«Venimos a poner al público de Sevilla en pie»

El Circo Sensaciones llega a la Feria de Abril con una selección de grandes atracciones mundiales para devolver su antiguo lustre al género con «un espectáculo único»

11 abr 2018 / 17:41 h - Actualizado: 11 abr 2018 / 23:00 h.
"Cultura","Patrimonio","Sevilla en ruinas"
  • La gran especialidad artística de Antonio Álvarez es el malabarismo. / El Correo
    La gran especialidad artística de Antonio Álvarez es el malabarismo. / El Correo
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El más difícil todavía del circo en España ha sido –está siendo todavía– que la gente vuelva a entusiasmarse con él. Frente a la crisis económica y el declive artístico, que durante los últimos años han diezmado y empobrecido los espectáculos, acabado con la paciencia del público y acabando con las compañías, la sevillana familia Álvarez ha plantado en la Calle del Infierno la carpa de su Circo Sensaciones con la esperanza de revertir la situación y ofrecer a los sevillanos, durante diez días improrrogables, una selección con doce números «de primer nivel mundial», dos horas de función «sorprendentes» y la reconciliación definitiva con una modalidad de arte extremo que está lejos de haber dicho su última palabra. Esto sostiene, al menos, el director de Sensaciones, Antonio Álvarez, último baluarte –de momento: sus hijos aún son pequeños pero ya apuntan maneras– de una estirpe de ocho generaciones de empresarios y artistas circenses. Nacido y curtido durante sus 47 años bajo las lonas y entre los insólitos cachivaches del espectáculo, este empresario, payaso, acróbata y experto malabarista –entre otras habilidades– lo tiene claro: «Venimos a poner al público de Sevilla en pie».

«Hemos procurado traer atracciones que fueran muy novedosas», explica Antonio Álvarez. «La idea es sorprender a un público que había estado un tanto desengañado del circo, que consideran quizá que es solo una cosa para los niños, y hacerles disfrutar». Se ha tratado, añade, de «crear una función especial para Sevilla e intentar traer a los mejores artistas internacionales, con un nivel artístico y técnico muy fuerte, profesionales consagrados en todo el mundo que ejecutan números muy especiales». En este elenco del Circo Sensaciones para la Feria de Abril hay un poco de todo: «Artistas aéreos, como el mexicano Amadeus López, con un número de cintas aéreas que está considerado como uno de los mejores del mundo; tenemos magia de grandes ilusiones; viene el funambulismo, pero en este caso los alambristas que vienen hacen una pirámide de siete personas, que es la legendaria pirámide que se hizo hace más de cincuenta años por la troupe de los Wallenda, y se hizo incluso una película basada en ello, y se ha retomado ese ejercicio que hacía mucho que no se volvía a realizar. En Sevilla no se ha visto nunca ese ejercicio, de semejante peligrosidad, y tenerlo aquí es muy especial. Para nosotros es muy importante traer cosas que no se hayan visto nunca y que creemos que el público de Sevilla se merece».

Prosigue el responsable pasando lista a lo que tiene preparado: la doble rueda de la muerte (personas en cilindros que van dando vueltas a once metros de altura). «En este caso es doble, los artistas han querido hacer el más difícil todavía». Payasos, mucha comicidad, magia cómica... y también un número de caballos al estilo de la antigua tradición de los correos húngaros que comienza cabalgando de pie sobre dos animales y acaba llevando a doce por toda la pista, «algo único no solo en Sevilla, sino en toda España; yo nunca he visto ese número en nuestro país».

