La gran riada, un mes después
Las zonas cero un mes después del ‘tsunami’
En esta tragedia no se puede hablar de una sola. Un mes después hay varias en l’Horta Sud, Algemesí, Chiva y el ‘poble’ de la Torre
Paiporta, un mes después, sigue dado una imagen de localidad devastada muy lejos de recuperar la normalidad de antes del 29 de octubre. / Miguel Ángel Montesinos
Pilar Olaya / Claudio Moreno / Saray Fajardo / Stella López
El martes ‘negro’ 29 de octubre quedará para siempre grabado en la memoria de los valencianos. Si todo el mundo conoce la riuà de 1957, ahora estará la del 2024, aunque muchos en l’Horta Sud prefieren hablar de la ‘barrancà’, al desbordarse los barrancos del Poyo, l’Horteta, la Saleta-Pozalet. Es, precisamente, esta comarca la más afectada. Hablamos de Paiporta, Picanya, Aldaia, Alaquàs, Sedaví, Massanassa, Alfafar, Benetússer, Catarroja, Albal, Beniparrell y Picassent.
Un mes después, la nombrada normalidad, ni está ni se le espera en breve, al menos en la denominada ‘zona cero’ con Paiporta como epicentro. Ya lo dijo su alcaldesa, Maribel Albalat: "Es que aquí estamos cien por cien afectados".
En Paiporta, 30 días después, la imagen sigue siendo de camiones cuba, militares y bomberos por las calles, además de voluntarios, cada vez menos, como es normal, con botas, rastrillos y capazos para quitar lodo. Aún queda mucho barro, sobre todo el que no se ve, el que está dentro del alcantarillado. "73 kilómetros de red toda obstruida", recalca Albalat. Un problema que comparte con otro de los grandes afectados, Catarroja. En el polígono, el último episodio de DANA volvió a llenar de agua y lodo las calles y las empresas, al contar con trapas dentro. En el casco urbano, por suerte, la actuación intensiva de las bombas de agua procedentes hasta de Marruecos, permitieron quitarse el miedo del cuerpo.
La mayoría de garajes en Catarroja, Benetússer, Paiporta, Aldaia, Sedaví, Alfafar y Massanassa siguen con lodo, fecales y coches
Aunque los que siguen con miedo son los desalojados por daños estructurales en sus viviendas. Una decena de familias de los bungalows de la calle Tribunal de las Aguas no pueden regresar al declararse su casa en ruinas. Un mes después, aún siguen buscando solución habitacional y tirando de familiares y amigos.
Los coches y los garajes, la lacra
Pero sin duda, el lodo que sigue acumulado en muchos garajes de los municipios afectados por la riada es, casi un mes después de la DANA, el tema que más preocupa a las poblaciones y a sus comunidades de vecinos, que trabajan por sus propios medios para retirarlo ante el miedo a que pueda afectar a las estructuras de los edificios. Temen además que se pueda producir un problema de salud pública ya que las aguas fecales se están mezclando con el agua estancada, porque las bajantes están rotas.
Hasta el momento, estos trabajos se estaban desempeñando por voluntarios, profesionales, bomberos y militares de la UME. Sin embargo, el Consell quiso profesionalizarlo, por lo que junto a la Diputación de Valencia creó el plan 'Lodo Cero', que a día de hoy va más lento de lo que se espera.
Pero dentro de esos garajes no solo hay lodo y fecales, también siguen habiendo muchos coches. Si ya hay problemas para sacarlos, algo que de momento deben gestionar las comunidades si no hay daños estructurales, luego el problema es donde ubicarlos "Tenemos 1,5 kms de término, ya no sé donde colocar los coches y no me dejan llevarlos a Cheste o a la ZAL porque son para vehículos retirados en la carretera", denunciaba la alcaldesa de Benetússer, Eva Sanz, que ha convertido su campo de fútbol en un cementerio de vehículos.
Si en los campos de fútbol hay coches, en los colegios lo que no hay son niños. Benetússer, precisamente, fue uno de los municipios que decidió no cumplir la orden de la conselleria de abrir este pasado lunes, 25 de noviembre, al no tener la certificación de ser espacios seguros. Algo que ocurrió después de que falleciera un trabajador realizando trabajos de mantenimiento en el colegio Lluís Vives de Massanassa, y que ha vuelto a poner en entre dicho la gestión llevada a cabo por Educación. Concretamente, los 550 alumnos de este centro han sido trasladados a la antigua facultad de Magisterio de València en Monteolivete, al igual que muchos otros alumnos que siguen desperdigados en centros de acogida de otras poblaciones.
