«Mi padre no murió, lo mataron»

Los familiares de las víctimas reclaman la apertura de las otras fosas comunes del cementerio de Sevilla

Elena Ruiz Cabezuelo ElenaRuizCab /
28 ene 2020 / 05:45 h - Actualizado: 28 ene 2020 / 05:45 h.
"Memoria histórica"
  • Foto: EFE
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Como cada cuarto sábado del mes, la plaza de la Gavidia es testigo del encuentro de familiares de víctimas del franquismo, que se reúnen para recordar a los desaparecidos. Este sábado es distinto, el cielo se ha teñido de gris y amenaza la lluvia, por lo que el encuentro transcurre con mayor dinamismo. No se ha improvisado el altar de fotografías, pero sus parientes están más presentes que nunca.

El tiempo triste contrasta con el ánimo del grupo, que ha recibido con estusiasmo la noticia del inicio de los trabajos en la fosa de Pico Reja.

Hace unos días tuvo lugar el acto simbólico de apertura de tierra que precederá al inicio de las tareas de exhumación de la fosa común de Pico Reja del Cementerio de San Fernando de Sevilla.

La fosa, que ostenta unos 671,34 metros cuadrados y podría alcanzar los cuatro metros, podría albergar a 1.103 cuerpos, de los cuales se cree que 936 podrían pertenecer a personas represaliadas.

La noticia llenó de alegría a las distintas asociaciones de memoria histórica y de familiares, que llevan años luchando por la recuperación de sus parientes desaparecidos.

Según aporta José Díaz Arriaza, historiador y autor de ´Ni localizados ni olvidados. Las fosas del cementerio San Fernando de Sevilla, 1936-1958´, en ese enclave existen otras fosas comunes, con una estimación total de 4.500 cuerpos aproximadamente.

Es precisamente en la presentación de la obra de Díaz Arriaza, en 2016, cuando María Luisa Hernández se topa con el nombre de su abuelo materno en la lista de cuerpos enterrados en la fosa de Pico Reja.

Un encuentro casual

Desde pequeña había sido consciente de que el cuerpo de su abuelo había desaparecido. Durante años el temor de su propia familia a reabrir las heridas le había impedido llevar a cabo una búsqueda efectiva de información sobre su caso, pero una vez fallecida la generación anterior se dispuso a conocer lo ocurrido con el padre de su madre: «Fue en 2013, tuve que esperar a que muriese mi madre para empezar a poner en marcha la petición».

El caso de su abuelo es singular, ya que fue el primer civil al que se le hizo un consejo de guerra. Tenía 35 años, y formaba parte de la dirección del Matadero de Sevilla. No era un hombre de ideas acérrimas, pero creía en los valores democráticos y laicos, y logró abrir una pequeña escuela para hijos e hijas de obreros en el Cerro del Águila: «se llevaba estupendamente con el párroco de San Bernardo, de hecho bautizó a sus hijos porque su mujer era creyente. No era una persona tajante en ese aspecto, pero en la escuela prefería separar la religión e impuso la obra de El Quijote como libro de texto».

Lo detuvieron entre el 10 y el 11 de agosto de 1936, y permaneció encarcelado durante 22 días, hasta que fue fusilado en la muralla de la Macarena. La noticia hizo que a su abuela se le adelantara el parto de su cuarto hijo. «La familia, por lo que yo he sabido, tuvo apoyo de las personas que habían tratado de salvar a mi abuelo, por lo que era apreciado por gente que no era de izquierda. Le dijeron a mi abuela que dejara a los niños en el auxilio social, pero ella se negó y se entregó a sacarlos adelante» recuerda María Luisa.

 «Mi padre no murió, lo mataron»

Y pide que «nos dejen por fin conocer la verdad. Es muy necesario que los distintos ministerios que guardan archivos clasificados de este periodo de la historia se abran a las personas que quieran saber. Ya está bien de que se haya continuado con un relato muy parecido al que se tenía durante la dictadura».

El inicio de los trabajos de exhumación en Pico Reja ha colmado de esperanza a muchas personas como María Luisa, que saben que existe la posibilidad de que por fin puedan encontrar los restos de sus familiares. Es, sin duda, una gran noticia, pero Pico Reja no es el único enclave del cementerio San Fernando de Sevilla en el que hay localizadas fosas comunes.

Buscadores de huesos

Fue una tarde de 2008 cuando Rogelia supo la verdad sobre la muerte de su abuelo. Su madre le pidió que cerrara la puerta y entre susurros le dijo: «mi padre no murió, a mi padre lo mataron». Todavía se emociona al recordar cómo su madre empezó a contarle la verdad sobre la desaparición de su abuelo.

