Toca exprimir los recursos y hacer (más) sacrificios

Ajustar la jornada laboral, recurrir a los abuelos, amigos o cuidadores y los campamentos son las opciones para que los niños disfruten sus vacaciones

29 jun 2017 / 23:37 h - Actualizado: 30 jun 2017 / 08:48 h.
"Ocio","Qué hacer con los niños en verano"
  • Apuntar a los niños a campamentos de verano o dejarlos con los abuelos suelen ser las opciones más recurrentes cuando llega el verano y hay que seguir trabajando. / El Correo
    Apuntar a los niños a campamentos de verano o dejarlos con los abuelos suelen ser las opciones más recurrentes cuando llega el verano y hay que seguir trabajando. / El Correo
  • Toca exprimir los recursos y hacer (más) sacrificios

La última semana de junio marca el final del curso académico y el inicio de las vacaciones para miles de infantes, que encaran un ansiado y merecido periodo de descanso estival que se prolongará hasta la primera semana de septiembre inclusive. Dos meses y medio concebidos para el disfrute y la diversión que, sin embargo, provocan un auténtico quebradero de cabeza a buena parte de sus progenitores, que deben conciliar el cuidado de sus hijos con las responsabilidades laborales, que no cesan.

¿Y ahora qué hago con los niños? Es la pregunta que se hacen muchos padres cada verano y que les obliga a un ejercicio de ingenio máximo en el que es preciso encontrar el equilibrio justo. Es más que nada una cuestión de recursos: por un lado, los pecuniarios; por otro, los humanos. A continuación repasamos las principales opciones a las que suelen acudir las familias para dar respuesta a este desafío veraniego.


Medidas laborales

Una primera opción que se plantean los padres, sobre todo en los casos en que ambos son trabajadores, es realizar algún tipo de ajuste en su jornada de trabajo, si bien eso suele conllevar una merma de los ingresos que pocos se pueden permitir. De ahí que muchas familias opten por una decisión drástica y dolorosa: cada uno de los padres se toma las vacaciones en fechas distintas, de modo que uno se encarga de los niños mientras el otro trabaja y viceversa. Obviamente eso implica que las vacaciones en familia como tal quedan reducidas a la mínima expresión: algún fin de semana, una escapada de un día a la playa... Por no hablar de otro hándicap: los periodos vacacionales de los dos no dan para cubrir los casi 80 días de parón escolar, de manera que esa posibilidad hay que complementarla con otras (abuelos, campamentos...).

Quienes puedan permitírselo tienen otras opciones: pedir una reducción de jornada o incluso una excedencia para atender a los hijos, con el coste económico que supone. Según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, de hecho, el tercer trimestre del año (julio a septiembre) es en el que se disparan las solicitudes de excedencias por cuidado familiar: de las 5.272 que se pidieron en Andalucía en 2016 el 38,2 por ciento (2.013) fueron registradas en verano. Casi el doble que en el resto de trimestres: 1.014 de enero a marzo, 1.196 de abril a junio y 1.049 de octubre a diciembre. Por cierto, las excedencias son demandadas en un altísimo porcentaje (casi el 92%) por mujeres; los varones apenas solicitaron 433.

También las féminas dominan claramente las estadísticas en lo que se refiere a empleos a tiempo parcial, si bien no se dispone de datos segmentados por meses. De los 483.900 trabajadores andaluces con jornada reducida el año pasado, 339.100 fueron mujeres, el 70%.


Campamentos

Una fórmula estrella en verano son los campamentos, a los que se suele recurrir para solventar al menos esa parte del periodo estival en la que ambos padres tienen que trabajar ineludiblemente. Aunque han existido de toda la vida, en los últimos años han proliferado de modo extraordinario dada la demanda. La modalidad tradicional sería enviar a los niños una quincena o incluso un mes fuera de la localidad de residencia habitual, generalmente a un sitio en plena naturaleza donde los pequeños puedan disfrutar de actividades al aire libre al tiempo que conocen a niños de otros lugares de origen. Pero cada vez cobran más fuerza los campamentos urbanos y escuelas de verano, que muchas veces son una prolongación del curso escolar, con horarios y comedor similares, por lo que no se rompe la rutina de los niños, que siguen teniendo que madrugar...

Temáticos, de deportes, multiaventura, de refuerzo académico y casi siempre de idiomas –abundan los bilingües–, los campamentos son todo un clásico que exige de los padres un esfuerzo económico, aunque también los hay municipales con precios muy asequibles e incluso gratuitos, pensados para familias sin recursos.


Red familiar y ‘tribu’

Una alternativa a las opciones anteriores pero sin coste económico –en principio– es el recurso a la red familiar y especialmente a los abuelos, quienes siempre están ahí dispuestos y predispuestos a ayudar a sus hijos y a cuidar a sus nietos. Los mayores se multiplican en estos meses, madrugan para hacer de canguro o para llevar a los niños al campamento y echan horas con la mejor voluntad pese a sus limitaciones físicas.

Debido a esos achaques de la edad, muchos padres intentan no descargar demasiada responsabilidad en los abuelos, que por otro lado en muchos casos no residen cerca del domicilio familiar: es frecuente mandar a los hijos al pueblo con los abuelos. Es por ello que a veces participan de esta labor solidaria otros familiares (tíos, cuñados...), vecinos o amigos, que acogen en sus hogares a niños ajenos durante unas horas. Es lo que se viene denominando la tribu .


Cuidadores

Una cuarta opción es acudir a los servicios de cuidadores profesionales, que puede salir más barato que enviar a los niños a un campamento, máxime si los hijos son dos o más, y con la ventaja añadida de que los niños están en su casa y no se ven obligados a madrugar. En ocasiones, incluso, se les contrata entre varias familias para ahorrar costes. Todo vale.