«No pudo defenderse, estaba inconsciente cuando lo asfixió»

La Policía cree que la heladera ahogó a la víctima después de darle un golpe en la cabeza. La hipótesis del robo no se descartó al no aparecer sus pertenencias

16 may 2017 / 19:08 h - Actualizado: 16 may 2017 / 20:22 h.
"Tribunales"
  • La heladera acusada de matar a un jubilado y ocultar su cuerpo en un congelador. / Manuel Gómez
    La heladera acusada de matar a un jubilado y ocultar su cuerpo en un congelador. / Manuel Gómez

«No se pudo defender». Es la conclusión a la que llega el jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional para quien el crimen de la heladería Otoño se originó tras «una pelea desproporcionada», en el transcurso de la cual Manuel Martín Ojeda recibió un golpe en la cabeza que le dejó inconsciente. En este estado fue estrangulado porque «no presenta ningún signo de defensa». Sus hijas, entre llantos y sin dirigir la mirada a la acusada, declararon este martes ante el jurado, las dos relataron como vieron a María del Carmen Quero Bernal tirar una bolsa en el contenedor, que contenía las pertenencias de su padre, mientras con toda frialdad les deseo «suerte» en la búsqueda de su padre.

El jefe de Homicidios llegó a la heladería nada más ser descubierto el cuerpo. «Me enseñaron una foto y me tuvieron que indicar dónde estaba el cadáver», ha dicho sobre el estado en el que se encontraron a Manuel. «No era evidente que estaba allí puesto. Lo intentó ocultar entre cacharros y le había puesto la publicidad encima», aunque la bolsa que más le llamó la atención fue una que «contenía adornos de Navidad y dos cables euroconectores». Tenían el mismo grosor que el surco que la víctima presentaba en el cuello. «La marca era evidente», destacó.

Tras la investigación, su conclusión es que en el local se produjo «una lucha desproporcionada entre una mujer fuerte y corpulenta de 40 años y un hombre bajito. Le golpea con algo y pierde la consciencia. Se pone sobre él y le rompe las costillas y con unos cables lo estrangula». El inspector jefe ha incidido en que la víctima «tenía las uñas largas y no tenían ADN de ella, además ella no tenía lesiones y arañazos. No se pudo defender». El policía explicó que una persona al ser estrangulada reacciona «por superviviencia» e intenta apartar a su agresor, «pero no hay ninguna evidencia de que intentara hacerlo. Entre la pelea y la muerte hubo un parón. Los forenses que hicieron la autopsia podrán confirmarlo», añadió.

En la escena del crimen la Policía también encontró manchas de sangre, un colchón con una manta «que parecía que había sido usado» y junto a él un sujetador. Bajo la pila estaba la basura donde se localizó una camisa «como metida en detergente». El jersey y otros objetos fueron localizados en el contenedor, que fue precintado y trasladado a dependencias policiales para su análisis. Sin embargo, nunca encontraron la cartera, el móvil ni las joyas –varios colgantes de oro– que llevaba la víctima, por eso «no descartamos que se tratase de un robo». En el establecimiento también localizaron un vaso «con restos de whisky y una botella de agua» que también contenía esta bebida. El cadáver «llamaba la atención porque estaba como si se hubiera puesto cómodo para ir a dormir. No tenía jersey, ni abrigo y tenía el pantalón desabrochado y no llevaba zapatos», señaló.

Sobre la acusada, el jefe de Homicidios afirmó que su primera declaración fue «una falacia», porque les hizo un relato «que no se ajustaba a la realidad que ya teníamos corroborada por varias pruebas». Así, ella señaló que la víctima la persiguió al salir del bar y se coló en la heladería, donde intentó propasarse. «Hubo una pelea y dice que le golpeó con la sombrilla», además, ella asegura que un moretón que tenía en el ojo se lo hizo el fallecido, cuando la Policía ya contaba con una grabación en la que «se le veía el moratón» y salir los dos juntos del local.

«Un hombre de rutina»

«Mi padre era un hombre de costumbres». Esta frase la repitieron en varias ocasiones las hermanas Martín, hijas de la víctima. Quebradas por el dolor, narraron la ronda que hicieron la mañana del día 9 de enero por los bares a los que solía ir su padre para conocer su paradero, en uno de los cuales le confirmaron que lo habían visto la noche anterior acompañado de una mujer con la que luego entró en la heladería. Gracias a la intervención de la Policía Local, consiguieron que la acusada abriese la puerta. Las hermanas le enseñaron la foto de su padre desesperadas preguntando si lo conocía, a lo que la heladera contestó siempre que no. «Cuando salí de allí tenía la certeza absoluta de que le había hecho algo a mi padre», dijo una de las hijas.

«Soy un monstruo. Tenéis que llevarme a la Policía»

Francisco y Vanessa Quero, hermanos de la acusada que la llevaron a la comisaría donde confesó el crimen, declararon también como testigos en la segunda jornada del juicio. Vanessa tenía mucho trato con su hermana porque le hacía turnos en la heladería para que ella pudise ir a los centros de desintoxicación a los que asistía de forma muy irregular. Francisco, el mayor, no veía a la acusada desde hacía cuatro o cinco años. «La última vez que la vi, la recogí inconsciente del suelo. La llevé a mi casa, la duché yo y mis hijas la vieron. En ese momento dije: se acabó». El día 9 de enero, Carmen llama a su hermana Vanessa diciendo que «ha hecho algo muy gordo». Vanessa avisa a Francisco porque nota a su hermana por teléfono «peor que nunca» para que las acompañe. Cuando la heladera se monta en el coche, cuentan que lleva una botella de whisky, que ríe y llora al mismo tiempo sin sentido alguno y que no paraba de repetir que es un «monstruo». «Llevo toda la vida comiéndome marrones de mi hermana por su problema con el alcohol, por eso decidimos ir a casa de mis padres».

Camino de Dos Hermanas, donde vive la familia, el hermano mayor le ve un moretón en la cara y le pregunta qué le ha pasado. «Invítame a un cubata y te lo cuento», le contestó. Pararon a tomar algo, y entonces ella lanzó la bomba que mascullaba en el coche nerviosa y de forma incoherente según sus hermanos: «Hay un muerto en la heladería. Lo he matado».

«Nos dice que la vamos a llevar a la cárcel, que la lleváramos a la Policía. Estaba borracha como una cuba, en un principio nadie la creyó», sentenció la hermana.