Devolver el prestigio al circo de la Feria de Sevilla es la nueva misión de los Álvarez, una dinastía circense que arrancó en la extremeña Quintana de la Serena y que desembocó con los años en el Cerro del Águila. Entre ellos ha habido artistas de toda especie, pero particularmente antipodistas, es decir, aquellos que con los pies hacia arriba hacen malabarismos diversos. La madre de Antonio (y de sus hermanos, Inés y Miguel), sin haber nacido bajo la carpa y siendo circense consorte, acabó también echándole valor y amando el asunto, hasta el extremo de participar en uno de estos números peligrosísimos en lo alto de una escalera a ocho metros de altura, intrepidez que le costó partirse la pierna dos veces. En una de esas ocasiones, porque se fue la luz en todo el pueblo donde estaban haciendo la función. Antonio Álvarez aprovecha la anécdota para hablar de los peligros de la carretera, de las inclemencias de la profesión, de los amigos muertos y una función por hacer esa tarde, de las proezas y las barbaridades que se han hecho en nombre del circo, de la falta de ayudas públicas y del descuido de los ayuntamientos, de cómo los programas televisivos de descubrimiento de talentos están abaratando hasta extremos indecibles el concepto de lo bien hecho, del virtuosismo, de la técnica, «acostumbrando a la gente a asombrarse con cosas muy flojas». Por no hablar del declive de un género por culpa de «muchos de sus directores que, por cierto, no pertenecían al mundo del circo»; gente que ha metido ahí de todo: «Personajes de televisión, muñecos, presentadores... cosas que no tienen nada que ver. A la gente se la ha engañado, se la ha tratado mal», y la reacción lógica del espectador ha sido generalizar y dar un paso atrás. Ahora, su alegría es «haber conseguido que piensen que este puede ser el circo de la Feria de Sevilla». A partir de ahora, «somos nosotros los que tenemos que convencerlos. En el espectáculo no tengo duda: traemos números de primer nivel mundial que han estado en los mejores circos del mundo, y el público va a querer eso sin ninguna duda». Pero el redoble va más allá: «Nos jugamos mucho. Hay mucha gente que nos va a mirar con lupa. Pero yo se lo he dejado muy claro a muchas personalidades del Ayuntamiento: yo no quiero estar en Sevilla porque sea de aquí; yo quiero estar en Sevilla porque durante muchos años he creído que Sevilla se merecía más».

«He hecho toda clase de números, trapecio, me he subido encima de animales, malabarista, acróbata, trampolín elástico, de todo», va recordando Antonio Álvarez. «En una actuación que hicimos en el año 90 en Montreal fue cuando conocimos a los propietarios del Circo del Sol cuando no eran nada, malabaristas de circo de calle y lanzafuegos, por así decir, y venían a vernos todos los días. Y ellos han aprendido de ahí, la base está en el circo tradicional. Luego se evoluciona como se quiera. Luego ellos empezaron con las escuelas de circo, de gimnasia, donde cogían a acróbatas, trapecistas, y de ahí formaban sus espectáculos. Pero ya en sus comienzos, la comparación era que a cualquier artista del Circo del Sol en un circo pequeño y tradicional, sin iluminación y sin vestuario, le costaría sacar el aplauso al público. Y cualquier artista de nivel técnico del circo tradicional, en el Circo del Sol te va a poner al público en pie. Porque la gente quiere ver eso. Y eso es lo que hemos venido a hacer a Sevilla. Y cualquier artista del circo tradicional, con un simple foco encima, como el tío sea único, la gente se va a poner de pie. Al público solo lo puedes engañar una vez».

Y luego, ¿qué? Pues Álvarez parece tenerlo claro: «La idea es estar aquí también el año que viene. Esa es la expectativa. Lo difícil era abrir la puerta. Si traemos algo muy bueno, ¿qué vamos a traer el año que viene? Ese es nuestro trabajo ahora. Y con mucha suerte, el año que viene el Circo Sensaciones no será solo Sevilla. Este año, el día 22 terminamos la feria, no hay posibilidad de prórroga. Solo diez días. Para el futuro, la idea es aprovechar para organizar una gira. Y volver a lo que siempre hemos querido, que es el circo de gira de primer nivel mundial. Que el público lo echa de menos».