«No se fían de nadie, a veces es su propia familia la que las vende»

25 mar 2017 / 08:13 h - Actualizado: 25 mar 2017 / 08:13 h.
"Sociedad","La trata de seres humanos"
  • La vida dentro de la casa de acogida es el de una familia, todo se hace entre todas. / M.G.
    La vida dentro de la casa de acogida es el de una familia, todo se hace entre todas. / M.G.

«Soy de Rumanía y vine vendida por mi propio cuñado. Me tiré por una ventana para escaparme del lugar donde me tenían secuestrada para ejercer la prostitución». «Hacen abortar a las chicas con el gancho de una percha... muchas mueren, yo me salvé». «Me da igual morir, solo quiero que no le hagan daño a mi madre». «No quiero que engañen también a mi hermana, no quiero que pase lo que yo he vivido, pero desde allí no me creen». Estos son algunos de los testimonios de mujeres, de entre 18 y 28 años, que han sido víctimas de la trata de personas que puede leerse en algunos de los documentos de las asociaciones que trabajan con estas mujeres. El acceso a ellas es casi un imposible primero porque rehusan el contacto con desconocidos y segundo porque las asociaciones que las acogen son, obviamente, muy celosas de su privacidad.

«No se fían de nadie, y es normal. Muchas veces son sus propias familias las que las venden. En sus países la Policía está corrupta. Lo más complicado para nosotras cuando llegan es ganarnos su confianza», explica Milagros García López, directora de ONNA Adoratrices, que lleva 34 años trabajando de forma directa con las víctimas de la trata. «En este tiempo el perfil ha ido cambiando», asegura. «Antes venían más chicas de países del Este y ahora son más subsaharianas», detalla. Incluso entre ellas también detecta un cambio. «Cada vez vienen con más problemas psicológicos de las barbaridades que hacen con ellas».

La responsable de este programa de las Adoratrices admite que las mujeres que reciben en su casa de acogida llegan con múltiples heridas. «Sus cuerpos están marcados de las palizas, las violaciones... A pesar del color de su piel pueden verse los moratones. Pero sin duda lo peor es el aspecto psicológico», relata. Prueba de la dureza del maltrato y la explotación a la que se somete a estas mujeres es que en los últimos años han aumentado los ingresos en la unidad de salud mental. «La última fue hace no mucho, llegó bien con un discurso muy coherente y lógico. Pero pocos días más tarde no reaccionaba».

Para regularizar la situación de estas mujeres es necesario que denuncien, por ello es fundamental que controlen el idioma y recuperen la confianza en sí mismas y en las personas que las rodean. «Es complicado porque tienen mucho miedo y porque el vudú es una amenaza potente». Si bien, como apunta la responsable de Mujeres en Zona de Conflicto (MZC) en Sevilla, Carla Cingolani, no siempre la víctima tiene estas características por lo que hay que estar atentos y huir de estereotipos.

¿Cuál es la clave para conseguir esa confianza? El trabajo constante, la atención personalizada y el tiempo. En la casa de las Adoratrices el ambiente es el de un colegio o un gran piso compartido. Cada una de las mujeres que viven en ella tiene su propia habitación, «que se encargan de mantener ordenada y limpia», las labores de la casa se hacen igualmente entre todas y también «comemos todas juntas». «Somos como una familia». Aunque con muchas nacionalidades. En Navidad, cuenta la directora, se juntaron hasta 17 distintas. La relación que mantienen con las mujeres que pasan por esta casa es tan cercana que no se corta cuando por fin encuentran un trabajo y comienzan a hacer una vida independiente. «Una de ellas vino el otro día porque quiere que la acompañe a ver un piso que se quiere alquilar y le gustaría que yo lo viera antes de decidirse», cuenta la directora con la sonrisa de quien sabe que lleva años ayudando a cambiar vidas. «Otra nos deja a su niño pequeño todos los días para que coma aquí con nosotras porque ella tiene trabajo y no puede recogerlo del colegio». A veces no funciona, hay chicas que no vuelven, pero no es lo habitual. Dentro de las relaciones que se establecen para siempre, las Adoratrices han llegado incluso a acoger una boda. «No sabes la cara que puso cuando vio el vestido de novia que le teníamos preparado. Fue una gran fiesta y un final feliz para todos».