Entrevista

«Me ilusiona que ya sea vivido como un sueño colectivo lo que empecé en solitario»

Yolanda Sánchez Domínguez. Fundadora y directora de La Casa de los Pianistas. Ha puesto en marcha con tanta pasión y sacrificio en Sevilla un espacio de actividad cultural y educativa vinculado al piano que sus cotas de calidad y su dimensión internacional están causando admiración y colaboración a raudales

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
01 ago 2019 / 09:39 h - Actualizado: 01 ago 2019 / 10:31 h.
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  •  Yolanda Sánchez, con el principal piano de la Casa de los Pianistas, en el que ha invertido 56.000 euros. / Jesús Barrera
    Yolanda Sánchez, con el principal piano de la Casa de los Pianistas, en el que ha invertido 56.000 euros. / Jesús Barrera

La imagen corporativa de La Casa de los Pianistas, que está en la sevillana calle Cano y Cueto, junto a la Puerta de la Carne, es un logotipo creado por PinkGlobe Studio que evoca con un solo trazo piano y corazón. Mucho corazón y arrojo le está poniendo Yolanda Sánchez para sacar adelante una iniciativa que, en un solo año, ha conseguido en Sevilla un insospechado nivel de actividad y de interés. En agosto sigue abierto. Resulta difícil hacer más con menos. “Me ilusiona que ya sea vivido como un sueño colectivo lo que empecé en solitario”. Nacida en 1972, Yolanda Sánchez reside actualmente en Tomares. Tiene dos hijas, la mayor estudia la carrera de Antropología y la otra va a comenzar la de Psicología. La primera tiene notable formación en violoncello y la segunda en violín.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en Priego de Córdoba, en 1972. Mi padre, maestro ya jubilado, es de Iznájar. Cuando yo tenía un año, nos fuimos a vivir a un pueblo de Granada, Íllora, de donde es natural mi madre. Yo me siento de Granada. Soy la mayor de cuatro hermanos. Estudié hasta los 14 años de edad en el Colegio Gran Capitán, de Íllora. Después mi padre trabajó dos años en Venta de Baños (Palencia) y en el instituto de dicho municipio hice los dos primeros cursos de BUP. Me gustó mucho la vida allí, y había bastante nivel cultural. Y a los 17 años me trasladé a Sevilla para entrar en la universidad.

¿Cuándo comenzó su interés por la música?

Desde muy niña, y mi padre, autodidacta, me inició en casa. A los 8 años empecé en el Conservatorio de Granada, tras los seis años de cursos allí, continué otros dos en el Conservatorio de Palencia. Y cuando me radiqué en Sevilla, tras acabar COU, quise compaginar hacer la carrera de Arquitectura Técnica con la de piano en el Conservatorio Superior. Pero los horarios eran incompatibles y opté por el piano. No para ser concertista sino para enseñar, me encanta.

¿Dónde empezó la docencia?

Con 17 años, en casas de alumnos. Y desde los 21 años lo hice en escuelas de música privadas, y durante 10 años en el Conservatorio Superior, con plaza de interina. En la Universidad de Sevilla hice el doctorado y trabajé en Ciencias de la Educación. Siempre he estado ampliando mi formación en pedagogía musical y en metodología de su enseñanza. Como en el sistema Music Learning Theory del norteamericano Edwin Gordon, para ayudar a los niños a superar la barrera del aprendizaje en la escritura musical.

¿Cómo?

Los niños que quieren empezar a edad muy temprana con un instrumento se han iniciado previamente de modo intuitivo, experimental, divertido. Eso está bien, pero cuando llega el momento en que han de aprender de la lectura y la escritura de la música, muchos se bloquean, pierden la motivación y abandonan. Fui de las pioneras en aplicar en Sevilla el método Gordon con niños de corta edad, y sus técnicas ya se han extendido por escuelas infantiles.

¿No ha seguido dando clases en conservatorios?

