La vida está jalonada de instantes donde no hay sensor capaz de medir el súbito cambio de la ilusión a la desolación. La cita para esta entrevista se concertó el martes 4 de agosto, para hablar en Sevilla con la vista puesta en Beirut y descubrir en primera persona el mérito de cuatro jovencísimos estudiantes que, por sus convicciones solidarias, se habían atrevido a fundar una ONG y a crear partiendo de cero una escuela en la capital libanesa para dar clases al mayor número posible de niños sin acceso al sistema reglado. Casi todos sirios, de familias refugiadas en ese país vecino y desbordado, donde el cúmulo de penurias es un mal menor comparado con el horror del que huyen a causa de una guerra y represión cronificadas. Cuando terminamos la entrevista a Miriam Agüero Lorenzo, tras 70 minutos de conversación, tan reveladora sobre la capacidad que tienen de mejorar nuestra sociedad los jóvenes que se sienten ciudadanos del mundo y para los que su patria es el prójimo, volví a encender mi ordenador y en las noticias de última hora primaba una catástrofe que había sucedido en Beirut mientras teníamos los móviles en silencio. La sobrecogedora deflagración, por el negligente almacenamiento de miles de toneladas de nitrato de amonio, que ha destrozado amplias zonas de la ciudad.

Al día siguiente, Miriam ya pudo responder a mis mensajes, tras muchas horas en las que la prioridad absoluta de ella y de los otros tres cofundadores de la ONG 26 Letters era contactar con familias de Beirut a las que ayudan. Y pude comprobar que son inasequibles al desaliento. Están curtidos en las dificultades y su espíritu se alimenta de haber descubierto que es un mundo de satisfacciones una sola persona a la que se ayuda a dejar de ser víctima de las calamidades humanas. En la web puede contactar con ellos y colaborar como usted prefiera.

¿Cuáles son sus raíces personales?

Nací en Sevilla hace 23 años. Mis padres, Santiago Agüero y Trinidad Lorenzo, son profesores. Me gusta Sevilla pero no siento demasiado apego, siempre he tenido mucho interés en viajar y en conocer mundo. Estudié en el Colegio San Francisco de Paula y el bachillerato lo hice en el Instituto Martínez Montañés, el único centro público que da en Andalucía el Bachillerato Internacional. Fue una experiencia muy buena que me ha marcado. Después sentí la necesidad de salir fuera del núcleo familiar y me planteé el reto de irme a Australia, que tiene uno de los mejores sistemas educativos del mundo. Hice gestiones en seis universidades, una me ofreció una beca muy buena y allí me fui en 2017, a la ciudad de Brisbane. Hace un mes terminé su doble grado en Marketing y Periodismo.

¿La solidaridad con el prójimo ha formado parte de sus vivencias desde la infancia?

Sí, porque he crecido a la vez que mis padres desarrollaban el proyecto Escuela Cultura de Paz. Con ellos estuve también cuando fueron con un grupo de jóvenes de Sevilla a Naciones Unidas, en Nueva York, y pude tomar la palabra en la sede de la ONU. Pero también yo hacía voluntariado con ancianos. Cada año, en la semana de la Feria de Sevilla, dedicaba dos o tres días a estar mucho en la residencia de las Hermanitas de los Pobres con los ancianos que allí vivían. No había mes del año en el que yo no hiciera actividades de voluntariado.

¿Y el punto de partida de 26 Letters?

Lo comienzan dos hermanas gemelas, madrileñas, Tamar Taibo Palomares y Janira Taibo Palomares, a las que yo había conocido a través de Escuela Cultura de Paz. Con 19 años, Janira fue al Líbano en un intercambio como parte de su carrera universitaria, Estudios Árabes e Islámicos. Y conoció en Beirut a Salah, sirio, de 13 años, uno de tantos niños que están por las calles buscándose la vida para ganar algo de dinero. Sobre todo sirios que han escapado de la guerra en su país. Ese niño le pidió que le diera clases de inglés. Surgió un gran vínculo de amistad, y cuando Janira se lo contó a su hermana Tamar, ésta cambió sus planes, dejó la carrera de cine que estaba estudiando en Madrid y se fue a Beirut para ayudar a su hermana. Se les unió Germán Pinto, un joven sevillano que cursaba los mismos estudios que Janira, se habían conocido en Marruecos. Y después me uní yo desde Australia y entre los cuatro cofundamos 26 Letters, mi primer viaje al Líbano fue en junio de 2018.

