Niños, cámaras... y adiós estigmas

Cortos. El IES Itálica embarca a sus estudiantes en el rodaje de cortometrajes para inculcarles los valores de respeto hacia las personas que padecen una enfermedad mental

Iñaki Alonso @alonsopons /
11 oct 2016 / 07:00 h - Actualizado: 12 oct 2016 / 10:39 h.
"Salud","Cine","Objetivo: salud mental"
  • Susana Díaz de Andrés, Fernando Pérez-Aranda, Raquel Marín y Blanca Rosado recrean una de las escenas de Callando Bocas. / Pons
    Susana Díaz de Andrés, Fernando Pérez-Aranda, Raquel Marín y Blanca Rosado recrean una de las escenas de Callando Bocas. / Pons

Raquel Marín desechó en verano su idea inicial de optar a la carrera de márketing. Esta joven de 2º de Bachillerato ha cambiado de un plumazo sus perspectivas de futuro. Tras un verano de meditación, anhela ser pedagoga o psicóloga. No detalla las razones del radical giro, pero en su mirada se intuye que ha podido influir las horas y horas que pasó en ese laboratorio de valores que es el aula de Radio Televisión Itálica, del IES Itálica de Santiponce. Junto a su monitora, Guadalupe Sánchez, y sus compañeros de 17, 14 y hasta 13 años, ha hecho del cine y, en concreto, del corto, un altavoz para acabar con los estigmas que rodean a la salud mental.

Raquel encarnó, hace ahora un curso, una de las dos voces imaginarias que torturaban a Luis, un joven de 1º de ESO con esquizofrenia que era el protagonista del corto que se presentó al III Festival de Cortos y Salud Mental. Fue el único centro educativo que se presentó. «El corto no ganó por la técnica, pero sí el accésit. No podían medirse con directores de cine, pero captaron la idea al instante», relata Inmaculada García, responsable del festival, que recordó que una de las bases, que cumplieron, era «ver la enfermedad desde un punto de vista positivo».

Estos estudiantes ya tenían cierto bagaje. En la anterior edición acudieron como espectadores, pero también con un corto que no fue a concurso pero sí se proyectó. «No creemos en las etiquetas, por eso nuestro corto no tiene título», rezaba el final del filme. Toda una declaración de intenciones. En ella narra la historia de Manu, un joven con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que empieza a salir con Blanca, una joven que le demuestra que es una persona normal.

Ese fue el primer paso. El segundo fue Callando bocas. «Al principio quisimos hacer un corto de homenaje a los cuidadores, pero salió demasiado melancólico e hicimos otro más optimista», relata la Sánchez, delante de su reparto: Raquel Marín y Blanca Rosado, de 2º de Bachillerato, que repetían experiencia, y Susana Díaz de Andrés y Fernando Pérez-Aranda, que debutaron con esta pieza.

Fernando, el más pequeño de los cuatro (2º de ESO) asumió el papel protagonista, un estudiante con esquizofrenia que encuentra su vía de escape de la mano de una compañera de clase (Susana), que le anima a participar en un concurso de dibujo que le permite expresarse y acallar las burlas reales e imaginarias (Raquel y Blanca).

De primeras, hicieron acopio de información. Todos se quitaron la venda de lo que era un problema de salud mental. «Tenía una idea sobre la esquizofrenia, pero era errónea. Pensaba que estaban siempre agresivas y no es así», explica Raquel. «Debe ser muy difícil para el que lo padece», complementa Susana, la más tímida. Blanca, que quiere estudiar el grado de Comunicación Audiovisual, ahonda en el hecho de que «a cada persona le afecta de diferente manera». Y Fernando, el más inquieto y que le fascina el teatro, reconoce que ese papel le ha hecho ser más sensible hacia este colectivo. Con todos esos ingredientes, sacaron su corto.

El producto final se vio en mayo. Y ganó en credibilidad, no tanto por los aplausos, sino por un espectador, de unos 18 años, con esquizofrenia, que «se sintió identificado» tanto por ese aislamiento social como por ese potencial artístico. «Nos dijo que se vio reflejado en cada escena», recuerdan los cuatro. Ahora ya piensan en el tercer corto. Un secreto bien guardado, pero que es garantía de éxito antes de su rodaje por una razón: por una generación que, con estos trabajos, saben respetar a aquellos que sufren una enfermedad mental.