Me destinaron al Conservatorio de Pozoblanco (Córdoba), pero no lo podía compaginar con mis circunstancias familiares. Tuve que dejarlo. En Sevilla, durante seis años, estuve compaginando dar clases particulares con trabajar en la Escuela de Música del Colegio San Francisco de Paula, y después estuve tres años con el Centro Norteamericano, además de actividad musical también me impliqué en la tutorización de los programas y créditos para los estudiantes procedentes de EEUU.

¿No pudo prosperar tampoco en la universidad?

Se decretaron recortes que acabaron con mis expectativas. En lugar de articularse más en Ciencias de la Educación la formación musical, quedó reducida a asignaturas optativas. Con lo imprescindible que es para todos los maestros, pues los niños aprenden mejor cualquier cosa cantando y jugando con la música. Y como investigadora tampoco había hueco. Estuve en un año participando gratis en un grupo de investigación para sistematizar el acceso a todo lo que se ha publicado sobre música a lo largo de la historia.

¿Cuándo decide atreverse a montar La Casa de los Pianistas?

Llevaba muchos años pensando en cómo empezar, porque mi ilusión siempre había sido tener una escuela propia y poner en práctica mis ideas e inquietudes para hacer cosas sin rigideces burocráticas ni barreras entre personas de diversas edades. En 2017 ya registré el dominio y creé la web, con el boceto de todo lo que tenía en mente. El problema siempre ha sido no tener solvencia económica, al vivir con ingresos muy escasos. Pero unos amigos me comentaron la existencia en Sevilla del Centro de Apoyo al Desarrollo Empresarial (CADE), y del Edificio CREA, y los programas de fomento del emprendimiento con respaldo de la Unión Europea. En 2018 hice un curso, me fue útil, desarrollé un plan de viabilidad, y después la Caixa me concedió un microcrédito.

¿Qué usos tenía antes el local que ha alquilado?

Ha tenido varias etapas como escuela de teatro, danza, canto. Se quedó libre y era el espacio que yo necesitaba para plasmar mis ideas. Yo siempre he tenido muchas ideas pero no he tenido un espacio donde realizarlas. Al tener el espacio, cada vez salen más ideas nuevas, todo muy creativo.

¿Cuántas actividades se pueden hacer de modo simultáneo?

Cuatro, porque todas las salas están insonorizadas y no se molesta de una a otra. Tengo un piano en cada sala: dos pequeñas, una mediana y en la grande está el piano de cola. Y quiero trasladar también un piano de cola antiguo que tengo en casa para hacer actividades con piano histórico. Cuando se celebra un concierto, obviamente las otras salas no se usan.

¿Es viable económicamente, teniendo en cuenta los gastos de alquiler del espacio, el pago del gran piano, etc., y que las recaudaciones son pequeñas porque es un aforo de solo 80 asientos?

Es muy duro. Del plan de viabilidad que yo tracé a la dinámica real, el cambio es grande. El proyecto conjuga la enseñanza impartida por mí, más el alquiler de espacios, la programación en la pequeña sala de conciertos y también la enseñanza de otros profesionales que vienen a impartir clases magistrales. Estamos teniendo alumnos, pero yo pensaba que a corto plazo íbamos a recibir más porque los jóvenes estudiantes de música estarían muy contentos de aprovechar la proximidad de tener a profesores de tan alto nivel como yo he ofrecido. El alumnado es el que ha reaccionado con más lentitud porque prefiere salir fuera de Sevilla. Pero a largo plazo funcionará más. En cambio, la actividad de conciertos está sobrepasando mis expectativas iniciales.

¿Realmente cuántos jóvenes y adultos que viven en Sevilla y su área de influencia pueden estar interesados en ese nivel de formación?

