Se puede ser profesor de instituto en un barrio de Sevilla y a la vez integrante de grupos de trabajo de la Comisión Europea para implementar mejoras en los sistemas educativos, en la formación del profesorado y en el empoderamiento de la sociedad. Jesús Moreno León, de 39 años de edad, actualmente imparte clases de Informática en los ciclos formativos de FP, y también alguna en Bachillerato, en el Instituto Valle Inclán, enclavado en Sevilla Este. Sobre todo es conocido en el ámbito educativo por ser cofundador y coordinador de Programamos, el colectivo de docentes que, desde Sevilla, sin ánimo de lucro, ha creado recursos didácticos y cursos formativos cuyos resultados han sido premiados por Google, utilizados por Microsoft y distinguidos por la Comisión Europea, que les ha conferido el rango de embajadores de la Semana Europea de la Programación (Code Week), que se celebra cada año en octubre con miles de actividades en todos los países de la Unión Europea.

Dos parejas de docentes son el núcleo fundacional de Programamos: Jesús Moreno, profesor de Informática, y María Moriana, maestra de Infantil y Primaria; José Ignacio Huertas, ingeniero técnico en Informática, y Patricia Flor, licenciada en Psicopedagogía.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en Elche pero desde muy pequeño viví en Madrid y allí estuve hasta que concluí la carrera de Ingeniería Técnica de Informática. Mis padres se dedican a la sanidad. Mi padre es enfermero y mi madre era técnico de laboratorio y ahora se ha hecho terapeuta ocupacional. Tengo un hermano un poco más joven que yo, es actor de doblaje.

¿Empezó en Sevilla su etapa laboral?

Sí, en 2004, aprobé unas oposiciones y me dieron plaza en el Instituto Gonzalo Nazareno, en Dos Hermanas. También estuve dando clases en el Instituto Punta del Verde, en Sevilla. Y esos años los compaginé con hacer en Madrid un máster en Ingeniería de Sistemas Telemáticos e Informáticos, y el doctorado en Tecnología de la Información de las Comunicaciones.

¿Fue su vocación desde la adolescencia?

Sí, me han gustado siempre la informática y la educación. Ser profesor de Informática era para mí la salida profesional ideal. Y parte del encanto es la necesidad de estar continuamente formándome, disfrutando de nuevos desarrollos tecnológicos. Es apasionante.

¿Cuál es el criterio seguir para enseñar a los alumnos en una materia tan cambiante?

Lo importante es enseñarles fundamentos sólidos para comprender nuevas tecnologías, pero no centrarse en una tecnología concreta, porque dentro de unos años probablemente no se use o se haga mediante nuevas versiones.

¿Qué aconseja a los docentes que debutan en el día a día de impartir clase?

Aprender a no asimilar los disgustos como un asunto personal, a no quemarse con las situaciones que hemos de gestionar a diario. Mantener la ilusión y la pasión. Siempre tengo en mente cuánto me arroparon los compañeros de departamento del IES Gonzalo Nazareno en mis comienzos, pues, como todos los que empezamos, echamos en falta tener más horas de práctica. Cuánto aprendí de ellos sobre cómo tratar a los alumnos.

¿En las clases de informática también padecen tener que dedicar muchos minutos a conseguir que el alumnado esté en silencio y atento?

Somos unos afortunados en ese sentido. En general, el alumnado está muy motivado por aprender estas materias y no solemos tener problemas de comportamiento que causen pérdidas de tiempo. En los ciclos formativos, tanto en el Grado Medio como en el Superior, la predisposición del alumno por aprender es máxima. Y cuando imparto clases en Secundaria o en Bachillerato, a los estudiantes les gusta mucho esta asignatura.

¿Cuál es el origen de Programamos?

Una estancia profesional que María y yo realizamos durante seis meses en Londres en el año 2011. Era una modalidad formativa que ofrecía en aquella época la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, después suprimida con la crisis económica. Estancias profesionales para mejorar la competencia lingüística y para conocer el sistema educativo de un país. En aquella época, en el Reino Unido había un debate importante porque el departamento de educación, encabezado por Michael Gove, estaba promoviendo una transformación del curriculum relacionado con la informática. Cómo introducir las clases de programación desde edades tempranas, desde primero de Primaria. De hecho, actualmente, hay una asignatura que se llama Computing, centrada en la programación. Todo ese debate, y visitar institutos en ciudades británicas, nos inspiró.

