Unidades atípicas pero igual de plenas

Más de 200 personas se reunieron en El Alamillo para compartir vivencias y conocimiento e integrar a sus hijos

02 nov 2016 / 08:00 h - Actualizado: 02 nov 2016 / 08:00 h.
"Homofobia","Homosexualidad","Sevilla multisexual"
  • El Alamillo acogió el encuentro un año más. / Reportaje gráfico: José Luis Montero
    El Alamillo acogió el encuentro un año más. / Reportaje gráfico: José Luis Montero
  • Miembros de DeFrente junto a la edil Myriam Díaz y otras autoridades.
    Miembros de DeFrente junto a la edil Myriam Díaz y otras autoridades.

Las familias LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) han celebrado este fin de semana en el Cortijo del Alamillo la octava edición de un encuentro anual de estos colectivos, al que acudieron más de 200 personas para compartir vivencias y conocimiento, así como para dar nuevos pasos en la integración de sus hijos.

Al acto de inauguración del evento, organizado por la asociación DeFrente, acudió la delegada de Igualdad del Ayuntamiento, Myriam Díaz, quien recalcó que «lo único importante en una familia es el amor, el respeto mutuo y el cariño», y no «el sexo o el género de sus componentes».

Para Inma García, presidenta de DeFrente, «la visibilización es el mejor arma que tenemos para conseguir una sociedad no ya tolerante sino igualitaria», porque «no somos ciudadanos de segunda o de tercera clase», añadió.

En este VIII Encuentro Andaluz de Familias LGTB han participado unas 70 familias, algunas venidas de otras comunidades (Ceuta, Cáceres, Salamanca, Madrid...). Manuel López, coordinador de diversidad familiar de la entidad organizadora, recuerda que «el primer encuentro lo celebramos en el patio del colegio Paulo Orosio y acudieron apenas diez familias».

El evento ha ido creciendo con el paso de los años y ha pasado por distintos recintos. Así, estuvo un tiempo en un espacio cedido por la Fundación Cajasol, que es aún colaborador del evento junto a la Fundación Ginemed, Lush y la Junta de Andalucía. Con la de este año ya son tres las ediciones que acoge el Cortijo del Alamillo, un espacio más abierto e ideal para que los niños, que cada año son más, puedan jugar al aire libre. «Es importante que no se sientan únicos. Está bien que haya mucha literatura o un soporte familiar detrás, pero cuando los niños ven que hay otras familias como la suya o parecida se sienten más integrados, porque eso difícilmente lo van a encontrar en sus clases», razona.

El lema del encuentro ha sido este año Familias visibles, familias invencibles: «El hecho de que antes hubiera o no una ley no iba a frenar a dos personas del mismo sexo si quieren estar juntas; y lo mismo ocurre con la visibilidad, la gente se siente más protegida y segura», dice López, porque también hay que considerar que «no es lo mismo el que vive en una ciudad o en el medio rural, como tampoco es lo mismo una persona que tiene una profesión liberal que alguien que trabaja en un taller».

«Cada uno debe decidir cuándo sale del armario», insiste Manuel, que no obstante aboga por dar el paso al frente porque «la visibilidad es un arma muy poderosa, va impregnando la sociedad como el agua en el azúcar».

ELISA E INMA, UNA PAREJA LESBIANA

Elisa e Inma son dos mujeres treintañeras que viven en Brenes junto a su pequeño Oliver, que vino hace algo más de dos años por medio de una inseminación artificial de donante anónimo: «Tener un hijo es maravilloso, es algo realmente precioso», afirma entusiasmada Elisa, que relata los orígenes de su relación con Inma y los motivos que les empujaron a tener descendencia: «Nos conocimos hace ocho años y siempre tuvimos la idea de que queríamos tener hijos, pero la oportunidad nunca surge hasta que algo salta».

Y en este caso, ese algo tuvo que ver con la evolución de la política nacional en los últimos meses y el miedo a no aprovechar una opción que igual más tarde desaparecía: «Cuando las elecciones generales, pensamos que probablemente iban a quitar ayudas públicas para la gestación gratuita, eso fue lo que nos decidió a tener el pequeño», reconoce Elisa. Quedaron tan encantadas de la experiencia de ser madres que «decidimos inmediatamente ampliar la familia, ya por medios propios», ya que las ayudas de la sanidad pública sólo alcanzan para el primer hijo de cada familia.

Mientras llega un hermano, y dada su corta edad, Oliver vive con total naturalidad su peculiar entorno familiar: «Él sabe perfectamente que tiene dos mamás y al ser tan pequeño, simplemente vive con ello, es un niño feliz y pleno» que convive con otros de diferentes circunstancias, y alguno también de similares, en la guardería, a la que va por segundo año. En el pueblo tampoco tienen mayores problemas «porque no somos las únicas mujeres casadas. A mí me conoce todo el mundo allí, saben quién soy y conocen a mi pareja», dice Elisa. «Y lo que tuvieran que decir ya hace muchos años que lo dijeron», añaden ambas entre risas. Eso sí, no bajan la guardia y adoptan una actitud prudente: «Cuando Oliver pase al cole tendremos más cuidado», admite Elisa, «porque hay niños que son muy crueles e igual le dicen algo».

