Ayer se celebró el treinta aniversario de la salida de mi promoción de Portaceli. Treinta años ya desde que abandonamos la institución jesuita y emprendimos caminos, cada uno por nuestra cuenta, después de doce años juntos. Es posible que no lo entiendan, pero ser alumno de este colegio te marca de por vida. De hecho, aun hoy, todavía escucho hablar del “sellito de los niños Portaceli” lo cual, dejémonos de tonterías, me enorgullece enormemente. Y siento nostalgia, por qué no reconocerlo, en las fotos que compartimos los viejos compañeros, de una Sevilla en blanco y negro donde las cosas no es que fueran mejores, es que eran simplemente diferentes, donde soñábamos con ser grandes profesionales en la materia que a cada uno nos apasionaba.
El tiempo ha pasado desde entonces y me encanta coincidir en el día a día con compañeros con los que compartí inquietudes en aquellos maravillosos años. A pesar de las enormes dimensiones del cole, todos nos conocíamos, aunque sólo fuera de vista, por coincidir en el recreo. Hoy, me suenan algunas caras a las que el paso del tiempo decidió respetar. Eso me ha pasado con mi invitado de hoy. He quedado a tomar un vino y unas tapas con José Luis Sanz, candidato a la alcaldía por el Partido Popular al Ayuntamiento de Sevilla. Hasta la fecha, a José Luis se le conocía por ser el alcalde de la localidad vecina de Tomares, además de Senador en Madrid y, en buena medida, avalado por los logros obtenidos en la localidad sevillana, presenta sus credenciales al Ayuntamiento de la capital hispalense.
Aunque sea con la excusa de una entrevista de por medio, le recibo en casa con las mejores vistas de Sevilla que le podía ofrecer y algo de gastronomía. La dinámica que lleva este hombre es agotadora y en algún momento tiene que sentarse a meterle algo de sustancia al cuerpo que le ayude a mantener el envidiable ritmo que lleva así que, vino de rioja en mano y con algo de picoteo sobre la mesa, empezamos a hablar de lo divino y de lo humano. De primeras, me sorprende gratamente la preocupación que muestra por el mundo de la gastronomía y la altura de miras que tiene para el sector de la ciudad.
Nacido en Sevilla a final del verano de 1968, su formación, como ya les conté antes, la realiza bajo las enseñanzas jesuitas del colegio de la calle Eduardo Dato con el Padre Carlos Huelin como director. Cuando tocó elegir carrera, José Luis optó por Económicas y fue allí donde conoció a Laura, su mujer y la madre de sus dos niños: niño y niña, que ya no son tan niños, que sin duda suponen el principal motivo de orgullo para ambos, y a quienes han procurado inculcar el amor por su tierra y todo lo que la rodea. Hermano de La Candelaria y San Isidoro por tradición familiar, el paraíso de su infancia estaba en la plaza de la Alfalfa, donde vivían los abuelos. Se dibuja como un sevillano de corte clásico, amante de sus costumbres y tradiciones. Con un perfil serio que denota responsabilidad, la municipalidad es su pasión política y, a pesar de su edad, entiende la alcaldía de Sevilla como el punto culmen de su carrera. Me asegura que no sucumbirá a cantos de sirenas procedentes de estamentos superiores para abandonarla, si es que estos se produjeran, y cuando le pregunto dónde se ve dentro de diez años, lo tiene claro: “seguiré siendo el alcalde de Sevilla”.