¿Alguna experiencia en especial?

Yo había representado a España como miembro del jurado, en la especialidad de sistemas informáticos y redes, en el campeonato del mundo de FP. Y visité en Luton el Barnfield College Technology Campus, donde trabajaba el representante de Reino Unido, mi colega John O'Neill. Aprendí mucho al ver cómo hacían las cosas allí.

¿Qué decidieron emprender?

José Ignacio Huertas y yo ya estábamos impartiendo en Sevilla programación en cuarto de la ESO, y utilizábamos lenguajes visuales. Nos animamos a llevarlo a niveles más pequeños. Y como mi pareja es maestra de Primaria, y también Patricia Flor, que es la pareja de José Ignacio, empezamos a programar en sus colegios con sus alumnos. Comprobamos que aprendían a programar con estas herramientas, con estos lenguajes visuales, y disfrutaban un montón en el proceso. Se lo pasaban genial, estaban motivadísimos. Y nos dábamos cuenta que eso favorecía que quisieran aprender otras cosas de otras asignaturas, porque para posicionar al personaje en el sitio exacto donde querían y trazar una trayectoria cuando lanzaban una pelota en su videojuego, tenían que aprender nociones de matemáticas y de física. Y eran ellos los que demandaban a las maestras: “Oye, que yo quiero que sea una trayectoria más real, que esto no parece de verdad”. Nos dimos cuenta del potencial educativo que tenía el desarrollo de un videojuego o una historia interactiva como excusa para aprender e incorporar contenidos de cualquier otra área o asignatura. Así nació la idea de montar Programamos.

¿Con deseo de extenderse fuera de Sevilla?

Sí, desde el principio. Veíamos que en España este movimiento no estaba llegando a las familias, ni a los responsables educativos, ni a la opinión pública en general. Conocíamos algunos profesores que estaban haciendo cosas similares de manera aislada, independiente. Y la idea de Programamos era tender puentes para servir de espacio colaborativo en el que unir fuerzas y esfuerzos. Y, además de propiciar el debate, ofrecer oportunidades de aprendizaje de programación a quien más lo necesita: gente desfavorecida, que no puede pagar clases particulares ni academias. Nosotros hemos nacido en la cultura de internet y tenemos el espíritu global, sin fronteras. Si hacemos algo, procuramos que puedan participar desde cualquier parte del mundo o colaborar con ellos. Cada vez que hacíamos un taller y creábamos recursos, materiales, ejercicios, los compartíamos con licencia libre en nuestra web para que cualquier persona pudiera aprovecharlos, utilizarlos, mejorarlos y volver a compartirlos. Así ha sido, con gente de España, de Europa y de América Latina.

Para que le entienda cualquier persona, ¿qué es el pensamiento computacional y cómo se desarrolla?

El pensamiento computacional es una habilidad que se considera clave para la vida en el siglo XXI, porque te permite resolver ideas y comunicar ideas aprovechando la potencia que ofrecen los ordenadores. En un mundo tan tecnológico como en el que ya vivimos, en el que muchas de nuestras interacciones son con software y a través de software, ser capaz de entender cómo funcionan este tipo de sistemas nos da una ventaja muy importante. Y nos permite no solo mejorar de forma muy significativa en nuestras posibilidades laborales futuras, sino también desarrollar una vida plena en la sociedad. Es combinar la brillantez de las personas y la potencia de los ordenadores. Las personas nos aburrimos con las tareas repetitivas y acabamos haciéndolas mal. Pero se nos ocurren ideas brillantes. Las máquinas son rápidas y precisas, no se cansan ni se aburren, si les dices que hagan mil veces una tarea y a toda velocidad, lo realizan de modo perfecto. Pero alguien les tiene que decir qué han de hacer y cómo hacerlo.

¿Cómo sistematizan la calidad de sus contenidos educativos?

Siempre hemos realizado investigaciones de manera rigurosa que puedan ofrecer evidencia científica sobre su impacto positivo. Sobre todo las hemos hecho en colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos y con la UNED. Para ello, teníamos que vertebrar la colaboración con colegios e institutos de España y de América Latina para que participaran con sus estudiantes.

¿Cuál fue el primer gran espaldarazo a Programamos?