Calculé mi plan pensando en que hay 60 alumnos de piano en el Conservatorio Superior, más 18 alumnos por profesor en los conservatorios profesionales, que tienen dos o tres profesores; y más los grupos de los cinco profesores en los conservatorios elementales. Además de que pudieran venir algunos alumnos de municipios de Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga. Hay un factor nuevo que juega en mi contra. El programa Erasmus tiene ahora intercambios entre profesores de conservatorios de diversos países, y apoya que cada mes se hagan clases magistrales gratuitas dentro del Conservatorio Superior, a cargo de profesores extranjeros. Competir con esa gratuidad es muy difícil.

¿Tiene apoyo para la gestión?

Intenté tener una empleada para me ayudara, pero lo descarté porque no puedo sufragarlo. Lo hago yo todo. Y no tengo deseo de hacerlo a solas, a varias personas les he propuesto integrarse como socios, pero no ha sido posible porque su desarrollo profesional tenía otro camino. Sí cuento con colaboraciones de personas que me alquilan espacios por horas para sus clases, o para ensayos, o para grabaciones. Y lo más sorprendente, y estimulante, es para eso contactan conmigo músicos o conjuntos musicales de otros países que van a pasar por Sevilla.

¿Por ejemplo?

En abril de este año, Wu Han, pianista y directora artística de la Sociedad de Música de Cámara del Lincoln Center en Nueva York. Estaba de gira por Andalucía, iba a actuar al día siguiente en Los Venerables (Fundación Focus) y con otra estudiante pianista muy joven, Hyeyeon Park, estuvieron trabajando toda una tarde y la mañana siguiente. Y a lo largo del año ha habido más casos de músicos extranjeros, profesionales o amateur, que están en Sevilla de vacaciones o de paso y quieren alquilar una cabina de estudio con piano para componer, para estudiar, para divertirse tocando...

¿Cree que dentro de unos años también captará alumnos foráneos para su oferta de cursos y clases magistrales?

Mi idea es atraer también a alumnos de todo el mundo.

Hay semanas en las que ha programado cuatro y cinco conciertos. ¿Cómo logra ofrecer tantos y tan diversos?

Mi plan inicial era hacer cuatro conciertos al mes como mucho, y ha sido todo lo contrario. Estoy muy orgullosa de que les guste participar a artistas de alto nivel, de Sevilla, Andalucía, España y de otros países. Y estoy ilusionada porque cada vez más personas se dan cuenta de la calidad de lo que ofrecemos y disfrutan mucho. Porque la convivencia es muy directa entre los artistas y los asistentes. No solo el encanto de tocar y escuchar tan cerca unos de otros, como en los salones de conciertos de antaño. Sino porque los intérpretes y compositores explican las obras, hablan de sus ideas, expresan sus sentimientos. Todos nos sentimos dentro de la música durante los conciertos.

¿En qué se diferencia de lo que sucede en un teatro?

Cuando termina el concierto, incluso antes de que terminen los aplausos, en los teatros hay personas que se levantan y se van, tienen prisa. En La Casa de los Pianistas, todos acuden con idea de confraternizar en una experiencia sociocultural. No solo piden más bises para que se prolongue el concierto, sino que después se quedan media hora conversando.

¿Cuánto recauda en un concierto si se llena la sala?

Poco más de 700 euros como máximo. Del precio, 10 euros, hay que descontar el 10% que es para pagar el IVA. Si acuden grupos de al menos 15 personas, el descuento en el precio es del 15%.

¿Está teniendo buena acogida la variedad de repertorios: música clásica, jazz, canción, música de cine,...?

Cada vez más, y personas de diversos gustos y estilos ya sienten este espacio como algo propio, se sienten cada vez más atraídos y vinculados. Ha dado cuatro conciertos el neozelandés Trevor Coleman, pianista de jazz y compositor de bandas sonoras de películas y documentales, tres veces nominado a los premios Emmy, que vive en Sevilla. Han hecho recitales de copla tanto Macarena del Río como Lola Reina. Antes de Semana Santa hicimos el ciclo 'Los lunes de Cuaresma', dedicado a la música procesional, con Claudio Gómez Calado, director de orquesta y pianista, haciendo conferencias-concierto. Le he dado cabida a la música minimalista con la actuación de los jóvenes compositores Juan Cervera, granadino, y Pilar Osado, cordobesa, más la pianista argentina María Testa, que vino desde Marbella. De lo que está teniendo mejor acogida es el cine mudo con música en directo.