Polígonos inactivos
Por ejemplo, los de Beniparrell, van a Silla. Si bien es verdad que el municipio "está arreglado casi en su totalidad", según palabras del alcalde Voro Masaroca, la zona que sigue muy afectada son sus cuatro polígonos. A día de hoy, todavía sigue el lodo acumulado en el alcantarillado y lo que más preocupa "es recibir cuanto antes las ayudas. Después de la inundaciones de 2020 y las de ahora, si no llegan, las empresas están muertas", avisa Masaroca.
Problema que comparte con Alfafar. El área comercial, no solo sigue sin actividad, sino que se ha convertido en un cementerio de coches y de contenedores. A día de hoy sus dirigentes aseguran que es imposible dar una fecha de reapertura.
A diferencia del resto, Sedaví, en cambio, es el único que 30 días después que sigue con el ayuntamiento cerrado. A día de hoy, el edificio multiusos del carrer València funciona como sede para casi todo. Ahí comparten oficinas el Juzgado de Guardia, servicios sociales y la Policía Local. Allí están las oficinas para pedir las ayudas de la Generalitat y el Estado para los damnificados por la DANA. Gobernar así "es una odisea", según su propio alcalde, José F. Cabanes.
En Aldaia, un mes después, aseguran que siguen siendo "invisibles". Ni siquiera esta tragedia está sirviendo para poner sobre el mapa el reivindicado desvío del barranc de la Saleta. A día de hoy, la ciudad, además de lodo en alcantarillas en los garajes y cementerios de coches, sigue sin servicios básicos que hicieron estallar a una población muy cansada en el último pleno.
Sin puentes
La reconstrucción de los puentes sigue siendo la tarea pendiente en ciudades como Picanya. Esta última, prácticamente quedó aislada tras el derrumbe de dos de su tres viaductos. Hace solo dos días, un equipo de 60 militares del Ejército de Tierra levantaron una pasarela ‘Mabey’ que volvió a unir 28 días después los dos núcleos de población a los dos lados del barranco. "Hemos retrocedido muchos años en infraestructuras locales", confiesa el alcalde Josep Almenar.
Torrent continúa trabajando intensamente en la recuperación de los puentes municipales y los pasos afectados por el barranco de l’Horteta. A día de hoy, se mantiene cerrado el puente que une la calle Gómez Ferrer con la carretera de Alaquàs. En cuanto al acceso por carretera, se mantiene la restricción en la autovía de Torrent tras derrumbarse ala altura del barranco, así como la CV-36 (corredor comarcal). En cuanto a sus casco urbano, los daños provocados en los barrios de Mas del Jutge, El Pantano y Xenillet mantiene a muchos vecinos sin casa. Albal, Alaquàs y Picassent también siguen intentando recuperar sus barrios afectados, que ya empiezan a recomponerse un mes después.
Lo que sí afecta a toda l’Horta Sud, tanto inundada como no, es el aislamiento al estar sin metro ni cercanías, y con los autobuses a medio gas.
La Torre fue, para muchos miles de ciudadanos, la primera toma de contacto con la realidad. La zona más afectada de València recibió de lleno la ola. A pesar de que, a su altura, el barranco de Paiporta dobla a la derecha para dirigirse a Catarroja, eran tantas las aguas que llevaba que se marcaron un recto, atravesaron el polígono de Paiporta y llegaron a las campas de Sociópolis y el centro histórico. La vía de tren hizo de muro de contención, lo que permitió que la riada llegara con menos fuerza al Forn d’Alcedo y Castellar l’Oliveral, pero multiplicaron la acción destructora en esta pedanía de 5.000 habitantes.
La medida de la catástrofe la dio el garaje de la calle Mariano Brull y Giménez y Costa, convertido en una "ratonera mortal" al no contar con acceso a las fincas desde el subsuelo. Dentro fallecieron siete personas. El tsunami de lodo además arrasó la finca de 184 viviendas públicas listas para adjudicar, el histórico horno de la pedanía, el parking de los autobuses Capaz. Devolvió a los humildes bloques de la primera riada el recuerdo de 1957. Bajó canalizado por la Avenida Real de Madrid y fue regando de terror las calles perpendiculares.