La Comisión Europea conoció lo que estábamos haciendo en España y nos nombró embajadores de la Semana Europea de la Programación en 2014. Y organizamos en Sevilla una actividad gratuita, en la Casa de la Ciencia, para edades de 5 a 15 años. Teníamos preparado material para un taller con 60 personas pero acudió tanta gente que duplicamos el horario del evento para que participaran 120. Vimos el gran interés que tenían muchas familias para que sus hijos no se quedaran fuera de este movimiento de innovación educativa.

¿Qué recursos ofrecían para participar en ese taller?

Muy variados. Había actividades que se pueden hacer sin contar con ningún tipo de dispositivo electrónico: cartas, cuerdas, movimientos kinestésicos, dibujos, para que las familias puedan en casa trabajar diferentes conceptos de la informática a través de este tipo de 'materiales desenchufados'. Teníamos también robots programables, que permiten que niños desde los tres años de edad puedan acercarse al mundo de la programación y de la robótica dando instrucciones a un robot, secuenciando esas instrucciones para que pueda llegar desde un punto A a un punto B, siguiendo una serie de requisitos, por un trayecto. O un taller de programación de videojuegos con scratch.

Y todo esto, lo hacían en su tiempo libre.

Sí, claro. José Ignacio, Patricia, María y yo trabajamos en la enseñanza a tiempo completo. Tanto creció Programamos que me pedí una excedencia para poder dedicarme a ello. Llegó un momento en que teníamos seis personas contratadas, porque nos salían eventos didácticos, formación para profesores, actividades para empresas,... No dábamos abasto. Nunca hemos solicitado subvenciones porque no hemos querido. El modo de financiación de Programamos ha sido ofrecer servicios a empresas y a administraciones públicas, y, con ese dinero, poder hacer acciones sociales, que son las que realmente nos gusta. Hemos tenido la suerte de recibir varios premios que conllevaban una ayuda económica, y eso nos ha dado mucho impulso. El más significativo fue el premio que nos dio Google en 2016, y con su cuantía pudimos tener una persona contratada un año entero, que iba al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla para impartir talleres de programación y de robótica a los niños que estaban allí ingresados.

Imagino que le dicen muchas veces: '¿Para qué os complicáis la vida si eso se tendría que hacer en horario de trabajo?'

Porque nos gusta. Han sido unos años de mucho trabajo y esfuerzo, con una intensidad que no se puede mantener a largo plazo porque hay que atender a las familias, hay que disfrutar de la vida. Pero gran parte de los objetivos con los que nació Programamos los hemos ido consiguiendo. Y cuando uno está convencido de algo, tienes que pasar a la acción, no puedes esperar a que las cosas se solucionen por sí mismas, y dar un empujoncito en la dirección que crees para que ese movimiento empiece a andar y se cree una bola de nieve que vaya creciendo. Es lo que ha ocurrido.

En este movimiento ya hay muchísimas personas involucradas.

Aproximadamente, ¿cuántos están aprovechando lo que elabora la comunidad de Programamos?

Los recursos didácticos que creamos y compartimos en nuestra web con la licencia libre se han descargado más de dos millones de veces. Los tenemos en castellano. Las investigaciones sí están también en inglés, que es el idioma universal de la comunidad científica. Tenemos un curso gratuito de introducción a la programación que lo han realizado más de 14.000 personas desde 95 países. El 34% son de España, el 22% de México, el 6,7% de Colombia, el 6,6% de Perú,... En nuestros cursos para profesores, en España se han formado con nosotros más de 4.000 en los últimos cinco años. Tenemos distintas modalidades: cursos de verano presenciales, cursos en red a distancia, cursos mixtos. Las comunidades autónomas se ponen en contacto con nosotros, les diseñamos el curso y hacemos la tutorización de los docentes para acompañarlos y ayudarlos en ese proceso. Por ejemplo: la programación con scratch como un recurso educativo en Infantil y Primaria; la programación de dispositivos móviles para trabajar en secundaria con una modalidad de aprendizaje servicio, etc.

Por lo general, ¿qué tipo de docentes son más receptivos y cuáles más renuentes?

Hay más entusiasmo en los docentes de infantil y de primaria, son más propensos a trabajar con nuevas ideas. A los docentes de secundaria de asignaturas más clásicas les cuesta algo más trabajo ver que es una buena herramienta educativa para mejorar el aprendizaje de sus asignaturas.

