En la tarde de ayer sábado 7 de marzo sobre las 20:33 horas, diversas personas ubicadas mayoritariamente en la zona centro y sur del país informaban en redes sociales del avistamiento de una brillante bola de fuego que atravesó el cielo. La mayoría de ellos pudieron ver el fenómeno desde distintos puntos de Castilla-La Mancha y Andalucía, aunque también hubo testigos ubicados en Madrid y Castellón. La bola de fuego se produjo al entrar en la atmósfera terrestre una roca procedente de un asteroide a gran velocidad y pudo ser grabada por los detectores que la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa opera en distintos observatorios astronómicos ubicados en centro y el sur de España. Concretamente se han podido obtener imágenes del fenómeno desde los observatorios de Calar Alto (Almería), Sierra Nevada (Granada), La Sagra (Granada), La Hita (Toledo) y Sevilla. Estos detectores trabajan en el marco del proyecto SMART, que se desarrolla desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía. SMART tiene como objetivo monitorizar continuamente el cielo con el fin de registrar y estudiar el impacto contra la atmósfera terrestre de rocas procedentes de distintos objetos del Sistema Solar.

La bola de fuego ha sido analizada por el investigador responsable del proyecto SMART, el astrofísico José María Madiedo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Este análisis ha permitido determinar que la roca que originó este fenómeno entró en la atmósfera a unos 54 mil kilómetros por hora sobre el suroeste de la provincia de Ciudad Real. Debido a esta elevada velocidad, el rozamiento con el aire hizo que la roca se volviese incandescente a una altura de unos 77 km sobre el nivel del suelo, generándose así una bola de fuego casi tan brillante como la Luna llena. Fue precisamente su gran luminosidad lo que provocó que el fenómeno pudiera verse desde más de 500 kilómetros de distancia. Y que, por tanto, hubiese un gran número de avistamientos desde multitud de puntos en Andalucía. La bola de fuego avanzó en dirección noreste y finalmente se extinguió a una altitud de unos 38 kilómetros sobre Ciudad Real. La roca se desintegró totalmente en la atmósfera, por lo que ningún fragmento consiguió llegar al suelo.