¿Cómo fue su primera experiencia en Beirut?

Dos meses, y tan buena que me cambió la perspectiva sobre mi futuro. En lugar de estar cada curso por entero en Australia, decidí adelantar trabajos de la universidad para regresar cuanto antes al Líbano y estar otros dos meses. Así he vivido dos intensos años, iba y volvía, aprovechando el tiempo al máximo en ambos países. Y colaborando en remoto para 26 Letters, entablando muchas relaciones internacionales y fomentando la difusión de la ONG, cuyo objetivo es hacer realidad la educación de calidad e igualitaria para el mayor número posible de niños y niñas. Mientras que Janira, Tamar y Germán se iban rotando para que siempre hubiera al menos uno o dos en Beirut. En mi segundo viaje, ya coincidimos los cuatro allí.

¿Por qué se llama 26 Letters?

Inspirados por la novela 'La historia interminable', de Michael Ende. Donde todas las historias se resumen en 26 letras del alfabeto. De ahí se forman las palabras, de las palabras nacen las oraciones, y de éstas las historias. Es un libro que siempre tenemos en la estantería de la escuela a disposición de los niños.

¿Cómo se organizan ustedes?

No hay jerarquía, estamos todos al mismo nivel. Todos somos voluntarios, empezando por los cofundadores y terminando por la última persona que se haya vinculado. Todos ejercemos de educadores, y procuramos tener un voluntario por cada estudiante, para dar clases individuales a cada uno de los niños. Algunos voluntarios ya llevan varios años vinculados y otros lo hacen varios meses, depende de su disponibilidad. Y los cuatro cofundadores somos educadores y además cada uno asume una función. Tamar lleva el desarrollo curricular, Janira la financiación, Germán la relación con las familias y yo la difusión y captación internacional.

Líbano es el país del mundo con más porcentaje de refugiados en proporción al número de habitantes, por acoger a más de un millón y medio de sirios. ¿Qué impera más, la solidaridad o el recelo?

Difícil de discernir. Tenemos el apoyo de voluntarios libaneses que son excepcionales, y también hemos sufrido rechazo social y político por esforzarnos en favor de niños sirios. He sentido lo que es que te miren mal, y que te insulten. Cuando nosotros no discriminamos, también atendemos a niños libaneses. El barrio de Verdun es en el que hemos intervenido más. Es enorme la cantidad de niños de familias sirias que no tienen acceso al sistema educativo general. Por eso iniciativas como la nuestra son tan necesarias. Y nosotros no recibimos ninguna ayuda ni asignación de las autoridades.

¿A cuántos niños han ayudado?

Hemos dado clases a un total de 301 niños, tanto chicos como chicas. Y llegamos a tener 750 niños en lista de espera. Era impresionante cómo funcionaba el boca a boca. Acudían muchos días cinco o seis familias nuevas, de ese barrio o de barrios cercanos, para pedirnos si podíamos registrar a sus hijos. Eso nos impulsaba a esforzarnos para captar más voluntarios y más recursos con los que intentar dar respuesta a esa demanda.

Explique un día habitual en la escuela.

Las clases comenzaban a las 10:00 pero una hora antes ya teníamos en la puerta a muchos niños deseando empezar. De 10:00 a 12:00 se dan clases a niños entre 6 y 18 años. De 12:00 a 13:30 y de 13:30 a 14:30 eran las clases para los niños de guardería, de 3 a 6 años. Por la tarde, de 17:00 a 19:00, volvíamos a dar clases a los de mayor edad. Y como algunos no podían llegar antes de las 19:00 porque estaban trabajando, pues uno de los cuatro cofundadores nos quedábamos por turnos para dedicarles clases a partir de esa hora. Aunque teóricamente la actividad en la escuela era de lunes a viernes, algunos nos pedían que también fuéramos sábado y domingo. Y ya que venían a aprender en fines de semana, después dábamos con ellos un paseo, nos tomábamos un helado,...

¿Qué materias les enseñan?

Damos clases de inglés, de ética, de historia, de árabe.... Todas se imparten en inglés menos la de ética. Donde ayudamos a que descubran temas como la diversidad sexual, y hablen con naturalidad y sin prejucios de temas como la homosexualidad, que aún son tabú en algunos ámbitos del mundo árabe.

