CATÁSTROFE EN VALENCIA

Un vecino de Catarroja: “Mi madre murió por la DANA y quieren que la incinere contra su voluntad”

Juanjo Monrabal cuenta que su madre quería descansar a su marido pero no se lo permiten porque el cementerio de Catarroja está completamente arrasado

Escombros acumulados en la puerta de casa de Isabel

Escombros acumulados en la puerta de casa de Isabel / / Francisco Calabuig

Claudio Moreno

Juanjo Monrabal perdió a su madre Isabel en la riada. La mujer de 82 años vivía en una casa baja de la zona inundable de Catarroja, en la calle Peris y Valero, pero cuando su hijo la llamó para decirle que el barranco se había desbordado hizo caso omiso. “Era muy cabezona. Una persona de esa edad solo hace caso a la Policía”, lamenta. 

La alerta no llegó a tiempo para nadie. Juanjo hablaba con un amigo de Massanassa por videollamada cuando este le enseñó la crecida. “No me lo creía, parecía un montaje, agua golpeando los diques y saltando por encima de las vías”, relata. “De golpe vi coches flotando debajo de mi casa. Llamé a mi madre, pero ella se asomó a la calle y dijo: no hay agua, me quedo”.

Isabel acababa de cenar y se había metido en la habitación. Quedan algunas huellas aún frescas. Juanjo, por su parte, trató de recorrer a pie el Camí de les Corregudes, pero un vecino del municipio de l’Horta Sud le frenó en seco: “Me gritó ¡qué haces loco, te vas a ahogar!”. En ese momento pensó en su hijo y retrocedió ya con el agua por la cintura. Tuvo que refugiarse en el instituto de La Florida con decenas de personas. 

A las 4 de la mañana bajó el nivel de agua y volvió a su casa para reemprender la marcha al domicilio de su madre. Catarroja estaba a oscuras. No sabía cómo la encontraría. Fue acompañado de su mujer y al llegar buscaron a Isabel con la linterna del móvil. El agua había anegado la habitación. 

El lunes hicieron la autopsia de esta modista popular en Catarroja por su oficio con la aguja. Se la llevó una funeraria y en ese mismo instante se constató aquello de que las desgracias nunca vienen solas. “El enterrador me dijo que en Catarroja es imposible enterrarla porque el cementerio está destrozado. Se ha salido alguna caja. Tanto él como la funeraria me proponen incinerarla, pero ella no quería eso”. 

Ella quería descansar junto a su marido, con quien estuvo casada 65 años. Tenía el sepulcro pagado. Pero el temporal ha arrasado el camposanto y la logística funeraria se ha complicado. Hay una alternativa a la cremación: enviar el cuerpo a otro cementerio. Juanjo también rechaza esta solución porque traer de vuelta un cadáver tras muerte judicial son 10 años –cinco cuando el fallecimiento es natural– y él tiene ya una edad. 

Negligencia y desatención

Todo esto indigna sobremanera al hijo de Isabel, que maneja dos reproches. Por un lado es de la opinión –empieza a ser unánime– de que las víctimas mortales pudieron haberse evitado, y solo la negligente gestión política de las alertas originó el fatal desenlace. Por otro lado, no entiende cómo un ayuntamiento permite tal nivel de angustia e incertidumbre en los vecinos con la mayor carga de sufrimiento. 

“Mi madre murió por culpa de los gestores que no avisaron debidamente. Al menos deberían preocuparse de limpiar los cementerios a toda costa y dejarnos enterrar a nuestros muertos. Es lo menos que pueden hacer todos los pueblos golpeados por esta tragedia”, cierra el vecino de Catarroja. 

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