La DANA, un mes después

La mayor operación de la historia para identificar a 222 víctimas en tiempo récord

El Centro de Integración de Datos ha sido el cerebro que ha coordinado a los equipos que recogían las denuncias y a los de los levantamientos y quien ha nutrido de información a los desplegados sobre el terreno para localizar desaparecidos

Tras localizar al 80% de los fallecidos los 4 primeros días, las labores de búsqueda de víctimas se centraron en barrancos, el cauce del Túria, l’Albufera y el mar. / Daniel Tortajada

Teresa Domínguez / Ignacio Cabanes

«No llegamos... Es terrible. Hay miles y miles de llamadas. Va a haber muchos, muchos, muchos muertos...». Eran las 22.40 horas del 29 de octubre y los operadores del 112 ya barruntaban las letales consecuencias, de una magnitud inconcebible en la Valencia de 2024, de la potente dana que había azotado el sur y el este de la provincia de sin piedad ese fatídico martes. Tenían razón. Cuando se cumple un mes exacto de la devastación sin precedentes, el número de víctimas se sitúa en 222 fallecidos y cuatro desaparecidos. Una cifra insoportable e intolerable. Y, lo peor, evitable de haberse puesto en marcha los mecanismos de prevención de los que el Consell disponía: dos planes especiales que datan de 2010 y un sistema de alarma a la población útil desde hace casi un año y que llegó con tanto retraso que la mayoría de esas 222 personas estaban muertas cuando sonó a las 20.12 horas de ese martes.

A esa hora ya había ocurrido, así que lo prioritario pasó a ser tratar de rescatar a los vivos y buscar y recuperar cuanto antes a los muertos para ponerles nombre y entregarlos a sus familias. El amanecer del miércoles, 30, puso luz, una luz amarillenta y difusa, tamizada por la inmensa masa de polvo marrón en suspensión arrancado de los barrancos que flotaba sobre el escenario apocalíptico tiñendo de sepia la dura realidad.

No había tiempo para lágrimas ni lamentos. El Instituto de Medicina Legal (IML) de Valencia se convirtió en un ir y venir frenético y, antes de que siquiera se supiera qué estaban haciendo los responsables de Emergencias del Consell, desde el secretario autonómico al president, la directora del IML, coordinada con la Guardia Civil y la Policía Nacional, ya había puesto en marcha el protocolo para catástrofes con víctimas múltiples. Equipos mixtos de médicos forenses y agentes policiales expertos en policía científica salían hacia las zonas cero del desastre para empezar a levantar cuerpos y trasladarlos a la sala de autopsias.

En la sala de autopsias

Ese miércoles, recogieron 50 cadáveres, casi todos en plantas bajas y sótanos, pero también en coches, calles, plazas y carreteras, en las riberas de los ríos y barrancos desbordados por tanta agua, lodo y árboles que l’Albufera y el mar se pintaron de marrón. Fueron los primeros. Al día siguiente, llegaron 64 más. Y el viernes, día de Todos los Santos, fueron 51. Hubo lágrimas y desesperación en los pasillos del IML. Y cansancio extremo. «El equipo salía para un levantamiento y volvía con cuatro o cinco cuerpos, porque los iban parando por la calle los vecinos, los guardias civiles, bomberos...». Pero hubo que aparcar las emociones y los sentimientos.

Las oficinas de denuncias recogían los datos de los desaparecidos en vida para cotejarlos con nuevo cuerpo que iba siendo localizado

En el otro lado, los otros equipos, los de la sala de autopsias. Forenses trabajando sin descanso y policías tomando muestras de ADN y huellas. «En una sala donde en los peores días se hacen 15 autopsias, tuvieron que multiplicar hasta por cuatro esa cifra», explica una fuente que formó parte del dispositivo. Los dos primeros días, fueron los 58 médicos forenses de València quienes trabajaron sin respiro junto con agentes de Policía Científica y de Criminalística de Valencia. A partir de ese momento, llegaron los refuerzos para todos.

Así, el sábado por la noche, 2 de noviembre, habían completado las 179 autopsias de los primeros 179 cadáveres. Y se había logrado la identificación de más de medio centenar a través de las huellas dactilares. Veinte familias pudieron hacerse cargo de sus fallecidos y celebrar las honras fúnebres.

Forenses y policías científicos han concluido todas las autopsias y devuelto los cuerpos a sus familiares en menos de un mes

La mayor operación de recuperación e identificación de víctimas en una catástrofe llevada a cabo jamás en España, realizada con éxito en tiempo récord, daba sus frutos porque, en este caso sí, se puso en marcha el protocolo previsto y, a partir de las primeras 24 horas, el engranaje funcionó como un reloj. La clave, el Centro de Integración de Datos (CID), un órgano técnico previsto en el Real Decreto 32/2009, que regula el Protocolo nacional de actuación médico-forense y de policía científica en sucesos con múltiples víctimas.

Se ideó para satisfacer la necesidad de abordar con eficacia catástrofes de grandes dimensiones tras el accidente del vuelo 5022 de Spanair pocos segundos después de despegar en Barajas, causando 154 fallecidos, en agosto de 2008. Además, planeaba el fantasma de otro hito, el del atentado yihadista del 11M, que dejó 193 víctimas mortales.

El CID de la DANA fue montado en la Ciudad de la Justicia, con un comandante de la Guardia Civil, un inspector jefe de la Policía Nacional y el coordinador de los forenses al mando, en comunicación constante con las oficinas policiales de denuncias, donde otros agentes, comandados por los grupos de Homicidios de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, recogían y cribaban las denuncias de decenas y decenas de familias desesperadas por encontrar a sus desaparecidos.