Las familias que descubren cómo este tipo de innovación educativa propicia que los niños y niñas aprendan más dentro y fuera de las clases, ¿influyen para que se extienda su implantación?

Hay familias muy involucradas que demandan al AMPA de su colegio poner una clase de extraescolar para esto. Nos han escrito montones de padres preguntando si ofrecemos cursos en verano. Nosotros no los hacemos directamente, sí contribuimos desde nuestra red social a que se anuncien empresas de toda la comunidad hispana que forman parte de este movimiento y sí ofrecen ese tipo de opciones de aprendizaje.

¿Y en los planes de estudio de la enseñanza obligatoria?

Hemos tratado de involucrar a las administraciones públicas, que son las que tienen la capacidad de modificar la ordenación académica y los curriculum. Y eso, actualmente, ya es una realidad. Durante dos años dejé las clases y he estado trabajando en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, y desde allí se ha hecho un estudio en el que han participado 14 comunidades autónomas. Y muestra, por una parte, qué es lo que se está haciendo en cada una para introducir la programación, la robótica, el pensamiento computacional. Y, además, una propuesta normativa que define qué deberían saber los alumnos en relación al pensamiento computacional al finalizar cada etapa no universitaria: infantil, primaria, secundaria, bachillerato. Se están dando muchos pasos, tanto a nivel nacional como a nivel autonómico. Queda aún mucho por hacer.

Por ejemplo, en Andalucía.

Para este curso 2019-2020 ha dado un paso adelante la Consejería de Educación, indicando a los centros de Primaria que obligatoriamente los alumnos tienen que trabajar como mínimo media hora de robótica a la semana, asociada al área de matemáticas.

¿Se ha evaluado qué está siendo más eficiente de todo lo que hacen desde Programamos?

Lo que he estado haciendo dos años en el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado (Intef), del Ministerio de Educación, es liderar el área de experimentación en el aula, y también incluía una fase de evaluación científica para medir el impacto educativo. Se midió con 8.000 estudiantes, es una de las muestras más amplias que se han llevado a cabo en el mundo en relación al desarrollo del pensamiento computacional. Se ha publicado ya el resultado de la investigación. En Primaria lo analizamos en el quinto curso, en el área de Matemáticas. Se comprobó claramente que los alumnos que aprendían a trabajar las matemáticas a través de la programación, no solo aprendían a programar sino que mejoraban significativamente sus competencias matemáticas, en comparación con los alumnos que las estudiaban de manera habitual, con libros y ejercicios.

¿Y en Secundaria y Bachillerato?

En Secundaria se implementó en cuarto de la ESO, en la asignatura de Tecnología, colaboró la Fundación La Caixa. Se ha medido que, además de contribuir a la adquisición de los objetivos de la propia asignatura, se ha desarrollado el pensamiento computacional. Y en Bachillerato, se trabajó en las asignaturas de Informática y Tecnología utilizando un simulador de robots de coches autónomos y de drones, que son dispositivos que no podíamos tener en las aulas. Quienes aprendían con el simulador a programar coches y drones mejoraron en mayor medida sus habilidades de pensamiento computacional que aquellos que estaban trabajando con las placas y los dispositivos robóticos con los que habitualmente se cuenta en los institutos.

¿Qué recurso educativo de los que han creado ha tenido más impacto a nivel internacional?

Doctor Scratch, desarrollada en colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos, ha sido el núcleo de mi tesis doctoral, dirigida por Gregorio Robles, y muchos de mis artículos de investigación en coautoría con Marcos Román, de la UNED. Evalúa automáticamente proyectos hechos con scratch para dar una puntuación sobre el grado de desarrollo del pensamiento computacional que ha demostrado la persona que ha programado el proyecto. Nosotros desarrollamos la herramienta pensando fundamentalmente en docentes, sabíamos que cuando un docente con poca experiencia tiene que ponerse a evaluar los proyectos de sus alumnos y darles ideas de cómo poder mejorarlos, cuesta mucho trabajo. Si tienes 30 alumnos en clase, cada alumno programa cinco proyectos y tardas 20 minutos en evaluar cada proyecto, imagínate... Pues esta herramienta permite que el docente haga este análisis automáticamente. Y los alumnos también le han sacado también muchísimo partido. La están utilizando cientos de miles de personas de todo el mundo. Y lo sabemos porque cada vez que hay algún problema con el servidor, nos escriben, preguntando qué sucede, muchas personas desde Corea, China, Australia... En China está totalmente introducida la programación en el sistema educativo, y nos escriben bastantes profesores universitarios que lideran proyectos en colegios para pedirnos alguna nueva funcionalidad de la herramienta.

