Son y están

«Solo estaré orgullosa de mi esfuerzo cuando nuestros dispositivos médicos salven vidas»

Esther Rodríguez Villegas. Catedrática del Imperial College London, Directora del Wearable Technologies Lab y fundadora de la empresa Acurable. Una andaluza excepcional. Su dispositivo AcuPebble para mejorar en ahorro de tiempo y coste el estudio de los factores de riesgo de la apnea del sueño tiene el premio de tecnología médica más prestigioso del mundo y va a comenzar a distribuirse a partir de este año.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
26 ene 2020 / 10:53 h - Actualizado: 26 ene 2020 / 11:09 h.
"Son y están"
  • Esther Rodríguez Villegas fue profesora de la Universidad de Sevilla y su empresa Acurable tiene investigadores en Sevilla. / JESÚS BARRERA
    Esther Rodríguez Villegas fue profesora de la Universidad de Sevilla y su empresa Acurable tiene investigadores en Sevilla. / JESÚS BARRERA

“No hay nada que me guste más que abstraerme en pensar cómo solucionar problemas que aún no tienen respuesta”. Así es Esther Rodríguez Villegas, nacida hace 45 años en Sanlúcar de Barrameda. Casada, con dos hijos, de ocho y seis años de edad, respectivamente. Cuando conversamos en Sevilla, la ciudad donde comenzó su trayectoria, y desde donde trabajan algunas personas de su equipo, se le nota desde el primer minuto que es una persona sencilla, ajena a la búsqueda de notoriedad, prefiere el anonimato. Pero en la opinión pública no es justo que pase desapercibida su extraordinaria trayectoria, su enorme esfuerzo de incesante asimilación de nuevos conocimientos en multitud de campos del saber para contribuir a que avance globalmente la aplicación de tecnología digital en la mejora de la ciencia médica.

¿Cuáles son sus orígenes?

Mis padres han sido maestros. Ya están jubilados los dos. Mi madre es sanluqueña y sobre todo daba clases de Matemáticas, fundamentalmente. Mi padre, onubense, impartía Geografía e Historia. Soy la mayor de tres hermanas. Fui al Colegio El Pino, el mismo en el que trabajaron mis padres durante más de 25 años. Y me dieron clase, eso significaba que en el aula mi comportamiento tenía que ser perfecto, a ojos de ellos y de todos los alumnos. Después estudié en el Instituto Francisco Pacheco, y elegí hacer la carrera de Física en la Universidad de Sevilla.

¿Era su vocación?

Mi pasión eran las matemáticas, y quería dedicarme a un campo en conexión con la realidad. Por eso me decanté por Física. Y cuando dentro de la carrera tocó elegir especialidad, solo había dos opciones: física fundamental o física electrónica. Y elegí la electrónica, aunque no tenía ni idea de lo que era un transistor.

¿La primera experiencia que encauzó su trayectoria?

Cuando conseguí una beca nacional de iniciación a la investigación, concedida por el CSIC a estudiantes del último año de carrera que identificaban como potenciales promesas en el mundo de la investigación. Entré en el Centro Nacional de Microelectrónica. Empecé a aprender diseños de circuitos integrados de baja potencia. Me topé con un problema que había existido durante 20 años en el diseño de circuitos integrados, y nadie lo había resuelto. Y a mí me encantan los retos. Resolver un problema fácil nunca me motiva de la misma forma que resolver cosas que parecen imposibles. Me metí a fondo en ese reto, lo resolví y aquello me dio a conocer a nivel internacional.

¿Qué oferta le hicieron a raíz de ese logro?

Tenía mi primer contrato como profesora en la Universidad de Sevilla, dando clases en la Facultad de Informática, cuando a los tres meses de eso recibo una llamada telefónica de Chris Toumazou, el fundador y presidente de Toumaz Technology, muy conocido en el Reino Unido. Lo habían invitado a viajar a Sevilla a participar en el tribunal de una tesis, y que en el fondo había aceptado para poder conocerme y reunirse conmigo. Acepté, sorprendida, y me ofreció trabajar con ellos porque su empresa tenía un problema con un circuito integrado que se habían comprometido diseñar y no conseguían las prestaciones que necesitaban. Le dije que no tenía pensado mudarme, aún tenía que escribir mi tesis doctoral, y había conseguido mi primera plaza como profesora universitaria. Y reaccionó como hacen los ingleses cuando dan todas las facilidades a quienes les interesa fichar.

