Lo cierto es que tenemos en la ciudad restos de la calzada romana en plena calle, de la amplia red que formaban esos caminos que, en todos los casos, «llevaban a Roma» y que están por toda la Península Ibérica.
En Sevilla existían cuatro calzadas, todas muy importantes, la primera que llegaba hasta Cádiz, dos que partían hacia el sur y una hacia el norte que conectaba la vieja Híspalis con la ciudad de Santiponce.
Las que partían hacia el este conducían a Carmona o Écija así como a Córdoba, también, en la segunda de ellas a Antequera, la Corduba romana pasando por Estepa o Puebla de Cazalla.
Julio Rómula Híspalis o Itálica eran los puntos con más peso de toda la provincia, Itálica, la ciudad de Adriano o de Trajano, se fundó tras la batalla de Ilipa. En Sevilla encontramos zonas tan importantes como el Foro, ubicado en la Alfalfa, con el Cardo Máximo que travesaba desde la Puerta de la Macarena hasta la Catedral extendiéndose por Abades, en su subsuelo podemos encontrar los restos de esta Híspalis romana, de sus casas o de la calzada.
Igualmente el Decumano Máximo, de este o oeste, por Luchana a Don Remondo. También había ramales que llegaban hasta la zona de la Puerta de Córdoba, Sol o Relator. Hoy parte de esas calzadas romanas las encontramos en, por ejemplo, la Puerta de Jerez, próxima al Hotel Alfonso XIII, en el suelo, donde se pueden contemplar las piedras alineadas formando el camino. También en la calle la Florida con la Vía Heraclea, que unía al levante español con el Sur en el siglo I a.C. Este es el camino, la calzada, por la que entró Julio César en Sevilla.
La más importante en la provincia es, sin dudas, la Vía Augusta, una larga calzada con más de 1500 kilómetros y que se extiende desde Osset Iulia Constantia hasta el este pasando por Alcalá de Guadaíra, Utrera, Marchena, La Puebla de Cazalla, el Corto de las Canteras en la vieja Urso (Osuna) o Gilena entre otras, que conduce a Cádiz y a la zona de levante, una de las más transitadas de la Hispania romana a la que da nombre el emperador Augusto.
Las calzadas romanas son una de las obras de ingeniería más impresionantes de la antigüedad. Estas vías de comunicación conectaban las diversas provincias del Imperio Romano y permitían el transporte de mercancías, el desplazamiento de tropas y la difusión de la cultura romana.
Las calzadas romanas se construían con una técnica ingenieril muy avanzada para la época. La base de la calzada estaba formada por capas de piedra, grava y arena compactadas para formar una superficie sólida y estable. Sobre esta base se colocaba una capa de piedras más pequeñas y regulares, formando un pavimento de adoquines. La anchura de las calzadas variaba según su función, desde las más estrechas para el tráfico peatonal, hasta las más amplias para el tráfico de mercancías y tropas.
La utilidad de las calzadas romanas
La red de calzadas romanas cubría todo el territorio del Imperio Romano, desde la actual Gran Bretaña hasta el norte de África, pasando por la Península Ibérica, Italia, Grecia y Asia Menor. La construcción de estas vías de comunicación fue fundamental para el desarrollo económico y cultural del Imperio Romano, ya que permitieron un mayor intercambio comercial y cultural entre las distintas regiones.
Además de su función como vía de comunicación, las calzadas romanas también tenían un importante valor simbólico. Su construcción y mantenimiento eran considerados una muestra de la grandeza y el poder del Imperio Romano. En muchas ocasiones, las calzadas romanas se adornaban con monumentos y estatuas que simbolizaban la victoria y la gloria de Roma.
Las calzadas romanas también tuvieron un papel importante en la historia militar del Imperio Romano. La velocidad con la que las legiones romanas podían desplazarse por estas vías de comunicación les permitió conquistar y controlar vastos territorios. Además, las calzadas romanas también fueron utilizadas para establecer una red de fortificaciones y puestos de control a lo largo del territorio del Imperio.
A pesar de su importancia y su durabilidad, muchas de las calzadas romanas fueron abandonadas y desmanteladas después de la caída del Imperio Romano. A lo largo de los siglos, muchas de estas vías se convirtieron en simples caminos rurales o fueron cubiertas por la vegetación. Sin embargo, algunas de las calzadas romanas mejor conservadas se pueden visitar en la actualidad, como la Vía Apia en Italia o la Vía de la Plata en España.
Aunque muchas de estas vías fueron abandonadas después de la caída del Imperio Romano, algunas de ellas han logrado sobrevivir hasta nuestros días, permitiéndonos admirar la magnificencia y el ingenio de los antiguos romanos.