¿Por ejemplo?

Las películas de Chaplin ‘El chico’ y ‘Luces de la ciudad' en concierto con piano y violín por Aída Velert y Fernando Pascual. Hemos hecho conferencias-concierto sobre el 'Nosferatu' de Murnau con dos formas de acompañar su proyección, una con improvisaciones, y otra con música de los estudios de cine de la época. También hemos combinado cine mudo y música en directo con ‘El Maquinista de la General’, de Buster Keaton, y ‘Dr. Jack’ de Harold Lloyd. A la gente le gusta mucho, enriquece mucho artísticamente, y es idóneo para traer a niños.

¿Puede pagar caché a los músicos?

No, sale adelante como colaboraciones. A muchos músicos les encanta la iniciativa. Tengo el orgullo de haber tenido dando una 'masterclass' a Ramzi Yassa, un pianista de fama internacional, con el que en el pasado han aprendido muchos profesores de Sevilla en cursos impartidos por él. Y logré que además de alumnos recibiendo su magisterio asistieran 20 personas más para ver cómo lo hacía, es una costumbre que se ha ido perdiendo. La implicación de músicos españoles de alto nivel, como Albert Nieto, que dio otra 'masterclass', o Emilio González Sanz, que ha realizado muchos conciertos y en todos dando a conocer repertorios muy interesantes. O las espectaculares actuaciones de grupos de cámara integrados por músicos de la Sinfónica de Sevilla. Y muchos jóvenes talentos sevillanos que están haciendo carrera con dimensión internacional, como Javier Núñez, Oscar Martín, Dahdoud Salim, Paula García del Valle,...

¿Cómo ha hecho posible que den conciertos músicos procedentes de otros países?

Por el espíritu de colaboración. Quieren venir a Sevilla. Ahora estoy en conversaciones con Maurizio Moretti, que quiere dar en febrero de 2020 una 'masterclass' y un concierto. Y la única vez que ha tocado en Sevilla fue en el Teatro de la Maestranza. Han actuado, entre otros, el sueco Carl Petersson, que vino desde su país; la checa Ingrid Sotolarova, que está afincada en Portugal; el ruso Peter Chuknov, que reside en Alemania; el cubano Luis Lugo, el alemán Andreas König,... Para otoño, ya está fijado el 16 de noviembre el concierto de Gunnar Samma, pianista de la Academia de Música Noruega, que presentará su disco sobre obras del compositor Medtner.

En las redes sociales ha hecho una convocatoria para conseguir micromecenas que la ayuden a sufragar el gran piano Kawai que tiene en la sala principal.

Ya he conseguido que 12 personas se hagan socios de La Casa de los Pianistas, la cuota anual es de 70 euros, algunos han querido aportar más. El distribuidor de la marca de pianos también confió en el proyecto y me ha dado facilidades de pago. Es una compra por 'leasing', con un año de carencia y pagos mensuales a lo largo de cuatro años.

¿Qué le comentan quienes descubren La Casa de los Pianistas?

Lo más bonito es que se está creando comunidad, entre artistas, aficionados, jóvenes, adultos, ciudadanía en general. Que se normalice un espacio con actividad todo el año y al que acudir en familia, o con amigos, y donde descubrir, aprender,... Hasta ahora, hay grupos fieles a un determinado estilo (fieles a música clásica, o fieles a música de cine, o a la copla...) y los que se interesan por todo. Todos repiten, todos se lo recomiendan a otras personas, acuden con gente nueva, también salen encantados, y así está creciendo. He observado que, por ejemplo, al jazz, a la copla, y a la música con cine mudo... vienen grupos. Y a los conciertos de música clásica viene mucha gente sola o con pareja.

