Desvariando

Un homenaje que no dio en la tecla

El acto que trató de rendir tributo a El Lebrijano fue un desastre en organización, largo y tedioso, con vídeos que entraban mal e imágenes repetitivas en una pantalla sobre el escenario

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
09 mar 2019 / 11:41 h - Actualizado: 09 mar 2019 / 14:58 h.
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El flamenco es un género preñado de hombres y mujeres de un gran talento natural. Pero aún flaqueamos en lo de organizar homenajes, como comprobamos una vez más en el que se le pretendió tributar el pasado viernes en el Teatro Cartuja Center Cite de Sevilla a uno de los grandes talentos de la historia de este género, Juan Peña Fernández El Lebrijano, que nos dejó el 13 de julio de 2016. Fue un desastre en lo que concierne a la organización, largo y tedioso, con vídeos que entraban mal e imágenes repetitivas en una pantalla sobre el escenario, que no hicieron sino molestar al público que llenó tan bello marco.

El Lebrijano fue un creador y estuvo bien lo de destacar esa faceta suya que tanta gloria dio al cante jondo. Fue también un gran intérprete. Tiene gracia el vídeo de Rito y Geografía del Cante (1972), en el que dijo que su referente había sido la Niña de los Peines, cuando en su primer disco, De Sevilla a Cádiz (1969), con las guitarras del Niño Ricardo y Paco de Lucía, la referencia era Antonio Mairena. Luego se fue despegando y mostrando un estilo más personal, pero Juan era uno de los discípulos del cantaor mairenero, como lo fueron José Menese, Manuel Mairena o Curro Malena. En aquellos años reinaba don Antonio Cruz García y esa era la referencia casi obligada.

Plantear todo esto en un teatro donde había casi dos mil personas, era algo complicado de antemano. Quizá en la Universidad o en alguna semana cultural de esas que hacen las peñas flamencas. Como también era complicado poner a un presentador al estilo de los festivales de verano de los pueblos, porque la gente va a un teatro a disfrutar de los artistas y no a que los aburran con datos que pueden ver ya en Google o en un libro. Esto fue lo peor de la noche, no saber separar una cosa de la otra. O sea, la parte didáctica de la meramente artística, donde tampoco hubo mucho brillo por esa manía de encorsetar a los intérpretes, cuando está comprobado que los flamencos van mejor cuando andan sueltos y con libertad para improvisar sobre el proscenio.

Hubo cuatro bloques bien diferenciados y en cada uno de ellos se intentó mostrar parte de la obra del maestro, una obra monumental que no era fácil enseñar en tres horas. Se destacaron trabajos como Persecución, La palaba de Dios a un gitano o Lágrimas de cera, con artistas como su sobrino, el guitarrista Pedrito María Peña, que era un poco el maestro de ceremonia, José Valencia –el que mejor interpreta el estilo de Juan–, Inés Bacán, José el de la Tomasa, Tomás de Perrate, La Macanita, Esperanza Fernández, Diego Carrasco, Argentina, Mari Peña, Diana Navarro, Anabal Valencia, David de María, Nolasco, Hamid de Hadrí, Pastora Galván, Dorantes, Paco Cepero, Ricardo Moreno, Antonio Moya, Antonio Malena y Malena Chico, entre otros.

No estuvieron los anunciados Fernando el de la Morena y El Pele, el primer por enfermedad y el segundo ni se sabe, porque nadie explicó los motivos. Ni Fran Fernández, que estuvo pero se tuvo que ir por un problema personal. Un cartelazo que hubiera dado mejor resultado si se hubiera enfocado el homenaje de otra manera, aunque hay que tener en cuenta que no es nada fácil organizar este tipo de eventos. Tuvo momentos brillantes, cómo no, porque hubo grandes artistas sobre el inmenso escenario, pero en general fue una noche que solo tuvo la emoción de recordar a uno de los artistas más grandes del flamenco.