Subsistir al calor de San Pancracio

Las clarisas del convento de Santa María de Jesús quieren recuperar el esplendor de antaño. Joaquín Egea (Adepa) propone la creación de una ruta que una palacios y conventos para contribuir a la conservación de estos edificios

Manuel Pérez manpercor2 /
16 ene 2019 / 08:00 h - Actualizado: 16 ene 2019 / 08:00 h.
"Cultura","Arquitectura","Patrimonio","Religión","SOS de los conventos"
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Era lunes y el sol ya se había puesto. La oscuridad se cernía sobre el centro de Sevilla y el frío arreciaba. A pesar de ello, un flujo constante de personas entraba y salía de la iglesia conventual de Santa María de Jesús. Allí, en un rincón de la calle Águilas, muy cerca de la Casa de Pilatos, las hermanas clarisas veneran una imagen de San Pancracio. Era lunes de San Pancracio.

Sobre su peana se amontonaban los ramilletes de perejil de aquellos que acudían buscando con fe aquello que habrían de buscar en las oficinas de empleo. En un parterre de hierro, los fieles iban colocando las flores que ofrecían al santo. «La devoción a San Pancracio era fundamental en Sevilla cada lunes. Antes venían muchos más, pero mira, son las nueve de la noche y sigue viniendo gente» explica el presidente de la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa), Joaquín Egea.

Subsistir al calor de San Pancracio

El convento de Santa María de Jesús se fundó en 1502 y la iglesia se edificó en los años posteriores, coincidiendo con el inicio de la empresa magallánica que logró circunnavegar la tierra. Este cenobio, regentado por las franciscanas clarisas, llegó a ser uno de los tres conventos más importantes de aquella Sevilla del Siglo de Oro junto a Santa Inés y Santa Clara. «Los conventos sevillanos son de una riqueza tal que ya quisieran otras ciudades tener estos conventos», defiende Egea mientras lamenta que «están absolutamente desaprovechados y necesitan ayuda».

Una ayuda que va más allá de la conservación de los propios edificios, ya que «el sustento de algunos conventos depende del Banco de Alimentos para que coman las propias monjas», denuncia el presidente de Adepa, que cree que «esta situación no debería de darse y el Arzobispado debería estar muy pendiente de ello».

La silenciosa y austera piedra de su fachada exterior contrasta con la majestuosidad de su portada manierista, diseñada por Alonso de Vandelvira, a la sazón hijo de Andrés de Vandelvira, el arquitecto y proyectista de ciudades como Úbeda o Baeza. Ya ha llovido desde entonces. A pesar de ello, el convento presenta un estado de conservación bastante bueno si se compara con otros cenobios de Sevilla, como el anteriormente citado de Santa Inés o el de Madre de Dios.

«Abrir la iglesia con frecuencia y fomentar el culto a San Pancracio hace mucho, le da vida al convento», reconoce el historiador Egea, quien añade que las clarisas mantienen el torno abierto todos los días para vender los dulces que preparan con esmero las hermanas clarisas, como indica la madre superiora, sor Lucía.

En este sentido, Joaquín Egea afirma que «esto produce riqueza» y se muestra partidario de crear una ruta que una palacios y conventos «para dinamizarlos y que sirvan a la vida cultural de la ciudad». De esta manera, «comprando una sola entrada, te sirve para los distintos edificios y eso te puede permitir conservar perfectamente la ciudad», añade.

«Las hermanas que nos han precedido siempre han estado muy pendientes del estado del convento y han ido siempre buscando los medios necesarios», reconoce sor Lucía. La comunidad de hermanas clarisas se sostiene, fundamentalmente, de la venta de dulces y de lo que aportan las hermanas más mayores con sus exiguas pensiones.

Subsistir al calor de San Pancracio

Desde tiempos de Soledad Becerril, la Gerencia de Urbanismo siempre ha intentado colaborar con este convento. Importante fue su intervención en los tejados para atajar los problemas de filtraciones. Ahora, las hermanas andan enfrascadas en una obra de rehabilitación de sus dormitorios, «que estaban que se caían y los estamos reconstruyendo».

Pero si hay algo que realmente anhelan estas hermanas clarisas, y sobre todo sor Lucía, es recuperar las pinturas murales del presbiterio del templo. «Son tan bellas que la iglesia ganaría mucho más», explica la madre superiora. Egea añade que los frescos son de finales del siglo XVII o principios del XVIII y destaca la gran calidad de las rocallas. «Recuperar el color original de los murales y del artesonado mudéjar enriquecería mucho este presbiterio gracias a la combinación con la formidable cerámica», explica el presidente de Adepa.

A pesar de que los años no han pasado en balde para esta joya arquitectónica, aún pueden adivinarse pigmentos rojizos en los huecos del artesonado mudéjar, que combinan con otros de color verde en las esquinas, donde aparecen unos mocárabes con el dorado diluido por el tiempo y la humedad. No obstante, las filtraciones de épocas pasadas han hecho mella y este artesonado ha perdido el lustre que un día tuvo.

Otros de los objetivos que se ha propuesta Joaquín Egea desde Adepa es la eliminación de unas más que molestas cristaleras que protegen los retablos laterales de la iglesia. «Los tuvimos que colocar para evitar que robaran más piezas», cuenta sor Lucía. Y es que los cacos sustraían con suma habilidad y sigilo cabezas de ángeles mancebos y otros elementos artísticos de los retablos. Lo cierto y verdad es que estas cristaleras son «antiestéticas y rompen toda la visión del retablo», explica Egea.

Por esta razón, Egea quiere buscar financiación para colocar unas verjas de hierro alrededor de los retablos para que sustituyan dichas cristaleras y poder dar mayor lustre a los retablos. «Si queremos conservar, ayudemos. Algunas veces a lo grande, como en Madre de Dios. Otras simplemente ayudando a la conservación y a la vida de las monjas, como necesitan aquí en Santa María de Jesús», concluye.