MODA

Por qué tu novio también quiere un Sonny Angel, el muñeco agotado hace meses en Europa: "El ser humano tiende a ser muy infantil"

Expertos en Sociología y Psicología reconocen en esta fiebre una forma de prolongar la infancia a través de un consumo masivo y una apelación a las emociones

Un joven porta dos Sonny Angels en el teléfono y en el bolso

Un joven porta dos Sonny Angels en el teléfono y en el bolso / Javier Barbancho

Pablo Tello

“Esta tarde habrá bastante jaleo”, advierte Eva nada más comenzar la conversación. La causa de su estrés no es otra que la llegada de una nueva remesa de Sonny Angels al negocio que regenta en el centro de Madrid desde hace 18 años. Todo el mundo los conoce a día de hoy, y, si su popularidad se prolongase en el tiempo, el que aún no se haya hecho con uno de ellos posiblemente lo terminará haciendo en las próximas semanas.

Estas figuras coleccionables se han convertido en un arma de comunicación entre las generaciones más jóvenes -y las no tan jóvenes-, así como una forma de pertenencia a un grupo, a una comunidad, convirtiéndose en paradigma de la ola de consumismo que azota España. La cantante Rosalía fue fotografiada con el diseño del melón en su teléfono y automáticamente creó una demanda en nuestro país que hizo que incluso Ana Rosa Quintana apareciese en televisión con una oveja agarrada a su móvil.

Algunos de los Sonny Angels expuestos en Älva for Kids, la tienda de Eva Fuentes.

Algunos de los Sonny Angels expuestos en Älva for Kids, la tienda de Eva Fuentes. / Javier Barbancho

Su historia se remonta a hace más de 20 años, cuando el diseñador japonés Toru Soeya bautizó a su creación con el apodo que él mismo portaba (Sonny). Sin embargo, y dado que su premisa siempre ha sido "traer la felicidad" a los compradores y que estos sientan al pequeño figurín como un amuleto en sí mismo, Soeya se inspiró en Kewpie. Se trata de una de las ilustraciones más populares del siglo XX, desarrollada por la artista de cómics Rose O’Neill, quien fue una de las primeras mujeres en EEUU en publicar su trabajo no con seudónimo sino con su propio nombre. O’Neill luchó por los derechos sufragistas incluyendo a su Kewpie en pancartas y reivindicaciones para transmitir sus ideales.

Socializar y sentirse identificados

“Se trata de una moda con una característica muy llamativa: tú no eliges exactamente lo que estás comprando, sino que te puede sorprender. Ese punto de azar tiene mucha gracia y las redes actúan como un multiplicador en estos casos”, explica a el diario El Periódico de España Javier Urra, psicólogo en excedencia voluntaria de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid. Si bien cree que de aquí a unos meses esta fiebre habrá desaparecido, incide en que el ser humano se guía por símbolos y estos querubines no dejan de ser uno de ellos, que sirve para socializar y hacer que miles de jóvenes se sientan identificados. “El ser humano tiende a parecer serio, pero en el fondo es muy infantil. La conducta de los adultos, si uno se fija con detalle, es en muchos cosas absolutamente infantil”, añade.

Rosalía posa con su Sonny Angel.

Rosalía posa con su Sonny Angel. / INSTAGRAM

Nadia de la Rosa (@ndelarosa), empresaria y creadora de contenido, logra miles de reproducciones en sus redes sociales debido al fanatismo por estos coleccionables, que conocía desde hace tiempo pero no había adquirido hasta que el fenómeno llegó a España: "Soy amante de la cultura japonesa y tengo unos 40 ejemplares, aunque no me considero coleccionista de Sonny Angels". Publicando vídeos sobre ellos ha conseguido cierta popularidad en TikTok, motivo principal por el que continúa comprando estas figuras: "Creo que se trata de una moda pasajera. La mayoría de los que he comprado para crear contenido, se los he regalado a mis amigas", confiesa.