La mañana del 30 de octubre miles de personas de la zona cero atravesaron el barrio buscando refugio más allá del nuevo cauce, un escudo para el resto de la ciudad. El Plan Sur respondió. También funcionó la solidaridad de decenas de miles de personas que el festivo 1 de noviembre –y los días posteriores– atravesaron infatigablemente la pasarela de conexión entre València y el infierno cargados con comida, garrafas y material de limpieza. El puente ciclopeatonal ha quedado para la historia como "la pasarela de la Esperanza".
Sin agua, luz, ni supermercado
Los vecinos de La Torre estuvieron dos días sin agua ni luz. Al salir de la oscuridad improvisaron un punto de recogida y reparto de alimento en la parroquia Nuestra Señora de Gracia, que lleva cuatro semanas sosteniendo a quienes carecen de medios para recoger víveres al otro lado de la V30 –el viaje de los primeros días, con los supermercados desabastecidos, era el balde –. Otro punto de inquietud fue el colegio recién estrenado. Siete años de reforma aparentemente tirados al traste. No fue el caso, y el CEIP Padre Manjón reabrió el martes 19 de noviembre marcando un punto de inflexión para la pedanía, que se ha adentrado en la zona gris de la reconstrucción: ha recuperado una rutina menguada.
Vuelven a tener farmacias y bares pero falta un sitio donde comprar un filete. "Cuando aquí abrió Consum las tiendas fueron cerrando, pero la DANA ha arrasado este único supermercado. No tenemos suministro, seguimos viviendo de los voluntarios", lamenta Rafael Arnal, alcalde pedáneo. "Fuera de eso faltan unos pocos garajes por limpiar y algunos bajos particulares cuyos dueños no conseguimos localizar".
Veintiocho días después, Picanya ha podido conectar sus dos núcleos con una pasarela provisional hecha por los militares
Será más a largo plazo cuando se vayan revelando afecciones urbanísticas y emocionales. "Estamos cansados porque a diario hay una avalancha de necesidades. Cerrojos inservibles, enchufes rotos, tuberías colapsadas. Queremos distracciones nuevas y hablar de otra cosa", dice la portavoz vecinal Aniuska Dolz. "La gente necesita cambiar el hilo musical y olvidar un poco todo esto", respalda Arnal.
La DANA ha arrasado con el único supermercado. No tenemos suministro, seguimos viviendo de los voluntarios
LA zona cero en la Ribera
En Algemesí, zona cero de la Ribera, sus vecinos y vecinas intentan recuperar la normalidad un mes después de aquel trágico 29 de octubre. El desbordamiento del río Magro anegó de agua y barro prácticamente todas las calles de esta localidad superando la altura de 1,30 metros en muchas viviendas, aunque en el barrio del Raval -zona más cercana al río- se alcanzó más de metro y medio en algunas casas. Unos días después, fuentes oficiales confirmaban el fallecimiento de tres varones que se encontraban en sus viviendas. Silverio Navarro residía junto a su mujer cuando le alcanzó el agua, mientras que Pepe Magraner y José Luis ‘El Llimonero’ se encontraban solos en sus viviendas cuando ocurrió la catástrofe, por lo que nadie pudo socorrerles.
Seguimos en una situación de emergencia. La reconstrucción de Algemesí será un proceso lento
Las pérdidas humanas, a las que se han sumado los daños materiales golpearon duramente a este municipio, que trabaja para iniciar una reconstrucción, que el alcalde de la localidad, José Javier Sanchis, reconoce como un proceso lento, ya que, como recordaba hace unos días, "seguimos en situación de emergencia".
No fue hasta el 31 de octubre cuando algunos vecinos, que habían pasado las primeras horas atrapados en otras localidades cercanas, pudieron acceder a la ciudad para comprobar el estado en el que se encontraba. Más de 10.000 coches, según estimaban las aseguradoras, habían sido dañados. La mayoría de ellos se agolpaban en las principales vías de Algemesí impidiendo el paso de ciudadanos y voluntarios que empezaban posiblemente uno de los trabajos más duros de su vida: retirar el lodo y los muebles inservibles de sus hogares, llevándose con ellos miles de recuerdos.