Rogelio no estaba afiliado a ningún partido ni sindicato, pero era un hombre reivindicativo y solía sumarse a las luchas ajenas. Destacaba en su pueblo, y esa notoriedad desató envidia entre algunos de sus vecinos: «Simplemente era una persona solidaria que ayudaba a todos, y según tengo entendido por personas mayores del pueblo se le envidiaba por su forma de ser».

Tenía 39 años y una familia que mantener cuando una noche irrumpen en su casa y es detenido sin ninguna razón, sin una explicación. Permanece durante un tiempo en la cárcel, y al cabo de unos días es trasladado al Cine Cabaret Variedades de la calle Trajano en Sevilla, lugar que había sido habilitado ante el abarrotamiento de la prisión provincial. «Mi abuela iba cada día, junto a otras mujeres, a Sevilla para llevarle el canasto con ropa limpia y comida, pero solo pudo verlo una vez», cuenta su nieta. La mañana del 19 de noviembre de 1936 recibe la peor de las noticias, los guardias le advierten de que Rogelio ya no está allí y le piden que no regrese.

 «Mi padre no murió, lo mataron»

Apenas cinco días después aparece en el boletín de la provincia la orden de incautación de todos sus bienes. La familia pudo mantener la casa porque era propiedad de sus bisabuelos, pero «se lo quitaron todo, el ajuar, los muebles y el dinero. Se quedaron en la más absoluta de las miserias».

A la miseria se le sumaron años de humillación y señalamiento: «la represión silenciosa la sufrieron mi abuela, mis tíos y mi madre». Y recuerda que su abuela murió joven, sumida en la tristeza. Su madre, que perdió a su padre con dos años, recordaba el sonido de los golpes en la puerta, y creció con miedos y fobias que la acompañaron durante toda su vida.

Rogelia lleva el nombre de su abuelo, y está convencida de que estaba destinada a buscarlo: «Me siento orgullosa de ser una buscadora de huesos, si son los míos mejor, pero también de todos los demás. Son personas que están bajo tierra sin un por qué».

Fue en 2012 cuando empezó la búsqueda activa de su abuelo, y desde entonces forma parte del movimiento asociativo y memorialista que se reúne en la Plaza de la Gavidia.

Con el tiempo descubrió que su abuelo se encontraba en otra de las fosas comunes que alberga el cementerio de Sevilla: «la fosa del monumento». Estuvo presente en el acto simbólico de la apertura de la fosa de Pico Reja y recibió la noticia con gran entusiasmo, pero mantiene una preocupación: «que no solo se abra Pico Reja, porque supuestamente está Blas Infante y el último alcalde de la corporación. Todos son iguales y hay que encontrarlos a todos».

Reprocha al anterior gobierno su falta de implicación real, y reivindica la «firma de un convenio para que todos los gobiernos venideros se comprometan a continuar, sin excusas de presupuesto, ni cambios de color».

El legado de Rogelio ha llegado hasta la tercera generación, su bisnieta Abril - de ocho años- conoce su historia y no entiende el por qué, pero ha desarrollado un sentimiento de justicia que la hace implicarse en la lucha de su abuela: «Se pregunta por qué. Me acompaña a los actos y asambleas. Siendo tan pequeña tiene conciencia de justicia, de lo que está bien y de lo que está mal».

Las otras fosas

Paqui Maqueda es la presidenta de la Asociación ‘Nuestra Memoria’, que cuenta con una treintena de socios. El grupo nació en 2015, pero proviene de otra asociación que se constituyó en 2003. Desde entonces se reúnen de forma asidua para conmemorar a sus familiares y reivindicar la necesidad de seguir buscando a los desaparecidos.

 «Mi padre no murió, lo mataron»

Han recibido con «esperanza y alegría» la apertura de Pico Reja, pero recuerdan que la lucha continúa: «Estamos intentando que se proceda a la exhumación de las otras fosas comunes del cementerio, que tienen menos personas, pero que también son numerosas».

«Es una alegría muy especial ver que se está abriendo Pico Reja. Agradecemos mucho lo que están haciendo las administraciones, pero si no llega a ser por el empuje, el coraje y la insistencia de las asociaciones y familiares esa fosa no se abre, porque no se ha abierto en 84 años», advierte la presidenta de la asociación.

Para Maqueda «la existencia de fosas comunes son el símbolo mayor de la deuda que tiene el Estado con las víctimas del franquismo. Siempre decimos que las familias son el corazón de la memoria histórica y las asociaciones el motor».