¿Qué le dijo?

Me escribió sobre un papel una cifra que a mis 24 años de edad me pareció exorbitante. Y me dijo: “Ven cuando quieras, trabaja en Londres, cueste lo que cueste. Diséñame el circuito”. Me pareció un reto, una aventura, y dije que sí a condición de ir los fines de semana. Durante dos años, todos los periodos de descanso y vacaciones me los pasé en Londres. De lunes a viernes daba clases en la Universidad de Sevilla, y escribía mi tesis, y los fines de semana cogía el avión ida y vuelta. Y solucionamos el problema por el que me buscó.

¿Cómo consiguió entrar en el claustro del Imperial College?

Me había ido enganchando el descubrimiento de Londres como ciudad, me gusta su ritmo de vida. Y en el año 2002 surgió la convocatoria de una plaza. Me presenté, para probar, sabiendo que era muy dificil ser elegida, porque es enorme la demanda de aspirantes desde todo el mundo para ser profesor de dicha universidad, y porque aún yo no tenía terminada la tesis, aunque ya tenía 26 artículos publicados en revistas científicas. Pero me seleccionaron, me entrevistaron, y me dieron la plaza. Habían apostado por mí, por mis investigaciones, y ya me vi en la encrucijada de tener que elegir, y me trasladé a vivir a Londres.

¿Qué medios le ofrecieron para sus investigaciones?

Cuando te contratan, tienes que formar tu grupo de investigación. Me dieron 5.000 libras y una oficina vacía. Busqué y contraté un equipo, y me puse a conseguir fondos para investigar. Eso sigue siendo así, mi equipo se mantiene de lo que yo llevo. Por ejemplo, de la Comisión Europea, con millones a través de las ayudas Starting Grant y Consolidator Grant para proyectos con potencial de liderazgo. O con becas otorgadas por el Gobierno británico. Cuando empecé y no tenía nada, quería dedicarme a algo que tuviera repercusión social directa. Mi especialidad era electrónica, pero yo quería interesarme por la biomedicina, en qué podía aplicar lo que ya sabía hacer. Y cuando llevaba una semana en el Imperial, me llevaron a Chalfont, un pueblo fundado hace más de un siglo por enfermos de epilepsia. Fue una experiencia impactante.

Explíquela.

El Reino Unido ha sido el país con investigación puntera en epilepsia. Hace 150 años, los enfermos de epilepsia aún eran considerados personas que estaban poseídas por el diablo y los encerraban en las casas. Quienes fundaron Chalfont crearon una comunidad en la que unos se ayudaban a otros, hasta llegar a ser autosuficientes. Allí está hoy en día uno de los centros punteros para el diagnóstico de epilepsia. Me presentaron a su director médico, y me llamó muchísimo la atención que el 30% de las personas con epilepsia refractaria requiere de un diagnóstico muy exhaustivo con

monitorización y electroencefalografía durante días o semanas. Mucha gente estaba allí conectada a los sistemas monitorizándoles las ondas cerebrales. Cuando les vi con los electrodos en la cabeza, los largos cables conectados a una máquina, y viviendo así hasta tres semanas seguidas, llevando todo encima y acarreando la máquina incluso cuando iban al servicio, pensé: ¿por qué tienen que llevar aparatos tan grandes? Y ya encontré un reto con el que motivarme: crear un dispositivo pequeño para esas pruebas y poder incorporarlo a un gorro, para que los pacientes pudieran hacer vida normal durante las tres semanas. Lo hicimos. Y un año después, el director médico del Servicio Británico de Epilepsia me dijo: “También necesito que me ayudes a salvar vidas”.