Un objetivo que le ilusione especialmente.

Me gustaría conseguir que los alumnos del conservatorio hicieran pandilla para venir, como yo iba a muchos conciertos cuando era adolescente. Yo les ofrezco un carné joven y entrada gratuita. Hay que cambiar la tendencia de que el alumno de piano esté en soledad, mientras que los de orquesta llevan una vida más grupal. Crear pandilla, ir a conciertos con tres o cuatro más, y comentar, comparar, etc., favorece la motivación para seguir formándote. Y extender ese sentido de comunidad entre sus familiares y amistades.

¿Está vinculada a otros géneros culturales?

Me gusta de todo. Y quiero que todas las artes tengan presencia en relación con el piano. Ya hemos tenido un concierto con performance sobre Dalí, y otro con ilustraciones proyectadas. Y pronto se hará un taller de danza contemporánea, y tengo en mente recitales de poetas con pianista, y monólogos teatrales con concierto,...

Cuando la consejera de Cultura ha desvelado que la Agenda Andaluza de Instituciones Culturales es un organismo público con 483 personas en nómina y de cuyo presupuesto anual, 24,6 millones de euros, se dedican 18 millones a pagar salarios, 5 a gastos de mantenimiento y solo 1 millón a acción cultural, ¿qué piensa usted cuando lo compara con lo que está vertebrando en La Casa de los Pianistas desde un gran esfuerzo personal y económico?

La cultura es un pilar fundamental de la sociedad y una inversión que debe hacer todo gobierno e institución. Cuando no se crea cultura, no se crea pensamiento. Últimamente he pensado mucho sobre cómo hacer evolucionar la autofinanciación de la cultura con mayor participación de la sociedad (comunidades educativas, empresas, instituciones...). Mi proyecto de tesis doctoral, que quedó parado hace diez años, era sobre la crisis del modelo de gestión de las orquestas sinfónicas, como vemos en el caso de la Sinfónica de Sevilla. Hay que dar un paso al frente para estructurarlo todo de otra manera, con la inercia del pasado no se mantiene. Para que la ciudadanía se involucre hay que hacerle descubrir la cultura y crearle el interés por vivirla.

¿Cuál es su visión sobre la evolución de la sociedad sevillana?

Muchas personas que hemos vivido en diversas ciudades, cuando llegamos a Sevilla nos enamoramos de ella. Culturalmente, tiene una gran diversidad. Me gusta que haya personas que vivan intensamente algunas tradiciones, al igual que otras personas basan su pasión cultural en la apertura de miras y en lo nuevo. Hay tanta oferta cultural que falta ensanchar en la población residente en Sevilla la base social con vinculación a la cultura. No solo para que sea público, sino para que sea comunidad cultural. A quienes invito de otras ciudades y países para que participen en La Casa de los Pianistas, se van de Sevilla admirando la amplia dimensión cultural de la ciudad.

¿Qué ha de cambiar para ensanchar la base social de la cultura?

Valorar la inversión en educación y en cultura como una de las mejores decisiones que han de llevar a cabo todas las familias con sus hijos para su desarrollo personal. Por otro lado, no incurrir desde los gobiernos en el error de ofrecer gratis cualquier actividad cultural. Hemos padecido sus consecuencias: mucha gente no le da valor a la cultura, cuando detrás tiene un gran esfuerzo. Pongo un ejemplo reciente: llegó una persona para asistir a un concierto. Pensaba que eran gratis. Cuando le expliqué que la entrada valía 10 euros, se molestó y se quejó del precio. Al menos, no se marchó, y aceptó pagar. Cuando terminó el concierto, vino a buscarme y me dijo: “El concierto ha sido buenísimo, para la calidad que tiene, 10 euros es muy barato”. Su mentalidad había cambiado.