- Salvador Morales Conde. / El Correo
Salvador Morales Conde es uno de los cirujanos más y mejor reconocidos de toda España, profesional de gran prestigio internacional que ha estado ocupando cargos institucionales de relevancia en Europa. De él se han dicho ya todas aquellas cosas por las que se ha convertido en un profesional de primera categoría aunque, tal vez, no se ha dicho gran cosa sobre lo esencial de él y de cualquier persona. Detrás de los títulos, de los cargos y de los premios profesionales, siempre se encuentran las actividades más propias del padre de familia, del marido, del hijo o del amigo, los cargos que se desempeñan sin recibir nada a cambio o esas cosas que nunca se reconocen como motivo de medalla. Salvador Morales Conde es padre, esposo, hijo, amigo... Es una persona más.
Le pregunto si es natural de Sevilla y me contesta orgulloso que sí, que lo es, y que se ha criado en Sevilla, que ha estudiado en Sevilla y que, además, ha estado moviéndose por todo el mundo. Lo dice con ese tono que sólo utiliza el que siente enorme devoción por su tierra y, al mismo tiempo, por la Tierra. Me interesa que dé una pincelada sobre la niñez, sobre ese recuerdo que siempre tenemos todos a mano...
‘Sí, la experiencia es muy clara. Cinco hermanos, todos chicos, llegados en siete años, peleándonos unos con otros, disfrutando de unos padres que intentaban formar ese espíritu tan importante que es la familia. Los cinco a una con los padres, viviendo lo que siempre ha sido la familia tradicional y, como decía mi madre, haciendo de guardaespaldas de ella (los cinco hermanos, por supuesto). Y el colegio Portaceli de los Jesuitas está siempre en la memoria que lleva a la niñez. Allí éramos ‘los Morales’, los cinco hermanos que siempre andaban por el colegio’.
¿Algún médico más en la familia?
‘Mi padre fue médico. Mi madre pintora. Estudió Bellas Artes y llegó a ser profesora asociada en la facultad. Y mis hermanos eligieron un derrotero distinto. El segundo es economista y trabaja en el desarrollo de proyectos innovadores de Telefónica; el tercero es abogado con despacho propio; Daniel se dedicó al mundo comercial y creó su propia empresa de productos médicos; y el pequeño -que cerró el círculo- y se inclinó por las Bellas Artes y dedica su tiempo al mundo del marketing y la comunicación. Como ves, en casa tenemos de todo’.
Intuyo que tiene una relación estrecha con el mundo del arte...
‘Me apasiona el mundo del arte. La fotografía, el dibujo, los cuadros, ir a ver exposiciones, todo el arte me encanta. Recuerdo un año que fui a Brujas con mi madre y cómo me contaba los cuadros, cómo el artista cambiaba de tendencia, cómo pasaba de pintar caras a otras cosas, la tendencia de los morados a los grises y negros, cómo el artista cuida el color y cosas fascinantes de todo tipo. Siempre que exponía nos llevaba a uno de nosotros. Si era en Sevilla como si era en París. De hecho, estuve a punto de ser arquitecto puesto que me encantaba el diseño o el desarrollo de las formas; y sigo fijándome mucho en todo eso’.
¿Cómo se define la figura de su padre o de su madre? (se apresura a buscar un papel en la que lo tiene escrito puesto que tiene que dar una conferencia y se referirá a esto en concreto).
‘Mi padre era una persona especial, era un gran cirujano, trabajador, me mostró el camino para crecer y llegar a ser lo que soy. Esta sería la imagen de mi padre que, después de pensarlo mucho, escribí. Por otra parte, la descripción que tengo apuntada de mi madre es la siguiente: ‘Espontanea, testaruda, alegre, mantuvo intacta la unión entre sus seres queridos, adelantada a su tiempo, independiente y una gran luchadora’.
¿Quisiste ser alguna vez como tu padre o como tu madre?
‘Yo no aspiro a ser nada, solo quiero ser feliz y coger lo mejor de cada uno, incluidos mi padre y mi madre. Si me dicen que soy mejor cirujano que mi padre siempre digo que mi padre es mi padre y yo soy yo. Él fue una persona excelente que tenía unas cualidades que yo nunca tendré y yo tengo algunas que, seguramente, mi padre no tuvo. Aspiro a ser feliz y a tener un recuerdo maravilloso de mi padre y de mi madre porque, lamentable, nunca llegaré a ser como ellos’.
Y los amigos ¿son los de siempre o el tiempo ha ido haciendo mella?
‘Los amigos están siempre en el mismo lugar. Mira, el otro día mi hija Carla estaba indignada diciendo que no soportaba a sus hermanos, una cosa muy de hermanos, claro. Pero me senté con ella y le dije que los amigos que nunca te van a abandonar, los que siempre van a a estar, son los hermanos. Y yo así lo he vivido con los míos. Mis grandes amigos son ellos, tenemos una amistad preciosa. Además, la panda de amigos del colegio sigue existiendo y nos seguimos viendo los fines de semana. Esto no significa que no tenga grandes amigos posteriores a mi época colegial, pero el grupo que se creó alrededor del colegio Portaceli es muy especial’.
