Bellavista era a finales del siglo XX un barrio con mucha menos población de la que tiene hoy día. Pero, como pueden imaginar, todo en la vida crece y el paso del tiempo ha permitido que ya sea una de las zonas más pobladas del sur de la ciudad. Buena cuota de responsabilidad la tiene Jardines de Hércules, una urbanización, o un barrio dentro de un barrio si así lo prefieren, que ¡Mira qué barrio! se detiene a conocer esta semana.

Hace doce años que los primeros vecinos comenzaron a llegar a estos bloques espigados, con primeras calidades y unas zonas comunes que hacen más agradable la vida de sus gentes. Dicen sus responsables vecinales que, actualmente son unas 4.000 las personas que vive en las diferentes fases en las que se distribuye el barrio. Familias, sobre todo con niños pequeños, que a primera hora de la tarde llenan de alegría cada zona verde y cada espacio peatonal del entorno de sus bloques. Como todo barrio que nace, su gran valor es la familiaridad que une a sus vecinos y un futuro más que garantizado y ejemplificado en los niños, su tesoro.

Las viviendas ocupan el terreno en el que estaba situada la antigua fábrica de Uralita de Sevilla, que cerró sus puertas hace dos décadas. Más de 230.000 metros cuadrados de terreno sobre los que floreció esta residencia Jardines de Hércules. Una nueva forma de vida, la de un modelo de urbanización dentro de la ciudad, en la que también cuentan con piscinas, pistas de pádel, comercios de todo tipo, huertos populares desde hace unos años y zonas infantiles de primer nivel. A pesar de su juventud, el barrio cuenta ya con un movimiento asociativo de bastante intensidad. Una junta directiva joven, con muchas ganas de cambiar el barrio, que pelea para lograr lo mejor para ellos y sobre todo para sus hijos, el centro de la mayoría de sus reivindicaciones.

De eso sabe muchísimo Minerva, la presidenta de su asociación de vecinos, y guía en nuestro paseo por el barrio. Ella llegó a Sevilla hace años por amor, se casó con un gaditano –de Cadi, Cadi– y formó su familia, con dos preciosas pequeñas en esta urbanización. No contenta con aquello es desde el pasado noviembre la líder vecinal que lucha por tener un barrio mejor y que, además, defiende como nadie las bondades de su gente.

Una mujer aguerrida y entrañable que nos presentó a otras con las que comparte las ganas de aprender y emprender, de hacer valer sus capacidades y trabajar por sus pequeños. Como Lucía, madre de tres niños que emprendió con una web de compras que le ha devuelto la sonrisa. O Ana, cofrade del Silencio y de la Esperanza de Triana, que además es amante de la pintura. Dice que es aficionada pero sus obras ya narran por sí solas todo ese arte que lleva dentro. Y es que con 16 años ya pintó su primer cuadro.

A la hora de comer, La Dehesa resultó ser nuestro mejor refugio. Un hogar para Manuel, su propietario, que dejó la construcción para convertir en profesión lo que era un hobby. Y vaya si lo ha conseguido. Lorena, su cocinera, nos preparó un matrimonio de un sabor exquisito y, para rematar la faena, nos encontramos al maestro Pepe Luis Vázquez, eslabón de una familia taurina que ha hecho de la fiesta una cultura admirada por todos y que para más inri es hasta vecino de Hércules y sus Jardines.

La sonrisa, como mejor antídoto para los males, nos la ofreció Pilar en la farmacia del barrio. Aquella a la que acuden todas las madres cuando los niños necesitan de una ayudita. Y con ella nos dimos cuentas que en todo el día no habíamos parado de sonreír. Esa fue la mejor lección de esta semana, la que confirma que en lo sencillo y en lo nuevo también puede estar la felicidad. Este barrio es el ejemplo. Sus vecinos, desde luego, son felices allí. Con sus jardines, sus fuentes, sus primeras calidades, sus parques... que hasta el mismo Hércules los escogió para vivir.