¿De qué manera?

Me habló de lo que se llama muerte súbita en epilepsia. Cada año mueren unas mil personas en el Reino Unido. Aparecen muertas. Y la mayor frecuencia se da a los 20 años de edad. En los pocos casos que se habían observado, era porque dejaban de respirar. Lo que se llama una apnea. Que empieza porque el cerebro no está funcionando bien. Cuando lo coges a tiempo, con estimulación haces que empiece a respirar y le salvas la vida. El director médico de Chalfont me insistió en la necesidad de un detector de apneas. Pequeño y fiable. Porque si genera alarmas que no son de gravedad, la gente deja de usarlo. Y acepté el reto. Me puse a estudiar para aprender muchísimo de fisiología, de respiración y llegar a convertirme en experta en dispositivos médicos.

¿Ese es el origen del Wearable Technologies Lab?

Sí. Identificamos problemas médicos, vemos cómo podemos solucionarlos con nuevos dispositivos. Eso involucra muchas áreas de conocimientos:, electrónica, diseño de circuitos, procesado de señal, fisiología, matemáticas, diseños de aplicaciones móviles, etcétera.

La sociedad británica tiene una gran tradición de apoyar con dinero a la investigación científica. ¿Han logrado muchos benefactores?

Sí, y sin buscarlos nosotros. Una asociación de familiares de personas epilépticas fallecidas me llamó para decirme que iban a recaudar fondos para apoyar nuestra investigación en pos de crear un dispositivo para los epilépticos. Y quien lo anunció públicamente fue Samantha Cameron, la esposa de David Cameron, cuando era primer ministro y vivían en Downing Street. Esa asociación de familiares puso 60.000 libras.

¿Ha resuelto el desafío que le plantearon para la muerte súbita en epilepsia?

Aún no porque para culminar su desarrollo hay que probarlo con señales de los pacientes epilépticos cuando tengan una apnea que potencialmente pueda derivar a muerte súbita, y es muy difícil sacar esas señales. Estamos avanzando, estamos recabando señales en epilépticos ingresados en hospitales, y todo el esfuerzo investigador durante años en el tema de la respiración nos ha hecho aportar soluciones al problema general de la apnea para el conjunto de la población. Es una enfermedad que sufren el 10% de las personas, muchas sin saberlo, piensan que solo es cansancio. Ahí sí hemos creado aplicaciones que están homologadas y maduras para ser usadas, tras pruebas con 200 pacientes que han dado un resultado magnífico. La tecnología funciona. Y de la enorme cantidad de conocimiento y datos que estamos recabando, confío en que nos lleve a saber determinar en qué se diferencian las apneas en las personas sin epilepsia o con epilepsia, y crear para éstas un dispositivo específico.

¿Cuál es el mayor riesgo que oculta la apnea?.

Cuando empezamos a profundizar en la apnea a nivel general, vimos que si no es tratada, el riesgo de padecer años después problemas cardiovasculares aumenta un 400%. Para hacer un diagnóstico a fondo, la persona tiene que pasarse una noche en una clínica del sueño, conectada a sensores y durmiendo allí. Y le están monitorizando las señales fisiológicas. A partir de ahí, los especialistas tienen que pasarse un par de horas analizando esas señalas. Todo eso proceso cuesta carísimo. Y por eso se le ofrece a un número mínimo de personas. Con nuestro dispositivo AcuPebble, la persona se lleva el dispositivo a casa, o se le manda por correo, porque es muy fácil de usar. Duerme en su cama, no le molesta para descansar, porque los resultados clínicos nos han demostrado que no lo nota. Y cuando se lo quita, el diagnostico es automático. No hay necesidad de tenerle en una clínica del sueño y eso comporta un gran ahorro.

¿Cómo se van a utilizar?

A partir de este año 2020, ofreciéndoselo a los hospitales. El dispositivo lo daremos de modo gratuito, el precio se fijará por diagnóstico, a través de una licencia.

¿Fue natural la evolución de ser investigadora a ser también empresaria?