Esta pareja de lesbianas es consciente, en suma, de que por mucho que se haya avanzado hay que seguir peleando: «Es verdad que ahora todo es más sencillo, pero la sociedad puede dar muchas vueltas y en épocas de crisis la gente tiene más prejuicios, se vuelve más conservadora y se notan más los radicalismos», razonan. Y lo recalcan con una frase elocuente: «Sigue habiendo agresiones a homosexuales».

MANUEL Y MARCOS, UNA PAREJA GAY

Manuel López, coordinador de diversidad familiar de la asociación DeFrente, tiene en Marcos a su media naranja. Conforman una «pareja estable desde hace 32 años» que hace su vida con absoluta normalidad y felicidad, la que en buena medida les reportan sus cuatro hijos. Se trata de una familia de lo más peculiar, pero no ya por el hecho de que sean dos personas del mismo sexo los cabezas de familia; más bien por la singularidad que ha marcado el arduo camino por el que han debido transitar para ejercer la paternidad.

Sus dos hijos mayores son niñas, y además mellizas, de 12 años de edad. Llegaron gracias al método de la gestación subrogada: «Es lo que siempre se ha conocido como vientre de alquiler», explica Manuel antes de puntualizar con toda la razón del mundo que «es una expresión que me resulta muy poco adecuada porque atenta contra la dignidad de las personas», ya que «un vientre no se alquila como si fuera un piso; lo que se hace es ceder la capacidad de gestar», matiza.

Ellos, por supuesto, no conocían de antemano que fueran a venir dos ni tampoco el sexo, pero Manuel explica que «es lo que tiene la reproducción asistida, que siempre hay más probabilidades de que venga más de un niño que cuando se pare de forma natural, digamos». Eso sí, las dos niñas fueron recibidas como agua de mayo: «Fueron bienvenidas, a quienes les gustan los niños como a nosotros sólo le importa que la criatura venga bien». Tanto es así que lo tuvieron claro: «La experiencia fue tan buena que decidimos ampliar la familia años después».

Fue así como llegó, también por gestación subrogada, uno de los niños, hace siete años. Y por coincidencias de la vida, se lleva apenas cuatro meses con el cuarto, que es adoptado. «Nuestra primera solicitud de adopción la hicimos en 1996, pero entonces no había ni ley de matrimonio homosexual, era muy difícil, imposible, como un triple salto mortal», dice Manuel. Desistieron de esa idea, pero con el paso de los años la reactivaron con más suerte, ya que «luego la sociedad ha hecho algunos avances. Ahora es más fácil».

FABIOLA, UNA TRANSEXUAL...

Si lesbianas y gais sufren las consecuencias de los prejuicios, peor lo tienen otros colectivos más minoritarios e incomprendidos. Fabiola, de 25 años –los cumplió justo el sábado– y licenciada en Historia, es una mujer transexual. «De pequeña tuve problemas, se metían conmigo como si fuera gay porque me juntaba más con las niñas», evoca. Tuvo que ir a un psicólogo «desde los cuatro años y hasta 3º de Primaria», admite pese a que «mis padres me apoyaron mucho» y gracias a ello tiene «un equilibrio emocional y personal».

Cuando tuvo 18 años reveló a sus padres su condición y sentimientos. «En cierto modo me lo sonsacaron», reconoce Fabiola. Y al poco tiempo, con 20, hizo «el cambio social». «Fue un año muy duro porque veía cómo mi cuerpo cambiaba y tenía miedo», de manera que vivió, tanto ella como su familia, lo que califica como «un duelo». Sin embargo, «me acepté y empecé a conocer gente en mi misma situación», y hoy día es una persona realizada.

...Y LUCÍA, UNA BISEXUAL

Lucía, de 38 años, se vino a dar cuenta de su condición de bisexual «ya a una edad avanzada, con veintitantos años». Había tenido pareja con chicos y habían sido relaciones «gratificantes», pero en la Universidad conoció «a un par de chicas lesbianas» y se introdujo en su entorno, hasta que un día notó «que una chica se interesaba por mí y pensé, por qué no».

«Desde entonces me permití estar tanto con hombres como con mujeres», explica Lucía. «No es fácil que acepten tu orientación sexual, este monosexismo imperante te invita a que decidas en qué lado estás», dice antes de añadir que «durante mucho tiempo llevé una doble vida».

En su casa pensaron que «era una fase» y sólo la tomaron en serio «cuando me casé con otra mujer», aunque se separó hace cuatro años.