Menú
Crónicas dominicales

Por el Desván de los sueños rotos

Hubo en la calle don Pedro Niño, en Sevilla, una librería de libros usados llamada El Desván por la que pasaron poetas y narradores andaluces muy destacados. La regentaba Luis Andújar. Va para ella este recuerdo

29 ene 2023 / 04:00 h - Actualizado: 29 ene 2023 / 04:00 h.
"Libros","Literatura","Poesía","Crónicas dominicales"
  • 27 de febrero de 1981. José María Requena, que fuera director de El Correo de Andalucía en los años 70, además de novelista -Premio Nadal-, poeta y ensayista, lee uno de sus textos en El Desván. A su izquierda, el pintor Amalio, la poeta Rosa Díaz y el poeta y dominico Padre Flores. A la derecha, José Matías Gil, fundador de Gallo de Vidrio. Foto: archivo de Gallo de Vidrio/El Correo.
    27 de febrero de 1981. José María Requena, que fuera director de El Correo de Andalucía en los años 70, además de novelista -Premio Nadal-, poeta y ensayista, lee uno de sus textos en El Desván. A su izquierda, el pintor Amalio, la poeta Rosa Díaz y el poeta y dominico Padre Flores. A la derecha, José Matías Gil, fundador de Gallo de Vidrio. Foto: archivo de Gallo de Vidrio/El Correo.

Me va a permitir Joaquín Sabina que le copie el título de su canción Por el bulevar de los sueños rotos y lo adapte a la librería de libros antiguos, viejos y de ocasión El Desván, que estuvo en la calle don Pedro Niño, 3-6, de Sevilla (España), mimada e impulsada por el gran Luis Andújar, librero, o sea, de lo que queda poco, porque una cosa es trabajar en una librería y otra ser librero que es ese ser humano al que le preguntas por un libro de no sé qué año y no sé de qué autor y, si no sabe de qué se trata –cosa rara-, te responde algo así como: “Si existe, te lo consigo”. A fin de cuentas, me parece a mí que a Joaquín Sabina le hubiera fascinado pasar por aquel desván en el que aún puede que se capten las voces psicofónicas de bastantes de los grandes poetas andaluces de nuestra era. En la puerta de lo que fue la librería El Desván, una minúscula placa recuerda el significado del lugar si es que no la han quitado ya. Hace mucho tiempo que no veo a Luis Andújar, me dicen que por el mercadillo del Jueves coloca aún su puesto de libros, espero sacar un rato para disfrutar de su charla.

Muy cerca de El Desván estuvo la redacción de la revista Grecia, precursora del ultraísmo literario en España, una placa colocada por iniciativa del Colectivo Cultural Gallo de Vidrio, asiduo que fuera de El Desván, nos lo recuerda. Fui uno de los miembros activos de Gallo de Vidrio, grupo que se formó en 1972 (yo entré en 1973 junto con el pintor, poeta, ensayista y catedrático de Bellas Artes Amalio García del Moral), de manera que en 2022 hemos cumplido 50 años de una historia de ésas que te obligan a decirle a cualquiera de sus miembros históricos eso de: “Si tú me dices ven, lo dejo todo”.

Creo recordar que fue otro de los miembros de Gallo de Vidrio, el poeta y novelista Emilio Durán, quien llegó un día de finales de los 70 principios de los 80 a una de nuestras reuniones hablando de la librería El Desván como lugar idóneo para actos culturales. Y si no fue Emilio fue la poeta y ensayista Rosa Díaz o los dos, qué más da, el caso es que fuimos a verla y nos casamos con ella por lo civil, iglesias ya hay bastantes por los alrededores y bien históricas, sin olvidar la que fuera Casa de los Artistas, con raíces en la Edad de Oro sevillana (siglo XVI), que cae también cerca de El Desván.