¿Con qué perspectiva plantean la Historia?

Janira les explica desde la Prehistoria hasta la época actual. Lo hace de modo muy ameno. Nuestro objetivo es tener el rango de centro educativo reconocido, y por eso incluimos temas que se solicitan desde el sistema nacional libanés.

¿En qué espacios han montado la escuela?

Empezamos alquilando un apartamento para convertirlo en centro educativo. El último en el que estuvimos era ya un enorme bajo donde hubo una peluquería, ahí llegamos a tener 100 alumnos a la vez, repartidos entre un salón inmenso, tres habitaciones grandes, un patio. Lo adaptamos por completo, conseguimos libros, mesas, sillas, ventiladores,... O comprándolo nosotros o mediante donaciones.

¿Es posible usar recursos educativos digitales?

No, porque es tan precario el suministro de electricidad en el Líbano que en muchas zonas solo tienes una hora de luz al día, salvo que dispongas de un generador propio. Y muchas de esas familias no tienen generador. Carecen de luz y de internet.

¿Cuál era su sustento cuando estaban en Beirut?

No solo afrontábamos nuestros gastos básicos sino que con nuestros ahorros sosteníamos los de la escuela. Mis tres compañeros daban clases particulares, de inglés o de español. En mi caso, cuando yo estaba dos meses en Líbano llevaba muchos ahorros desde Australia. Porque era algo que yo había buscado, por lo que estaba luchando, y no era necesario pedirle dinero a mis padres. Compaginaba mis estudios de doble grado con trabajar todo lo posible en Brisbane para tener dinero con el que pagarme el viaje, la estancia, y aportar a nuestra ONG. Servir cafés en una terraza, tareas de cocina, de limpieza, o de mantenimiento para un equipo de waterpolo. También he trabajado en funciones de marketing y comunicación para dos startups de Brisbane, y foguearme en mi especialización. Una es de tecnología de realidad virtual, y la otra es de consultoría para ayudar a abrir negocios en China.

¿Tienen tanta confianza en su capacidad de alcanzar metas, que han superado el miedo a las fronteras, a los conflictos, a lo desconocido?

Todo el tiempo que llevamos con 26 Letters está siendo un camino de aprendizaje para nosotros. Nos ha cambiado, nos ha mejorado. Desarrollo personal y profesional. Con la ambición y energía de nuestra juventud, y también con capacidad de adaptarnos rápido a la realidad y ser muy flexibles. Como dice Tamar: “Lo que más me importa es cambiar la vida de una persona. Y creo que ya lo he conseguido al menos con una persona”. Cuando hemos tenido momentos de bajón, sobre todo por los confinamientos, nos venimos arriba en cuanto pensamos en los niños.

¿De qué países procedían los voluntarios?

Hemos tenido muchísimos holandeses. Y bastantes españoles porque el programa de televisión 'Españoles por el mundo', en la emisión dedicada a Beirut, incluyó hablar de nuestra escuela, entonces estaban allí Tamar y Janira, y eso nos dio a conocer, muchos nos escriben a través de Facebook. Además, también hemos tenido voluntarios franceses, británicos. Incluso dos australianos. Casi todos son universitarios y van en el periodo de junio a septiembre. Les ayudábamos a tener alojamiento.

¿Las familias beneficiadas han intimado con ustedes?

Mucho. Cuando nos invitaban a cenar a sus casas, era una acogida espectacular. Y siempre propiciamos que se relacionen también con el voluntario que le da clase individualmente a su hijo o hija. Qué felicidad la de padres y madres viendo que sus hijos con siete años de edad empiezan a hablar con soltura el inglés, empiezan a tener fundamentos educativos a los que tienen derecho todos los niños. Esas noches en sus casas, con esa hospitalidad, han deparado vivencias maravillosas. Por momentos como esos merecen la pena todos los sacrificios que hagamos. Nos sentimos muy queridos y valorados.

¿Dónde estaba cuando comenzó la crisis sanitaria del coronavirus?

En Australia. Había regresado a Brisbane en enero, tras estar en España durante las navidades. Y he tenido suerte porque cuando se agudizó el problema en Asia y después en Europa, he vivido en una zona de Australia donde no había confinamiento. No se podía estar en grupo, pero las molestias eran mínimas comparado con lo sufrido en España. Y me dediqué a tope a graduarme en mis carreras universitarias.