¿Continúan siendo embajadores de la Comisión Europea para la Semana Europea de la Programación?

Sí, la Code Week es una actividad que ha crecido de manera extraordinaria. En la edición 2019 participaron más de tres millones de personas durante los diez días que se celebra, siempre en octubre, se han organizado decenas de miles de actividades por todo el continente. He participado en el consejo asesor. Es una iniciativa que nos encanta y le tenemos mucho cariño porque hemos estado en ella desde su nacimiento. Ha sido una oportunidad enorme de crecimiento personal, y para Programamos. Juan Ignacio y yo hemos tenido la ocasión de colaborar con las mejores organizaciones de cada país europeo involucradas en este movimiento. Y las reuniones de coordinación en Bruselas han sido un trampolín para participar en otros proyectos.

¿Percibe algo por ese rango de embajador? ¿La Comisión Europea les da alguna ayuda? ¿Cómo lo compagina con sus clases en el instituto?

No, no tiene ninguna compensación económica. La Comisión Europea paga los gastos de viaje y alojamiento. Nos pedimos días libres no remunerados para poder acudir, las reuniones se celebran en el Berlaymont, el edificio principal de la Comisión Europea en Bruselas. Y el resto del año colaboramos en remoto desde Sevilla formando parte de los grupos de trabajo.

¿Los colegios e institutos donde tienen su plaza en Sevilla se benefician de todo lo que están desarrollando?

Sí, en el IES Polígono Sur le tienen mucho aprecio a Programamos, José Ignacio incluso ha montado talleres de programación para alumnado en los recreos, para que vayan a la biblioteca y estén programando y aprendiendo. Patricia Flor, en el Colegio Olivar de Quinto, ha liderado proyectos de investigación para trabajar distintas asignaturas a través de la programación, los compañeros han recibido formación, el colegio ha conseguido dinero para comprar dispositivos. Y María Moriana, en el Colegio Ortiz de Zúñiga, ha promovido talleres para niños de un montón de cursos.

¿De dónde saca tiempo para sostener un proyecto de esta envergadura?

En mi tiempo de ocio, le dedico muchas horas, en verdad las estoy disfrutando. Pero es cierto que ese ritmo no se puede mantener eternamente. Tendrán que venir otras personas y tomar el relevo.

¿En las Escuelas de Magisterio, en las Facultades de Ciencias de la Educación, se ha introducido esta formación para todos los futuros maestros y profesores?

No. Solo me consta en España que la UNED ha creado para futuros docentes de Primaria e Infantil una asignatura específica para trabajar con programación, robótica e inteligencia artificial. En la Facultad de Ciencias de la Educación de Sevilla hay algunos profesores con interés y colaboramos con sus clases: Rosalía Romero, Carlos Hervás, Pedro Román. Pero hay que sistematizarlo y generalizarlo modificando los planes de estudio.

En España, el debate sobre educación sigue protagonizado por polémicas ideológicas y no sobre la calidad de la enseñanza.

Por mi conocimiento directo de cómo se imparte la enseñanza en otros países, tanto europeos como Estados Unidos, puedo afirmar que el profesorado español tiene unos niveles de vocación y de preparación mucho mayores de lo que se dice. Lo que está muy mal es la falta de inversión en los colegios e institutos. Multitud de carencias que los docentes, con su esfuerzo, han estado equilibrando desde hace muchos años.

Concrete.

Hay que dotar tecnológicamente a los centros, bajar las ratios en las aulas y que sean espacios de trabajo dignos, aclimatados tanto en invierno como en verano, con un diseño flexible, no con esas mesas y esas sillas tan incómodas. Y ha de haber más personal. En otros países, hay técnicos informáticos que ayudan a los docentes. En España, resolver las incidencias se le endosa al profesor que asume la función de coordinador TIC del centro. En otros países, hay un sanitario en la plantilla del colegio. En España, los hay en cualquier organismo público que tenga un gran número de trabajadores, pero no en los colegios, y son los maestros quienes han de hacer de enfermeros y realizar las primeras curas a los niños si han tenido un percance dentro del colegio. Son ejemplos de cómo falta inversión para mejorar la calidad del día a día dentro de los centros educativos.

