Maestra con espina bífida: «Lo que la enfermedad no impide, lo hace la sociedad»

Trabaja en el colegio ‘Jacaranda’ de Sevilla y ha encontrado en la sociedad unas trabas impropias del siglo XXI

03 dic 2019 / 12:40 h - Actualizado: 03 dic 2019 / 12:50 h.
"Discapacidad","Rehabilitación","Psicología"
  • Isabel Rocío Clavijo. / EFE
    Isabel Rocío Clavijo. / EFE

Cada mañana Isabel Rocío Clavijo se baja del coche para dar clases en el colegio ‘Jacaranda’ de Sevilla, como cualquier docente con niños a su cargo, que solo ven en ella que va con muletas por la espina bífida, que nunca ha condicionado su vida, si bien "lo que la enfermedad no impide, lo hace la sociedad".

Como en otros casos, Isabel lamenta al hablar con Efe que su enfermedad solo le ha condicionado su vida a la hora de adaptarse a ella, pero que ha encontrado en la sociedad unas trabas impropias del siglo XXI, como los reparos de algunos padres y madres a que alguien con su problema dé clases a sus hijos, o los problemas que tuvo para opositar a la plaza que ganó en su día.

Nacida hace 35 años, su problema le fue diagnosticada al nacer: “tengo espina bífida a nivel a nivel de la L5, que es donde está la lesión. Me afecta al movimiento de las piernas”, señala ante sus alumnos de educación especial, recordando que esta enfermedad “tiene mucha diversidad, y a cada persona la afecta de alguna manera”.

Autonomía como cualquier maestra


Para llegar a donde ahora está, “he pasado por mucha rehabilitación y fisioterapia”, pero hoy día tiene la autonomía de cualquier maestra, incluso monta en bicicleta, en un triciclo que en su día me hizo mi padre y luego tuve otro más grande, tengo carné de conducir, coche, y pronto una silla motorizada para poder llevar a mi hijo en brazos más rápido cuando vamos a algún sitio”.

El niño tiene casi tres años, y no tiene problema alguno, señala, y recuerda cómo sus padres se encontraron con lo que a ella le pasó en la España de 1984: “para ellos fue una sorpresa, pero en el mismo hospital había dos casos más, y se unieron los tres para hacer la Asociación Sevillana de Espina Bífida”, iniciando un peregrinaje por entidades y congresos para dar a conocer la enfermedad y saber más de ella.

Cuando fue creciendo, su vocación de ayudar a los niños con problemas se hizo evidente: “estando en ese mundo, quise ayudar a los demás, sabiendo las necesidades que tenían, aportando mi granito de arena, y vi que la solución era esta, dar clases a niños con necesidades concretas. Me gustaba mucho la psicología y también la docencia”, por lo que se licenció en Educación Especial.

«Hice oídos sordos y seguí adelante»


Pero la licenciatura no fue el fin a los problemas. “Como cualquier persona que oposita, necesitaba un certificado médico, que en mi caso lo tenía que dar un tribunal médico. Allí, me encontré con una señora que me dijo que 'hay que ver que os empeñáis en tener trabajos que no podéis hacer'. De ese despacho pude salir hundida, pero hice oídos sordos y seguí adelante con mi propósito”.

Llegaron entonces las pruebas prácticas y teóricas, las primeras en un centro no adaptado de Almería, las segundas en Málaga, porque no pudo examinarse en Sevilla en ninguno de los casos, y luego, “me encontré con directores de colegios que iban a la delegación cuando un padre le decía que cómo iba a dar clase yo a sus hijos, aunque otros me dieron el voto de confianza que necesitaba”.

El cúmulo de despropósitos llegó cuando le dieron plaza en un colegio de la barriada sevillana de Torreblanca, un centro sin accesos ni subida a plantas ni baños adaptados, con lo que se encuentra en comisión de servicios en el colegio de Sevilla Este al que acude a diario.

Con todo, ha alcanzado una normalidad que cuesta, pero que es posible: “mi día a día no es el de cualquier madre o profesora, porque además de tener que luchar y tener todas las tareas normales, tengo que combatir contra la discapacidad y limitaciones e ir pensando de forma anticipada cómo hacer lo que cualquier persona hace sin tener que pensar cómo hacerlo”.

En esa lucha, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad pone el acento en este 3 de diciembre en el trabajo de gente como ella, y en la labor que hace con sus alumnos sin importar su discapacidad, y sí sus muchas capacidades.