Se agotan el mismo día que llegan

Eva Fuentes lo sabe bien, pues ha llegado a vender más de 150 ejemplares en una sola tarde. Su tienda, Älva for Kids, fue el primer establecimiento físico en contar con Sonny Angels entre sus productos. Nadie más los vendía y rápidamente pasaron a convertirse en uno de los artículos más demandados de su catálogo: “Dependiendo de las series que lleguen, unas son más populares que otras, aunque rara es la vez que nos duran más de 24 horas en el expositor. Lo normal es que se agoten el mismo día que los recibimos”, explica mientras señala el cartel de sold out en la puerta.

Si bien antes el cliente potencial de estas figuras sin ropa y con un tema en la cabeza, ya sea una fruta, un animal o una flor, superaba por lo general la veintena, ahora se ha rejuvenecido hasta los 10 o 11 años. Como contrapunto, las falsificaciones han afectado a este tipo de comercios, no tanto en la venta como en el desconocimiento y desconfianza a la hora de pagar por un artículo verdadero.

Eva Fuentes, propietaria de Älva for Kids, cuelga el cartel de 'sold out' en la puerta de su negocio.

Eva Fuentes, propietaria de Älva for Kids, cuelga el cartel de 'sold out' en la puerta de su negocio. / Javier Barbancho

Los Sonny Angels son toda una oportunidad de negocio para las tiendas de juguetes y artículos de colección como esta, que señala cómo antes fueron los funkos o las figuras de Star Wars las que arrasaron en este tipo de negocios por una compra masiva de los coleccionistas. “El hecho de que los vendamos en tiendas infantiles tiene que ver con la estrategia de marketing que desarrollaron al introducirlos en Europa hace más de 10 años. Aquí no existían las cajas sorpresa típicas de Japón, por lo que el distribuidor europeo pensó que se podría orientar a este tipo de negocios”, añade Fuentes.

Con la llegada de las redes sociales y tiendas asiáticas este fenómeno ha llegado a Europa y, por lo que parece, es imparable. La pequeña tienda en Malasaña cuenta con un canal de difusión en WhatsApp con más de mil seguidores, donde informan de las series que van llegando, así como la fecha de llegada o el inicio de la preventa. El fanatismo ha llegado a la propia dueña del negocio, quien expone su propia colección en una vitrina dentro de la tienda. Eva asegura que “todo lo que rodea a los Sonny Angels es muy especial porque crea una comunidad sana y divertida. Hay gente que no se conoce de nada y queda en la puerta el día del lanzamiento”.

Mantener el vínculo con la etapa infantil

Prolongar la infancia a través del consumo masivo es precisamente lo que explica que ahora mismo los comercios oficiales repartidos por Europa estén desabastecidas de Sonny Angels, según Francisco Eduardo Haz Gómez, sociólogo y profesor en el departamento de Ciencia Política y Sociología de la Universidad de Santiago de Compostela. Asimismo, habla de una técnica de marketing de ganancias masivas que opta por no centrarse en un grupo objetivo, sino en descontextualizar al máximo el rango de edad: “Cuando una figura de referencia en redes sociales muestra este tipo de productos, el pudor que pueda causar a una persona hacerse con una de estas figuras se desdibuja por ser un producto de consumo masivo”.

Un joven porta un Sonny Angel en la funda de su teléfono.

Un joven porta un Sonny Angel en la funda de su teléfono. / Javier Barbancho

Ante la pregunta que cuestiona qué hay detrás de estos productos coleccionables, Haz Gómez pone en valor la apelación de los mismos a la empatía y la emocionalidad, presentes en la sociedad de hoy en día: “Las tiendas especializadas en productos orientales buscan no perder ese vínculo con la etapa infantil y adolescente a través de la nostalgia y la autoconvicción, cosa que puede llegar a ser un problema si se vuelve estructural”, señala manteniendo que por el momento estamos únicamente ante un fenómeno social. Tanto Urra como Haz Gómez coinciden en que se trata de una moda de corta duración, a la que no auguran más de dos temporadas, cuando aparezca otro producto de fácil adquisición en el mercado nacional. Quizás tu novio también lo quiera.

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