Los índices de fracaso escolar son superiores al promedio europeo, y a la vez muchos de los estudiantes más brillantes han de emigrar para encontrar empleo.

Eso demuestra que nuestro sistema educativo es capaz de formar muy bien, porque hay miles y miles de universitarios españoles trabajando por el mundo en las mejores empresas. Están muy bien valorados. Y, lamentablemente, apenas tienen oportunidades a su alcance en España. Y para mejorar la formación continua de gran cantidad de jóvenes, en un mundo donde en cinco años te quedas obsoleto si no has seguido aprendiendo, han de colaborar muchísimo más las administraciones públicas y las empresas privadas.

¿Cuál es el nuevo reto que se han planteado desde Programamos?

Si en 2014 arrancamos con la mentalización de la sociedad sobre la importancia de la programación, estamos empezando a hacerlo ahora con respecto a la inteligencia artificial. Cada vez se utilizan más soluciones de inteligencia artificial que tienen un impacto muy grande sobre la vida de las personas. Y, en general, la ciudadanía no es consciente de ello.

Ponga ejemplos.

En España, se ha utilizado un sistema de inteligencia artificial para decidir si se le concedía o no el bono eléctrico a una familia que lo solicitaba como ayuda social. Y, probablemente, quienes lo han manejado desde un organismo público tampoco saben por qué el sistema dice sí o dice no. Porque estos sistemas son opacos. Otro ejemplo: En EEUU hay jueces que están utilizando un sistema de inteligencia artificial para decidir si, cuando una persona es acusada de cometer un delito, el tiempo que transcurre desde que se comete el delito hasta que se celebra el juicio, lo dejan en libertad provisional o permanece en la cárcel. Y se ha demostrado a posteriori que las personas de raza negra tenían el doble de posibilidades que las de raza blanca para que se las catalogase como de alto riesgo. Y, por tanto, en muchas más ocasiones quedaban en la cárcel. Ya estamos rodeados de sistemas de este tipo y la sociedad no es consciente ni de los peligros que tiene ni de las limitaciones que causa. Si no sabemos cómo funcionan, no sabemos preguntar sobre ellos ni luchar contra ellos cuando presentan problemas.

¿Qué se han propuesto?

Estamos empezando en España, junto con otros colegas, un movimiento de concienciación de la sociedad en general, de las familias, de la opinión pública, y, sobre todo, de los responsables políticos, porque estamos convencidos de que todo el mundo tiene que aprender acerca de la inteligencia artificial. Y estamos trabajando en ello, desarrollando cursos, empezando a formar a docentes en este sentido, a trabajar con estudiantes... Por ejemplo, recientemente he participado en las Jornadas de Inserción Laboral que el IES Polígono Sur, de Sevilla, realiza desde hace 27 años. Y a los estudiantes de los ciclos formativos de todas las ramas profesionales les he explicado cómo la inteligencia artificial está transformando sus profesiones, y cómo, para ellos, es una oportunidad muy buena. Si se preparan y conocen cómo funcionan estos sistemas, van a mejorar de forma extraordinaria sus opciones laborales y de emprendimiento. Estamos ahora muy centrados en esto.

¿Y en la formación al profesorado?

Tratamos de fomentar el debate en relación a aspectos éticos y de implicaciones sociales de la programación. Por ejemplo, con respecto a las fuentes de información. Con los sistemas de inteligencia artificial actuales, la información que te llega a ti es distinta de la que me llega a mí. Y ha sido diseñada porque tus acciones pasadas y previas han dicho mucho sobre tu personalidad y sobre cómo explotar esos puntos débiles que tienes. El grado de intoxicación informativa que recibimos es espectacular. ¿Cómo se lucha con ello? Lo primero, siendo consciente de que eso es así. La mayoría de la sociedad española, actualmente, no es consciente de cómo funcionan estos sistemas de inteligencia artificial, que, segmentadamente, son capaces de generar información casi personalizada. Lo primero es saber cómo funciona, para protegernos frente a eso. Y por eso estamos fomentando que todas las personas deberían aprender sobre la inteligencia artificial. Y, en el proceso, trabajar las cinco habilidades claves para la vida en el siglo XXI, las cinco 'C' como las califica Shuchi Grover: pensamiento crítico, creatividad, colaboración en equipo, capacidad de comunicación y pensamiento computacional.