Regreso al espíritu de los 70

Más de medio centenar de jóvenes participan en el segundo ‘Jam Hip Hop’. Un encuentro que recupera el alma de la cultura neoyorquina con un fin solidario

30 abr 2016 / 18:59 h - Actualizado: 30 abr 2016 / 20:04 h.
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  • Los miembros de la iniciativa ‘Back to the spirit’ llenaron de color las paredes de las naves del polígono Calonge. / Txetxu Rubio
    Los miembros de la iniciativa ‘Back to the spirit’ llenaron de color las paredes de las naves del polígono Calonge. / Txetxu Rubio

Ni nacieron en Nueva York ni mucho menos conocieron la marginalidad de los latinos y afroamericanos que sobrevivían a duras penas en el sur del Bronx y Harlem allá por la década de los años 70. Ajenos en el tiempo pero coetáneos en el respeto por una cultura artística, la del Hip Hop, a la que ahora viven completamente enganchados. Son los miembros de la asociación Back to the spirit, un grupo de jóvenes sevillanos que ayer celebraron la segunda edición de un evento artístico que combina todos los elementos de esta cultura con un fin solidario.

Más de 18 horas pegados al arte, en las que fueron capaces de entrelazar el grafiti con los conciertos de rap, productores y bboying. Les acompañaba el espacio, un par de calles desiertas en pleno fin de semana junto a una hilera de naves del polígono Calonge, y hasta el tiempo, sol de justicia en todo lo alto y un termómetro que iba sumando grados según se encendían las ganas de este grupo de jóvenes –entre los 21 y los 27 años– apasionados por una forma de vivir la cultura tan artística como reivindicativa.

Una amplia jornada –el cierre llegó a las 6 de la mañana– en la que combinaron una mañana grafitera con una sesión intensiva de conciertos de rap, en la que participaron artistas llegados de lugares tan dispares como Boston (EEUU), Rumanía, Cuenca o Salamanca. También habilitaron tenderetes de ropa y complementos y llevaron a cabo la organizaron del primer campeonato de bboying, con más de una treintena de expertos en bailar brake dance de toda la provincia entre los inscritos.

Entre tanto ambiente festivo, los primeros en llegar al improvisado campamento del Nueva York de los 70 fueron una decena de grafiteros dispuestos a llenar de color las grises paredes de cemento de las naves industriales. Rojos, verdes, morados, rostros sin nombre pero llenos de alma, y una forma de expresar sensaciones a través de un bote de spray medio desgastado. «Nuestro objetivo es seguir haciéndolo pero cada vez con más repercusión para transmitir la cultura tal y como la sentimos». Eran las palabras de Andrea Domínguez, la joven que dirige una «aventura» en la que invierte su tiempo y también la mayor parte de su sueldo.

Su rostro es uno más de los que conviven en esta jornada de fiesta y recuerdo. Lo hacen por segundo año tras el éxito de la primera edición en Utrera. Y ambas con un fin solidario. «El año pasado los beneficios fueron para un comedor social y éste para un niña con una enfermedad rara». Se llama Valentina, tiene 6 años y sufre el síndrome de Enmanuel que dificulta su movilidad. La falta de recursos obligó a la familia a abandonar el centro de terapias. Ahora esperan que con su granito de arena la pequeña pueda volver a creer que, como en los suburbios newyorkinos de los años 70, hay esperanzas para aferrarse a la vida.