Yo soy del 29

Barrios regionalistas. La celebración de la Exposición Iberoamericana supuso la segunda gran revolución urbanística de la ciudad y su crecimiento hacia el sur

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
12 nov 2016 / 08:00 h - Actualizado: 12 nov 2016 / 16:30 h.
"Barrios","Urbanismo","Vivienda","La vivienda remonta el vuelo"
  • Uno de los edificios del Porvenir, de inconfundible estilo regionalista. / El Correo
    Uno de los edificios del Porvenir, de inconfundible estilo regionalista. / El Correo
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  • Vista aérea de los llamados Hoteles del Guadalquivir en los años 20, lo que hoy se conoce como barrio de Heliópolis. / El Correo
    Vista aérea de los llamados Hoteles del Guadalquivir en los años 20, lo que hoy se conoce como barrio de Heliópolis. / El Correo
  • El Rey Alfonso XIII visitando las obras de Ciudad Jardín. / El Correo
    El Rey Alfonso XIII visitando las obras de Ciudad Jardín. / El Correo

Las ciudades cambian continuamente. Lo suelen hacer gradualmente pero, a veces, lo hacen también de manera eventual, concentrando en el tiempo transformaciones radicales de las que surge un nuevo mapa. Las mutaciones urbanas son «cambios repentinos» que están motivados «por un acontecimiento concreto» –explican los historiadores–, y que generan «una importante modificación de la ciudad». En Sevilla, por ejemplo, las transformaciones urbanas más destacadas están apoyadas en acontecimientos que han desencadenado «una revolución» para la ciudad. La «primera revolución urbana», como la denominan los investigadores, vino del hecho de que Sevilla fuera designada en 1503 «capital del comercio de las Indias» y, gracias a ello, se convirtió en una ciudad «plenamente barroca». La segunda nació a raíz de la Exposición Iberoamericana de 1929, lo que supuso que la ciudad ampliara sus dominios hacia el sur y adquiriera entonces «una imagen más cosmopolita». La tercera fue fruto de otra exposición, la universal de 1992, «metiendo a Sevilla en la contemporaneidad».

El 9 de mayo de 1929, el Rey Alfonso XIII inauguraba con todo boato la Exposición Iberoamericana, un acontecimiento decisivo para el urbanismo sevillano del siglo XX y con el que la ciudad pretendía mostrar al mundo «su pujanza» y «vitalidad», según expone el escritor e historiador, Nicolás Salas. Los 20 años de gestación del evento sirvieron para planificar una revolución urbanística trascendental que propició el crecimiento de la ciudad hacia el sur, trazando salidas a una población que, hasta el momento, se apiñaba en «un densísimo casco histórico». Son las barriadas del 29 que conservan los aires regionalistas de la época en la arquitectura de sus viviendas y que nacieron para acoger a trabajadores, técnicos y visitantes de este certamen que buscaba reencontrar España con los países allende el Atlántico.

El conocido como Sector Sur, cercano al cauce del río Guadaíra, recibió por entonces la reurbanización de un complejo residencial que se bautizó con el nombre de Hoteles del Guadalquivir y que en la actualidad se conoce como Heliópolis, ciudad del antiguo Egipto. Fue uno de los barrios construidos ex profeso para los técnicos y visitantes de la Exposición del 29, muy parecido a lo que ocurriría décadas después en Mairena del Aljarafe (Ciudad Expo) para la Expo del 92. En Heliópolis se levantaron 390 chalets de estilo regionalista gracias a los incentivos crediticios. En la actualidad, «al menos tres viviendas están en estado ruinoso», advierte Juan Luis Manfredi, presidente de la asociación de vecinos Los Andes. El portavoz vecinal propone además que se vele por el mantenimiento de la estética del barrio y que se potencie su arquitectura singular incluyéndola entre los destinos turísticos: «Que sea una prolongación del legado del 29 en Sevilla, con los pabellones y la avenida de Reina Mercedes con la torre del pabellón de Marruecos que aún se conserva». Creen que solo así se acometería, aunque fuera «por fases», la reurbanización de todas las calles de Heliópolis.

Otro ejemplo de barrio creado para la Exposición Iberoamericana es Ciudad Jardín, junto a la Gran Plaza. La impronta de Aníbal González, genio del 29, también marcó la configuración de las 404 casas de la promoción que desarrolló Inmobiliaria Nervión sobre los terrenos del Cortijo Maestrescuela del Marqués de Nervión. Fueron una serie de chalets o pequeños hoteles –con menos metros cuadrados que Heliópolis– para alojar a visitantes de la exposición. El rey Alfonso XIII visitó las obras acompañado del comisario regio José Cruz Conde. Los chalets no acogieron finalmente a nadie porque hubo menos visitantes de los esperados y, tras la celebración de la muestra, fueron usados como residencias de particulares. En la actualidad se mantiene la estructura de chalets, aunque no están exentos de problemas. La asociación de vecinos La Esperanza viene reivindicando una actuación integral porque las raíces de los árboles que se plantaron hace más de diez años están levantando el acerado y provocando daños en muros y patio de las casas. Hace unas semanas el Ayuntamiento ha comenzado con el arreglo de la calle Doña María de Molina, una de las vías afectadas.

El nomenclátor del Porvenir delata su fuerte vinculación con el 29. Calles como Exposición y Progreso, así como otras que recuerdan el listado de países participantes (Bogotá, Brasil, California, Río de la Plata, San Salvador...). Sobre el Prado de San Sebastián, Juan Talavera idea una urbanización residencial destinada a familias burguesas que se asentarían en chalets individuales y a obreros para los que se hacen casas baratas. En sus aledaños se hizo unos años antes del 29 la fábrica de gas, un edificio de Aníbal González que hoy en día alberga unas oficinas municipales.

Aunque no lo parezca a simple vista, lo cierto es que el barrio turístico por excelencia de Sevilla debe mucho a la Exposición. El marqués de Vega-Inclán, comisario regio para el Turismo y nombrado vocal del comité organizador de la muestra del 29, diseñó para Santa Cruz un proyecto con «ensanches y plazoletas», que fueron construidas expresamente gracias a terrenos del Alcázar que fueron previamente donados por el monarca. El suyo era un proyecto de hospederías para alojar a visitantes del certamen a partir de un conjunto de casas que se habían adquirido en 1920, como por ejemplo, la del número 9 de la calle Pimienta. La iniciativa tenía, en definitiva, un doble objetivo: crear lo que se podría conocer con el nombre de «alojamientos rurales» y preservar la singularidad de la antigua judería sevillana con algunas modificaciones que podrían ser consideradas como «aberraciones» por estudiosos de la actualidad.