequeño o pequeña o el adolescente que no tiene según palabras textuales «la suerte» de tener ese recurso en el siglo XXI, retrocediendo años cuando no podían acceder a estudiar y sus familias no podían atenderlos plenamente por tener que irse a trabajar para mantenerlo, me crea una impotencia que es muy difícil de explicar con palabras». Su receta está clara: «Debemos garantizar la escolarización plena y más cuando las familias de estos alumno/as carecen de recursos económicos». «Todos los niños/as son iguales, con los mismos derechos y las mismas leyes que los protegen, y es obligación de los gobiernos defender e invertir para que esos derechos no sean vulnerados. Es obligación de las administraciones exigirlos y gestionarlos». Por eso, la Fampa «pide a las ampas que sigan luchando en sus centros para que esa educación sea inclusiva, igualitaria y equitativa para todos y todas».