Montar dos empresas, Acurable y TainiTec, es la consecuencia de querer materializar en la sociedad lo que investigamos.

¿Quiénes han sido los mejores prescriptores?

Los premios internacionales que hemos recibido. Voy a destacar uno de ellos: Con el dispositivo AcuPebble concurrimos al certamen Xprize, que es el más prestigioso en la industria de tecnología médica a nivel mundial, y nos lo concedieron en 2014. Es una competición apoyada por muchos filántropos en Estados Unidos, identificando avances para solucionar retos en la salud. El proceso dura dos años, pasamos todas las pruebas en Los Ángeles ante el comité de selección, y ganamos uno de los premios. Más importante que la cuantía, 125.000 dólares, es el enorme sello de credibilidad que le da a tu producto. Y con TainiTec, donde creamos implantes neuronales para favorecer la investigación sobre enfermedades como el parkinson y el alzheimer, y cuya distribución ya está normalizada, en 2018 nos dieron el premio internacional más importante para mejorar la calidad de vida de los animales que se utilizan para las investigaciones en laboratorios.

¿Sigue siendo muy complicada materializar la transferencia de tecnología desde un grupo de investigación a una empresa para convertirla en producto aplicable a pacientes?

Es lo más difícil con lo que me he topado. Transferir la propiedad intelectual de la tecnología. Y si no se hubiera logrado, era imposible conseguir inversores. Esa es una de las razones por las que hay muchos menos inversores en la biomedicina que en cualquier otro sector. Haber resuelto un problema científico podía haberse quedado en nada, sin lograr impacto social alguno. En Europa aún no se ha creado una fórmula de transferencia que funcione bien. Para AcuPebble me ha costado dos años de negociaciones en el Imperial College, y les estoy agradecida. Y después introducir un producto en el mercado médico es durísimo. El proceso regulatorio incluye auditorías bastante complicadas y haberlo probado en un ensayo clínico con un alto número de pacientes. Ya tenemos el registro de la Unión Europea.

Imagino que le llegarán peticiones desde todo el mundo por la expectativa que depara.

Es enorme la cantidad de comunicaciones. De médicos, de padres, de entidades...

¿No le han hecho ofertas desde las universidades más potentes de Estados Unidos para ficharla?

Sí, varias veces. Ahora mismo, no me compensa. Vivo en una ciudad que me encanta, tengo un centro de investigación y estoy a pocas horas de viaje de mi tierra natal. En el Imperial College he logrado ser la primera mujer catedrática en el departamento de tecnología electrónica.

¿Le gusta compaginar la investigación con la docencia?

Aprender me encanta. Enseñar individualmente y a nivel muy avanzado, me encanta. Me gusta menos dar clases en un aula llena de estudiantes. Acepto encantada la obligación del Imperial College como universidad, de que todos los profesores hemos de dar clases, los estudiantes se lo merecen. En mi caso, doy un curso al año durante dos meses y medio. Lo que sí hago con pasión es supervisar y crear muchísimos proyectos. Al año, superviso 10 u 11, y todos son innovadores. Cualquier estudiante que elija hacer un proyecto conmigo, en realidad nos elegimos mutuamente, va a estar haciendo algo que nadie ha realizado antes. Eso no significa que todos lleguen a buen término, pero todos acaban aprendiendo muchísimo. Y esa parte pedagógica me encanta.

¿Quiénes son los principales inversores que respaldan económicamente a Acurable?

Son Alma Mundi Ventures y Kindred. Algunas de las personas que han invertido son andaluzas. Hemos logrado 2,1 millones de libras. Vamos a promover otra ronda de inversión, queremos seguir escalando la empresa y conseguir acreditar nuestra tecnología y dispositivos en Estados Unidos, proceso regulatorio que es aún más difícil que en Europa.

¿Cuántas personas forman ahora parte del equipo de Acurable?

Catorce. De las que tres trabajan desde Andalucía: dos en Sevilla y una en Granada.

¿Es un empeño personal?