Los primeros días, el teléfono habilitado para familiares recibió más de 4.000 llamadas, que se redujeron a 1.900 en cuanto se fue recuperando el servicio de telefonía móvil, fija e internet: más de un cuarto de millón de usuarios se habían quedado sin poder comunicarse en los primeros días. Mientras unos agentes recopilaban sin descanso datos de los desaparecidos para cotejarlos con los obtenidos en los levantamientos y las autopsias, en las ya famosas entrevistas ‘antemortem’, otros cribaban cientos de llamadas hasta estabilizar la cifra de potenciales víctimas tras dar de baja a los que nunca habían desaparecido realmente, a las llamadas infundadas, a quienes habían sido localizados pero habían olvidado dar de baja la denuncia... Hasta llegar a las 226 víctimas mortales reales: hasta este jueves, 222 habían sido encontradas e identificadas– y todas, menos la última, devueltas a sus familias– y cuatro, tres hombres y una mujer vistos por última vez en Monserrat, Sot de Chera, Paiporta y Cheste, desaparecidos; son Francisco, Javier, Mohamed y Elisabeth.

Tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional han puesto todos sus recursos para lograr esas identificaciones, sin ningún género de dudas, en un tiempo récord, con traslados de muestras genéticas a sus laboratorios en Madrid utilizando incluso helicópteros para garantizar la celeridad.

«En menos de un mes, se ha completado la identificación oficial de todas las víctimas recuperadas. Es un hito único y un trabajo excepcional que tiene detrás mucha gente», explica una fuente policial. Tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional han puesto todos sus recursos para lograr esas identificaciones, sin ningún género de dudas, en un tiempo récord, con traslados de muestras genéticas a sus laboratorios en Madrid utilizando incluso helicópteros para garantizar la celeridad.

Y mientras llegaban esas identificaciones, realizadas en su inmensa mayoría por huellas dactilares, el pabellón ocho de Fira València se transformó en una gigantesca morgue para poder albergar, en camiones frigoríficos convertidos en gigantescas cámaras mortuorias, los cuerpos de los fallecidos.

La otra cara: 400 detenidos por robos, hurtos y pillaje en las zonas afectadas

En momentos de crisis, de tragedias como la la de la dana, se ve lo mejor y lo peor del ser humano. Si bien ha predominado lo primero, con historias de heroicismo en los momentos más duros de la riada y posteriormente con una marea de solidaridad, también hubo quienes aprovecharon la desgracia ajena para delinquir y sacar rédito del desastre. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han arrestado en este mes desde que se produjeron las inundaciones a unas 400 personas por delitos contra el patrimonio en las zonas afectadas por la riada, desde pillaje de todo tipo, hurtos a robos con fuerza en establecimientos que estaban desprotegidos en los primeros días. Concretamente, la Guardia Civil ha llevado a cabo 203 detenciones por este tipo de delitos, y la Policía Nacional -que se hizo cargo de la seguridad ciudadana de varios municipios de l’Horta afectados por la dana– ha efectuado un total de 187 detenidos, el 90 % de ellos por delitos contra el patrimonio.

Un tercio de los arrestados puestos a disposición judicial por estos robos en los juzgados de guardia de Torrent, Catarroja y Alzira, ingresaron en prisión provisional. La Fiscalía solicitaba dicha medida al tratarse de delitos agravados por la «existencia de un riesgo o peligro general para la comunidad que haya debilitado la defensa del ofendido o facilitado la comisión impune del delito». Y no solo fueron delincuentes habituales los que quisieron sacar tajada de los daños causados por el agua en locales comerciales y vehículos (en viviendas apenas se han dado casos), sino que algunos de los propios vecinos de las localidades afectadas buscaron en esas primeras horas de caos rescatar de los supermercados, bares o comercios que ellos mismos frecuentaban aquello que pudieran serles útil. La gran mayoría bienes de primera necesidad, como alimentos, agua y papel higiénico, pero otros aprovechaban para llevarse jamones, tabaco, perfumes y pequeños electrodomésticos. En ocasiones esgrimiendo que el encargado les había dado permiso.

El despliegue de búsqueda

En esta operación sin precedentes falta por mencionar otro elemento imprescindible: el despliegue operativo nunca antes visto de medios, terrestres, aéreos y acuáticos, dedicados a buscar sin tregua desde la mañana del 30 de octubre a esas víctimas de la riada. La lista es inabarcable: guardias civiles de todas las especialidades, policías nacionales (incluso el alumnado completo de la Escuela de Ávila), bomberos de todos los rincones del país, policías locales de los municipios más insospechados del territorio español, soldados de la UME, pero también de Tierra, de la Armada y del Aire y el Espacio, caballería, perros adiestrados, personal civil de empresas con georradares, maquinaria pesada y mediana enviada desde medio país...

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Todos a una para remover toneladas de barro y cañas y localizar a los desaparecidos, entre ellos nueve menores (siete niños menores de 7 años y dos adolescentes de 11 y 16) en los ríos y barrancos descarnados por la riada, en sus riberas y en sus desembocaduras: l’Albufera y la franja marítima entre València y Dénia. Una operación que se mantendrá «mientras siga habiendo una sola víctima desaparecida». Para llevar, al menos, un poco de paz a quienes más han perdido y a quienes alguien, algún día, deberá explicar por qué están hoy de luto.

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