¿Quién es la mujer de su vida?
‘Tengo cuatro. Sin duda. Mi madre. Virginia, mi mujer (con la que me casé el año pasado a pesar de llevar muchísimos años juntos; una persona entregada que me recuerda a diario dos cosas importante siendo como es: lo que es el hogar y lo que es ser buena persona); y mis hijas Carla y Emma, las nuevas mujeres de mi vida’.
Salvador Morales Conde es padre de dos chicas y un chico. Le recuerdo que le gano por uno y hablamos de lo que representa ser padre en la vida de una persona.
‘Es una responsabilidad enorme. Un día, hace años, mi mujer me preguntó qué esperaba de la vida, de ella; y le dije que yo tenía una enorme preocupación porque el día que se sentara a mi lado y me dijera que estaba embarazada me iba a asustar de por vida, por la responsabilidad total que es. Que el embarazo vaya bien, que el parto vaya bien, que nazca bien el bebé, que crezca bien, que estudie, que crezca, que salga, que acierte con la pareja... Es tan importante como mágica. Todo el mundo cambia a tu alrededor al ser padre’.
¿Y de mascotas cómo andamos?
‘No tenemos, pero la lucha es tremenda. Emma se levanta y dice con frecuencia ‘he vuelto a soñar que tengo un perro’. Pero es que no nos cabe en la vida’.
A mí tampoco me cabía, le digo, y ahora no nos puede faltar. Antes de continuar le advierto de que Emma se saldrá con la suya, antes o después, que lo conseguirá.
¿Por qué medicina y no otra cosa?
‘Verás, de regreso de Estados Unidos (estudié allí el COU) tuve que presentar los papeles para estudiar en la universidad. Las opciones fueron: periodismo, arquitectura y medicina. Me aceptaron en las tres facultades. Tuve que pensar. Del periodismo me gustaba la comunicación, de la arquitectura su vínculo profundo con el arte y la creación; y de la medicina lo que había visto en casa y que me encantaban la biología y la investigación. No sé qué chispa me hizo elegir medicina, pero me decanté por la que es ahora mi profesión. Y, fíjate, que yo vivía en constante rebeldía (la de esa edad) y no quería ser lo mismo que mi padre. Pero elegí medicina. Y, ahora, pienso que es lo más completo: escribo artículos constantemente, doy conferencias o prologo libros... comunico; por otra parte, cuando opero y miro el monitor que es plano, me veo obligado a convertir en 3D lo que veo sabiendo que mis movimientos tienen una respuesta detrás, es imprescindible calcular los movimientos o las texturas, y esto lo vinculo a la arquitectura. Me gusta pensar en el cuerpo humano como una habitación en la que desarrollo una parte artística que siempre ha sido muy potente en mi vida. Ahora bien, dicho todo esto, te digo lo mismo que les digo a los residentes: jamás olvido que en la mesa de operaciones hay una persona con sus alegrías, sus inquietudes, sus frustraciones, su familia o sus problemas. No se puede banalizar lo que se hace ni a la persona, y hay que mantener los pies en el suelo en todo momento’.
¿Dios vive en el filo de un bisturí?
‘No, en absoluto. Los médicos deben formarse hasta el extremo y sin descanso. La clave es que el médico esté formado, actualizado y comprometido. Creo en Dios y, posiblemente, el tiene que hacer su parte, pero soy yo el que toma decisiones y debo saber lo que hago’.
Le advierto de que voy a ser un poco impertinente con la siguiente cuestión. Sonríe. ¿Es verdad que los médicos tienen, cada uno de ellos, su cementerio particular?
‘Los pacientes con los que las cosas han ido mal se quedan grabados para siempre en la memoria. Son muchos años, son cientos de anécdotas, no todos los pacientes son iguales, no se opera en las mismas circunstancias en un tiempo o en otro, no entiendes por qué un paciente reacciona de una forma y otro de otra, no sabes por qué uno va bien y otro mal y te desesperas al ver que uno sí y el otro no... y eso se queda grabado para siempre. Es cierto que tenemos esas espinas clavadas aunque muchas veces es por la rabia y la incomprensión, por no saber qué ha pasado, por lo que se ocupa ese cementerio como lo has llamado tú’.
Si volviera a nacer ¿quisiera tener una vida que le permitiera contestar exactamente igual a las preguntas que le he ido formulando?
‘Disfruto tanto de lo que hago que no cambiaría nada. Sólo un par de pequeños detalles: quisiera tener más tiempo libre para disfrutar de mis hijos. Y no me importaría haber explotado más esa faceta artística que tengo algo escondida y desatendida. De lo demás no cambiaría ni una palabra, ni una experiencia’.
Tenemos que dejar de charlar porque el tiempo no perdona. Acaba una charla tan agradable como, creo yo, necesaria para que nadie olvide que detrás de los títulos, los cargos o los éxitos, siempre está una persona.