Tanto los inversores españoles como yo tenemos interés en que Acurable contribuya a la innovación en España. Queremos tener más personas en Andalucía. No está resultando fácil contratar buenos candidatos porque los necesitamos con un nivel muy alto de inglés. Y por un problema de mentalidad social que superar: el miedo a dejar una empresa grande donde no están a gusto, para pasar a trabajar contratados por una empresa que es una startup. Muchos que se presentan al proceso de selección y contratación quieren cambiar de trabajo, pero les da miedo. Esa falta de movilidad es un freno al desarrollo de empresas innovadoras.

¿En el Reino Unido también es alarmante el escaso número de chicas con vocación por dedicarse a los nuevos desarrollos de la ciencia y la tecnología?

Creo que es aún peor que en España. En las facultades españolas de ingeniería hay más mujeres. Una de las grandes diferencias entre Europa y el Estados Unidos de Silicon Valley es que en los países europeos solo se le da valor a la persona con cargo ejecutivo en una gran empresa, y no se le da notoriedad ni se valora apenas al ingeniero que diseña un software usado por millones de personas en todo el mundo. Los jóvenes tienen ante sí un modelo de éxito y otro no. Si en los medios de comunicación se les diera frecuente visibilidad a quienes lo hacen bien con carreras tecnológicas, la gente joven seguiría más ejemplo. Sobre todo las mujeres, que, en muchos sentidos, somos más idealistas que los hombres, y necesitamos ejemplos a seguir. Pero cuando he regresado a España y he puesto la televisión, me daba pena lo que veía. ¿A quién se le considera celebridad, 'celebrity'? A gente que no ha hecho nada.

¿El estereotipo de la banalidad perjudica más el desarrollo de las mujeres?

Las mujeres tienen que empezar a ver el idealismo detrás de la investigación científica y detrás de la creación de empresas para solucionar enfermedades. Es muy bonito crear desde cero. Tener una 'startup' no es un camino de rosas, pero cada vez que tengo presente en mi mente lo que estamos creando, me digo a mí misma: “Es hacia ahí adonde voy, y merece la pena”. Nunca había tenido más capacidad para levantarme de la cama como un resorte que desde que tengo fundada la empresa. Porque estoy motivadísima, porque quiero empezar pronto a hacer cosas, que son interesantes. Y eso no significa que por las noches no me acueste con preocupaciones.

¿Cómo concilia su enorme volumen de quehaceres profesionales con su vida personal?

Mi vida a diario es muy ajetreada, pero mi familia está acostumbrada. Tengo la suerte de que mi marido, italiano, es catedrático en el Imperial College, él se dedica a la robótica médica. Entiende muy bien lo que es mi trabajo. A la hora de conciliarlo todo, para mí es clave planificar y simplificar las tareas. Eliminar todas las que no son auténticamente necesarias. Por ejemplo: en mi casa no se plancha la ropa. En el colegio de mis hijos percibo que algunas madres que trabajan fuera de casa a tiempo parcial, o que solo dedican a la familia, sufren bastante más estrés del que yo tengo en mi día a día. No las critico. Lo que quiero subrayar es que las mujeres pueden afrontar absolutamente cualquier proyecto de vida profesional compaginándolo con la familiar. Con planificación todo es posible.

¿Sus hijos aprenden la ciencia como un juego en casa?

Sí, se han criado en mi laboratorio, porque para mí lo que hago en la empresa es mi hobby. Cuando mi hijo tenía cuatro años, el resto de los niños solo llevaban muñecos, y él iba enseñando un circuito integrado. Porque yo se lo había explicado de la forma más fantasiosa posible.

¿Qué le gusta más cuando salen?

Me encanta explorar en el mundo de la gastronomía. Tengo los estándares culinarios muy altos, porque soy de Sanlúcar de Barrameda, donde se come muy bien. Me he criado en la cocina de mi casa con mi abuela. Cualquiera que va conmigo a algún lugar sabe que disfrutará con la comida. Además, me gustan mucho el teatro y los musicales.