Murillo no está solo en el Alcázar

Teatro Clásico de Sevilla estrena una nueva ruta teatralizada con funciones hasta octubre

28 feb 2018 / 09:52 h - Actualizado: 28 feb 2018 / 10:27 h.
"Cultura","Bartolomé Esteban Murillo"
  • Teatro Clásico de Sevilla representa hasta octubre una nueva ruta nocturna teatralizada en el Real Alcázar. / Fotos: Manuel Gómez
    Teatro Clásico de Sevilla representa hasta octubre una nueva ruta nocturna teatralizada en el Real Alcázar. / Fotos: Manuel Gómez

Podía haber sido fácil para el dramaturgo Alfonso Zurro tomar una biografía de Murillo, teatralizar un puñado de anécdotas y juntar a un puñado de personajes poniéndolos a hacer lo que mejor saben hacer. Sin embargo, la obra que anoche levantó el imaginario telón no es una visita dramatizada cualquiera. No una más. Desde luego que el sello de Zurro y de la compañía Teatro Clásico aseguran, de entrada, que la propuesta no es un simple souvenir para turistas.

En el contexto del Año Murillo, y sin quererse asir a un título en concreto, Zurro ha dado vida a diferentes escenas que permiten (re)descubrir el Real Alcázar en la noche y bajo una espectacular iluminación especialmente reforzada para la ocasión. El pretexto es Murillo, «el hilo conductor del que tirar, pero al final acabamos contando una serie de historias, parcialmente imaginadas, que suceden en tres épocas distintas».

Quizás la más didáctica es la que protagoniza el joven pintor, podíamos decir, la más coyuntural de todas las que veremos, en la que se imagina a Bartolomé prendado de una joven actriz del vecino corral de comedias de Doña Elvira, uno de los que tuvo mayor esplendor en su época. El movimiento es ágil, los intérpretes, curtidos en la dialéctica de época, se mueven con soltura y su dicción pocas veces resulta afectada, impostada. Cuando llevamos apenas veinte minutos nos adherimos a la propuesta y nos creemos lo que se nos cuenta y, lo mejor, cómo se nos cuenta.

De Isabel de Farnesio la historia nos ha relatado, y reiterado, que soportó la locura y los maltratos de Felipe V; pero más desapercibido pasa el quinquenio que ambos vivieron el Alcázar. Gracias a la italiana, cultivada en Europa, arrancó en Sevilla el coleccionismo privado de obras de Murillo. «Estos personajes nos permiten introducir la música, dado que el monarca era muy aficionado a ella», comenta Zurro. Se tañe entonces la vihuela en el Patio de las Doncellas mientras contemplamos una coreografía muy bien iluminada, mejor ejecutada. Los tiempos están cuidados, 75 minutos que pasan en un chasquido de dedos mientras deambulamos por las estancias del palacio. Nada se demora demasiado.

Y cuando pensábamos que todo estaba razonablemente bien, Teatro Clásico conquista el notable e introduce a un extraviado en la historia hispalense, Pablo de Olavide, un ilustrado, afrancesado, perseguido por la Inquisición, que devolvió durante un tiempo el teatro a Sevilla y que creó la primera escuela de actores. «Es un personaje trascendental y muy desconocido, una persona que abrió Sevilla, una ciudad que, entonces, estaba atada a la iglesia», cuenta Zurro. De su mano penetraremos en los baños María de Padilla para ver, en la oscuridad, un trabajo audiovisual sencillo y hermosamente logrado. Y a él, y al actor que lo encarna, se deben algunos de los mejores momentos de la representación, como el final, donde, ¡ay!, sentimos el chasquido de la emoción. «Todas las historias surgen de haber visitado el Alcázar de noche. Para mí esta es una obra tan importante como otras que haya podido hacer para escenarios convencionales», concluye. Y esto lo notamos todos.

Funciones, jueves y viernes hasta octubre, a razón de cuatro cada día.