Y así empezó la cosa, Gallo de Vidrio descubrió El Desván o, al menos, lo consagró como templo literario, una de las iniciativas que tuvimos fue sacar de su casa (o sea, del olvido) al poeta de la Generación del 27 Juan Sierra y decirle al mundo que un compañero de Cernuda, de Lorca, etc., aún existía y además vivía. Por supuesto, Sevilla no tenía ni idea de que un señor que habitaba en el barrio de El Tardón era quien era.

Yo presenté en El Desván mi libro La poesía no sirve para nada (Ed. Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1997), con el que casi me despedí del limbo poético para centrarme en el estudio y la investigación. Sigo escribiendo poemas pero ya no soy poeta, es que así, con la poesía, me ahorro dinero en terapias y pastillas con las que soportar el mundo en esta edad de cascarrabias que tengo ya. Aquel acto contó con éxito de público, me acuerdo que hasta vi a un buen conocido al que aprecio mucho que me dijo: “No se te ve el pelo. Te voy a llamar”. Y hasta ahora.

Para el que no lo sepa o no lo recuerde (¡cómo olvidarlo!) Sevilla es la ciudad del “ya te llamaré”, “oye, te llamo”, “nos llamamos”. Pero, ¿por qué hay quien se ve en la obligación de decir mentiras y tonterías?, ¿tanto complejo de culpa tiene la gente? Con razón dijo Cioran aquello de que el católico experimenta algo así como el orgasmo del remordimiento. Muchos sevillanos, pero muchos, no tienen nada de divertidos, al revés, todo o casi todo es fachada, obligación de ser simpáticos y extrovertidos, ya me lo apuntó en una ocasión uno de los asiduos de El Desván, el poeta de Arcos de la Frontera (Cádiz), Antonio Luis Baena: “Ramón, Sevilla no tiene carnaval porque es una ciudad incapaz de reírse de sí misma”.

Decía que la entrada de personal en el acto de La poesía no sirve para nada fue muy buena, no me lo esperaba, me recuerdo sentado en el alféizar de uno de los ventanales de la librería con mi exalumna y admiradora Ana Vázquez. Qué me gustaba ya charlar con mis alumnas (si vienen alumnos también los atiendo, creo que de maravilla) pero eso de comprobar alumnas que en plan sentimiento de Electra se acercan a mí es encantador y muy interesante científicamente hablando. Ya desde luego la cuestión está en franca decadencia. Ahora, de padre agradable he pasado a ser abuelo o, como me escriben mis alumnos/as en sus trabajos, “veterano” y es de agradecer.

La prensa apenas hizo acto de presencia y eso que me llevé diecisiete años ejerciendo el periodismo y nos conocíamos todos pero como mi libro no lo presentaba ninguna figura mediática ni lo patrocinaba ningún banco para qué narices se iba a molestar nadie en convertirlo en noticia si no había que agradar a ningún señorito... Sólo era un libro de poemas del rojo de Ramón Reig. Ya únicamente soy rojo de manera personal e intransferible –además de mi tez que, en efecto, es el espejo de mi alma- pero no se fían de mí, no me controlan, como nunca controlaron ni a Gallo de Vidrio ni a los que íbamos por El Desván ni a El Desván ni a Luis Andújar.

Después de la presentación, Luis procedió a lo que hacía siempre: servirnos vino de la tierra en una jarra de cristal, acompañado de frutos secos. A los que no solíamos beber alcohol, Luis nos tenía nuestros zumitos varios y además se sabía el que más le gustaba a unos o a otros. Luis no es de este mundo, como tampoco lo es ya El Desván, donde entraba uno y parecía que se había metido de repente en una novela de Dickens, allí dejé mis sueños que se empezaban a romper entonces, allí comencé también a vivir de nuevo, Luis decidió que El Desván pasara a mejor vida y todos nos desperdigamos por ahí. Ahora El Desván nos tiene unidos como si fuera un Internet (o una intranet) que nos permite besar el cielo y la tierra cada día.