La Agrupación de Comercios y Servicios de esta localidad de la Ribera estima pérdidas de más de 13 millones de euros
Desde el primer momento, miles de personas procedentes de distintos puntos de España se acercaron a este municipio para prestar ayuda y, sobre todo, un poco de esperanza. En cuestión de semanas, y con la llegada de maquinaria pesada, el lodo empezó a desaparecer de las calles y viviendas. Los coches y muebles también fueron retirados y depositados en seis solares distintos del término municipal de alrededor de 53.000 metros cuadrados. Un mes después, y tras el duro trabajo de los voluntarios y las fuerzas y cuerpos de seguridad, las calles han conseguido vaciarse de muebles, enseres y vehículos. Lamentablemente, también se ha vaciado el interior de las viviendas y locales comerciales, cuyos propietarios tienen que volver a empezar de cero a la espera de esas ayudas que todavía no han llegado. En este sentido, la Agrupación de Comercios y Servicios de esta localidad estima pérdidas de más de 13 millones de euros.
"No sólo son las pérdidas materiales que han sufrido, sino también los costes que supone volver a pintar las paredes, la instalación eléctrica, la aparición de humedades, hay suelos que se han levantado...", denuncian desde la agrupación. Todos ellos saben que queda un largo camino por recorrer, pero las ganas por salir adelante pueden con todo. Para ello, el gobierno aprobará en el próximo pleno una modificación de crédito de 1,5 millones de euros para medidas urgentes.
Los daños en la cabecera del barranco
Otra zona cero se sitúa en Chiva, en la comarca de la Hoya de Buñol. Justo un mes después de la DANA, la imagen del pueblo de interior sigue siendo desoladora y ni sus ciudadanos, ni su alcaldesa, Amparo Fort, han conseguido olvidar aquel martes 29 de octubre que dejó el municipio como "un escenario de guerra" con casas destruidas por la fuerza del agua y otras apuntaladas, sobre todo, en la zona del barranco y del antiguo barrio árabe. Apenas hay trasiego de vecinos y vecinas -que se detienen a mirar la rambla y sueltan comentarios del tipo: "el agua llegó hasta aquí", señalando con el dedo-. Algún comercio también ha levantado la persiana.
Estábamos a oscuras, sin ningún tipo de suministro eléctrico. Fueron momento de pura supervivencia y llegué incluso a pensar que nos íbamos a ahogar todos
Sobre la trágica noche, según recuerda Fort, estuvieron en contacto con Emergencias y con la Policía desde primera hora de la mañana, cuando empezó a llover. "A las 17:30 horas se desató una lluvia muy intensa, y a partir de aquí es complicado establecer una cronología, porque el daño que ha habido es tremendo", expone. La munícipe explica en primera persona cómo lo vivió: "pude presenciar cómo las casas de enfrente mía se las llevaba el agua y ver cómo bajaban los coches a montones sin saber si había gente dentro o no". Asimismo, vio cómo la Guardia Civil hacía cadenas humanas para rescatar a vecinos y a muchas personas pidiendo socorro. "Hay gente con movilidad reducida a la que tuvimos que sacar de su casa porque el agua les llegaba hasta la cintura. Estábamos a oscuras, sin ningún tipo de suministro, salvo el gas. Fueron momentos de pura supervivencia y llegué incluso a pensar que nos íbamos a ahogar todos. Los minutos fueron horas y las horas minutos", confiesa Fort. Con todo lo que tuvieron que vivir aquella tarde-noche, la alcaldesa no sabe cómo no ha habido más muertos. Los contabilizados hasta la fecha ocho en el término. "Tuvimos la suerte de que el barranco, en su paso por el casco urbano, estaba limpio, porque si no medio Chiva se hubiese ahogado". Según ha revelado, justo estaban también esperando los permisos de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) para poder limpiar la zona del barranco antes y después de su paso por el municipio.
De momento, según el balance del ayuntamiento, hay 130 familias desalojadas, ya que la lluvia ha modificado de forma importante el cauce y ha invadido las zonas urbanas donde estaban sus viviendas.
La riada ha provocado casi la desaparición de la calle Ramón y Cajal de Chiva. Hay 130 familias desalojadas. La visita de los reyes deja una rayo de esperanza.
La calle Ramón y Cajal casi ha desaparecido por completo tras el tsunami y hay bloques de casas a los que no se puede acceder. La zona más afectada comprende esa vía pública, San Isidro y Antonio Machado. Todavía se deben arreglar las canalizaciones que rodean al barranco, que está aún sin limpiar. La situación en el polígono de la Pahílla y en las empresas también es "muy crítica".
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