¿Y sus compañeros de 26 Letters?

Estaban en Madrid. Teníamos planificado empezar este año en Beirut en marzo. Pero se cancelaron los vuelos, se cerraron las fronteras para ciudadanos españoles como nosotros.

¿Cómo han mantenido viva su iniciativa en remoto, y la relación con las familias y niños?

Cuando registramos a los niños, solicitamos saber el número de teléfono del padre o la madre. Eso nos ha permitido estar en contacto con muchas familias, saber qué necesitaban. Así fuimos descubriendo que algunas no tenían ni un sueldo, que carecían de dinero para alimentar a los niños. Con los voluntarios libaneses y europeos que residen en Beirut y que colaboran con nosotros, les pedíamos que fueran a los hogares con más penurias. Y lo que habíamos ahorrado para reabrir el centro, lo hemos destinado a enviarles cajas. 301, una para cada familia, con productos de primera necesidad: mascarillas, gel hidroalcohólico para las manos, arroz, pan, leche, pañales,...

¿Qué habían planificado antes de la devastadora explosión en Beirut?

Reabrir la escuela físicamente en enero de 2021. Y mantenemos ese objetivo, vamos a luchar al máximo para conseguirlo. La población no solo está sufriendo por esta tremenda tragedia, ya antes su situación era malísima por el fracaso en la gestión política del país, que había dado pie a revueltas y enfrentamientos. A lo que se sumó la pandemia del coronavirus. Tenemos en marcha en la plataforma digital Teaming una campaña para que cualquier persona apoye donando un euro al mes, todo el dinero se destina a la acción con los niños. Necesitamos como mínimo 2.000 personas. Y además queremos incrementar la ayuda de materiales básicos que damos a las familias.

¿Cómo lo van a compaginar con sus carreras personales?

Mientras se aclara cuándo podemos viajar al Líbano, tres de los cuatro cofundadores hemos decidido irnos a Berlín para seguir mejorando nuestra formación. Por si acaso hay problemas en septiembre para salir de España por los rebrotes del coronavirus, ya tengo billete para volar el 27 de agosto a Alemania, donde me han admitido y me han concedido una beca para estudiar un máster sobre financiación en la escuela de negocios ESMT, que está considerada la mejor en ese país. Por su parte, Janira va a profundizar en los estudios sobre Asia y África, tras haber terminado su máster en Derecho Internacional con la Universidad de Dundee (Reino Unido). Y Tamar, tras su formación en cine, va a comenzar la carrera de Trabajo Social. Germán ha decidido permanecer en Sevilla, está en varias convocaciones para encontrar trabajo, una de sus fortalezas es su gran dominio de la lengua árabe.

¿Percibe si está aumentando la participación de jóvenes en acciones solidarias, por encima del cierre de fronteras o de los confinamientos?

Totalmente. Lo hemos notado un montón. Muchísimos voluntarios que estuvieron trabajando con nosotros en Líbano, meses después, desde sus respectivos países, siguen contactando para ofrecerse. “Cómo puedo ayudar”, “cómo puedo difundir lo que estáis haciendo”, “cómo están las familias”... Ha sido muy positivo, se han volcado en las redes sociales. Creo que movilizaciones como Black Lives Matter, entre otras, consiguen un impacto mundial tan fuerte que están sensibilizando mundo en la ayuda al prójimo. La oleada de solidaridad es muy bonita. Nos da esperanza sobre el futuro de la Humanidad.

Habla también con pasión de Australia. ¿Qué factores importaría del estilo de vida de la sociedad australiana?

La seguridad, la tranquilidad, los horarios. En Australia puedes salir de casa sin echar la llave y no sentir preocupación. Cuando estaba en una biblioteca de la universidad y tenía que ir a clase, podía dejar ahí en la mesa que ocupaba hasta mi ordenador o mi cartera, y nadie toca nada, el respeto es máximo. Todos se comportan así, también las personas originarias de China, Japón, Corea,... Y me gusta que la vida comienza muy temprano, la gente se levanta a las cinco y media de la mañana. A las cuatro de la tarde ya se ha terminado el horario de trabajo de la mayoría, y la gente tiene toda la tarde para conciliarlo con asuntos personales, familia, hobbies,...